Pablo Guerrero: “Es el momento de cambiar las cosas en profundidad, de forma valiente y a favor de quien más lo necesita”

Un aerolito libre, un lobo sin dueño, un artesano de ternura y rebeldía. Hace cincuenta años, en 1969, salió a la luz Amapolas y espigas, su primer disco. Y desde entonces no ha cesado de producir poemas y canciones que van a la médula de los sentimientos y de la conciencia social. “No solo cambiar la Historia, sino la vida”, afirmaba en 1977, en una entrevista de Eduardo Haro Ibars para la mítica revista Triunfo.

4 sep 2019 14:29

50 años luchando contra la gris costumbre y abriendo nuevos horizontes-auroras. Honrando primero a los campesinos, a su voz escondida, a la Extremadura oprimida, a los dolores de la emigración. Y encarnando después la esperanza antifranquista de todo un pueblo, porque ya es hora de “abrir la calle y que pase la gente que nunca ha pasado”. Y siempre, siempre, invitando a rasgar la tela de araña del consumismo, el sinsentido del capitalismo y de la vida burocrática, las mil formas, cada vez más sofisticadas de tenernos atados. Siempre llamándonos a la “búsqueda de la belleza serena de las cosas pequeñas, cotidianas”.

“La clave es lo sencillo”, ha escrito, a modo de poética. Pablo Guerrero, un referente ético y estético, un puntal de sencillez, bondad y coherencia.

Pablo, naciste en Esparragosa de Lares, en una tierra en la que “el Zújar era el rey de las juncias” y “la chicharra no se cansa jamás de cantarle a la sed del verano”. ¿Cómo recuerdas la infancia y la juventud en el pueblo?
Recuerdo una infancia muy bonita. Pasaba temporadas en el campo, cazaba pájaros, hablaba con los árboles. Somos cinco hermanos, también iban primos, nos juntábamos una auténtica cuadrilla. Me gustaba hacer presas en un arroyo. Cada estación del año tenía sus juegos. Me gustaba especialmente jugar a los toros. Como negativo, la escuela. Tenía terror a no saber. Tuve buenos maestros, a todos los recuerdo con afecto y agradecimiento. También, como negativo, el ambiente franquista, con toda su cutrez y su rencor soterrado.

El mundo campesino de Extremadura está muy presente en tus primeras canciones. “Hombres que se mueren sin haber visto la mar” es el hermoso y esclarecedor título de una de ellas.
Hasta los 18 años no vi el mar. Fue en Sagunto. Fue impactante. Abrí los brazos y me quedé un buen rato mirándolo. No me lo podía creer. Aprendí mucho de la cultura no escrita y antigua, transmitida oralmente de padres a hijos. Mi unión con la tierra y con los seres humanos que la habitan, tienen ahí su origen.

"Lobos sin dueño" Enrique Cidoncha


En 1967, tras estudiar bachillerato en Badajoz y Magisterio en Sigüenza, te estableces en Madrid. Y en poco tiempo jugarás un papel decisivo en el grupo de cantautores que está emergiendo. “El pueblo ahora en la voz de sus cantantes había roto definitivamente el silencio y se unía a sus acordes”, como señalará Fernando González Lucini. A cántaros será uno de los principales emblemas de esa esperanza de libertad. ¿Cómo viviste esos años de formación y de lucha contra el franquismo?
Fueron unos años irrepetibles. El franquismo se desmoronaba, y la cultura que se respiraba en Madrid era radicalmente antifranquista en la mayor parte de la juventud de la época. Contra Franco, todo. Cine, literatura, pintura, escultura, y canciones. Los jóvenes nos sentíamos llamados a traer a España un régimen distinto. Al principio, no sabíamos cuál. Anarquismo, comunismo… Al final se impuso la democracia. Parece ser que la sensatez ganó la batalla.

¿Tú también sufriste los zarpazos de la censura y de la represión en esa etapa?
Todos la sufrimos. En forma de censura, de conciertos que terminaban como el rosario de la aurora. Pero teníamos el apoyo de la juventud, primero universitaria, y después obrera. No voy a detenerme más, porque esto está muy estudiado. Solo decir que tuve amenazas de muerte, que me dejaron sus secuelas durante alguna temporada.

Teníamos el apoyo de la juventud, primero universitaria, y después obrera. Tuve amenazas de muerte, que me dejaron sus secuelas durante alguna temporada

Pablo Guerrero. Por una calle de Cáceres
Pablo Guerrero. Por una calle de Cáceres

Tu nombre ha estado siempre estrechamente unido a la tierra extremeña. Emociona escuchar cómo la gente que asistía a tus conciertos reclamaba la canción “Extremadura”, para muchos el auténtico himno de la comunidad.
Mis conciertos, los de Luis Regidor, los de Luis Pastor, y tantos otros eran constantes en Extremadura. Nos gustaba sentirnos extremeños. Extremadura tenía una imagen deplorable, de tierra seca, de caciques, de terratenientes. Nosotros, con nuestras canciones, y casi sin proponérnoslo, contribuimos a que Extremadura se abriera a la cultura más libertadora de la época.

Me emocionaba sobremanera cantar “Extremadura”. Pero no la veo como himno de nuestra tierra. No es fácil de cantar coralmente. 

Extremadura tenía una imagen deplorable, de tierra seca, de caciques, de terratenientes. Nosotros, con nuestras canciones, y casi sin proponérnoslo, contribuimos a que Extremadura se abriera a la cultura más libertadora de la época

 (Aquí se puede escuchar la versión de Extremadura realizada en 2017 por José Luis Diaz, Daniel Hierro, Fran Belinchón e Inés Ponce)

“Nuevos paisajes y los mismos dolores”. “Emigrante” es otra de tus canciones míticas, en la que le ponías música al drama de centenares de miles de paisanos, condensando extraordinariamente rabia y nostalgia.
“Emigrante” es una canción con la que se identificaron cientos de paisanos, que salieron de nuestra tierra a Europa o a otras partes del país, a dejar allí su cultura y su trabajo. Todavía me encuentro con descendientes de emigrantes que me hablan de que sus padres le hacían oír esa canción. Ahora sería incapaz de cantarla. Entonces la cantaba con las tripas, y con la rabia que me daban los que tuvieron que dejar casa, familia, costumbres, idioma, por tener que emigrar a otros lugares, en busca de mejorar su suerte y la de sus hijos. Me sigue emocionando oírla.

“Creemos en días semejantes a nubes, días en que florezcan fusiles y claveles”. En 1976 salió Porque amamos el fuego, en mi opinión uno de tus mejores discos, que conecta con el ansia social de libertad. ¿Cómo evocas aquellas fechas? ¿Era posible otra transición?
Porque amamos el fuego fue una grabación emocionante y dura. Estuvimos tres días y sus tres noches grabando el disco. Tocando y cantando a la vez. Terminamos rotos, pero modestamente creo que mereció la pena. Es un disco fresco e intenso, y suena con mucha autenticidad y verdad. Fue un disco aclamado por la crítica y tuvo muy buena acogida. Me animó a empezar a pensar en dedicarme profesionalmente a la canción.

Ahora necesitamos una nueva transición, que permita un reparto del dinero más justo y equilibrado, y respuestas nuevas a los retos a los que nos enfrentamos en estos días


“Y en la pared escribes tu granada de sueños, tu estallido de nuevos horizontes auroras”. A tapar la calle, en diciembre de 1977, cierra una etapa y te retiras durante seis años. ¿La crisis tuvo que ver con lo que se dio en llamar el desencanto? ¿Qué opinión te merece la Movida, el relato oficial de la cultura de los años 80?
Paraíso” ahora es una de mis mejores canciones de todas mis épocas. Me sigue gustando. Se cuestiona mucho actualmente la transición. Con la distancia, creo que fue lo que fue, y se hizo lo que se pudo hacer. Ahora necesitamos una nueva transición, que permita un reparto del dinero más justo y equilibrado, y respuestas nuevas a los retos a los que nos enfrentamos en estos días. No me entusiasmó la transición, pero tampoco caí en el desencanto. Dejé seis años de grabar para que mi voz descansase, para dedicarme a mi vida personal, para buscar otras apuestas estéticas. Pero no lo dejé del todo. Hacía conciertos, más distanciados, pero con regularidad. La movida me respetó, pero no me subí al carro de su estética. Sus actitudes y muchas de sus canciones, me parecían muy frescas y divertidas.

“Busca la gente de mañana, la que tiene en sus manos las olas de la vida”. Tras la crisis, te reinventas —como se dice ahora— “con una música más relajada, más sensorial”. ¿Cómo definirías el estilo que has ido creando a partir de los años ochenta, cuáles han sido las principales influencias?
Estuve bastante tiempo practicando yoga, y esto influyó en hacer una música más relajada. Que influyera, aunque fuese mínimamente, en la gente, a mejorar como seres humanos y a que le fuesen mejor las cosas personales. Una música más atmosférica y envolvente. Como un abrazo de hermano.

“El poderoso teme a los lobos sin dueño”, cantas en 1992, al inicio de la década prodigiosa del neoliberalismo. ¿Por qué te gusta tanto la metáfora del lobo?
Cuando era niño me impresionaba mucho la gente que vivía de matar lobos. Iban de casa en casa con la piel y los ganaderos les pagaban por ello. Algunos contaban con detalle cómo habían conseguido matarlos y cómo había sufrido el animal. Yo, en mi interior, me ponía siempre del lado del lobo. También influye un poema de Rubén Darío que se titula, si mal no recuerdo, “Los motivos del lobo”. Me encantaba recordarlo de memoria. Es un animal que me fascina; un animal que aúlla a la luna tiene, forzosamente, toda mi simpatía.

Pablo Guerrero.
"Mundos de andar por casa" Enrique Cidoncha

“El mar no está debajo del asfalto. Está en el corazón de los enamorados”. Has cantado muchas veces al amor y a la amistad. Son memorables temas como “Noche adentro”o “Tu voz, tu sentimiento”. ¿Crees de verdad que el amor cura?
Me conozco muy bien a mí mismo, y, por tanto, a los demás. Y que el amor cura no es una idea más o menos brillante. Lo creo de verdad. Lo han dicho muchos poetas, fundadores de religiones, y la sabiduría intuitiva de nuestras madres.

Además de discos has escrito una quincena de poemarios. La poesía impregna toda tu obra musical. ¿Te sientes más a gusto con la denominación de cantautor o con la de poeta que canta? ¿Qué función cumple o puede cumplir la poesía en nuestros días?
En mis letras siempre ha habido bastante poesía. Me he encontrado con poetas, algunos de reconocido prestigio, que me han dicho que mis canciones les llevaron a la escritura. Y escultores y pintores que hacían su trabajo escuchando mis canciones. Esto, la verdad sea dicha, me encanta. Sobre la función de la poesía, sólo voy a decirte hoy que la poesía sirve para decir lo que de otra forma no podría decirse. Incide en la parte más noble y espiritual del ser humano. Y acrecienta esos valores. Todo el mundo me dice que mi poesía va a quedar, probablemente más que mis canciones. Es algo que no me quita el sueño, pero me hace ilusión que me lean.

Que el amor cura no es una idea más o menos brillante. Lo creo de verdad. Lo han dicho muchos poetas, fundadores de religiones, y la sabiduría intuitiva de nuestras madres
Luz de tierra, el disco que pone música a quince poetas extremeños, es una maravilla. Buena poesía y extraordinaria música. ¿Qué canciones-poemas destacarías en este disco?
Sería incapaz de elegir una canción de Luz de tierra. Quedamos muy contentos con ese disco. Los poemas son todos preciosos, aunque difíciles para hacer en directo. Llevamos durante mucho tiempo en nuestro repertorio la de Santos Domínguez, la de Serafín Portillo, la de Rodríguez Marcos, la de José Antonio Zambrano y la de Santiago Castelo. Pero es uno de los pocos discos míos en el que me gustan todos los textos, de nuestros poetas, y las canciones, producción, arreglos etc. Estuve más de un año preparándolo, y preocupado por no fallar en ninguna canción. El momento más mágico fue cuando Ada Salas llegó al estudio y recitó su poema. A la segunda toma quedó hecho. Para mí y Luis Mendo y Nacho Sáez de Tejada fue una gozada grabarlo. Yo llevaba todo en la cabeza. En algún momento, creí que me estallaría. También fue mágica la intervención de Marina Rossell en la canción de Ángel Campos, y la del saxo de Jorge Pardo en el texto de Félix Grande y la voz de Olga Román en la canción de María José Flores… Estoy muy agradecido a todo lo que me dieron nuestros poetas. Espero escribir algún día un librito contando con detalle la grabación de Luz de tierra. Fue todo increíble.

Otra constante en tu obra es la exaltación de la naturaleza. ¿“Necesitamos días de olivos, el mundo necesita días de olivos”, como dice uno de tus poemas?
Me siento muy unido a la Naturaleza. Es algo que tengo desde niño. Y que quise potenciar aún más con mis ejercicios de yoga. No me siento separado de ella. Ni de ningún ser humano.

 
“Han sitiado las ciudades, hay un volcán sumergido”. “Golpe de sombra”, una canción de 2013, es una magnífica alegoría de la crisis de los últimos años, pero también del movimiento popular de indignación. Frente a “la danza de los ahorcados” y el “poder en copas talladas”, las “horas encendidas” y los “pétalos de nieve”.
“Golpe de sombra” anticipa la crisis económica y de valores que sufrimos ahora. A ver si algún amigo la sube a la red, y se conoce más. Tuvimos que dejar de cantarla. Porque en alguna ocasión me ponía a llorar como un desconsolado.

“Recoge tus cosas. Prohibido enfermar, mi veto es discreto, te puedes marchar, no tienes glamur, no das para más”. En Catorce ríos pequeños incluyes una preciosa canción que habla de la precariedad laboral y de los disfraces del poder, “En la época del Bienestar Social”. ¿Santa Austeridad y Santa Crueldad han venido para quedarse?
Es el momento de cambiar las cosas. La canción, como dices, es una denuncia del poder y sus disfraces. Relatos, lo llamaríamos ahora. Es el momento de cambiar las cosas. Y cambiarlas en profundidad. Y de forma valiente, y a favor de quien más lo necesita.


Valtonyc, Pablo Hasel o César Strawberry son algunos de los músicos procesados en los últimos años en aplicación de las leyes mordaza. ¿La libertad de expresión vuelve a ser una palabra escrita en la pared?
En la época de lo políticamente correcto, la censura tiene formas muy brutales de manifestarse. En cultura, no debería prohibirse nada. El creador necesita la libertad para escribir lo que quiera y como quiera, como el aire que respira.

¿Cómo ves la situación política, social y cultural de España en este momento?
Me preocupa mucho. Los que menos tienen, tienen menos aún. Y los que más tienen, tienen muchísimo más. Esperemos que el sentido común y el sentimiento solidario se impongan, ante tanta rapiña y tanta sinrazón. 

Sigo reivindicando que vivimos en la tierra para procurar ser felices. La vida cotidiana vivida con conciencia humana, imaginación, humor, amor y compañía
¿Y Extremadura? ¿Qué opinión te merece, por ejemplo, la nueva emigración: casi 40.000 nuevos emigrantes en los últimos siete años?
Lamento que gente preparada tenga que emigrar para encontrar trabajo. Lo lamento profundamente. Deberíamos hacer que nuestros cerebros, preparados aquí, vuelvan, y puedan darnos a nuestra sociedad su inteligencia, el trabajo para el que se prepararon. Otro sinsentido más de estos tiempos absurdos.

“Abierta seguirá la caja de las rebeldías”, cantas en “Las confesiones de un sexagenario”. ¿Seguimos exigiendo al mundo nuestra ración de dicha? ¿Sigues, seguimos reclamando Paraíso ahora?
Sigo reivindicando que vivimos en la tierra para procurar ser felices. No es tan difícil conseguirlo. A esto di respuesta en mi último disco, Mundos de andar por casa. La vida cotidiana vivida con conciencia humana, imaginación, humor, amor y compañía.

Para terminar ¿nos puedes hablar de tu última obra?
Lo último que he publicado es un libro de poemas. Se titula Viaje para ser comienzo. Un canto al viaje, al encuentro del ser, al encuentro del tiempo enamorado. Entre otras muchas cosas. No digo más para que sea el lector el que encuentre en mi poesía algo, o todo lo que de verdad se busca en la vida, acaso sin saberlo.

Mil gracias, Pablo, por tu saber, tu generosidad y tu compromiso.


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