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Guerra en Ucrania
Una oportunidad desperdiciada por Pedro Sánchez para ayudar a construir la paz
A raíz de la próxima presidencia española de la Unión Europea (UE) y de los esfuerzos por la firma de un acuerdo de paz entre Ucrania (junto con sus socios occidentales) y Rusia, el presidente de China, Xi Jinping invitó al presidente de gobierno español Pedro Sánchez a realizar una visita de Estado a Pekín, que se celebrará el próximo 30 y 31 de marzo. Para el inicio de abril están previstas la llegada a China del presidente de Francia Emmanuel Macron y de la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen. Previamente a la visita de Sánchez, el mandatario chino fue recibido por Vladimir Putin con optimismo en Moscú los días 21 y 22 y presentará próximamente su plan de paz al presidente brasileño Lula da Silva, dando muestra de sintonía con la propuesta de abrir vías diplomáticas para la necesaria solución política al conflicto en Ucrania. La verdad es que la labor diplomática para viabilizar el plan de paz de 12 puntos del gobierno chino está requiriendo un esfuerzo intenso de los servicios exteriores del país asiático.
Sánchez está entre uno de los jefes de estado europeos más alineados a los intereses de los EE UU en la guerra. No solo fue el más rápido mandando material militar y ayuda a Ucrania, —según su gobierno hasta ahora España ya envió 238 millones de euros en ayuda militar a Ucrania en el marco de Fondo Europeo para la Paz— no dudó en cruzar las líneas rojas en el conflicto delimitadas por Moscú, mandando los carros de combate Leopard 2. Además no pierde oportunidad para arremeter contra el presidente ruso ante la prensa e incluso en sede parlamentaria. La sintonía de Sánchez con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tuvo su máxima expresión cuando el pasado 29 y 30 de junio de 2022 España fue sede de su última reunión en Madrid.
En ocasión de la reunión de los países miembros de la Organización, el presidente español no ahorró medios para escenificar su entusiasmo con la organización militar presente en las últimas terribles guerras en suelo europeo. De aquella reunión no sólo quedó la imagen servicial de Sánchez con el presidente estadounidense Joe Biden, sino también el triste fin político del posteriormente defenestrado ex premier inglés Boris Johnson, o el ex banquero y entonces primer ministro italiano Mario Draghi, que tal como su homólogo español, no gastaban una gota de saliva para defender la interrupción del conflicto.
Al socialismo español le parecerá cosa del pasado lejano aquella postura firme de José Luis Rodríguez Zapatero en el “no a la guerra” que escenificó la valiente decisión de la retirada de las tropas españolas de Irak
De hecho, al socialismo español, le parecerá cosa del pasado lejano aquella postura firme de José Luis Rodríguez Zapatero en el “no a la guerra” que escenificó la valiente decisión de la retirada de las tropas españolas de Irak un día después de su toma de posesión en el 18 de abril de 2004, enfrentándose directamente con los intereses de los EE UU. Sorprendentemente la retórica guerrera más beligerante en la UE contra Rusia quedó a cargo del histórico dirigente socialista español Josep Borrell, actual Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la UE, el diplomático que recientemente no tuvo miramientos en comparar Europa con un jardín y el resto la mundo con la jungla. Guardadas las debidas diferencias entre las dos agresiones, a medir por las posiciones de estos dos destacados representantes políticos españoles de centro izquierda, no se ve ni atisbo en el socialismo español de una postura radicalmente contraria a la guerra tal como la que protagonizó el ex presidente socialista Zapatero en la invasión de Irak.
Pero si es cierto, como dice Manuel Monereo, que el actual presidente español es un político de “pocos principios y flexibles”, queda la esperanza de que su apoyo incondicional a la guerra por procuración de los EE UU contra Rusia en suelo ucraniano, sea una decisión coyuntural. La esperanza es que delante de Jinping, el presidente del gobierno español se contenga y permita, como futuro presidente temporal de la UE sentarse en la mesa de paz, aunque sea para aparentar una mejor disposición que la de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, que descalificó sin ambages la iniciativa china. Evidentemente sus posiciones en Pekín dependerán de las instrucciones que reciba de la administración Biden y sus aliados occidentales en tan incómoda reunión. Su comportamiento, servicialmente moderado con la OTAN, puede depender de la conversación previa con el embajador norteamericano en Madrid, aunque lo más probable es que los acuerdos comerciales que se discutirán provoquen una bajada de tono frente a la potencia económica mundial.
Sánchez no esconde que debe ser Ucrania, o en otras palabras EE UU, quien establezca las condiciones de la paz. Jinping seguramente planteará al presidente español sus planes y le trasladará las impresiones de las recientes conversas con Putin y otros interlocutores internacionales como la del presidente de Brasil. Queda saber qué imagen exterior planteará la diplomacia española para ese encuentro. Seguramente que delante del líder asiático no se atreverá a mostrase arrogantemente inflexible, aunque dejará poco margen de negociación entre UE y China en este punto, pero por otro lado intentará pasar la imagen de un político abierto al diálogo por la paz, eso sí, aunque siempre bajo los dictámenes de la OTAN.
Abrir una ventana a las negociaciones de un alto al fuego en el semestre de la presidencia española de la UE sería una victoria de solución diplomática del conflicto
No se puede negar que una tímida apertura a una futura negociación de paz sería un triunfo para las aspiraciones futuras del ambicioso presidente español, visto que abrir una ventana a las negociaciones de un alto al fuego en el semestre de la presidencia española de la UE sería una victoria de solución diplomática del conflicto que podría servir al presidente español para apuntarse tantos en el exterior, como en el interior del país.
Para la presidencia española en el segundo semestre de este año de 2023, participar como representante de la UE en las negociaciones de paz podrá ser una gran oportunidad para que el presidente Sánchez se proyecte con una agenda internacional, más allá de las fronteras de la UE. Sería obtener un gran capital político diplomático que ningún foro internacional le ha brindado.
Es verdad que la COP25 del año 2019 celebrada en Madrid, por la imposibilidad de Chile de hospedar el evento, permitió a España la oportunidad de proyectar su soft power internacionalmente, aunque todo quedó muy disminuido por la dificultad de aprobar grandes acuerdos climáticos en la esfera planetaria. Sin embargo, intervenir en el conflicto al lado de Jinping, Lula da Silva, Biden y otros líderes mundiales lanzaría la figura del presidente español en escala mundial. La invitación de Jinping no es despreciable, confiere sin duda prestigio al presidente español, aunque cualquier diálogo en esta materia entre la UE y China, necesite de la aprobación de los estadunidenses. Otro aspecto que la diplomacia española tiene que cuidar mucho de esa reunión es el hecho que los países latinoamericanos, centrales para la diplomacia española, no se han decantado a favor de las tesis occidentales en ese conflicto, al contrario, prefieren optar por la cautela o la neutralidad.
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Además del punto de vista doméstico, la presidencia española de la EU coincide con un periodo de pérdida de credibilidad popular del líder del gobierno en España, en la que el partido del presidente del gobierno se juega su complicada permanencia en la Moncloa en las elecciones de finales de 2023. Pese a que el teatro de la guerra se desarrolla en territorio ucraniano, sus consecuencias, económicas y sociales afectan a toda Europa. Las diversas crisis, agravadas por la guerra, acusan el desastre del conflicto en todo el continente. La sociedad europea ya está cansada de una guerra sin previsión de detenerse a corto plazo. La crisis humanitaria es insoslayable, el envío de recursos para abastecer la industria militar provoca desconfianza entre los ciudadanos, que pese a prestar toda la solidaridad al pueblo de Ucrania no están de acuerdo en mantener un gobierno comprobadamente corrupto. Por todo ello, el electorado español vería con buenos ojos cualquier iniciativa por un proceso de alto el fuego en Ucrania que suavizase la crisis humanitaria, el sufrimiento de los ucranianos y las nefastas consecuencias de la guerra.
Pese a que no sea previsible que el presidente español, como la mayoría de sus homólogos europeos, siervos obedientes de los intereses de la administración Biden en este conflicto, acepten de buen grado el plan chino, se esperaría, como mínimo, gestos positivos en la reunión con el presidente de China, visto que la derrota de Rusia en el campo de batalla, como parece que pretende la coalición occidental, es algo que no se vislumbra ni a corto ni a largo plazo, por lo que convivir en una paz negociada entre Ucrania, occidente y Rusia es lo más aceptable y rentable para el conjunto de la Unión Europea y España.
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Se echa mucho en falta que los ministros y ministras de Unidas Pudimos hagan algún tipo de presión para que este gobierno deje de ser uno de los más belicistas y lacayos de Biden, supongo que están más preocupados por lograr puestecitos en la lista de Sumar y así nos están dando el lamentable espectáculo que nos están dando en la carrera por repartirse el pastel, un pastel que mengua de día en día a medida que desmoralizan a su electorado con tanto silencio cómplice con la guerra y con tanto ruido impresentable a cuenta de las listas. Vergüenza de gobierno todo!!!