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Han pasado ya unos meses desde que se estrenara Los Vengadores: Infinity War, la película culmen de superhéroes del mundo Marvel y que fue sin lugar a dudas el estreno del verano y muy probablemente el mayor taquillazo de 2018.
Siendo la película una adaptación con licencias artísticas de los cómics de Jim Starlin, en el largometraje se aniquila a la mitad del universo con un simple chasquido de dedos para equilibrar la futura escasez de recursos, otorgando la paz eterna a los avasallados. Convencido de que la estabilidad del universo y su continuidad están en peligro, el villano Thanos determina que lo mejor es que el 50% de los seres vivos desaparezcan. Evidentemente, Thanos es de los que se queda.
En este mundo ideal que Thanos se monta en la cabeza, ahora ya no habrá hambrunas, ni sequía ni falta de materia prima para abastecer a nadie. La máquina propagandística hollywodiense está tan bien engrasada que es capaz de contarnos una historia para niños (aunque la consuman adultos) con un mensaje desproporcionado, demente y febril: las propuestas de justicia e igualdad son propias de genocidas.
Del nihilismo del cómic a las purgas de la peli
Los delirios de aniquilación de Thanos en el cómic original (El Guantelete del Infinito, 1991) se debían a un intento de complacer a la Muerte, personificado en una mujer callada, insatisfecha, tajante y aislada. El enamoramiento de Thanos le lleva a ejecutar este ataque de locura. Cosas de enamorados. Había también una parte del disfrute personal de verse en el primer eslabón de la cadena de depredadores del Universo.
Pero en esta película, para huir de razonamientos absurdos (y para evitar el riesgo que supone representar a la Muerte en el cine) los guionistas prefirieron otorgar a Thanos algo que, levemente, puede intuirse como ideología. Y algo que de una manera sistemática los estadounidense han percibido como peligroso y aniquilador era ideal para esta entrega: el comunismo.
Thanos, tal vez por su poca relación con La Tierra, no leyó mucho sobre la Revolución Rusa o sobre los objetivos de la Cuba castrista. Prefiere tener un argumentario sencillito. En una aparición durante el film, finalmente se atreve a comentar su objetivo, el legado que quiere dejar para el universo: que no haya desigualdades. Ni ricos, ni pobres. Ni dolor, ni escasez. Para ello, chasqueará los dedos como el amo que pide un deseo a sus siervos.
¿Chasquear los dedos o apostar por las energías renovables?
¿Y para acabar con las hambrunas no sería mejor repartir lo de los ricos entre todos? ¿Y apostar por las energías renovables? Incluso si quieres ponerte dramático, descuartizar a los ricos para nacionalizar sus pertenencias y administrarlas entre los pobres trabajadores. Pese a este cambio en la trama, la rivalidad con Iron Man no se vería afectada en absoluto.
Esta reflexión de Thanos, interpretado por Josh Brolin, se debe también a un intento de crear villanos con claroscuros, la gran ambición de cualquier creador. Conseguir que el público empatice con el enemigo es siempre una máxima de Disney, como pasara con Scar en El Rey León, con Hades en Hércules o con El Capitán Garfio en Peter Pan. Incluso se intentó con Darth Vader. Los villanos tipo Sauron, Jack Torrance o Hannibal poco a poco empiezan a pertenecer a otra época.
Suele pasar que los guionistas quieran mandar un mensaje a través de sus personajes pero acaben siendo contenedor de otros más acordes a su tiempo. Thanos es la perfecta representación del capitalismo voraz; Llevar hasta el límite al planeta y cuando este no pueda más, proponer alternativas drásticas. Ya se empieza a dar voz a teorías que insisten en buscar planetas y abandonar La Tierra, en lugar de escuchar las que proponen cuidarla. Pero mientras haya petróleo, no me hables de la energía eólica.
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Un poco traído por los pelos. Thanos nunca dice que no habrá ni ricos ni pobres, dice que afectará por igual a ambos. A mi, más que anticomunista, me parece pro-liberal: la construcción ideológica del liberalismo es que, precisamente, todos somos iguales ante la ley y, así, todos tenemos los mismos derechos y oportunidades. Ahí está la cuestión, no se criminaliza el comunismo de forma simbólica, se ensalza cierto liberalismo malthusiano.