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Antimilitarismo
Una mirada feminista a la lucha por la paz
Las luchas contra las guerras, tradicionalmente, solo se han pensado y analizado desde el punto de vista masculino. La Paz, en cambio, se ha asociado y exigido a las mujeres, de hecho, es frecuente la simbolización de la misma por medio de la imagen de una mujer, asociado a la idea de la abundancia y la fertilidad.
La Paz es fertilidad y abundancia, del mismo modo que el papel que se ha destacado de las mujeres se ha centrado en su fertilidad y en ser generadoras de vida. De la misma forma que hay una asociación genérica de la Paz con las mujeres, también existe una tradicional masculinización de la guerra. Las armas se depositan en manos de los hombre; y es a ellos a quienes no solo se les exige su uso, sino que también se les educa para que la violencia sea un elemento más en su vida: se convierte en una herramienta legítima para comunicarse, para enfrentar (que no resolver) los conflictos… Podríamos decir que es una de las características que da estatus en el ejercicio de una masculinidad dominante.
El «patriarcado armado»
La asociación de la guerra con los hombres ha llevado en algunos casos a hablar de «patriarcado armado» por la interacción entre militarismo y masculinidad, que ha implicado la extensión del propio conflicto a la vida doméstica y social. Con esta alianza, se produce un recrudecimiento de la situación de las mujeres con el conflicto armado, ya que se documentan mayores casos de violencia de género con uso de armas así como un retroceso en las libertades conseguidas en la igualdad de derechos. Rita Segato ya señala cómo las mujeres, o mejor dicho, los cuerpos feminizados (aquellos no adscritos a la masculinidad dominante) se han convertido en bastión de las nuevas guerras, donde la violencia sexual es una herramienta bélica usada de manera sistemática para la dominación del enemigo.
Lo que se espera de las mujeres es un “no a la guerra” por el propio papel de género que les ha sido asignado socialmente: rol de cuidadoras de su prole, sustentadoras de vida, seres dotados de dulzura innata que procuran calma y estabilidad allá donde estén…
Si bien es cierto que algunas de las luchas protagonizadas por mujeres tuvieron su impulso en esa imposición de género basada en el cuidado, no podemos olvidar que fue el feminismo quien acuñó el lema «Ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima». Diez palabras que aclaran toda posible confusión: las mujeres decimos no a la guerra, pero también a la estructura que se sostiene con los pilares de una sociedad militarizada y patriarcal.
No podemos olvidar que fue el feminismo quien acuñó el lema "Ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima"
Nuestra negativa no solo se basa en la rabia y tristeza que queda al ver cómo la guerra destruye a la gente y la tierra que nos rodea, ni tampoco en que seamos nosotras las víctimas que con más crueldad sufrimos la violencia. Nuestra negativa pone de manifiesto la idea central de que la Paz no es ausencia de guerra; nuestro grito clama una sociedad justa basada en la horizontalidad, en la equidad y en una resolución de conflictos basada en el diálogo. No pedimos simplemente no ser víctimas en las guerras; sino que vamos más allá, queremos ir más allá. Queremos trabajar por cambiar las estructuras que fomentan esta manera de afrontar los conflictos, para que no solo se acabe con una guerra que destruye; sino que además (y sobretodo) se construyan alternativas para una vida que merezca la pena ser vivida.
Desde esta propuesta de una Paz que permita el sostenimiento de vidas dignas, la vía de lucha y trabajo contra el patriarcado armado ha de ser coherente, y de ahí la importancia que toma la noviolencia
Desde esta propuesta de una Paz que permita el sostenimiento de vidas dignas, la vía de lucha y trabajo contra el patriarcado armado ha de ser coherente, y de ahí la importancia que toma la noviolencia, es decir, una estrategia sociopolítica revolucionaria que se aleja en sus modos de trabajo de todas las clases de violencia (directa, cultural, estructural…) para aspirar a un tipo de sociedad como la que hemos nombrado en el párrafo anterior.
Hay precedentes
En esta línea de lucha noviolenta, las mujeres hemos logrado un importante protagonismo que seguramente nos cueste recordar, si es que algún día lo supimos. No es casualidad sin duda, la ausencia de referencias. Sin embargo encontramos grandes hitos. Es importante recuperar la figura de las mujeres como protagonistas de acciones que se llevaron y se llevan a cabo contra la guerra para no quedarse en la categoría única de víctimas que el patriarcado tanto se esfuerza por mantener. Históricamente, las mujeres nos hemos organizado y enfrentado a una guerra que nos ha oprimido, violado, torturado, asesinado; que nos ha utilizado como cincel contra las grietas de una sociedad ya dañada.
Un ejemplo de ello, son las “Mujeres de negro” promoviendo los principios del antimilitarismo, el feminismo y la noviolencia. Este movimiento se inició en 1988, cuando feministas israelíes, palestinas y norteamericanas se movilizaron contra la ocupación de Palestina. Su alianza se extendió en 1991 a Italia, contra la Guerra del Golfo, y, sobre todo, a la antigua Yugoslavia, quizás la sección más activa y visible junto con la de Israel-Palestina.
En América está cobrando fuerza especialmente este movimiento en Colombia, actuando contra la violencia gubernamental, paramilitar, guerrillera y del narcotráfico.
En la actualidad, hay grupos en numerosos países, que se han unido en la Red Internacional de Mujeres de Negro, promoviendo la solidaridad entre mujeres por encima de las divisiones mediante la creación de coaliciones multiculturales de mujeres por la Paz, impulsando la participación de mujeres en la resolución noviolenta de conflictos, y los vínculos entre el feminismo y el antimilitarismo.
En la actualidad, hay grupos en numerosos países, que se han unido en la Red Internacional de Mujeres de Negro, promoviendo la solidaridad entre mujeres por encima de las divisiones mediante la creación de coaliciones multiculturales de mujeres por la paz
También, cabe destacar organizaciones que nacieron con objetivos puramente feministas, pero que con posterioridad se han movilizado en favor de los derechos humanos y la Paz, de manera especial a raíz del surgimiento de conflictos violentos en sus países. Un ejemplo de ello sería RAWA (Asociación Revolucionaria de Mujeres en Afganistán), fundada en 1977 por mujeres intelectuales con el objetivo de involucrar a las mujeres en la lucha por sus derechos y por la democracia. Además, durante la ocupación soviética y los regímenes fundamentalistas, se implicaron en la resistencia mediante métodos noviolentos, y en la actualidad siguen trabajando por la igualdad de mujeres y hombres, la democracia y el logro de una Paz duradera.
De manera mucho más cercana, encontramos ejemplos de cómo el movimiento feminista se ha acercado a estos postulados plantándose contra hechos que construyen la guerra desde nuestros territorios. En diciembre del año 2017 el movimiento feminista de Euskal Herria se unió contra la exportación de armas desde el Puerto de Bilbao realizando una acción noviolenta en el mismo. Hemos de recordar que desde mayo de 2016 hasta marzo de 2018 estuvo operando, con autorización de las respectivas administraciones, la naviera Bahri, una sociedad saudí que transportaba armas construidas en nuestro territorio para ser usadas en el conflicto de Yemen. Desde entonces, se han ido construyendo nuevas vías de trabajo que apuntan a la necesidad de construir la paz en la línea que planteamos.
En diciembre del año 2017 el movimiento feminista de Euskal Herria se unió contra la exportación de armas desde el Puerto de Bilbao realizando una acción noviolenta en el mismo
Partiendo de todos los puntos que se plantean, señalamos dos ideas claves como síntesis de la construcción de una paz desde el feminismo.
Por un lado, que «feminizar» la Paz significa incorporar a la sociedad en su conjunto las tradicionales prácticas y actitudes pacíficas vinculadas siempre al género femenino, permitiendo a las mujeres participar en la construcción activa de la Paz. Sin embargo, no podemos olvidar que el propio concepto de “feminizar” se basa en la clásica dicotomía patriarcal en la que se asocia a la mujer el pacifismo y al hombre el belicismo. Frente a esto, es necesario transformar el mundo simbólico tradicional que hemos señalado, y romper esta dicotomía estereotipada, construyendo así una cultura de Paz en la que participen todas las personas, ya que no podemos dejar pasar de largo que una Paz «estructural» solo es posible si existe una Paz de género.
Y por otra parte queremos recordar las palabras de Norberto Bobbio en relación a su idea de paz, respecto a lo cual señala que “a la que aspira el pacifista (véase la paz) no puede ser otra cosa que la paz de satisfacción, o sea una paz que sea el resultado de una aceptación consciente, como solo puede serlo la paz que se instituye entre partes que ya no tienen reivindicaciones recíprocas que formular”. Esta definición caracteriza toda forma de pacifismo por considerar la guerra como mal absoluto y además plantea que las personas pacifistas no consideran en absoluto que la paz, por sí misma, sirva para resolver todos los problemas que afligen a la humanidad, pero que sin duda es un bien necesario, prioritario y al mismo tiempo nunca suficiente, en la línea de apuntar al cambio de estructuras sociales que permiten y legitiman los conflictos bélicos.
Es por ello que la lucha contra el patriarcado se vuelve clave en la construcción de la paz, ya que solo habrá paz y sostenimiento de la misma cuando se acaben las estructuras sociales patriarcales y se transformen las relaciones de subordinación y opresión de las mujeres. ¡Sigamos pues construyendo feminismos como espacio privilegiado de lucha frente a la guerra!