Alimentación
Tres años seguidos de sequía hunden la producción de aceituna a la mitad
Fotógrafo
IG @_adrisalido
A lo largo de la historia, muchas civilizaciones antiguas se dedicaron al cultivo de la aceituna, aunque fue el Imperio Romano el que, debido a su expansión, lo llevó hasta el territorio que ellos llamaban Bética y que actualmente conocemos como Andalucía. Desde entonces, esta zona de la Península Ibérica ha cambiado mucho, pero el paisaje de estas tierras sigue marcado por un árbol muy característico: el olivo.
En la actualidad, España es líder en producción de aceitunas y, por tanto, de aceite de oliva. La mayoría de los olivares se sitúan en Andalucía, debido a que las condiciones son ideales para que los árboles crezcan fuertes y sanos y para que den un fruto en condiciones excelentes.
Esta región presenta un clima suave y cálido, con lluvias moderadas y sin cambios de temperatura bruscos durante el año. Climatología perfecta para el olivo, que se adapta bien tanto a las condiciones de secano como de regadío. Esto, sumado a los miles de años de práctica del cultivo del olivo, ha hecho que el olivar se haya convertido en uno de los ejes económicos de la zona.
Andalucía destina 1,63 hectáreas al cultivo del olivo, que suponen el 61% del total nacional, el 32% de Europa y el 14% del mundo

Según datos de la Junta de Andalucía, el cultivo del olivo es el principal de la región y su producción superó los 3.567 millones de euros en 2021. La comunidad autónoma andaluza cuenta en total con 1,63 millones de hectáreas dedicadas al cultivo de olivos, que suponen el 61% del total nacional, el 32% de Europa y el 14% del mundo. De estos, el 95% se corresponden con aceitunas para almazara y el 5% restante —82.000 hectáreas—, están destinadas principalmente a la aceituna de mesa.
El olivar es motor de empleo y eje vertebral de la economía de la Andalucía rural, ya que el 97% de los 800 pueblos andaluces cuentan con superficie destinada al olivar y la economía y el empleo de más de 300 municipios de Andalucía están directamente relacionados a la producción del aceite de oliva, del que más de 1.700 empresas forman parte, creando un tejido agroindustrial de dimensiones considerables.
Este año sin embargo, la producción de aceituna ha sufrido un cambio brusco debido a distintas causas: la sequía prolongada, la guerra de Ucrania, el aumento de los costes de producción y transporte y la inflación acumulada, por lo que la temporada actual de la aceituna tiene muchas probabilidades de acabar siendo una de las peores de la historia.

El problema de la falta de agua no es algo nuevo. De hecho, el campo andaluz ya lleva tres años de sequía acumulada. Aunque vinieran lluvias —que no se prevén a corto plazo— sería difícil que una tierra tan seca y maltratada pudiera absorber el agua necesaria para los olivares.
“Desde los años que llevo en la cooperativa, esta campaña es la más corta que he vivido, ya que llevamos tres años seguidos de sequías y el olivo está sufriendo mucho por la falta de agua y el estrés hídrico, lo que afecta al tallo y la formación del fruto”, explica José Anselmo Cruz, presidente de la cooperativa onubense Olibeas.
En esta cooperativa situada en Beas (Huelva), calculan que habrá un descenso de la producción que rondará el 70% esta temporada y esto afectará tanto a los pequeños como a los grandes agricultores de la zona.
“La campaña está siendo muy mala, aquí habíamos calculado que sacaríamos un porcentaje concreto de aceituna y se ha reducido un 60% respecto la pasada temporada. Esta es la situación actual y como no llueva no sé qué vamos a hacer”, añade Jesús Villaseñor, propietario, junto a sus dos hermanos, de varias parcelas de olivares en la zona de Beas.

Italia y Grecia
A la falta de lluvias debido a una crisis climática cada vez más aguda, hay que sumarle el aumento de los costes de otros productos indispensables para las labores agrícolas, como el gasoil para los tractores y otros vehículos para el transporte de la aceituna o los fitosanitarios.
Este no es un problema que afecta solamente al territorio español, sino que también está perjudicando a otros países productores de aceite como Italia y Grecia, debido a que la inflación está dañando la economía de la mayoría de países europeos y las consecuencias de la crisis climática son globales. Todo esto, ha contribuido a que los costes de producción hayan subido notablemente.
“El gasoil para los vehículos agrícolas ha subido prácticamente el doble y el precio de los fitosanitarios también ha aumentado mucho. Calculo que en total, en esta campaña, los costes de producción han subido para nosotros, como mínimo, un 40%”, asegura José Anselmo Cruz, presidente de la cooperativa onubense Olibeas.

Estos tres factores, la sequía, la guerra y la inflación han sido claves para que el precio del aceite de oliva haya escalado durante los últimos meses hasta alcanzar cifras récord de precios. Además de a los propios productores, también ha acabado afectando al consumidor, que ha visto cómo en algunos casos el aceite de oliva embotellado ha llegado a alcanzar los 6 euros el litro y el aceite de oliva a granel, los 5 euros el litro.
Si bien es cierto que las cooperativas tienen almacenado alrededor de medio millón de toneladas de “oro líquido” para el enlace entre una campaña y la siguiente, y que no falte este producto durante estos meses, muchos productores empiezan a ver con preocupación lo que puede acontecer durante los próximos años, en las que no se descarta que pueda empezar a escasear el aceite de oliva.
Hay cierta preocupación dentro del sector, especialmente entre los agricultores, que son los que están más abajo de la cadena de producción del aceite de oliva. Según apuntaba el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas durante la presentación del libro “Aceite de oliva y salud. Beneficios de los aceites de oliva vírgenes”, “uno de los mayores temores es que este bien tan importante y característico de nuestro país, debido a la escalada de precios, acabe convirtiéndose en un producto “gourmet” y de difícil acceso para el consumidor”. Si esto aconteciera, las consecuencias para el sector y para las miles de familias que dependen del cultivo de este producto, podrían ser desastrosas.

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