Literatura
Excelentísimo Leonardo Sciascia

Siempre hay una buena razón para volver a Leonardo Sciascia, uno de los más grandes escritores europeos del siglo XX y referente ético de la izquierda en Italia, donde se destacó por sus valientes denuncias contra la Mafia y las alcantarillas del Estado. “Mi afecto lector por Sciascia viene de antiguo, del descubrimiento de que aun quedaba en Europa un gran escritor político”, apuntó Manuel Vázquez Montalbán sobre su figura. El caso Moro (1978), publicada apenas dos meses después del secuestro y asesinato del primer ministro Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas, cuando Sciascia era diputado del Partido Radical ―había roto con los comunistas del PCI por el acercamiento de la organización a los democristianos―, sería el ejemplo más paradigmático de una firmeza obsesiva por observar la realidad social y política de su tiempo. En aquella época era ya el polígrafo insobornable, “conciencia crítica de Italia”, que se había atrevido a señalar los vínculos del crimen organizado con las alfombras ministeriales, véase la legendaria El día de la lechuza (1961), pionera en abordar abiertamente el tema de la Mafia.
Siguiendo la estela de otras reediciones recientes de A cada cual, lo suyo (1966) y Todo modo (1974), Tusquets recupera ahora El contexto, editada por primera en vez en 1971 con el elocuente subtítulo Una parodia. En un país indeterminado ―aunque es difícil pensar en otro que no sea Italia―, un demente se lanza al asesinato de personajes de la judicatura, entre ellos el fiscal Varga o el juez Sanza. El inspector Rogas, encargado de las pesquisas, está convencido de que se trata de una venganza motivada por una sentencia injusta, y que el criminal no pondrá freno a sus planes hasta acabar con todos los magistrados implicados. Así, a los pocos días se produce un nuevo crimen, poniendo en evidencia que el asesino insiste en su locura. El problema es que Rogas, pese a estar más cerca de su objetivo, se verá obligado a abandonar su línea de investigación para convertir el caso en un artificio político. El país está sumergido en una febril espiral de violencia, tanto de las Brigadas Rojas como de bandas de extrema derecha vinculadas al Estado. Y el poder no dudará en sacarle partido a ese ambiente.
Con un estilo claro y rotundo, El contexto carga contra la corrupción y la burocracia que el Estado emplea para su propia supervivencia, denunciando la corrosión moral que se expande por las instituciones. Perdido cualquier escrúpulo, todo sirve para alimentar la difamación y el enfrentamiento con el enemigo, incluso la utilización de unos asesinatos sin motivación política que son más útiles para el poder si se visten de crímenes contra la justicia. Sciascia es un maestro del tono y nos divierte con su ironía y unos diálogos cargados de sentido, muy definitorios de la naturaleza de algunos personajes. Pero después de la sonrisa llega otra vez el desengaño: la evidencia, una vez más, de que los políticos, la administración, los cuerpos de seguridad y la justicia forman parte de un sistema corrupto que rema siempre a favor del poderoso. En ese sentido, aunque el italiano escribe sobre un país sin nombre de los años 70, lo hace también sobre las heridas de nuestro presente.
“La auténtica mafia es la del poder”
Sciascia concibió El contexto como un divertimento, no en vano el manuscrito permaneció guardado en un cajón durante dos años. Pero lo que en un principio había sido un pasatiempo se leyó como una historia mucho más profunda: las buenas intenciones son objeto de burla y las ideologías, en contacto con el poder, acaban reducidas a lucha de intereses. Francesco Rossi llevó la novela al cine en 1975, rebautizada como Excelentísimos cadáveres, con Lino Ventura en el papel del inspector Rogas. A diferencia de Sciascia, decidió ambientar la película en Italia, tomando del texto ese análisis fino y escéptico del Estado que trasciende el marco de la investigación policial. “La auténtica mafia es la del poder”, afirma uno de los protagonistas. La trama, de ritmo parsimonioso, arranca en las catacumbas de Palermo, entre momias conservadas desde hace siglos, y se cierra en el Museo Nacional Romano. Quizás para demostrarnos que ellos, quienes nos desgobiernan, siempre están ahí. De su permanencia histórica sabía mucho Sciascia.
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