Francia
Francia prueba el cordón sanitario invertido: ¿los macronistas votarán a la izquierda para frenar a Le Pen?

La segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia se ha convertido en un plebiscito sobre la llegada al poder de la ultraderecha, en el que la izquierda del Frente Popular podría dar la sorpresa y quedar como primera fuerza en la Asamblea.
Front Populaire
Manifestación el 15 de junio de 2024 del Frente Popular en París. Foto: Jeanne Menjoulet (CC BY-NC)
7 jul 2024 07:47

Francia pone a prueba este domingo un cordón sanitario a la ultraderecha con los roles invertidos. Esta vez no les toca a los votantes de izquierdas ponerse una pinza a la nariz y votar a un partido con el que discrepan ideológicamente, sino a los simpatizantes de Emmanuel Macron y de la derecha republicana. ¿Lo harán? Es uno de los grandes interrogantes de la segunda vuelta de las elecciones legislativas de este domingo. Convocados de manera anticipada por el presidente francés, en una maniobra tan temeraria como torpe, estos comicios se han convertido en un plebiscito sobre la llegada al poder (o no) de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN).

El partido de Marine Le Pen y sus aliados afrontan esta segunda vuelta con posibilidades de hacerse con el control de la Asamblea Nacional y exigir un Gobierno de cohabitación. Después de ser la opción más votada en la primera vuelta con el 33% de las papeletas, sus candidatos están presentes este domingo en más de 400 circunscripciones. El umbral para hacerse con el control de la Cámara Baja se sitúa en 289 escaños.

Según un sondeo de Cluster 17, publicado el viernes en la revista Le Point, la alianza de la derecha radical podría obtener entre 210 y 170 escaños

“Tenemos muchas posibilidades de obtener la mayoría absoluta”, dijo el viernes Le Pen, cuyo partido postula como primer ministro al telegénico Jordan Bardella, de 28 años. Pese a esa retórica, la líder de RN parece conformarse con cierta comodidad al escenario que apuntan los últimos sondeos: una victoria en porcentaje de votos y quizás también en escaños, pero estando lejos de la mayoría absoluta.

Según un sondeo de Cluster 17, publicado el viernes en la revista Le Point, la alianza de la derecha radical podría obtener entre 210 y 170 escaños. La seguiría la coalición unitaria de las izquierdas del Frente Popular (195-165). En tercera posición, quedaría la coalición Juntos de Emmanuel Macron (160-130), que perdería alrededor de un centenar de los escaños que disponía en la última Cámara Baja, en que era la primera fuerza. Pese a su culebrón en el inicio de la campaña, marcado por la decisión de su presidente Éric Ciotti de pactar de manera secreta con el lepenismo, Los Republicanos (LR, afines al PP) no se hundirían. Terminarían como cuarta fuerza (50-30) en una fragmentada Asamblea.

Resurrección del cordón sanitario a la extrema derecha

La campaña entre las dos vueltas ha estado marcada por la resurrección del cordón sanitario. A pesar de la normalización ideológica y política de la extrema derecha, la izquierda y, en menor medida, el macronismo reaccionaron con celeridad a la amenaza de una mayoría absoluta del lepenismo. Cerca de 200 de ellos —128 en el caso del Nuevo Frente Popular y 76 en la coalición macronista Juntos— han renunciado a presentarse en la segunda vuelta y han pedido el voto para su adversario no ultraderechista. Ese ha sido el movimiento de piezas más significativo desde el 30 de junio. Ha disminuido de manera significativa el número de zonas en que habrá más de dos candidatos, lo que dispersa el voto contra el lepenismo.

Las legislativas se rigen por un peculiar sistema electoral. El territorio se divide en 577 circunscripciones y en cada una de ellas solo sale elegido un diputado, el más votado. A diferencia de las presidenciales, se clasifican para la segunda vuelta todos aquellos que obtienen el apoyo de al menos el 12,5% de los electores inscritos. Este sistema fue ideado para un paisaje político bipartidista, pero el actual se caracteriza por una división en tres bloques: la derecha radical, la izquierda y un bloque neoliberal macronista en declive. Esta fragmentación podría traducirse este domingo en una Asamblea Nacional sin mayorías claras. Todo un síntoma de la crisis de régimen de la Quinta República.

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A pesar de haber propiciado estos comicios, justo después del batacazo de su partido en las europeas del 9 de junio, el tiro le ha salido por la culata a Macron. Sus candidatos afines solo se presentan este domingo en 218 circunscripciones. Las mejores estimaciones apuntan que conseguirá unos 160 escaños, es decir, cerca un centenar menos de los que disponía hasta ahora. Además, esta campaña alocada ha acelerado el final del un presidente que no podrá presentarse en las presidenciales de 2027, debido al tope constitucional de dos mandatos consecutivos. Ha incentivado los movimientos entre bambalinas de todos aquellos que aspiran a sucederle.

Con su temeraria convocatoria electoral, Macron “ha matado la mayoría presidencial”, dijo el ex primer ministro Édouard Phillippe, uno de los nombres que suena desde hace tiempo par intentar encarnar este centroderecha en declive en la futura carrera hacia el Elíseo. El alcalde de Le Havre (noroeste de Francia) ha marcado perfil propio poniendo en el mismo saco de “los extremos” la ultraderecha y la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar), una formación central en el Frente Popular. Hicieron lo mismo otros representantes de un ala derecha del macronismo en vías de escisión, como el ministro de Economía, Bruno Le Maire.

¿Qué harán los votantes de Macron?

En cambio, el primer ministro Gabriel Attal se ha posicionado de manera más clara a favor del cordón sanitario. “Nuestro objetivo es claro: impedir que RN consiga la mayoría absoluta”, dijo el joven ‘premier’, de 34 años. Tras su paso aciago por la jefatura del Gobierno, caracterizado por su retórica y políticas conservadoras, Attal quiere comprarse una nueva virginidad política encarnando el rol del dirigente centrista —al más puro estilo Partido Demócrata estadounidense— que se opone frontalmente a la extrema derecha. Estas ambiciones no gustan a Macron, quien pidió a varios diputados, incluso llamándoles personalmente, que no se sumaran al “frente republicano” a la extrema derecha retirando sus candidaturas.

Estas maniobras que alimentan el confusionismo ideológico se suman a la demonización de la izquierda en los últimos años, en que el macronismo y los grandes medios tuvieron un rol preponderante. “La cuestión esencial en esta segunda vuelta consiste en saber si los votantes macronistas se abstendrán o bien votarán para frenar la extrema derecha”, explica el politólogo Thomas Frinault, profesor en la Universidad Rennes 2. “Si miramos lo que pasó en las legislativas de 2022, la mayoría de ellos se abstuvieron”, advierte este analista sobre un precedente que lastró las aspiraciones de la coalición progresista NUPES, liderada por Jean-Luc Mélenchon.

A diferencia de los comicios parlamentarios de hace dos años —consistieron en un voto de castigo a Macron que se quedó sin mayoría absoluta, algo poco habitual en Francia para un partido presidencial—, ahora el duelo más habitual en la mayoría de las circunscripciones consiste en un enfrentamiento entre un candidato de RN y otro del Frente Popular. Compuesta desde la izquierda insumisa hasta el Partido Socialista, pasando por los verdes y los comunistas, esta alianza unitaria aspira a quedar como primera fuerza en la Asamblea, aunque podría obtener una menor representación que en 2022 (150 escaños).

Estos comicios: “Medirán la solidez de la columna vertebral antifascista de Francia”

Elegir entre dos opciones antagónicas

El Frente Popular depende, sin embargo, de un árbitro poco fiable: los votantes macronistas y de la derecha republicana. Ellos deberán posicionarse entre opciones antagónicas. Así sucede en la ciudad de Meaux, de unos 55.000 habitantes y situada a unos 50 kilómetros al este de París. Allí compiten por el escaño la militante antirracista Amine Bentonsi con Béatrice Roullaud, una diputada de ultraderecha que en 2016 pedía votar para impedir que un musulmán fuera concejal de París.

También se reproduce una situación parecida en Amiens, donde François Ruffin, el inspirador del nombre del Nuevo Frente Popular, se juega su futuro político ante la marea lepenista que amenaza el desindustrializado norte del territorio galo. El mismo esquema se repite con la diputada insumisa Alma Dufour —una activista climática e implicada en los chalecos amarillos— que defiende su escaño en un territorio con una fuerte presencia de RN. O bien con el anticapitalista Philippe Poutou que se disputa la circunscripción de Carcasona con un candidato de la extrema derecha, aunque el dirigente del NPA cuenta con pocas posibilidades de salir elegido.

“El frente republicano ha funcionado bien con las retiradas de las candidaturas, ¿pero los electores seguirán esa consigna?”, se pregunta Pablo Pillaud-Vivien. El jefe de redacción de la revista de izquierdas Regards resume con una buena fórmula el desafío de estos comicios: “Medirán la solidez de la columna vertebral antifascista de Francia”. Lo harán en un país convertido en un laboratorio de la normalización de la extrema derecha, pero que al mismo tiempo ha resistido hasta ahora a su llegada al poder gracias a su sistema electoral de doble vuelta. Y, sobre todo, al civismo antifascista de la mayoría de sus ciudadanos.

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