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Feminismos
Escuchar y construir
En pleno siglo XXI me encuentro con un enorme dolor que me oprime el pecho. Salgo de un curso sobre género y encuentro que toda la ilusión inicial de encontrar nuevos proyectos se esfuma al descubrir que no se incluyen en los discursos de género a colectivos como el de las personas trans, o a los hombres feministas porque son hombres. Nos encontramos en un contexto sociocultural donde la palabra feminismo y el concepto de perspectiva de género resuenan con fuerza, pero ¿qué ocurre cuando el altavoz que lo articula lo hace desde una posición de privilegio y no incluye otras voces? Y hablo de incluir, no solo de nombrar, hablo de posicionar distintos altavoces a lo largo del aula para que cada uno pueda escucharse desde su lugar, a la misma altura que el resto. Porque en los espacios educativos es donde reside la mayor vulnerabilidad a la hora de asumir y aprender, a la vez que reside la gran responsabilidad de enseñar y construir pensamientos críticos. Es por ello por lo que hay que poner en valor la labor de las personas docentes que realizan un trabajo encomiable al llevar a cabo proyectos realmente necesarios para la sociedad.
“Es inevitable el sentir una enorme frustración al seguir encontrando cómo desde cursos que potencialmente podrían fomentar un progreso en la educación, vuelven a crearse espacios cerrados donde solo tienen cabida ciertas voces”.
No obstante, es inevitable el sentir una enorme frustración al seguir encontrando cómo desde cursos que potencialmente podrían fomentar un progreso en la educación, vuelven a crearse espacios cerrados donde solo tienen cabida ciertas voces. Del mismo modo, esas voces de mujeres también deben ser múltiples, teniendo en mente la interseccionalidad de categorías y la diversidad de etnias, identidades, corporalidades, orientaciones sexuales o clases.
Y quiero dejar patente que con esto no niego la jerarquización de género canónica e histórica donde el sistema sitúa a algunos hombres cis en posiciones de privilegio, oprimiendo a las mujeres cis. Pero no se trata de dividir y seguir excluyendo a ciertos grupos por su género, porque al final seguimos perpetuando lo mismo contra lo que llevamos siglos luchando. Así, alejándome de reseñar aspectos negativos, mi objetivo es destacar, desde una lectura reparativa como definía Sedgwick, la gran oportunidad que tenemos de construir desde el ámbito universitario y académico.
La teórica poscolonial bell hooks afirmó que el objetivo del feminismo era desmantelar el sistema subyacente que nos oprime, así como Kimberlé Crenshaw reseñó la importancia de la interseccionalidad de categorías oprimidas como la clase, la etnia o el género, así que, ¿por qué no ponemos en común las herramientas, nos escuchamos y avanzamos juntas en nuestras luchas, paso a paso? Incluir al colectivo trans en el movimiento feminista como hizo Emi Koyama en 2003 con su manifiesto transfeminista no resta fuerza al movimiento que lucha por la violencia de género y el machismo, sino que por el contrario suma. No son excluyentes, sino complementarios. El género como concepto establecido oprime a todas las personas, cis o trans, y ahí reside la riqueza de la unión, porque la ley trans también está subvirtiendo el género desde ese espacio de resistencia que Judith Butler y la Teoría Queer, siguiendo a Michael Foucault, reclamaron como espacio desde el que cambiar el sistema.
“Todas las personas desde sus experiencias genuinas pueden aportar algo hermoso para el crecimiento personal y social. Las estructuras se construyen y sustentan uniendo piezas, y si eliminas alguna, todo lo construido cae”.
Todas las personas desde sus experiencias genuinas pueden aportar algo hermoso para el crecimiento personal y social. Las estructuras se construyen y sustentan uniendo piezas, y si eliminas alguna, todo lo construido cae. La sociedad neoliberal siempre ha fomentado el individualismo, y en esta actualidad global tan dura que estamos viviendo, el individualismo aumenta día a día, con personas que no quieren compartir, trabajar codo con codo y crecer como seres colectivos. ¿Y si nos paramos un segundo antes de decir nada, escuchamos todas las voces, debatimos y nos enriquecemos desde el respeto?
Estamos en un momento crucial donde debemos mirar hacia aquellas personas que nos siguen oprimiendo y agrediendo por hablar demasiado alto o ser diferentes a lo normativo, unir fuerzas y alzar nuestras voces al unísono. No dejemos que los discursos excluyentes e irrespetuosos permeen en los nuestros, porque es muy duro y solitario el camino cuando nadas contracorriente al darte cuenta que, en cualquier foro público o privado, tu voz siempre es la disonante. Siguiendo lo que decía la autora Sara Ahmed en su artículo An Affinity of Hammers (2016): “Quiero explorar mi relación con el transfeminismo como una afinidad de martillos ¿Por qué utilizar aquí el término afinidad? Supongamos que los transfeminismos se construyen a partir de experiencias trans en toda su complejidad y diversidad. Escribo entonces sobre la “afinidad” como una forma de reconocer que escribo desde una posición de privilegio cis. Estoy escribiendo sobre cómo entré en contacto con un martilleo que no experimenté directamente debido a ese privilegio”.
Desde esta posición de privilegio en la cuál me incluyo, y buscando esa afinidad en los discursos académicos, planteo esta reflexión constructiva, para mirarnos y pensarnos a la hora de crear nuevos espacios y convertirlos en lugares inclusivos donde el discurso de género se construya desde la diversidad. Recordemos desde la interseccionalidad que todas podemos tener una posición de privilegio respecto a otro grupo, y en eso también reside la oportunidad para ceder nuestro espacio a aquellas personas que no son escuchadas.