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Opinión
¿Aquí está la resistencia trans? El devenir neoliberal del Octubre Trans necesita una respuesta contundente
Tras la aprobación de la llamada ley trans, y al carecer muchos colectivos trans de un objetivo más allá de las cambios legales, parece que el activismo de las disidencias de género se ha convertido en innecesario para algunes y victorioso para otres. Ambas posturas deben ser problematizadas, tanto por el hecho de que es más necesario que nunca continuar poniendo el cuerpo -ya no solo por la liberación trans, sino por muchas otras cuestiones-, como porque los límites de la ley trans son los propios de cualquier intento de mejora de las condiciones de vida de las personas a través de reformas socialdemócratas.
Uno de los primeros grupos en gritar la consigna de “aquí está la resistencia trans” fue Guerrilla Travolaka, un colectivo autogestionado que utilizó la acción directa y la movilización a pie de calle para luchar contra la patologización de los cuerpos trans, pero también contra la psiquiatrización, el control y el disciplinamiento de las personas. Para elles, la resistencia trans era el acto contestatario de desconfigurar el binarismo de género con nuestros propios cuerpos, de oponernos a las exigencias capitalistas y homonormativas, y de tender puentes con otras luchas.
Ley trans y cuerpos equivocados
Ante la oleada tránsfoba que acompañó al debate y tramitación de la ley trans, muchos colectivos trans se replegaron en discursos que podían llegar mejor al gran público. Así, dejaron de lado la crítica al sistema sexogenérico para hablar de cuerpos equivocados y cerebros de hombre y mujer. Los discursos mediáticos querían víctimas, y eso aportaron los colectivos: relatos de eterno sufrimiento y vidas no vivibles.
Estos activismos dejaron claro que despatologización sí, pero que a su vez debía continuar existiendo alguna explicación científica para eso de la transexualidad. El Octubre Trans que construyeron nuestres compas de la Guerrilla Travolaka difería mucho de los planteamientos transnormativos en los que esta movilización fue mutando. Este Octubre Trans, el que debemos recuperar, se fundamentaba en una crítica al sistema psiquiátrico en su totalidad, y en la superación del esencialismo identitario trans y cis.
La nueva ley trans no es el gran triunfo de la revolución trans ni el desmantelamiento del género porque sigue enmarcada en un sistema capitalista, binarista y cisnormativo
Miquel Missé, activista trans que formó parte de la Guerrilla Travolaka, asegura en su libro A la conquista del cuerpo equivocado (Egales, 2018) que elles querían plantear “una crítica al esencialismo de género”. “Ahora, el concepto de despatologización ha sido reinventado por discursos medicalizadores”, añade en el texto.
La nueva ley trans no es, ni de lejos, el gran triunfo de la revolución trans ni el desmantelamiento del género. Esta ley sigue enmarcada en un sistema capitalista, binarista y cisnormativo que impone unos cánones de belleza y expectativas de género represivos. Que una reivindicación que se inició llevando a cabo acciones directas en las puertas de las entonces llamadas Unidades de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) haya acabado convirtiéndose en una manifestación financiada por sindicatos institucionales y con una duración de unos escasos veinte minutos es digno de ser problematizado.
Contra la psiquiatría e Israel
Comprender la historia de las personas trans implica concebir que si algunes no hemos pasado por un escenario de psiquiatrización ha sido solo por una cuestión de contexto histórico. La resistencia trans debe solidarizarse con cada persona —trans o no— psiquiatrizada, y entender que cualquier intento de encierro y disciplinamiento de los cuerpos obedece a las mismas lógicas de hipervigilancia social que se proyectan sobre los cuerpos trans.
Desde nuestro lado del Mediterráneo asistimos a uno de los ejemplos más brutales de los dispositivos de control de los Estados sobre la población: el genocidio en curso perpetrado por el ente sionista de Israel. Lo que está ocurriendo en Oriente Próximo es la eliminación de la otredad en su versión más sanguinaria y, como tal, no podemos no sentirnos aludides como personas trans.
Las lógicas sionistas desactivan el potencial político de las disidencias transmaribibolleras con un relato de miedo al salvaje y un discurso de falsa igualdad y aceptación
El Estado de Israel utiliza como argumento propagandístico para apoyar su limpieza étnica el lavado de cara rosa y el homonacionalismo. Su retórica LGTBfriendly es un discurso que asimila a los cuerpos que antes rechazaba para unirlos a su causa: acabar con la población palestina. Las lógicas sionistas desactivan el potencial político de las disidencias transmaribibolleras con un relato de miedo al salvaje y un discurso de falsa igualdad y aceptación, cuyo objetivo es deshumanizar al pueblo palestino para legitimar su masacre. No caeremos en la trampa; nuestres hermanes de lucha son les mártires palestines.
Un Octubre Trans crítico
A la luz de la transmutación que ha sufrido el activismo trans en las últimas dos décadas, nos preguntamos ¿dónde ha estado la resistencia trans en las múltiples manifestaciones por el fin del genocidio?, ¿dónde ha estado en la manifestación por la vivienda?, ¿y en la manifestación por la descolonización del 12 de octubre? La resistencia trans no estaba porque este concepto venido a menos solo se enfrenta a la transfobia y le importa poco el resto de ejes de discriminación.
Es necesario dar un giro radical. La resistencia transmaribibollera de hoy debe mirar a los primeros frentes de liberación homosexual y a los colectivos posteriores y críticos como Queer Ekintza o Guerrilla Travolaka. Hay que ir más allá de las reivindicaciones legislativas y abogar por una transformación total de la sociedad de la mano de todos los sujetos subalternizados. Echar la vista hacia otro lado con problemáticas que no sean puramente la cuestión trans no es el camino.
Ser trans no es revolucionario en sí mismo. Lo revolucionario es activarnos políticamente y organizarnos colectivamente; es necesario estar presentes en todos los lugares donde se lucha
Con este artículo queremos invitar a la reflexión, pero también a la organización. Ser trans no es revolucionario en sí mismo. Lo revolucionario es activarnos políticamente y organizarnos colectivamente. Invitamos a todas las personas trans a organizarse en colectivos transmaribibolleros, en sindicatos de inquilinas, en plataformas propalestina, en coordinadoras antirracistas, en centros sociales o en asociaciones de vecinas. Donde sea, pero es necesario estar presentes en todos los lugares donde se lucha.
Este Octubre Trans, sin convocatoria de manifestación por parte de las asociaciones mayoritarias, marchamos en Madrid en un Oktubre Trans Crítico que rompa los discursos que se adhieren a la respetabilidad visibilizando un “somos igual que ustedes”. Llamamos a levantarnos en guerrilla y sin la ponzoña normativa. Gritemos que viva la lucha del pueblo palestino, mostremos que seguimos siendo cuerpos insumisos, que queremos hormonarnos cuando y cómo nos de la gana, que estamos hasta la genitalidad de los rentistas y del robo de nuestros barrios y que queremos poner fin a las violencias y al disciplinamiento psiquiátrico y clínico. Porque todas estas luchas son la lucha de la resistencia trans.