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La educación pública lleva décadas degradándose, con una creciente privatización de servicios esenciales como la limpieza, los comedores o las actividades extraescolares. La crónica eventualidad del profesorado y del resto de personal (cada curso se inicia con la tómbola de las plazas vacantes y las sustituciones) está constituyendo biografías laborales indignas. Todo ello impide asentar un modelo pedagógico público, universal, gratuito y de calidad.
“A una hecatombe laboral sin precedentes se suman las necesidades de una infancia desatendida y, en los casos de vulnerabilidad social, directamente abandonada a su suerte”
En esas estábamos y llegó la pandemia. Incomprensiblemente, la educación fue uno de los sectores con más rescisiones de contratos... cuando el severo confinamiento infantil que se puso en marcha hubiera requerido refuerzos económicos, sociales y sanitarios. Pero no contentos con deshacerse del personal sustituto en marzo, los gobiernos impusieron el habitual recorte de fin de curso en junio. El efecto agregado de ambos momentos supone una pérdida del 15% de personal en el sector.
A una hecatombe laboral sin precedentes se suman las necesidades de una infancia desatendida y, en los casos de vulnerabilidad social, directamente abandonada a su suerte. Están por evaluarse los efectos que las nueve semanas de confinamiento estricto tuvieron sobre las familias. En cualquier caso, la inacción gubernamental ha ensanchado las brechas previas en cada centro, y entre la concertada y la pública. Todo ello sin olvidar que la segregación por clase y raza, derivada de los modelos lingüísticos y de una enseñanza concertada clasista y xenófoba, es una bomba de relojería activa, tal y como denuncian agentes sociales y educativos.
En marzo, las escuelas y facultades no estaban preparadas para la pandemia. En septiembre, aunque reine la incertidumbre, deberían estarlo. En el caso del Gobierno vasco, las dificultades no han sido abordadas con un trabajo institucional serio e interdisciplinar. Los buenos gestores disolvieron el legislativo, cosa que nunca debió ocurrir dadas las excepcionales circunstancias, y prefirieron centrarse en las elecciones del 12J y en la formación de un nuevo gobierno.
Entramos, por tanto, en una vuelta a las aulas mal preparada. Pero, aun así, en un contexto europeo proclive al endeudamiento, hay tres cuestiones irrenunciables. Una, no volver a cerrar los centros educativos y, en caso de confinamientos selectivos o totales, aplicar alternativas de cuidados con protocolos sanitarios, manteniendo el rol central de la educación pública en el cuidado de la infancia. Dos, quemar etapas en la publificación de los servicios de limpieza, comedores y extraescolares, acabando con el negocio de las subcontratas. Y tres, tal y como reclaman los sindicatos, contratar a más profesorado y personal de apoyo.
En el devenir de la educación pública de los siguientes meses hay mucho en juego. Entre otras cosas, el futuro de nuestras hijas e hijos.
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...“la segregación por clase y raza“... se lee en el artículo. MAL redactado; debería ser -si acaso- “por clase y prejuicio racista”. Obviamente, es imposible separar a los humanos por raza, pues todos son de raza humana. Quizá quien escribió pensaba en “etnias” o grupos étnicos.
Ojo con las expresiones que se usan, y más, en un “editorial”.
Tengo claro que esto sólo va a ir a peor, el panorama social y político señalan el camino que van a seguir las cosas...
Recomiendo aprender sobre Josefa Martín Luengo y la escuela Paideia que hay en Extremadura
El futuro será la alienación y el adoctrinamiento. Si hasta hace dos días, las editoriales, con los informes PISA y toda la patraña de la educación finlandesa en un marco inverso al de este país, tenían un peso específico en los contenidos pedagógicos de los colegios, ahora estamos en manos de los gigantes tecnológicos (Google, Microsoft, Apple, Facebook...) que se frotan las manos como única vía de supervivencia ante unos gobiernos tecnócratas alejados de cualquier atisbo de humanidad. Han anulado el pensamiento crítico, salvaguardando la moralidad de una generación perdida en una distopía virtual, que siguen viendo como un juego (Instagram, Tinder, Neflix...) en un intento de construir un mundo mejor desde un ordenador, móvil o cualquier dispositivo que no desprenda el oxígeno que estamos dejando de respirar, mientras muere envenenada, quemada y humillada la Naturaleza, pero a quién importa esto, si la Ciencia avanza, que es una barbaridad.
Y algún espabilado dirá que es conspiranoia, y que si creemos en el 5G y en la tierra plana.