Green European Journal
¿Por qué los hombres blancos sucumben a la extrema derecha?

Aunque no solo son hombres quienes votan a la extrema derecha, la oleada ultra coge fuerzas a nivel global gracias a ellos. En vez de confrontar las desigualdades, los varones culpan a grupos minorizados de las dificultades económicas.
Campaña Electoral VOX 2023
Cartel de la campaña electoral de Vox en 2023. David F. Sabadell

Director de campaña del Partido Verde Europeo para las elecciones europeas de 2019 y 2024.

23 jun 2025 05:33

La guerra cultural ha tomado el relevo de la lucha de clases y los líderes reaccionarios han aprovechado la ocasión para echar más leña al fuego, azuzando la ansiedad en torno a la masculinidad, la raza y la identidad para conseguir poder. El hombre blanco percibe a los grupos marginalizados como una amenaza para la civilización y la sociedad, lo que le atrapa en un bucle de “resentimiento redistributivo” que se empeña en preservar unos privilegios cada vez más difusos. Los progresistas deben aceptar que las emociones ejercen un poder considerable en materia política y ofrecer contranarrativas inclusivas basadas en valores humanos comunes.

En 2024, cuando la guerra se propagaba por Europa y el genocidio escalaba en Gaza, la política extranjera no parecía ser una gran preocupación a ojos de la derecha radical internacional. En su lugar, la ultraderecha ha emprendido una cruzada cultural para proteger el modelo de “familia tradicional”, con un hombre (blanco) a la cabeza y un puñado de churumbeles que aseguren la supervivencia de la civilización.

A lo largo de la campaña presidencial de EEUU en 2024, el descenso de la natalidad (blanca) fue el eje central de la retórica de J. D. Vance, el candidato republicano a la vicepresidencia. Su superior, Donald Trump, llevó a cabo una campaña contra los procedimientos de transición de género, culminando con el eslogan: “Kamala es para elles, el presidente Trump es para ti”. Mientras tanto, Elon Musk (el hombre que mueve los hilos entre bambalinas), arremetía contra el “virus de la mentalidad woke” que está corrompiendo la sociedad.

La tónica fue parecida entre sus aliados europeos, que se reunieron en la Conferencia Política “cazaprogres” de Acción Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) en Hungría el abril del año pasado. En la conferencia, copatrocinada por conservadores estadounidenses, el líder de la extrema derecha española Santiago Abascal se cebó con la “ideología totalitaria de género”, mientras que el primer ministro húngaro Viktor Orbán declaró que “el movimiento woke y la ideología de género han ocupado el lugar que antes ocupaban el comunismo y el marxismo”.

Según la ultraderecha global, no deberíamos preocuparnos por la crisis climática, ni por la constante amenaza de guerra, ni por el hecho de que los billonarios se estén convirtiendo en trillonarios. Lo que realmente está poniendo en peligro a la civilización es el desplome de la procreación blanca y el uso de pronombres inclusivos.

¿Una brecha de género?

La extrema derecha prospera por todo el mundo gracias al apoyo de los hombres. Pero no solo atrae a votantes masculinos. Las líderes femeninas como Giorgia Meloni en Italia, Marine Le Pen en Francia y Alice Weidel en Alemania acercan los valores patriarcales a las mujeres, a la vez que plantean los roles tradicionales como una pieza clave para preservar la identidad y el orden. El discurso que hizo famosa a Meloni entre la ultraderecha: “Soy Georgia. Soy una mujer. Soy una madre. Soy italiana. Soy cristiana”. Hasta Weidel, que es lesbiana y madre, defiende ahora la familia tradicional “formada por una madre y un padre”. Ahora, tras siete años de mandato de Marine Le Pen al frente de la Agrupación Nacional, hay tantas mujeres como hombres que votan a la extrema derecha en Francia.

Corea del Sur ofrece quizás el ejemplo más descarnado de esta división, donde mujeres y hombres jóvenes presentan posturas diametralmente opuestas. Yoon-Suk Yeol, el expresidente que trató de dar un golpe de Estado el pasado diciembre, fue elegido en 2022 a través de una plataforma de corte radical y explícitamente antifeminista. Sin embargo, Corea del Sur tiene la mayor brecha salarial del mundo desarrollado y los hombres condenados por crímenes sexuales en el país no suelen recibir más castigo que una multa. Y, aun así, la mayoría de los hombres jóvenes de Corea del Sur considera que ellos son las víctimas de discriminación.

En los últimos años, se ha popularizado el concepto de resentimiento para explicar la tóxica combinación de rencores que subyace bajo gran parte de la política de ultraderecha de hoy en día. Esta narrativa postula que los votantes de extrema derecha se han visto desfavorecidos en la sociedad actual, lo cual les ha vuelto vengativos y radicales. Esta teoría concede a las emociones un papel fundamental a la hora de explicar la atracción hacia el fascismo contemporáneo. No obstante, esto no explica la fuente de tanto rencor y cómo esta afecta a los votantes.

Patriarcado de doble filo

A lo largo de su extensa obra, la autora y académica feminista bell hooks aporta una crítica de lo que ella denomina el “patriarcado capitalista supremacista blanco e imperialista”, un sistema que coloca la riqueza, la masculinidad y la blanquitud en la cima de la jerarquía de opresión. En su libro El deseo de cambiar: hombres, masculinidad y amor (2004), hooks defiende que esta estructura no solo oprime a las mujeres y grupos marginalizados, sino que también hiere profundamente a esos mismos hombres a los que pretende privilegiar.

Según hooks, la manera en la que el patriarcado socializa a los hombres hace que supriman su vulnerabilidad y expresión emocional, equiparando masculinidad con control, dominancia y rabia. Esta “traumatización natural de los chicos” destruye su capacidad emocional, una pérdida que es profundamente dolorosa pero que nadie parece advertir, como cuando se les dice que dejen de llorar y “se comporten como hombres”, o cuando un adolescente es ridiculizado por exhibir cualquier cualidad percibida como afeminada. En lugar de confrontar este dolor, a los hombres se les enseña a sepultarlo bajo rabia y violencia, las únicas emociones que el patriarcado considera válidas, y canalizar su sufrimiento hacia la dominación de otros.

Esta dinámica de adoctrinamiento patriarcal no se ciñe a la represión emocional, también genera una cultura donde los hombres externalizan sus inseguridades para no tener que confrontar sus propias vulnerabilidades. La mayoría de los hombres han sido calificados de “gays”, o “débiles” en algún momento por no ajustarse a la rígida norma masculina. hooks sugiere que este tipo de descalificativos dice mucho más de quien insulta que de quien recibe el insulto: se trata de un intento desesperado de desviar su propia ansiedad masculina mediante el hostigamiento de aquellos que revelan su fragilidad.

El desgaste emocional de este sistema se hace insostenible para la salud y el bienestar de los hombres. Los hombres en Europa son entre tres y cuatro veces más susceptibles que las mujeres a padecer “muertes por desesperación”, suicidio, sobredosis de drogas y alcoholismo. Los hombres también son mucho más proclives a pasar tiempo entre rejas, en Europa constituyen alrededor del 95 % de la población penitenciaria.

Lo que yace en el corazón del resentimiento blanco masculino es el miedo de ver su poder reducido: la erosión de un privilegio que antaño se sentía natural, incuestionable e irrebatible.

En lugar de confrontar las desigualdades que emanan de sus inseguridades, muchos hombres se amparan en diferentes formas de “resentimiento redistributivo”, que culpa a los grupos marginalizados de las dificultades económicas. Ejemplo de ello son los inmigrantes, a quienes se les culpa del alto coste de la sanidad o la escasez de viviendas asequibles. Las dificultades materiales que cimentan este resentimiento son, a menudo, de carácter más percibido que real. Los estudios revelan que, en Corea del Sur, donde las llamadas políticas del resentimiento casi desembocan en un golpe de Estado, gran parte de la ideología victimista masculina proviene más bien de una percepción de pérdida de estatus (en comparación con otros grupos) que de una crisis económica real.

Afecto: las emociones son políticas

A la hora de comprender por qué la extrema derecha maneja tal carga emocional hoy en día. Sara Ahmed, otra prominente escritora feminista queer y de color, investiga este asunto en su libro La política cultural de las emociones (2004). Ahmed reflexiona sobre cómo los sentimientos son mucho más que vivencias privadas, ya que pueden ser, y a menudo son, fuerzas sumamente políticas. Emociones tales como el miedo, el asco y la rabia se construyen y circulan en la sociedad asociándose a objetos, símbolos y cuerpos. ¿Cómo acaso se convierten una bandera, un pronombre o una mezquita en semejantes artefactos explosivos que destilan indignación y resistencia? Estos objetos no son inherentemente poderosos, sino que son las emociones que se les adjudican mediante asociaciones recurrentes lo que les otorga su significado.

Cuando estás ocupado machacando a quienes están debajo, no tienes tiempo para mirar hacia arriba.

Una de las primeras cosas que Elon Musk hizo cuando compró Twitter en 2022 fue restringir el uso del término “cishetero”. Este vocablo alude a la heterosexualidad cisgénero como una categoría específica, alterando su estatus como norma incuestionable y por defecto. Al tratar de suprimirlo, a la vez que permite que insultos nazis campen a sus anchas por la plataforma, Musk pone de manifiesto el poder de estas asociaciones emocionales.

Las redes sociales juegan un papel crucial a la hora de amplificar y explotar estas asociaciones. Plataformas como Twitter (ahora X) están diseñadas para maximizar la participación y se nutren gracias a la incitación a la ira, contenido creado para provocar la indignación y reacciones emocionales intensas. Ahora X es el lugar donde la ansiedad masculina blanca se confirma, amplifica e instrumentaliza, independientemente de si las narrativas subyacentes son verdad o no.

Autoayuda o lucha colectiva

Los vínculos emocionales con el patriarcado y la supremacía blanca están tan arraigados que ensombrecen la realidad de la explotación capitalista. Los hombres se levantan y toman las armas para proteger sus privilegios, pero no consiguen comprender lo que están perdiendo al aferrarse a estos sistemas opresores, tanto material como emocionalmente.

Sin embargo, hay que admitir que hay algo que la ultraderecha ha sabido hacer bien: validar los sentimientos de estos hombres. Sus líderes dicen entender las frustraciones de quienes se sienten alienados, presentándose como los salvadores de su causa. En contraste, gran parte de la izquierda progresista ha denunciado la opresión perpetrada por los hombres blancos sin lograr empatizar con su sensación de víctimas. Esto se lo ha puesto fácil a la extrema derecha, que ha dirigido su rabia hacia diversos chivos expiatorios, inmigrantes, comunidad LGBTQ+, mujeres, en lugar de dirigirla al sistema que, en último término, oprime a estos hombres.

Lógica y compasión

Si queremos luchar contra la tentación fascista, primero hay que desvelar la manipulación que yace en el corazón de estas narrativas. La extrema derecha se aprovecha del resentimiento para motivar a la gente a “machacar” a quienes tienen menos poder en lugar de luchar contra las auténticas causas de la desigualdad.

Y aún más importante, debemos reconocer que la política es personal y emocional. Los análisis racionales de la lucha de clases, aunque correctos, no consiguen abarcar los miedos y deseos viscerales que rigen el comportamiento político. Para muchos, la extrema derecha ofrece un refugio emocional, no sólo para su resentimiento, sino para sus identidades. Los hombres que protegen y sufren el patriarcado necesitan algo más que argumentos; necesitan confrontar la culpa, la vergüenza y la rabia originada por la masculinidad patriarcal y la defensa de esta.

En los últimos capítulos de La voluntad de cambiar, hooks hace un llamamiento a la compasión hacia los hombres, no para justificar el daño que ocasionan, sino como una herramienta de transformación. A fin de contrarrestar la ola reaccionaria, no hemos de doblegarnos a la violencia de los hombres blancos, pero tampoco dejar de verlos como seres humanos o incluso como víctimas. La labor emocional puede ser extenuante, pero es una poderosa herramienta para el cambio.

Green European Journal
Artículo publicado originalmente en inglés en el Green European Journal, publicado en El Salto de la mano de EcoPolítica con traducción de Guerrilla Translation.
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