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Ecologismo
Luchar contra la sed
Cada mañana consulto el pronóstico del tiempo para los próximos días, buscando una nube oscura con gotas que me alegre. Pero nada: a veces encuentro alguna, normalmente para la siguiente semana, que desaparece a los pocos días. Espero la lluvia en balde. Incluso alguna vez llega, de una manera breve y leve que no me consuela. ¿Qué vamos a hacer si no llueve de verdad?
Para seguir torturándome, café en mano, rastreo a menudo también sobre el nivel de los embalses en España. Tras el paso de la borrasca “Ana” el asunto no ha mejorado, la reserva de agua ronda el 37% y mis ánimos no crecen. Consulto el estado de casos concretos: Entrepeñas y Buendía, Barrios de Luna o Yesa. Algunos de ellos están por debajo del 10%, umbral por debajo del que se considera que un embalse está “muerto”. A finales de verano y principios del otoño hemos podido ver en varios telediarios las imágenes desoladoras de estos pantanos vacíos, donde ahora muchas van a pasear o montar en bici por un terreno que hasta hace poco estaba inundado.
El otoño es la estación húmeda por excelencia en España: diciembre, noviembre y octubre, por este orden, son los meses en los que más llueve. Sin embargo, podemos contar con los dedos de una mano los días que ha caído agua del cielo en los dos últimos. Si lo unimos a las altas temperaturas de 2017 resulta una mala combinación.
Cada vez vamos más: a más sequía, a mayor aridez. Vivir en un escenario de cambio climático como el actual no ayuda a ser optimista respecto al futuro. En los últimos treinta años el agua disponible se ha reducido un 20%. Un dato cuanto menos alarmante, un dato que a cualquiera le llevaría a ahorrar un recurso imprescindible sin dudarlo. Pero la realidad es otra: desde el año 2000, en España la superficie dedicada a regadío ha aumentado un 20%. Un plan sin fisuras.
Tenemos menos agua, pero regamos más: se dedican más hectáreas a cultivos tradicionalmente de regadío (actualmente, cerca de 4.000.000 ha) y se han comenzado a regar otros de secano, como la vid, el olivo o el almendro. El rendimiento de estos cultivos aumenta con el riego, primando el beneficio económico frente al uso racional de un recurso tan escaso.
Según el Instituto Nacional de Estadística, el uso agrícola del agua supuso en 2015 un 84.3% del consumo total. Se nos va el agua, entre otras cosas, en unos cultivos que probablemente no lleguen a nuestra mesa, pues España es uno de los mayores exportadores de frutas y verduras de la Unión Europea. En Reino Unido comen en febrero tomates que provienen de los invernaderos del sureste español. Estamos exportando un agua que no tenemos.
El abastecimiento a poblaciones se sitúa cerca del 12% del consumo. El acceso al agua potable es un derecho humano a defender y a conservar, pero también estamos obligadas hacer un uso responsable. La mayoría podemos recordar campañas con consejos sobre ahorro de agua para la ciudadanía, como cerrar el grifo mientras te lavas los dientes o no usar el inodoro como papelera. Quiero pensar que a estas alturas lo hemos interiorizado y que no derrochamos algo tan preciado.
Desde luego, la responsabilidad de la situación no es de las ciudadanas. Por mucho que ahorremos agua en casa, un 12% del consumo total no tiene nada que hacer frente al 84% del regadío. No quiero decir que dejemos el grifo abierto sin medida, pero la gestión del agua a lo largo del año es cometido principalmente de las confederaciones hidrográficas.
Una planificación hidrológica adecuada y consecuente con las disponibilidades en el territorio, que no permita que crezcan las hectáreas de regadío, que persiga los pozos ilegales o que prohíba campos de golf en zonas con precipitaciones escasas es lo que necesitamos. No hay agua en el Estado para mantener miles de piscinas privadas, por ejemplo.
Nos aproximamos peligrosamente a una situación de colapso hídrico: si no llueve pronto en mayores cantidades y con cierta continuidad peligra el abastecimiento a la población el próximo año. La primavera puede ser nuestra esperanza.
Estamos tan cerca de ese colapso que en el último verano ya se limitó el acceso al agua para riego en algunas zonas, como en el norte de Palencia, y en algunos municipios se han comenzado los cortes de agua, incluso en horas centrales del día. En Irioxoa, que pertenece a la provincia de A Coruña, los habitantes no disponen de agua entre las 11h y las 18h. ¡Y nosotras pensando que en Galicia siempre llovía en abundancia!
Mientras esperamos a que llegue la lluvia debemos usar la que tenemos de manera eficiente y planificada, teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos y que ésta puede alargarse, incluso empeorar. También ha de estar presente que no sólo debe estar disponible para nosotras. El agua debe discurrir por los ríos, donde se desarrollan los ricos ecosistemas fluviales que estamos obligadas a cuidar, y ha de llegar al mar, aunque algunos lo vean como un “derroche”. Forma parte del ciclo del agua.
Lo que parece el comienzo de una dura y larga sequía nos ha pillado con los miles de embalses dispersos por el Estado más que medio vacíos, debido al sobredimensionamiento del regadío especialmente y con unos planes de sequía sin actualizar. Tomar medidas prácticas y rápidas es lo que necesitamos ahora para poder luchar contra la sed.
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La mejor manera de ahorrar agua es elegir lo que se como. Mirad este artículo, lo explica de una manera genial. https://elecologistatransgenico.wordpress.com/2017/10/01/cada-gota-cuenta-ahorrar-agua-comiendo-mejor/
Gracias por este artículo. A parte de la presión política, ¿qué podemos hacer? ¿Tendría algún efecto consumir unos alimentos más y menos otros? ¿Qué podemos hacer en el día a día?
Hola, la fuente de proteína que menos gasto de agua y energía tiene es la legumbre. Por esos el consumo desmesurado de carne es una barbaridad en esos términos...
http://mensacivica.com/listado-centros-que-participan-en-la-campana-2017-consume-legumbres-del-pais-son-sanas-y-sostenibles/