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Desde el atentado del 7 de octubre de 2023, Israel ha usado la apelación al antisemitismo para acallar toda crítica a su política criminal de exterminio sobre Palestina. Quienes critiquen la limpieza étnica y el genocidio en Gaza son aliados de Hamás. Quienes critiquen la construcción de asentamientos ilegales en Cisjordania son antisemitas. El ataque de octubre ha servido a Israel para llevar a cabo su deseada campaña militar de solución final sobre Gaza. Un ataque por el que Israel fue avisado. Perpetrado por una organización como Hamás, que fue precisamente financiada por el Estado de Israel para debilitar a la Autoridad Palestina.
Las premisas de antisemitismo propagadas por Israel y demás socios internacionales –también de sus tontos útiles que tiene en la derecha y ultraderecha española– son argumentos carentes de toda lógica, simplistas y que evidencian que no hay nadie al volante del aparato israelí. Apelar al antisemitismo y/o antijudaísmo para justificar el exterminio de los palestinos y palestinas es, precisamente, aprovechar y jugar con el histórico sufrimiento judío. Y es por ello que el Estado de Israel sí es antisemita.
La extrema derecha internacional se apoya en la victimización. Apela a la destrucción de valores morales e históricos que cambiarían sus condiciones tradicionales de vida. El rechazo a la migración y a las políticas sociales y de derechos civiles siempre tienen un atisbo de victimismo. El fomento de la islamofobia, el llamamiento a que se destruye la familia y a que son atacados por una ‘izquierda degenerada’ se basa en, paradójicamente, atacar a estos colectivos desde un estatus de víctima.
Un discurso victimista que se construye con sus socios internacionales, principalmente Estados Unidos y el aparato político-mediático europeo
El intolerable atentado de Hamás en octubre fue aprovechado, no por casualidad, por parte de Israel para, desde un estatus de víctima, comenzar un genocidio. Un discurso victimista que se construye con sus socios internacionales, principalmente Estados Unidos y el aparato político-mediático europeo. Pero que, a la vez, es un discurso carente de toda lógica y sentido cuando han pasado por encima de 35.000 cadáveres.
La acusación de antisemitismo a quienes criticamos 35.000 muertos que hoy escuchamos desde determinados espacios de derecha y ultraderecha, para justificar el cada vez más ascendente número de civiles muertos bajo fuego israelí, es especialmente humillante cuando, precisamente, quienes metían en cámaras de gas a judíos eran sus abuelos. Que los nietos de los asesinos de millones de personas judías y no judías en los campos de exterminio nazis ahora hablen de antisemitismo para justificar 35.000 civiles muertos es irónico.
El mundo cada vez despierta más ante un hecho criminal intolerable. Aunque me temo que no llegará a tiempo para evitar lo peor
La comunidad judía internacional ha criticado y critica la política criminal de Israel sobre Palestina. Y por eso vemos a judíos detenidos por protestar contra el genocidio en diferentes lugares del mundo. Es la construcción de un relato. Pero el relato israelí es tan débil y desmontable que no hace falta ser analista geopolítico para echarlo abajo. El mundo cada vez despierta más ante un hecho criminal intolerable. Aunque me temo que no llegará a tiempo para evitar lo peor.
Israel lleva desde su creación enrolado en una política colonizadora. Bajo mandato de Netanyahu y su gobierno de extrema derecha se ha llevado esa política hasta posicionamientos posfascistas. La solución final de Hitler es la solución final de Netanyahu. El Gobierno israelí ha aprendido, en estatus de alumno, del exterminio de los nazis apelando a la pena de muerte para presos palestinos como “solución” a la sobrepoblación carcelaria. Pero Israel nunca ha estado tan solo en el mundo como hoy. Netanyahu se ha construido su epitafio. No hay vuelta atrás. Sólo tiene dos salidas posibles: ante el tribunal de La Haya o ante el final de Gadafi. Él decide.
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