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Opinión
Por qué es vital que el mundo (y Europa) se desarme
No soy amigo de las redes sociales, pero desde ya hace tiempo entré en un par de grupos liderados por científicos climáticos, básicamente ingleses. Mi sensación, día tras día, es de total desconcierto. Me siento en un mundo que se mueve a tumbos con discursos y políticas en diversos planos paralelos desconectados que evolucionan ignorándose unos a otros. Mientras los medios de comunicación nos hablan de la necesidad de rearmarnos y de aumentar los presupuestos militares para defendernos de los potenciales ataques de Otros, mientras criticamos determinadas acciones militares y mientras vemos que los gobiernos no se atreven a condenar el genocidio en Palestina, las voces que surgen del plano desconocido de la ciencia nos explican, sin ambages, que los humanos tenemos un gigantesco problema común y que nuestra única esperanza como humanidad pasa por colaborar a nivel planetario como nunca hasta ahora lo hemos hecho.
En este contexto, creo imprescindible que Europa (y España) marquen un camino propio que se desmarque de los dictados belicistas de los Estados Unidos y la OTAN entre otros, cambiando radicalmente las prioridades, abogando por el desarme y la reducción de los presupuestos militares y apostando por soluciones dialogadas y negociadas a los conflictos. Una de las principales razones para ello, además del rechazo a la banalización de la muerte y destrucción implícitas en toda guerra y de la constatación de que el sistema militar es un actor significativo en el deterioro climático y ambiental, es que la humanidad necesita el dinero militar.
Y es que mientras buena parte de los políticos mundiales nos hablan de las amenazas que nos llegan de los Otros, la conclusión de consenso en el campo de la ciencia climática es que los problemas y retos del siglo XXI —en buena parte consecuencia del modo de vida insostenible y desmesurado del mundo occidental— son desafíos transfronterizos que afectaran a toda la humanidad, al planeta, a la biosfera y a los que todavía no han nacido, desafíos que sólo podremos afrontar si vamos a una.
Desde la ciencia nos muestran que la Tierra es limitada, que hemos rebasado su techo ecológico, que estamos llegando a puntos de no retorno y que por tanto debemos recapacitar, planificar y saber volver al círculo del equilibrio planetario. En diversos trabajos de los últimos tres años, investigadores como Joel Millward-Hopkins, Stefan Pauliuk, Jason Hickel y Dylan Sullivan han mostrado que es posible garantizar una vida decente a los 8.000 millones de personas que pronto habitarán la Tierra con solo una fracción (entre el 29 y el 44%) de la energía y los recursos naturales que ahora usamos.
Deberíamos escuchar y amplificar los mensajes que desde la ciencia nos hablan de dignidad, de retos globales y de la necesidad imperiosa de colaborar para salvarnos como humanidad
Todo ello desde el respeto a la dignidad y derechos de todo el mundo, cuidando el planeta, reduciendo el gasto energético y de recursos naturales y considerando un nivel aceptable de desigualdad. Eso sí, abandonando los caminos de la guerra, dejando atrás la energía fósil, manteniendo una dieta más vegetal y yendo siempre por el camino de la cooperación planetaria, porque nuestros retos son globales.
No podemos ignorar los desafíos gigantescos que nos pueden llevar a la extinción. No nos podemos permitir el lujo estúpido de permitir a unos cuantos gobernantes que pretendan acaparar tierras y recursos en un planeta que, si seguimos al paso actual, acabará matando de hambre, calor, epidemias o sed a miles de millones de personas. Debemos denunciarlo y denunciarles. No podemos ser cómplices del exterminio de tierras y pueblos. No podemos permitir que destruyan con las armas lo que debemos respetar y regenerar, porque somos naturaleza.
Deberíamos escuchar y amplificar los mensajes que desde la ciencia nos hablan de dignidad, de retos globales y de la necesidad imperiosa de colaborar para salvarnos como humanidad. Las advertencias que, desde otros planos y muchos ámbitos de la cultura, se oponen al actual rearme. Los avisos que, desde el feminismo, denuncian las raíces patriarcales del belicismo, de las redes de poder y del neocolonialismo, abogando por una convivencia basada en los cuidados y la igualdad de derechos. Los que, desde el ecologismo, exigen que volvamos al equilibrio planetario que nunca hubiésemos debido rebasar, aprendiendo a vivir mejor con menos.
Lo realista no es rearmarse. Lo realista es tratar de constituirnos como humanidad y cooperar. Si queremos tener un futuro conjunto, si queremos dar una vida digna a nuestros bisnietos, debemos revertir las prioridades, gastando menos en armas y más en un mundo que priorice la vida digna de las personas, que sea sostenible y justo ecológicamente, que respete el medio ambiente y trabaje en pro de los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, cuidando la educación, la cultura y la salud de todas las personas y dotándose de instituciones democráticas planetarias. Porque, en palabras de Federico Mayor Zaragoza, “si vis pacem, para verbum”.