Opinión
GotTalent y el peligro del feminismo estético

La televisión es el principal dispositivo cultural para generar relato y sentido común. Lograr un impacto de tal calibre en ella ha sido uno de los éxitos del 8-M, y también uno de los mayores peligros.

Eva Hache Got Talent
Eva Hache mostró su apoyo a la huelga feminista en Got Talent.
21 mar 2018 15:05

La huelga y las movilizaciones feministas del 8 de marzo han dejado muchas lecciones, imprescindibles ya para futuras luchas sociales y políticas: cómo conseguir a partir de una reivindicación sectorial (en este caso, la igualdad) el apoyo masivo a un sector afectado (las mujeres) del resto de la población (los hombres). Incluso siendo la parte beneficiada, como el caso que nos atañe, logrando una hegemonía que ha provocado que las personas que estaban en contra de esta reivindicación —dejando aparte el contorsionismo político y mediático— se hayan tenido que posicionar a favor o, al menos, no hacerlo en contra, debido a la presión social, a la mala imagen que supondría hacerlo. Pero quizás la más importante de todas sea la que tiene que ver con los medios de comunicación.

La huelga feminista del 8-M logró el apoyo de casi todos los grandes medios y referentes periodísticos, algunos de los cuales se han venido destacando en los últimos años por su hostilidad hacia huelgas y manifestaciones, poniendo el foco en la supuesta violencia de los mismos en vez de en sus reivindicaciones, siendo los casos más paradigmáticos los de Ana Rosa Quintana y Susanna Griso, quienes secundaron la huelga del 8-M e, incluso, como en el caso de la primera, cancelaron la emisión de su programa.

La televisión puede conseguir convertir el feminismo en algo puramente estético, en un producto más que consumir

Es notorio que la televisión es el principal dispositivo cultural para generar relato y sentido común. Por ello, al mismo tiempo que, como decíamos, lograr un impacto de tal calibre en ella ha sido uno de los éxitos del 8-M, también ese apoyo mediático es uno de los mayores peligros. La televisión puede conseguir convertir el feminismo en algo puramente estético, en un producto más que consumir, como apuntaba recientemente Daniel Bernabé a propósito de la diversidad, anestesiando las posibilidades reales de cambio, sustituyendo los cambios materiales, los que importan de verdad, por cosmética, por postureo.

Un ejemplo de este peligro lo hemos visto recientemente en las semifinales en directo del concurso GotTalent, programa seguido por más de dos millones de personas. El pasado miércoles 7 de marzo, durante el programa se hicieron continuas referencias a la huelga feminista, que comenzaba en solo unas horas, sucediéndose los comentarios de apoyo incondicional por parte de los miembros del jurado —formado por Risto Mejide, Edurne, Eva Hache y Jorge Javier Vázquez—, como un presagio de lo que el día posterior veríamos en el resto de la parrilla.

Fueron palabras grandilocuentes, cargadas de simbolismo por ser en prime time, en la cadena más vista y en el programa que, hasta la llegada de Fariña, era líder incuestionable de su noche de emisión. Palabras que pudieron servir para alentar a la huelga y a las movilizaciones del día siguiente a mujeres que no lo tuvieran aún claro. Palabras simpáticas, que posicionaban al programa, a la cadena y al propio jurado sobre un tsunami social que ya era imparable. Palabras que, si no venían acompañadas de hechos futuros, se quedarían en simple barniz que beneficiaría a la cadena, al programa y a los personajes públicos que lo componen, pero no ayudarían a lograr las medidas que pide el movimiento feminista.

La siguiente emisión en directo del mismo programa que había apoyado de palabra efusivamente la huelga se perpetraba una actuación machista de manual

Apenas una semana después, en la siguiente emisión en directo del talent show del pasado miércoles 14 de marzo, en el mismo programa que había apoyado de palabra efusivamente la huelga se perpetraba una actuación machista de manual. El concursante Big Borja defendía que iba a demostrar que el rap no era machista, lo cual ya predisponía al espectador para normalizar lo que iba a venir a continuación como una actuación que no denigraba a la mujer. Tras esta presentación, el citado concursante salía al escenario al más puro estilo GTA, con toda una parafernalia cargada de estereotipos, comenzando por el descapotable sobre el que entraba al escenario, conducido por un hombre. El papel estelar de las mujeres en la actuación estaba reservado para servir de acompañante de la figura masculina, de objeto sexual, pues, mientras el concursante cantaba en el centro del escenario, tres bailarinas rodeaban al hombre y le acariciaban.

Al finalizar la actuación, el mismo jurado que una semana antes había apoyado la huelga feminista, elogiaba el show y callaba ante la cosificación de la mujer que se acababa de presenciar. El feminismo pop como producto comenzaba a nacer. El feminismo estético empezaba a vencer.

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