2019, el año al que llegamos con miedo

Niños separados de sus padres en la frontera, barcos llenos de seres humanos a la deriva, proclamas contra los comunistas, culto a los uniformes, propaganda del siglo XXI. El año pasado nos dejó estas imágenes en la retina, el 2019 arranca en un clima de temor. 

Sevilla sin Miedo 1
7 ene 2019 10:53

Voces de niñas y niños migrantes entrecortadas de llanto, suplicando poder hablar con su madre, que no deporten a su padre. Imágenes en la frontera estadounidense donde menores arrancados de los brazos de sus familiares ven pasar el tiempo con la mirada perdida en jaulas metálicas bajo la supervisión de la policía. Barcos llenos de refugiados a la deriva sin un puerto donde atracar. Nazis que marchan por una ciudad alemana al grito de “fuera los extranjeros”, agrediendo a las personas inmigrantes que se encuentran por el camino. Manifestantes que vociferan por la vuelta de 'la mujer de verdad' y contra la diversidad sexual. 2018 nos ha dejado impregnadas en la retina imágenes que en blanco y negro encajarían con los tiempos más oscuros de la historia o que, en un plano secuencia, bien podrían suponer el tráiler del último film distópico de la cartelera.

Apenas hemos completado la primera semana del 2019 y todo da ya miedo. En solo unos días el nuevo ejecutivo brasileño, encabezado por Jair Bolsonaro, ya ha anunciado “una limpieza de comunistas” en el funcionariado, y las primeras concesiones —en el sector transporte, incluyendo ferrocarril, puertos y aeropuerto— para iniciar la senda de privatizaciones que prometió en campaña. Las personas LGTBI han perdido la protección del Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos. La nueva ministra de Familia ha anunciado una nueva era donde las niñas vistan de rosa y los niños de azulAquí Vox ya ha arrancado su primera batalla del año contra la legislación contra la violencia de género. Su cruzada es contra una de las leyes más avanzadas al respecto, la Ley Andaluza de octubre 2018, que incluye los acuerdos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, acercándose a lo establecido en el convenio de Estambul, pues amplía la protección y no exige denuncia para activarla.
Quizás en otro tiempo las exigencia de los de Abascal hubiesen sido recogidas como extravagancias, como discursos reaccionarios a desestimar, pero estamos en 2019. Pablo Casado ha admitido que el PP hablará con “cualquier partido que proponga que las víctimas de otro género también tengan esta protección, que se intenten limitar las denuncias falsas y delimitar claramente que estas ayudas no sean susceptibles de crear chiringuitos o agencias vinculadas a partidos para lucrarse de las ayudas”. El término “violencia doméstica”, que remite a la expulsión del enfoque de género de la mirada sobre la violencia, ha penetrado convenientemente para este 2019.Por último, el pasado viernes 4 la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) publicó nuevas estadísticas sobre la Frontera Sur. Mientras que el número de llegadas en todo el Mediterráneo descendió durante 2018, en el caso de las llegadas a costas españolas la cifra se duplicó respecto al año anterior. Según este organismo 57.000 personas arribaron a la frontera sur nacional. El secretario general del PP concretaba su tercera visita a Ceuta y Melilla en los meses que lleva de mandato. “España tiene un problema en cuestión de inmigración”, repetía con seriedad.

2019 se presenta como una clara continuidad de este 2018 que dejamos atrás. Con el estadounidense Steve Bannon fortaleciendo y financiando a la extrema derecha de cara a las próximas elecciones europeas el escenario no parece alentador. Las dificultades para firmar el Pacto Internacional de Migración, con varias potencias descolgadas, da fe de que cada vez más Estados consideran los derechos humanos como una utopía glamurosa,  alejada de la realpolitik adscrita a la retórica de la escasez. O al menos, en eso parece consistir su principal narrativa política. La idea de la inmigración como amenaza y la retórica sobre “la ideología de género”, un neoaparato propagandístico capaz de construir mundos de sentido diferentes, junto al ensalzamiento de la autoridad y la contundencia para defender los valores tradicionales, completan el clima de temor con el que arranca este 2019.

Migrantes que no son bienvenidos 

“Puedo hacerlo si quiero”, dijo Donald Trump el 5 de enero. Aquello que amenaza hacer, aunque sea sin el apoyo del Congreso, es —mediante un decreto de emergencia— liberar los 5.600 millones de dólares para construir un muro en la frontera con México. A lo largo del pasado año, Trump ha demostrado hacer lo que quiere con miles de personas. El ritmo al que su gobierno lanza gases lacrimógenos contra inmigrantes, retiene a niñas y niños — haya ya varios casos de pequeños que fallecieron desatendidos en esta situación— es tan frenético que ya casi queda en el olvido cuando decidió arbitrariamente impedir la entrada de miles de personas nacidas en ciertos países musulmanes, independientemente de su situación administrativa. “Puedo hacerlo si quiero”, parece el mantra que subyace a las acciones de Trump. “Su marca”, decía en una entrevista la conocida activista canadiense Naomi Klein, “es ser jefe por antonomasia, el tipo que es tan rico que puede hacer lo que le venga en gana”.En la Italia de Matteo Salvino el año ha comenzado sin embargo con una revuelta. Los alcaldes de centroizquierda al frente de ciudades como Palermo, Nápoles o Florencia se niegan a aplicar parte del Decreto Sicurezza e Immigrazione, también conocido como Decreto Salvini, ya que es obra del ministro y mantiene su espíritu. Descartan dejar de proveer permiso de residencia a los solicitantes de asilo.

Ya en octubre, Matteo Salvini cargaba contra esos alcaldes “que quieren convertir Italia en un campo de refugiados y son racistas contra los italianos”. Un nombre implícito era el Mimmo Lucano, alcalde de Riace, pueblo famoso por su modelo de acogida. Lucano fue arrestado en octubre por acusaciones de desvío de dinero.  “Estoy convencida de que la detención de Mimmo, se enmarca en una estrategia. Demostrar que ese pequeño pueblo hace trampas, o que el alcalde no es una persona honesta, les ayuda a sostener la idea de que la acogida no es posible, que la convivencia no es posible”, sostenía la periodista Tiziana Barillà en entrevista con este medio.

“Los puertos italianos están cerrados”, viene repitiendo Salvini desde hace meses. En 2018 la ministra de Inmigración danesa también pensó en barcos: los que podrían llevarse a los “inmigrantes no deseados” a una isla alejada de tierra firme. “Nadie los quiere en Dinamarca y así lo sentirán”, desarrollaba su propuesta en las redes sociales. Australia lleva años apuntando en esta dirección: retiene a los inmigrantes en la isla de Nauru, perdida en medio del Pacífico. No sorprende que junto a EEUU, Israel y varios países europeos, fuera uno de los Estados que no firmó el Pacto de Naciones Unidas sobre Migraciones. Aquí, Casado ha iniciado 2019 rescatando las críticas hacia la decisión de acoger al Aquarius, y acusando al gobierno socialista de generar un “efecto llamada”.  

Alerta feminista

A nivel estatal, y en el frente de género, no es la primera vez que las conquistas que lograron las mujeres son cuestionadas. Con el texto de la Ley de Plazos aún fresco, Gallardón se propuso, a finales de 2013, retroceder hacia el pasado. Una tozudez antiderechos que se topó con la resistencia del movimiento feminista, el cual en cierta medida se revitalizó dando esta lucha. En 2019, la negociación en torno a la Ley andaluza de violencia de género ente PP y Vox remite a una idea: no hay conquista de las mujeres que dure para siempre. Los derechos de las mujeres son utilizados como moneda de cambio político. 

A nivel internacional, en el 2018 la pugna en torno al aborto fue central: desde las movilizaciones de las polacas para evitar su prohibición total, a la conquista histórica de las mujeres irlandesas, pasando por la intensa lucha de las argentinas, frustrada por el Senado. Los derechos sexuales y reproductivos siguen lejos de ser terreno firme de conquista para millones de mujeres. Las fuerzas reaccionarias se articulan en un frente contra “la ideología de género”. 

“En lo que depende del Gobierno, sangre inocente no será derramada en este país. Este es el ministerio de la vida”, afirmaba en este sentido la pastora evangélica que dirige el Ministerio de Familia brasileño. Casado, para quien la violencia no tiene género, propone indemnizar a los varones maltratados. Así, mientras que en América Latina las bancadas evangelistas llevan a las instituciones el discurso que agitan desde hace años en templos, calles y medios, en Europa, líderes como Viktor Orban, que en agosto anunció su intención de prohibir los estudios de género, se suman al carro del antifeminismo moral. 

Propaganda

Se atribuya a Goebbels la frase de que una mentira mil veces repetida se convierten en una realidad. Podemos deducir de ahí que miles de mentiras millones de veces repetidas por redes sociales, diarios online o wassaps se convierten en una realidad paralela, un sistema coherente y explicativo de lo que pasa alrededor, un diagnóstico para guiarse por el mundo, una coartada para justificar las peores violencias. Ya hace tiempo que se habla de fake news como algo más que una forma de la desinformación de siempre. La viralización de noticias falsas genera emoción y reacción, desemboca en un clima político. Ante las fake news avanzan iniciativas para contrastar la información.

En el Estado español toman cierta relevancia herramientas como Maldito Bulo. Además, cada vez más diarios traen contenido dirigido a desmontar bulos, creencias o discursos fundados en falsedades. En los últimos días del 2018 dos noticias que habían desatado la indignación y solidaridad de miles de personas a quienes llegó al información por redes sociales, se revelaron como falsas. La primera contaba la historia de un perro, un “Alano español” al que las autoridades habían ordenado ejecutar por morder a un ladrón de nacionalidad rumana y largo expediente policial que habría allanado la casa de su dueño. La segunda denunciaba la paliza recibida por un guardia civil en un bar de Almería “solo por llevar una bandera de España”. Mientras algunos medios desmontaron la historia del perro y el ciudadano rumano, un vídeo grabado en el bar mostraba al presunto agredido borracho y montando un altercado en el local. Estas dos noticias falsas habían generado ya su correspondiente ola crispación, rencor y odio al enemigo “percibido”. 

Cómo abordar entonces el hecho de que se generen segmentos de población que se retroalimentan de las mismas fuentes informativas a lomos de los algoritmos, de los links y de los grupos de wassap. Desde los foros Incel, a los conspiracionistas que ven a Soros detrás de un plan contra los valores cristianos europeos, ejecutado por las feministas o las minorías racializadas, hay un universo de relatos alimentados diariamente por bulos, datos descontextualizados o medias verdades. Narrativas que generan emociones, acciones y votos. 

Uniformes y contundencia

El 2 de enero la Legión marchaba por Granada en ocasión de la conmemoración de la toma de la ciudad —cuando Boabdil entregó las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos—. 4.000 banderas de España había repartido el PP. Mientras de un lado algunos coreaban “yo soy español”, del otro contestaban, “no hay nada que celebrar”.  Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, pensaba que para celebrar había mucho. Ni más ni menos que la “gesta histórica que puso fin a la invasión musulmana”, permitiendo a España “recuperar la libertad y la unidad”, como declaró a los medios. Ortega Smith, antiguo boina verde, conecta bien con una de las esencias de Vox, su tirón entre las fuerzas armadas del Estado. Cercano desde hace meses a la plataforma de policías y guardias Jusapol, el partido está listo para introducir en sus listas nombres de antiguos miembros del ejército y de la policía.  Bolsonaro marca el camino. En su toma de posesión del 1 de enero había una presencia de cuerpos de seguridad sin precedentes. También en el gabinete integrado por 22 personas que encabezará, el presidente brasileño contará con siete ministros provenientes del ejército. Solo dos mujeres integrarán el equipo.

Defender el país no tiene por qué ser monopolio del ejército. En septiembre, en una campaña, la agrupación de jóvenes ultraderechistas francesa Generation Identitaire insistía en estas ideas: “Detener la inmigración. Es posible. Defender nuestras fronteras es posible. Defender nuestro país. Es posible”. Interpelaban a otros jóvenes realmente franceses. En abril, grupos de identitarios bloqueaban a inmigrantes que intentaban entrar al país a través de los Alpes.

El húngaro Jobbik también tiene experiencia en contundencia. Este año se cumplen 10 años de la disolución de la Guardia Húngara, una organización violenta afín al partido utraderechista, temida por su persecución a personas gitanas y migrantes. Patriotas como Orbán o Bolsonaro se entienden bien con el presidente de Israel, Benjamin Netanyahu. El pasado antisemita del Jobbik no ha sido óbice para generar un buen clima de entendimiento.

A Netanyahu le debemos una última estampa de miedo que nos dejó 2018. Era el mes de mayo, mientras la artista Netta Barzilai cantaba “No soy tu juguete chico estúpido” en Eurovisión, el ejército israelí mataba a mujeres y hombres participantes de la Gran Marcha del Retorno. Tras la represión, el Centro Al Mezan para los derechos humanos contabilizó 150 muertos y 10.000 heridos. Las imágenes del asesinato de algunas de estas personas compitieron por la atención mundial con la exitosa canción israelí. Tras la victoria de Barzilai, Eurovisión se celebrará en Tel Aviv, la primera vez en el país, en lo que muchos apuntan será un lavado de cara para un Estado cuyas políticas de apartheid desentonan cada vez menos con la deriva global hacia la exclusión y la ofensiva antiderechos. 

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