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Coronavirus
¿Por qué combatir el virus implica ponerse del lado de los más pobres?
Lo que hemos visto en los últimos días en los países de la región latinoamericana ha sido el principio de algo nuevo que no sabemos qué es. Nos acercamos hacia algo que debemos construir entre todas y todos: este momento histórico quedará como un hecho anecdótico si dejamos que el capital decida sobre nuestro futuro.
El virus al que nos enfrentamos tiene su fuerza y su poder no solamente por la capacidad de contagio entre personas de diferentes edades y de diversas latitudes, o porque manda a dormir a cientos y miles de personas, sino porque tiene su caldo de cultivo en sociedades marcadas por el “desarrollo desigual”. Si las cifras de los países desarrollados nos escandalizan, pensar en lo que podría hacer el virus en otros lugares nos pone los pelos de punta.
Las mejores medidas tomadas por los gobiernos de la región lationamericana consisten en que la ciudadanía se quede en casa, ya que los focos de contagio del virus son los espacios públicos en esencia. En efecto, cierto sector de la población no se opone, ya que saben de antemano que tienen los ahorros y condiciones materiales para financiar su aislamiento. De hecho, siempre han estado aislados del pueblo, porque de eso depende sus privilegios, sus distinciones sociales y capitales simbólicos, o como dice Santiago Castro-Gómez, sus insignias. No les supone mayor problema decirles al pueblo “váyanse y quédense en la casa, porque ustedes son la amenaza”.
El grueso de la población realmente existente obtiene su sobrevivencia del espacio público, porque de éste salen las mínimas rentas para poder alimentarse: la fuerza de trabajo que son sus manos y sus cuerpos resultan inútiles en condiciones de aislamiento
Ahora bien, el grueso de la población realmente existente obtiene su sobrevivencia del espacio público, porque de éste salen las mínimas rentas para poder alimentarse. Es decir, la fuerza de trabajo que serían sus manos y sus cuerpos resultan inútiles en condiciones de aislamiento. A esto le llamamos humanos expropiados de su dignidad. En ese sentido, el escenario de reproducción del virus está en este grueso de la población que sobrevive del contacto día a día y por donde circula el virus. Contacto y contagio tiene clase social.
En ese sentido, el enemigo a combatir es el contacto más que al contagio, porque resulta siendo riesgoso para toda la humanidad, pero en especial para la clase pudiente, que tiene mucho que perder porque el pobre arruinado ya lo ha perdido todo. No obstante, sabemos que la única herramienta o técnica de control social es el “aislamiento desigual”. A este tipo de confinamiento hay que ponerle apellido.
El aislamiento del privilegiado es el reflejo del contagio desigual. Es desigual porque para la minoría le resulta fácil, es irrisorio y ha estado acostumbrada. Tienen los alimentos, continúan percibiendo las rentas financieras o bancarias, logísticas, industriales y manufactureras, además del acceso ilimitado a los medios digitales de entretenimiento y plataformas. Es decir, distantes del pobre arruinado, humillado, despreciado y acabado que tiene que sortear entre quedarse en la casa, obedecer y no comer, o salir, establecer contacto y morir por un patógeno traído por aquellos que históricamente han transferido miseria y pobreza.
El aislamento del privilegiado dista de aquel del pobre arruinado, que tiene que sortear entre quedarse en la casa, obedecer y no comer, o salir, establecer contacto y morir por un patógeno traído por aquellos que históricamente han transferido miseria y pobreza
Todo lo anterior tiene una consecuencia inevitable y concluyente: el estado de las cosas no puede seguir siendo igual. Dicho de otra forma, no podemos volver a la normalidad de los acontecimientos desiguales previos al contagio masivo y fingir que no ha pasado nada como nos lo quieren hacer ver la burguesía regional. Tenemos como única opción acelerar el cambio de las reglas políticas y económicas para profundizar la democracia ecológica, el acceso a la tierra y al rediseño de nuestros sistemas políticos.
Lo interesante de este momento consiste en que la clase trabajadora, los independientes, los despojados, los sin tierra, los campesinos, los racializados, las mujeres que sienten el peso del aislamiento porque tiene que soportar al marido igual de despojado, los migrantes con conciencia entre otros, están midiendo el sistema. Están viendo palmariamente las contradicciones y las ambivalencias sentidas y vividas de un “desarrollo desigual” visible en este trágico momento histórico para su humanidad.
En cuestiones de meses el virus seguramente pasará, pero nos dejará una gran enseñanza que desencadenará en importantes transiciones energéticas, epistémicas y políticas. Si queremos ponernos a la altura de nuestro tiempo civilizatorio para evitar el colapso de la vida orquestado por el capital, estas transiciones podrían definirse en cinco grandes transformaciones que vienen siendo construidas desde décadas por diversos movimientos, personas y actores.
El primero es la toma de autoconciencia del padecimiento actual: un aislamiento que se realiza con hambre y que transparenta el sistema capitalista como lo que siempre fue, un sistema inhumano y antivida. El mayor virus al que nos enfrentamos no es el patógeno transmitido de un animal al ser humano, sino el capital que desea controlar todo tipo de contacto. El gran virus que ha desatado otros por la “gran transformación” de los sistemas de vida es el capital.
El mayor virus al que nos enfrentamos no es el patógeno transmitido de un animal al ser humano, sino el capital que desea controlar todo tipo de contacto, el que ha desatado otros virus por la “gran transformación” de los sistemas de vida
El aislamiento es otro modo de realización del capital y no la parálisis de la economía como nos quieren hacer ver. En ese proceso de aislamiento se adaptan las fuerzas de la expropiación. El aislamiento no implica una autoconciencia porque las condiciones materiales de padecerlo son desiguales, son clasistas. Sólo quien sufre las consecuencias de la desigualdad tiene acceso a ese espacio reflexivo de la importancia del contacto como condición de posibilidad para su sobrevivencia.
Por eso después de esto tenemos que potenciar esa capacidad de intercambiar no solamente productos, sino saberes, experiencias, conocimientos, transferencias de palabras, metodologías y sentimientos. Es en ese contacto donde están las energías vitales de los grandes movimientos y de las convergencias regionales, y es fundamental porque implica una intensificación de las relaciones entre pueblos oprimidos para cambiar el sistema de muerte que nos ha llevado a esta crisis.
Un segundo aspecto tiene que ver con pensarnos las relaciones entre el ser humano y la naturaleza. Si seguimos bajo la subjetividad moderna que sustentan las relaciones de dominio y explotación sobre las fuentes de vida, es insostenible en sí. La secuela de esto es el desequilibrio de la terra-mater: el virus es un problema ambiental creado por una cultura ampliamente destructiva que no sabe cuidar su casa, se relaciona de manera explotativa con otras formas de vida y desafía las leyes básicas de reproducción de la Naturaleza. Por eso urge cambiar del paradigma de la “sostenibilidad ambiental” al del “criterio y racionalidad de la vida”.
El virus es un problema ambiental creado por una cultura ampliamente destructiva que no sabe cuidar su casa, se relaciona de manera explotativa con otras formas de vida y desafía las leyes básicas de reproducción de la Naturaleza
La cultura moderna transforma la base material y viviente de la tierra en dinero que tiene como proyecto infinito el proceso de devoramiento de todo lo que se mueva. Nos enfrentamos a virus desconocidos sin una memoria cultural de la transformación genética de los ecosistemas. Teniendo memoria sería imposible la acumulación y la circulación del capital. Sería difícil que se sostenga la burguesía que decide por todas y todos cuando, por criterio histórico, sabemos que todos sus actos conducen a la muerte. Por eso el capital necesita borrarla. Este momento histórico quedará como un hecho anecdótico si dejamos al capital que decida sobre nuestro futuro, pero sobre todo sobre nuestro pasado ambiental. Si regresamos a la normalidad moderna, perdimos la oportunidad de profundizar la construcción de otro mundo posible.
Un tercer elemento es el fortalecimiento de los sistemas de derechos de la salud y de la educación, lo que implica desprivatizar los derechos fundamentales. Además, es fundamental para avanzar hacia otro paradigma del “Estado unidimensional y unitario” una ampliación con otro contenido mediante el fortalecimiento de las nacionalidades y de las autonomías territoriales para lograr un Estado plurinacional-postcapitalista.
Las constituciones políticas son contratos coloniales y extractivistas, y por eso hay que avanzar hacia otras plurinacionales, con economías de escala comunitaria-alimentaria y de una extracción sensata y socialmente necesaria
Esto implica la realización de asambleas constituyentes y reformas al contrato social que básicamente es un contrato basado en la explotación, en la colonización y que beneficia sólo a un sector de la población: lo ilustra la ampliación de los sistemas precarios de salud, de la educación, de la contaminación de los ríos, de la explosión de la conflictividad socioambiental en la región latinoamericana... Las constituciones políticas son contratos coloniales y extractivistas, por eso hay que avanzar hacia constituciones postnacionales, postcapitalistas, postextractivistas que serían constitución plurinacionales, economías de escala comunitaria-alimentaria y de una extracción sensata y/o socialmente necesaria.
Un cuarto aspecto relacionado con la anterior tiene que ver con el acceso a la tierra: debe realizarse una reforma agraria sin precedentes históricos en todos los países que haga que os pueblos vuelvan a tener el control de los alimentos, de la producción y comercialización, con sistemas comunitarios apoyados por la tecnología agrícola. El capitalismo ha logrado avanzar sobre todos los territorios porque saca a la gente de sus fuentes primarias de energía, los despoja hacia las ciudades y es ahí donde nos hemos vuelto vulnerables, frágiles y débiles en términos de que ya no somos dueños de las fuentes de vida para comer. El mayor riesgo no es el virus en sí, sino la mezcla explosiva entre este y las condiciones de pobreza; sabemos que un buen sistema inmune depende del acceso que se tenga a nutrientes, vitaminas y calorías.
Todo esto implicaría un retorno a la tierra, porque en las ciudades no hay condición de reproducción si no es a costa de socavar la tierra de otros. Pero por historia sabemos que la ciudad es el espacio por excelencia del capital y no de la vida, aunque se haga pasar por lo contrario destruyendo y bloqueando otras formas existencia en relación con la tierra. El virus ataca donde todos los seres humanos están expropiados, o sea juntos. Por eso el espacio del capital siempre será viral.
Un quinto fundamento hace referencia a la caída de los grandes mitos del neoliberalismo, de la modernidad y de otras “certezas” como el crecimiento infinito de la economía con el supuesto derrame de beneficios para todas y todos. El virus demuestra que no es así. Ahora tenemos un Estado mínimo en condiciones extremas que nos hace pensar que ese no es el camino para la mayoría de la población, que es socia y parte de un Estado. En cambio, ese Estado mínimo responde a las necesidades de las burguesías retrógradas para que no interfieran en sus negocios. Por eso el virus es tan mortal, inmoral y selectivo. En principio afecta a los que viajan: lo importan, transfieren la amenaza y se hace masivo. Ejemplo de ello es la discusión de priorizar a quién se atiende sanitariamente y a quién no. El Estado mínimo consiste en dejar morir, no en dejar vivir.
El virus ataca donde todos los seres humanos están expropiados, o sea juntos. Por eso el espacio del capital siempre será viral
En ese sentido, se necesita de un Estado fuerte en materia de derechos humanos, en sus garantías y en sus cumplimientos. Después de esto no puede seguir el mismo Estado tal cual está, no podemos volver a la normalidad si esta se entiende como las condiciones presentadas antes del virus. El virus refleja la vulnerabilidad a la que estamos expuestos donde una parte de la responsabilidad la tiene el modelo económico capitalista-racial-colonial al producir las “geografías de desarrollo desigual”, y la otra el Estado por estar a su disposición.
Ahora se trata es crear un Estado para la vida, gestionar la muerte en términos dignos y de reproducir todo aquello que permita la felicidad, tranquilidad y solidaridad de sus asociados. La minoría sólo ha servido para declarar la guerra, ya es hora de un Estado plurinacional a disposición de la paz construida con los pueblos, y no la paz capitalista extractivista que profunfiza el desarrollo desigual. Hacia allí debemos ir: la lucha contra el virus es una lucha contra la opresión y avallasimiento de la burguesía.
Por eso urge, en la etapa del postvirus, un rediseño de las políticas de apropiación material que luchen por el territorio contra el espacio del capital-viral que ha creado la modernidad.
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Hola Cristian, suenan interesantes las cinco tesis que planteas para la superación de un sistema económico bastante bien enraizado, como lo es el capitalismo. Cinco tesis, que analizadas en conjunto, estructuran prácticamente la transformación al menos de tres paradigmas, 1) el económico; 2) el de la matriz energética y un 3) el del acceso a la tierra, es decir una reforma agraria. Todo ello en el marco de las interacciones entre la sociedad, el Estado, y el mercado,... TODA UNA REVOLUCIÓN!! Que a mi modo de ver, aún no conjuga las condiciones necesarias y suficientes para que así sea, (esto obviamente es discutible). Muchos de tus planteamientos son urgentes y asertivos, otros no lo son tanto. Pero de igual manera, celebro el que te des el espacio para reflexionar y analizar la coyuntura histórica por la que atraviesa la humanidad. Si en algo está en deuda la academia, es justamente en su articulación con las realidades que afectan a la gran mayoría de las sociedades excluidas y marginadas; en cambio si se articula muy bien con las políticas macro-económicas que sostienen y sustentan al capitalismo... cosa raro no? será que por la plata baila el mono hasta con la ética académica? la respuesta es contundente la sabemos. Al parecer enfrentamos un monstruo con infinitas estratégias, para el cual tenemos un arsenal finito de conocimiento y de real fuerza política para derrotar.
Saludos,
LCE.