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Unión Europea
La división en dos como condición de una democracia antagonista. Entre dos derechos iguales, decide la fuerza (IV)
La pandemia se ha interpretado como una guerra, también como una amenaza para todos los nacionales o toda la humanidad. La pandemia ha sido el instrumento de una unificación forzada de toda la población en torno al Estado, que a su vez ha cobrado la forma de un mando unificado, sobre todo en el Reino de España. Las disputas públicas entre los partidos y sus periodistas no ponen en tela de juicio el Uno, sino quién ha de ocupar su cabeza. Sin embargo, ni la fuerza de la ley ni la fuerza mayor pueden impedir que el Uno se divida en dos.
La división en dos como condición de una democracia antagonista
La pandemia se ha interpretado como una guerra, también como una amenaza para todos los nacionales o toda la humanidad. La pandemia ha sido el instrumento de una unificación forzada de toda la población en torno al Estado, que a su vez ha cobrado la forma de un mando unificado, sobre todo en el Reino de España. Las disputas públicas entre los partidos y sus periodistas no ponen en tela de juicio el Uno, sino quién ha de ocupar su cabeza. Sin embargo, ni la fuerza de la ley ni la fuerza mayor pueden impedir que el Uno se divida en dos. Comprobamos de nuevo que en la política y en la sociedad no existe el vacío: sólo existe (por poco tiempo, por lo que se llama un kairós) una situación no determinada que se disputan fuerzas compuestas, afines y contrarias, y en la que se imponen aquellas que consiguen decidir y determinar la situación, enunciar un posible nuevo y prefigurar con hechos y palabras su construcción en la lucha, en la que llevan la ventaja de haber definido la situación a su favor donde antes había un vacío político.
Comprobamos de nuevo que en la política y en la sociedad no existe el vacío: sólo existe (por poco tiempo, por lo que se llama un kairós) una situación no determinada que se disputan fuerzas compuestas, afines y contrarias, y en la que se imponen aquellas que consiguen decidir y determinar la situación
El Uno de esta (des)movilización por la vida (una vida que desde el Estado y desde sus patronos y oligarcas se concibe como vida sin atributos, la pura vida biológica, fuerza de trabajo), lleva escindiéndose en dos desde el momento en que los gobiernos, la fuerza de la ley, ordenan e imponen un comportamiento igual para una sociedad desigual, una obligación igual para poblaciones que no tienen los mismos derechos, los mismos recursos, las mismas rentas y salarios, las mismas cuentas bancarias, las mismas propiedades, las mismas condiciones para cuidar y ser cuidados. A nada tienen más miedo que a que el Uno se divida en dos. Por eso es primordial imponer el Uno opresivo y paralizante cuyo contrario es el pánico y la muerte acechante; el Uno militarizado de la retórica de la guerra; el Uno hipócrita de la nación y la patria; el Uno fascista de la inmunidad del rebaño frente a la amenaza extranjera.
A nada tienen más miedo que a que el Uno se divida en dos. Por eso es primordial imponer el Uno opresivo y paralizante cuyo contrario es el pánico y la muerte acechante
Si dejamos de lado el quid de la propaganda golpista de la extrema derecha española, europea y global, que presenta un Uno nacional homogéneo, un cuerpo único inmunitario de la nación, traicionado por oscuros individuos al servicio de una conspiracion globalista, comunista, judeomasónica, musulmana, etc., tenemos que plantearnos el siguiente problema: hace falta construir un dos para que el Uno totalitario del poder de clase y del autoritarismo estatal se resquebraje ante lo múltiple de las fuerzas del trabajo y su capacidad de construir un común democrático, durante y más allá de la crisis pandémica.
El dos es necesario, porque el dos es la condición de la diferencia, el dos contiene lo múltiple en su lado antagonista. El dos, pero sólo en tanto que contrapuesto al Uno, contiene multiplicidades además de antagonismos. En las condiciones en las que nos encontramos, no es suficiente con presentar una multitud de diferencias y de reivindicaciones frente al Uno del mando único de la (des)movilización por la vida. Veamos por qué: en una (des)movilización por la vida como la que sufrimos, las diferencias y las reivindicaciones de sectores afectados son consideradas como información logística, como variables sobre las que intervenir o como anomalías y desórdenes que hay que neutralizar o destruir. En la (des)movilización por la vida, la gobernanza no tiene la flexibilidad que convierte demandas sociales en figuras de mercados expandidos y en empresas del “mercado social”, sino que cobra la forma de una transmisión de información de arriba a abajo que permite modificar los planes de maniobra de un Estado mayor: aprovisionamiento, desplazamiento de recursos, diagnóstico del malestar en las tropas y en la población del territorio.
El dos es necesario, porque el dos es la condición de la diferencia, el dos contiene lo múltiple en su lado antagonista. El dos, pero sólo en tanto que contrapuesto al Uno, contiene multiplicidades además de antagonismos.
Dicho de otra manera: no cabe ilusión alguna de que la forma actual de la protesta social, sectorizada, burocratizada, competitiva por la atención y los recursos, consiga ni siquiera satisfacer las propias demandas. En el tiempo del racionamiento de recursos fiscales escasos (por decisión política de las oligarquías de la clase capitalista europea), sólo se recompensa la obediencia y el silencio, la complicidad y la colaboración con el Estado y los patronos. Sólo formas de contramovilización general convergente pueden interrumpir el funcionamiento del mando único estatal. Sin duda la huelga general es una de ellas, pero sin propósito, sin autoridad (de la que carecen por completo los sindicatos mayoritarios), la huelga general puede ser también un paso atrás y un bloqueo del camino de la necesaria contra movilización en el sentido del dos antagonista de la sociedad subalterna. Autoridad y objetivos convergentes de un interés de clase que se forma en las luchas, que construye la fuerza y la pertenencia de clase en las luchas del dos.
Recordando las experiencias del ciclo pasado, la forma convergente de las mareas es otra figura fundamental, siempre que la entendamos en su sentido primordial, es decir, no como un nombre de las coordinadoras sindicales de toda la vida, sino como el nombre de una institución de lucha y contrapoder gobernada de forma democrática y asamblearia, formada por todos los actores que construyen la relación de cuidado, de enseñanza, de sanidad, etc.
Sin embargo, esto no significa que lo particular, lo singular, se subordine a lo general. Además: ¿quién encarna o representa lo general, los mismos de siempre? Si esta es la conclusión que se saca del planteamiento de la división antagonista en dos del Uno de la (des)movilización general, entonces no se ha entendido nada. No: el dos no es nada sin las diferencias de y entre las clases subalternas, vive de lo particular y de la singularidad, pero siempre que estas respondan a un dinamismo de construcción común, de cooperación en las luchas del dos, y siempre que estas converjan en repertorios de contramovilización general que expresen la fuerza destituyente y el contrapoder compuesto de un dos antagonista. Por eso no cabe contraponer estáticamente las redes de apoyo mutuo en los barrios, por ejemplo, a las mareas y los enjambres convergentes de una huelga por la renta de emancipación o de la huelga de alquileres; o no cabe contraponer estáticamente la urgencia de una revolución fiscal, laboral y ética en la sanidad española con la construcción de la fuerza de choque convergente que derrote a las patronales sanitarias y farmacéuticas y sus políticos y periodistas. ¿Cómo se ordena un proceso semejante, cómo se regula y se deciden los tiempos y las prioridades? ¿Es necesario un comité supremo de la huelga general y de los calendarios de lucha? Estas son preguntas que parecen razonables, pero que están llenas de trampas y sofismas.
No: el dos no es nada sin las diferencias de y entre las clases subalternas, vive de lo particular y de la singularidad, pero siempre que estas respondan a un dinamismo de construcción común, de cooperación en las luchas del dos, y siempre que estas converjan en repertorios de contramovilización general que expresen la fuerza destituyente y el contrapoder compuesto de un dos antagonista.
La figura del dos contrapuesto al Uno sigue interpretándose como homogeneización de lo múltiple, como sacrificio de las diferencias y las asimetrías de las clases subalternas, como asimilación de las minorías por parte de la mayoría. Aquí la dialéctica del dos antagonista exigiría, como un tributo a la victoria en la Historia, la reducción a un uno simétrico de las singularidades que componen el dos. La clase obrera industrial y cisheterosexual, los funcionarios y trabajadores públicos capacitados, las clases medias preparadas y progresistas: unas y otras variantes proponen una figura dominante que sirve de patrón y de métrica de las jerarquías y las asimetrías internas del dos (del uno simétrico al Uno del Estado). Esto no sólo es un error desde el punto de vista de las composiciones de clase, raza y género en Europa, puesto que no existe esa figura central salvo en la forma del privilegio colonial y/o de la pertenencia al bloque orgánico de las clases medias del Estado, sino que es también un error porque no funciona, porque los subalternos no quieren ser gobernados en sus luchas, las luchas sólo funcionan desde el autogobierno y la búsqueda de la simetría cuando la asimetría responde al privilegio colonial, patriarcal y de clase.
La clase obrera industrial y cisheterosexual, los funcionarios y trabajadores públicos capacitados, las clases medias preparadas y progresistas: unas y otras variantes proponen una figura dominante que sirve de patrón y de métrica de las jerarquías y las asimetrías internas del dos (del uno simétrico al Uno del Estado).
En este sentido, podría preguntarse; ¿qué viene antes, el dos o las multiplicidades? No, no es buena pregunta: aquí “dos” y “multiplicidades” son los aspectos, los atributos de un devenir constitutivo. El dos expresa el punto de vista antagonista al Uno de la forma Estado de la (des)movilización por la Vida; las multiplicidades expresan el bullicio y los agonismos en la multitud abigarrada de las clases subalternas.
En este sentido, podría preguntarse; ¿qué viene antes, el dos o las multiplicidades? No, no es buena pregunta: aquí “dos” y “multiplicidades” son los aspectos, los atributos de un devenir constitutivo.
Sin embargo, es necesario encontrar y poner a prueba, aquí y ahora, en los territorios que forman Europa, métodos y objetivos que hagan factible esta emergencia en la situación actual, en medio de la incertidumbre ecosistémica, a pesar del terror que las elites opondrán a todo intento de dar un giro emancipatorio a la situación, siendo capaces de contrarrestar la particularización del miedo y la inseguridad, en la que cunden las soluciones racistas y se legitiman los proyectos de régimen de apartheid en Europa, en tanto que reajuste neocolonial y fascista en la crisis terminal del proyecto neoliberal europeo.
*Puedes descargarte el texto completo de “Entre dos derechos iguales, decide la fuerza” aquí.