Pueblos
Se desnudó el nacionalismo español. Más ventajas para construir autonomía
El valiente gesto de unión y resistencia que está realizando estos días el pueblo catalán nos ha emocionado a muchos, nos ha recordado lo que es la política viva y la fuerza que realmente desprenden los corazones. Hemos visto que, frente al status quo que representan las democracias actuales guiadas por la retórica del cambiar todo para que nada cambie, se puede y se debe hacer unión, diseñar estrategia, ocupar el espacio, las instituciones y definir nuevos marcos para la política.
La batalla la protagoniza el pueblo de forma directa en oposición a unos lastres políticos que se vienen desarrollando durante siglos y que responden al modelo colonizador e imperialista que ha sido el motor de la acumulación de las riquezas modernas en pocas manos. Hemos visto una estrategia victoriosa con la que los pueblo dignos se sienten que representados. En la calle están los nietos a los que amenazan con no ser independientes, y los abuelos, a los que tantos años han amenazado. Se ha dado un golpe sobre la mesa a quienes tenían esa imagen antipática de catalanismo burgués, rácano y cobarde.
Frente a esa lucha sentida y valiente, en otros puntos del Estado hemos visto como se llenaban las calles de banderitas del reino de España, en un también sentido gesto de defensa de la unidad del país. En los gobernantes y en los pueblos asociados a esa bandera hemos visto expresiones de ánimo a quienes mediante el abuso de autoridad ejercen la violencia y obligan a quedarse bajo la tutela del Estado Español a quienes claman por el derecho a la autodeterminación. A diferencia de la acción directa de quienes estaban en la calle, el gesto españolista ha delegado la política y el poder en gobernantes, jueces y policías. A este expresión violenta hay darle máximo valor de análisis, se ha desnudado el nacionalismo español del siglo XXI.
La idea de España ya no es una imagen neutra, ya no está marcada por una manera de estar en el mundo en la que lo normal es ser moderado y hacer cosas moderadas, en la que lo normal es no destacar políticamente, no opinar demasiado radical, realizar actos normalizados como puede ser comprar una casa por un precio desproporcionado, pagar el billete de metro o tragarse los anuncios de la televisión sin pensar más de la cuenta, a la idea de España se le ha caído la ropa. Hay algo más que la imagen que crean deportistas y empresas de turismo. Hay una tradición carente de inocencia. Las banderitas ya no son para animar a la selección. En una vorágine de violencia se han visto unos orígenes imperiales frente al derecho a la autodeterminación, para gran pesar de quienes gustan de la política y la dignidad de los pueblos sintiéndose españoles.
Se vaciaron los pueblos, los barrios también se están vaciando, las únicas salidas de convivencia que se plantean parten del turismo y la mercantilización de la sociedad. Las razones para prohibir el referéndum están basadas en la fuerza y el inmovilismo de las instituciones, se abolen las posibilidades políticas transformadoras, España no tiene eso, se incapacita a los sujetos colectivos para decidir con autonomía. Tantas apelaciones a lo abstracto, a la Constitución, a la Unión Europea, a los jueces, crean la justificación autoritaria de quien está en posesión de la hegemonía, mientras la política se vuelve algo esquizofrénico que parece que nadie entiende cuando se normaliza la imagen de sometimiento a la corrupción y a la reducción de los espacios de libertad.
Si hablamos de recuperar la cordura dentro de un proceso histórico, las acciones de estos días vuelven a abrir esperanzas, vuelven a dar la razón matemática al pueblo, aquella que la narrativa oficial borró. Me decía una amiga de doce años que le gusta la historia pero que no entiende por qué hay que aprender tantos nombres de reyes cuando han pasado tantas cosas interesantes, la historia es mucho más que una lista de reyes decía, entonces reflexionamos con pena sobre unos programas de educación invitan cada día más a no admirar el pasado de los pueblos que siglos tras siglos han luchado por su territorio, y sobre la belleza, la creatividad y la irreverencia del conocimiento histórico cuando este es tratado con amor.
La Monarquía Hispánica nunca ha querido ni respetado a la gente que vive en sus territorios, siempre ha cultivado resistencias y ha regado con represión dentro y fuera de la Península, eso forma parte de sus genes. Cada día, desde hace siglos, se ha pretendido sembrar una cultura más simple que combata la pluralidad desde perspectivas capitalistas, racistas y patriarcales de control territorial. Donde hay otras formas de conocimiento, otros marcos de organizar la política sobre el terreno, ahí se envían fuerzas represivas. Estamos en los territorios donde surge el Estado Moderno durante la mal llamada reconquista de Al Ándalus el lugar donde se impuso el centro del imperio de la cristiandad colonial y donde se consolidó el fascismo después de tres años de Guerra Civil.
El lastre de tener culturas extranjeras sometidas dentro del propio territorio nacional provoca bien cierto complejo con la identidad españolista, bien ciertos aires aristocráticos en las personas, por muy pobre económica, social, cultural o moralmente que se sean. El nacionalismo que desprecia al campesino desprecia a quien da calor y cuidado a su tierra. Con estos aires se pierden, por minusvaloración, el trabajo con las manos, se valora más la apariencia que el contenido e interesa más que el otro esté mal a que nosotros estemos bien. Es la cultura de Sálvame, o la imagen de Torrente que como decía un viejo amigo, probablemente no sea tanta parodia de lo que es el españolismo de banderita. Es la cultura que mandó al exilio a los intelectuales durante el golpe de estado. Pero la pregunta clave que nos hacemos quienes no estamos en Cataluña, quienes vemos las banderitas españolas en nuestros pueblos y ciudades, es cómo podemos conseguir algo parecido, fuerte y unido frente a la propuesta españolista.
Resaltar la efectividad estratégica de pensar a medio plazo, que nos ayuda a trabajar viendo resultados materiales que no se pierden en la instantaneidad ahistórica que propone el capitalismo a la vez que nos invita a actuar sin perdernos en los sueños del futuro gran recorrido. Pocos entendíamos como la Candidatura de Unidad Popular podía situar en el poder a un partido invadido por la corrupción y por las políticas de austeridad, ahora vemos a la gente que está en la calle poniendo en jaque el centralismo representado por partidos españolistas y la corona, no menos corruptos.
Resaltar la capacidad colectiva de ir a por todas con las ideas propias que han tenido los diferentes grupos del pueblo catalán es sus apuestas por la autoorganización y la autogestión de las dinámicas políticas en un contexto de crispación por la crisis política que se respira desde hace años en el estado español. Se ha recuperado y normalizado de cara al exterior un elemento bastante criminalizado dentro de la sociedad española, como es el derecho a la autodeterminación. En este factor es importante destacar que la valentía demostrada por los protagonistas del proceso de independencia catalán ha logrado ganarse a muchos habitantes de otros pueblos más allá de Cataluña. Se abre un mundo de posibilidades a nivel reflexivo en el campo de la cultura política práctica.
El enfrentamiento legítimo desde la calle con el discurso basado en las leyes, con las órdenes de los jueces, con la Constitución se agudiza y se normaliza cada vez más. Se ha recordado en muchas reflexiones que los derechos que ahora vemos tan normales como la jornada de 8 horas o el voto femenino también se consiguieron desde la desobediencia civil. Poco a poco hay más sectores sociales que despiertan de los sueños apolíticos que propone la cultura neoliberal.
Cada vez somos más los jóvenes que apostamos por abrir caminos nuevos desde la autonomía, los que observamos que al poner en la balanza práctica las ventajas de vivir siguiendo las normas, los estándares culturales a nivel laboral o educativo, frente a las ventajas de abrir el mundo que llevamos en nuestros corazones, vemos que gana la segunda. Apelamos al derecho a la autodeterminación como nación pero apelamos también al trabajo desde los pueblos y barrios, a las uniones de liberación del espacio, a la ocupación rural y urbana, a la integración en redes de apoyo mutuo, a las acciones dignas que se dan en todos los rincones de cada territorio, a lo que hacían nuestras abuelas.
Queda recordar con una bella y famosa cita de Ítalo Calvino en su libro Las ciudades Invisibles: “El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y darle espacio”.
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