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Marruecos
Inversión pasajera del imaginario migratorio en Marruecos en tiempos de covid-19
Las políticas de confinamiento geográfico que pesan habitualmente sobre los africanos se han desplegado de forma inédita sobre los occidentales en los países del sur. Para los migrantes “irregulares” en Marruecos las políticas del covid-19 suponen la suspensión de la movilidad forzada hacia el sur, y la imposibilidad de retomar la movilidad deseada hacia el norte.
A finales de marzo, asiáticos y occidentales eran increpados en las calles de Rabat. Eran llamados “corona” en los espacios públicos. Estas escenas se han repetido en numerosas ciudades africanas como en varios puntos del globo. Hace poco en esas mismas calles de Rabat, eran los migrantes negros quienes, entre los insultos y las violencias a las que están habitualmente sometidos, eran apodados “ébola” o “sida”.
En un país como Marruecos, que acoge tanto migrantes deseosos de llegar a Europa, como turistas occidentales y asiáticos, esta evolución es el síntoma de una inversión pasajera del imaginario migratorio.
¿Un acercamiento experiencial del turista con el migrante?
No son migrantes miserables los que se temen, sino turistas más o menos adinerados. Son agredidos verbalmente, a veces físicamente. Dejan por un tiempo de ser percibidos como fuente de ingresos, para ser considerados como fuente de contaminación.
Son los países del sur los primeros en cerrar fronteras con los del norte. Las políticas de confinamiento geográfico que pesan habitualmente sobre los africanos se han desplegado de forma inédita sobre los occidentales. El cierre del acceso a territorios que les son habitualmente accesibles se ha acompañado de dispositivos de expulsión de turistas, tal y como se ha visto en Tunez o Mauritania. La suspensión repentina del derecho a la movilidad de la que gozan los europeos se traduce en una degradación pasajera de su estatus.
La cancelación de vuelos y las restricciones fronterizas han sumido a miles de personas en la incertidumbre. Innumerables turistas deseosos de volver a Europa se han visto atrapados en espacios hostiles y poco familiares. Retenidos en un aeropuerto, en una habitación de hotel o en un parking, se han adentrado en una temporalidad incierta. Estas situaciones de liminalidad recuerdan, a una escala diferente, a la de algunos migrantes que transitan hacia el norte: deambulando entre la salida y la llegada, también han perdido el control del tiempo y de su itinerario.
En las redes sociales como en la prensa, los servicios consulares europeos han sido denunciados por falta de respuestas claras y de dispositivos de repatriación señalizados para sus ciudadanos. “No sabemos”, “paciencia”, “quizás un vuelo la semana que viene”, o la siguiente… Apresados por el miedo y la incertidumbre, han multiplicado las llamadas de auxilio, ampliamente retransmitidas por los medios de comunicación.
La gestión marroquí de la crisis desafía por el momento las previsiones apocalípticas proyectadas sobre el continente africano
Frente a las discontinuidades de los soportes institucionales, han desarrollado, como tantos otros migrantes, estrategias sustentadas en el bricolaje. La movilización de las redes informales se han materializado en grupos de discusión virtual a través de los cuales se han intercambiado informaciones vagas sobre la posibilidad de un ferry, de un vuelo en los días venideros o de la posibilidad de alcanzar Ceuta o Melilla por vía terrestre.
El imaginario migratorio binario que opone los expatriados y los turistas de un lado, y los refugiados y migrantes clandestinos del otro, parecía por un tiempo suspendido. Estos fenómenos sugieren un acercamiento experiencial de estas categorías habitualmente opuestas y ponen de manifiesto una permeabilidad insospechada entre ambas.
Frente a las políticas de restricción de la movilidad, las llamadas de auxilio son sin embargo el síntoma de la distancia insalvable entre los que tienen derechos y los que no. Si se revindica el derecho a la movilidad y a la protección institucional es porque se percibe como un patrimonio identitario indiscutible. Este sentimiento es inexistente para aquellos que experimentan la clandestinidad.
Los dispositivos de repatriación que se han puesto en marcha en todas partes para los europeos, aunque titubeantes, confirman el valor diferencial de la existencia de unos y otros. Cuando los intereses económicos vuelvan a anteponerse a los que se expresan en términos sanitarios, se rehabilitará la movilidad de unos y se seguirá impidiendo la de otros.
¿La esperanza al sur del Mediterráneo?
Numerosos ciudadanos africanos que residen habitualmente en Europa decidieron repatriarse cuando se declararon los estados de alerta en los países europeos. Ciudadanos marroquíes en situación “irregular” en España alcanzaron las costas marroquís en pateras, mientras otros, incluso, lo hacían a nado.
Una vez sobre el territorio, trataron de huir de las autoridades que pretendían detenerlos. La entrada “clandestina” en su propio país, da cuenta de un juego de espejos complejos, en el que ya no se reconocen del todo los suyos. La migración de la salvación del norte hacia el sur opera como una subversión carnavalesca del orden establecido.
La propia figura del emigrante, modelo de éxito que los jóvenes aspirantes a la migración tratan de imitar, ha despertado todas las sospechas. Estas identidades culturales ambiguas, que dejan un poco del otro de cada lado, han sido señaladas como caballo de Troya.
El espacio público, la calle, en el centro de sus estrategias de subsistencia (la venta ambulante, la mendicidad) se ha vuelto un espacio restringido, y a menudo prohibido
En Ceuta o Melilla, Marruecos ha abierto sus fronteras a los ciudadanos europeos que deseaban abandonar el territorio y las cierra a los marroquíes que quieren regresar. Numerosos ciudadanos del reino que por motivos profesionales se desplazan a diario a las dos ciudades españolas se han quedado colgados en situaciones que se asemejan a la clandestinidad. Otros, turistas, estudiantes o hombres de negocios atrapados en diferentes puntos del globo, ven como su situación se degrada a medida que agotan sus recursos económicos.
La idea poco familiar de una Europa en la que reina el caos sanitario, y la del continente africano como un espacio aún seguro se ha insinuado durante algunos días. Ha inspirado perspectivas distópicas (así como noticias falsas) en las que ciudadanos europeos huyen de la epidemia, tratando de alcanzar clandestinamente el territorio africano. En este El Dorado aún poco contaminado, es la alteridad occidental la que de pronto ha sido percibida como un agente patógeno.
¿La crisis sanitaria como oportunidad política?
En estos relatos, es la presentación de Europa como eslabón débil la que sorprende, así como la posibilidad de que sus alteridades bárbaras permanezcan a salvo. La prensa española y francesa ha alabado la gestión marroquí mientras denunciaba la de sus propios gobiernos. Las competencias y las incompetencias nacionales en materia de gestión de crisis han sido sujetas a una redistribución inesperada.
Si las fuerzas presumidas se han traducido en una falta notoria de anticipación de los países occidentales, la debilidad asumida ha motivado la urgencia con la cual numerosos gobiernos africanos se han sentido amenazados en cuanto Europa estaba afectada. Mientras España declaraba el estado de urgencia con casi 5.000 personas declaradas positivas, Marruecos lo hacía con cerca de 70 casos contabilizados en su territorio. Después de la suspensión de vuelos aéreos, las medidas de confinamiento eran tomadas en el reino alauí tres veces más rápido que Italia o Francia.
Para algunos, la gestión marroquí se sitúa “en la vanguardia mundial”. Para otros, su posibilidad de lograr el autoabastecimiento en cuanto a la fabricación de máscaras es envidiable. El reino también ha puesto en marcha u sistema de indemnización para las personas cuyos medios de subsistencia han sido afectados por el confinamiento. Esta aceleración de la institucionalización de los dispositivos de protección social es inédita en una sociedad en la que la solidaridad se apoya en gran medida sobre estructuras sociales informales.
Para una parte importante de la población, las actuaciones del Estado marroquí son a menudo asociadas al clientelismo, a la corrupción y a la injerencia extranjera. Este sentimiento, que se construye en oposición a la representación de un modelo gestor occidental eficaz, acompaña y favorece la movilidad migratoria hacia el norte. Hoy sin embargo, el estado marroquí goza del plebiscito de una parte importante de la población. Un sentimiento de orgullo nacional, poco habitual fuera de los eventos deportivos, ha prosperado en el país.
Mientras la gestión de la crisis amenaza con dejar víctimas y secuelas políticas en Europa, el poder establecido en Marruecos ha logrado hasta el momento transformar su gestión en capital político. La crisis sanitaria ha constituido una oportunidad para reforzar la legitimidad de la monarquía, centralizar el poder en torno al palacio real a expensas del parlamento, e intensificar la vigilancia digital, lo que algunos ya denuncian como una vulneración más de la libertad de expresión. En todo caso, la gestión marroquí desafía por el momento las previsiones apocalípticas proyectadas sobre el continente africano.
El confinamiento de la esperanza
Para los migrantes “irregulares” en Marruecos, las políticas del covid-19 suponen la suspensión de la movilidad forzada hacia el sur, y la imposibilidad de retomar la movilidad deseada hacia el norte.
La gestión geográfica habitual de sus cuerpos se organiza en torno a la deportación hacia otras ciudades para alejarlos de las zonas fronterizas con España y la expulsión hacia los países de origen. Estas estrategias se han vuelto incompatibles con el cierre de fronteras y la restricción de la circulación. Estas mismas circunstancias confinan de momento sus esperanzas de alcanzar Europa.
Están quizás más que nunca inmersos en un espacio liminar, en el cual la precariedad es acentuada por la contracción de sus medios de subsistencia. El espacio público, la calle, en el centro de sus estrategias de subsistencia (la venta ambulante, la mendicidad) se ha vuelto un espacio restringido, y a menudo prohibido.
Para los migrantes “irregulares” en Marruecos, las políticas del covid-19 suponen la suspensión de la movilidad forzada hacia el sur, y la imposibilidad de retomar la movilidad deseada hacia el norte
El confinamiento destinado a proteger una parte de la población los hace más frágiles. Si la necesidad de alcanzar Europa resulta aún más vital, las posibilidades de lograrlo parecen más comprometidas (excepto para aquellos que la crisis ha sorprendido en las proximidades de la frontera con España).
Frente a la urgencia del cotidiano, el covid-19 permanece a sus ojos, un riesgo menor y difuso. Podrían, sin embargo, estar más expuestos que otros, a la luz del hacinamiento de sus viviendas, el acceso a menudo problemático al agua, de condiciones de vida que hacen imposible el distanciamiento social, y de la necesidad de salir a diario para alimentarse.
Queda por saber si en breve en las calles de Rabat, como ya en China, el término “corona” incorporará el arsenal de insultos dirigidos a los africanos del sur del Sahara, como una nueva forma de estigmatizar la identidad, y de confinar la esperanza.
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Sólo ordenaron cerrar las fronteras, nada tienen estructurado, no hay orden, no hay sanidad, en España los emigrantes ilegales son acogidos en centros de acogida, alimentados y curados cuando se enferman. en estos países no hay centros de acogida y si los hay, en muy malas condiciones, no los hay para los propios ciudadanos, respecto al turista, el país no esta preparado para el turista por muchos motivos, entre estos las libertades, la forma de pensar y otros, lo visitan turista de élite, son una minoría bien protegida y alojada en residencias y hoteles de mucho prestigio, no frecuentan el Marruecos profundo, las calles, lo exótico, no existe.
Reportaje maniqueo a más poder. Marruecos: empoderamiento, Europa : blancos, malos, reciben su castigo.
Más bien habria que apuntar la poca fiabilidad de las cifras marroquíes, las detenciones por saltarse las restricciones superan ya el cuarto de millón, y que casualidad que se han olvidado que Marruecos es el único pais del mundo que no deja volver a los sus súbditos.
Mientras que los paises donde se han quedado atrapados tienen que mantener a esas personas.
Un ejemplo; en Ceuta hay más de 200, entre menores y adultos( muchos de ellos que temen volver a Marruecos por que se les busca por atecedente) que son mantenido con el dinero de esa malvada Europa.
Son transfronterizos, no maleantes, trabajadores que cruzaban la frontera y volvían a sus hogares, quedaron atrapados cuando cerraron la frontera, los MENAS son chicos de la calle, se criaron en la calle, están protegidos con presupuestos europeos, y es Europa quien les protege mientras son menores.
De transfronterizos poco. A esos los separaron del grueso del grupo. Porque los maleantes, que son la mayoria, destrozando las instalaciones estaban agrediendo a los pocos transfronterizos; e incluso algunos agredieron a algún voluntario.
A estos q no atienden a la paz, sino a la violencia, el incivismo o la delincuencia, no deben de darle oportunidad, solo a los q piden empleo y sean pacificos. Aqui los activistas podian ser mas cautos y menos ingenuos. Q el ser humano no es noble en si, y de nobles intenciones. Una vida vale, pero los derechos se ganan con tus actos. sea quien sea. Me da iguala si es un rico de una multinacional, uno de clase alta, media, obrera o pobre.
Dejar a la gente en la calle sin empleo ni domicilio, solo traeran conflictos, asi q la libre circulacion no es factible, ni tampoco el cerrar los centros de acogida.
Y luego a los 18 en la calle. Alguien podria decirme el pq al avoger a niños y adolesctentes, no se les dan limites, valores, formacion, asistencia psicologica (para el q lo requiera, por la carga de sufrimiento q pueda llevar), en vez de pan y cama temporal y ya...
La solidaridad de este pais esde risa.
Para ayudar a la gente hay q darles herramientas, no llensrles la tripa por untiempo y luego buscate la vida.
A los proximos refugiados q vengan, como se les van ayudar? La mayoria de estas gentes llegan sin nada, como se mantendran una vez salidos del centro.
Pq las cifras de paro y ahora con el covid, aun aumentaran mucho mas,. La precariedad y temporalidad laboral, los despidesdos indiscriminados, son el pan de cada dia.
Cuantas personas estan por toda España pidiendo COMIDA, pq no tienen nad. Y el gobierno y las comunidades autonomas, no hacen nada, al final como siempre son la gente de apie la q arrima el hombro.
Mucho hablar de q no se deja a nadie atras, pero las colas del hambre siguen aumentando y espera a q empiecen a despedir, en los proximos meses.
El trabajo sumergido y la precariedad laboral, pioneros en ESPAÑA, son una verguenza.
Cuantas personas se van a quedar sin empleo, sin recursos, millones.
El Estado como va afrontar esto y la llegadas de mas personas pobres?
Si no se genera empleo estable y se favilita su acceso, si la poblacion crece y se empobrece, la vida sucumbe a la miseria, a la deseperacion y a la violencia.
Si no se condenan a las multinacionales, bancos y gobernantes de origen, su problema seguira, no terminara.
Si aqui no hacen inspecciones masivas al mes a los empleadores, y crean estabilidad laboral, nada cambiara. Todo ira a peor.
Mi pais me da verguenza.
La humanidad en si me asquea