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Cómic
Alex Graham publica el cómic ‘Dog biscuits’, una tragicomedia sexual durante un verano de pandemia
Gussy, Rosie e Hissy son el triángulo protagonista de Dog biscuits (galletitas perrunas), un cómic firmado por Alex Graham que cuenta la tragicomedia sexual de una pandemia de verano en la que se ven envueltos los tres personajes. Pero podrían ser Guillermo, Rosa y Héctor: pese a la apariencia local de la historia, que transcurre en la ciudad de Seattle en el noroeste de Estados Unidos, esta novela gráfica retrata cuestiones sencillas pero profundas que suceden en cualquier parte del mundo.
Durante el confinamiento para frenar la expansión del covid-19, Gussy —propietario de un pequeño negocio de galletas para perros— y su empleada Rosie —25 años menor que él— viven un romance agitado por las dudas, la inestabilidad del negocio y del futuro, la incomunicación, las drogas, y también por Hissy —compañero de piso de Rosie e hijo de Jennifer Love-Hewitt—, con quien Rosie disfruta de sexo apasionado pero con fecha de caducidad. De fondo, la violencia policial, las medidas restrictivas impuestas y la incertidumbre de unos meses que resultaron agotadores.
“La ansiedad es la base de la historia —explica Graham, nacida en Denver en 1987—, es el motivo por el que lo hice: para darle a la gente la posibilidad de salir de su ansiedad pandémica, mostrarles que no estaban solos. Y también para exorcizar mi propia ansiedad. Todos vivíamos la misma incertidumbre y por eso quería contar la historia de una forma divertida, para poder salir de ello. Creo que para eso es para lo que sirve el humor, para utilizar los sentimientos de tristeza y convertirlos en algo que sea digerible”.
Dog biscuits (galletitas perrunas) ha ganado el premio Puchi Award 2021 en su quinta edición, galardón concedido por el centro cultural La Casa Encendida y la editorial Fulgencio Pimentel, coeditores del álbum, un volumen de 400 páginas, cada una con seis viñetas, que Graham fue publicando inicialmente en su cuenta de Instagram, a veces hasta tres páginas por día. La respuesta obtenida le dio pie a pensar que ahí podría existir una historia, más allá de las improvisaciones, y por eso la reformuló, convirtió en cómic y la cerró con un final.
En ese proceso tuvo mucha importancia la interacción con sus seguidores en redes sociales, que de alguna manera participaron en el desarrollo de la novela gráfica, según reconoce la autora: “La historia se vio afectada por los comentarios de la gente, aunque en un primer momento yo no quería. Lo que hacía era lo opuesto a lo que la gente esperaba de la historia, quise provocar al público, enfadarle. Se enfadaban mucho con los errores que pudieran cometer los personajes, había gente que les amenazaba de muerte. Me divertí mucho con esas reacciones, también me piqué y me volví protectora de mis personajes y un poco vengativa”.
Graham señala que muchas de las influencias en su estilo a la hora de ilustrar vienen de los años 90, de lecturas y de ver los dibujos animados del canal Nickelodeon. Pero también menciona el nombre de un pope del cómic subterráneo estadounidense: “Mi influencia inicial fue Robert Crumb. Mi padre me enseñó cuando era adolescente un documental de él y empecé a leer sus cómics, su revista Weirdo, es lo que hizo que quisiera dedicarme al cómic”.
Gussy, Rosie e Hissy son bien diferentes pero comparten algunos rasgos, no solo el hecho de ser animales antropomorfos, ese recurso habitual en el cómic. Uno de ellos es que a los tres les cuesta pedir ayuda. “Es cierto —confirma Graham—. Esos tres personajes son, en realidad, aspectos de mí misma. No me gusta decir que este libro es autobiográfico, no lo describiría como tal, pero cualquier historia de ficción tiene elementos autobiográficos. Es algo de mí misma, me cuesta muchísimo pedir ayuda y creo que eso viene de mi infancia porque entonces me dejaron claro que no se podía pedir ayuda”.
Graham también destaca otro aspecto común a sus tres protagonistas. Aunque en muchos lugares aparecieron el altruismo y la empatía ante la catástrofe de la pandemia, lo que refleja Dog biscuits (galletitas perrunas) es una realidad que se sufrió de puertas para adentro. “Son personajes muy solitarios y eso lo acentuó la pandemia. Hissy, por ejemplo, tiene muchos amigos pero con la pandemia, de alguna manera, nos giramos hacia adentro y nos sentíamos solos. En parte, porque se nos pidió que evitasemos las interacciones sociales y nos quedáramos en casa. Se enfrentan a ello de forma diferente pero están en la misma situación, muy solos. Como lo estábamos todos”, resume la creadora.
Con esos antecedentes, y sin voluntad de destripar la historia, se puede intuir que esta novela gráfica no concluye de manera agradable. Graham explica los motivos para que sea así: “El final feliz no es una parte de mi manera de contar historias, si mi narrativa me lleva a ello naturalmente no hay problema, pero no suele pasar. Mi filosofía es intentar reflejar la vida real, y la vida real es absurda. A veces hay finales felices, pero la mayoría no son así. La literatura que me atrae cuenta historias más reales, que no tienen por qué tener un final feliz. Hollywood siente la necesidad de terminar las historias con un final feliz, pero creo que eso es una decisión comercial”.
Antes del covid-19, Alex Graham, cuya primera novela gráfica extensa, Angloid, fue publicada en 2017, trabajaba como camarera a jornada completa. Con la pandemia el restaurante cerró, pero recibió una ayuda del Gobierno mediante un acuerdo que obligaba a que todos los trabajadores permanecieran cuarenta horas a la semana en el local, aunque no hubiera ninguna actividad en él. En uno de los muchos ratos muertos pasados allí empezó a dibujar unas viñetas que terminarían siendo Dog biscuits (galletitas perrunas). La versión digital y censurada —en la edición en español se publica íntegra, con todas las páginas— resultó ganadora del Cartoonist Studio Prize en la categoría de webcómic del año.
Se habla del primer cómic pandémico para referirse a Dog biscuits (galletitas perrunas), pero ella sitúa en esa categoría Zona crítica de Simon Hanselmann, quien de hecho compartió en sus redes sociales algunas de las publicaciones iniciales de Graham, haciendo que la bola rodara más deprisa. “Simon empezó a trabajar en el suyo cinco meses antes y lo publicó un mes antes que yo. Si he de ser honesta, el primero es el suyo. Pero es verdad que los dos lo hicimos en tiempo real, simultáneamente, mientras las cosas sucedían”, concede la autora, quien también reconoce que escribir esta historia la ayudó “inmensamente” durante los primeros meses de pandemia y, aunque no cree que su intención fuera contar una historia universal, la respuesta que le llega le está haciendo cambiar de opinión y pensar que quizá ha tocado teclas que suenan parecidas en muchas latitudes.