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Existen pocas esperanzas de que algún proyecto político –digamos, emancipador o de ruptura– cabalgue la coyuntura económica vasca, crecientemente degradada desde 2008. La novedad estriba en que, tras 44 años de gobiernos del PNV, de los cuales 19 han sido en coalición con el PSE, y con la excepción del interregno fraudulento, EH Bildu (EHB) ha logrado acercarse en votos a su rival histórico. Tras abandonar la violencia política, la izquierda abertzale ha virado desde un discurso populista similar al que hizo medrar a Podemos hacia un proyecto institucional que no esconde su voluntad de integración en el estado de las cosas, aunque con una mirada más progresista. De esta forma, sienta las bases para consensos nacionalistas que articulen un hipótetico futuro proceso soberanista vasco, al menos cuando las condiciones políticas en España lo permitan.
Gobierno vasco
Gobierno Vasco Un trámite de investidura para Pradales
Mientras tanto, tenemos política neoliberal para rato, lo que ahondará en la privatización de los servicios públicos, el deterioro de Osakidetza. También una Ertzaintza desatada, una fiscalidad regresiva, así como un sistema educativo y lingüístico segregador. En el contexto de declive de hegemonía del PNV, por tanto, EHB y su nuevo portavoz Peio Otxandiano, lejos de fijar el rumbo hacia un futuro gobierno de izquierdas, tienden su mano a los jeltzales y hablan en público de “una nueva política de colaboración” que consistiría en un pacto estratégico entre las dos formaciones abertzales, “los acuerdos de país” de los que tanto se discute ultimamente. Acuerdos que ya operan en la universidad pública, en Mondragon Corporation, en la radiotelevisión pública, en la política educativa o en el uso del euskera para copar todos los niveles de acceso a la administración.
“Los acuerdos entre PNV y EHB ya operan en la universidad pública, en Mondragon Corporation, en EITB, en la política educativa o en el uso del euskera para copar todos los niveles de acceso a la administración”.
Más allá de la puesta en escena de un cambio hipotético (el pacto entre PNV y PSE se antoja sólido), el giro electoralista de la coalición abertzale genera incomodidad y desorientación entre sus bases sociales y militantes, movilizadas en los últimos años contra las políticas regresivas de Lakua. Contraponer a un tecnócrata contra otro, o un abertzale con bagaje cooperativista contra un jeltzale con herencia corrupta puede ser tácticamente inteligente, pero difícilmente servirá para luchar contra el Estado opresor y, no digamos ya, para construir una alternativa al capitalismo global en un momento en que este culmina su giro militarista.
Hoy integrada en los bloques legislativos que sostienen al Gobierno en España y a la socialista María Chivite en Navarra, EHB ha pretendido recorrer el mismo camino en el Parlamento Vasco durante la XIII legislatura. Amortizada la vía social tras la implosión de Podemos y Sumar, el cambio de estrategia recupera por fin la esencia nacionalista del proyecto histórico que enarbola la izquierda abertzale.
Mientras, el ruido de fondo nos devuelve los ecos de un sector industrial menguante, se extiende la precariedad y las políticas públicas no dejan de ser una huída hacía adelante que no para de alimentar al monstruo turístico. El habitus neoliberal vasco está en crisis, sin duda, pero ¿acaso el capitalismo vasco no está siempre en crisis o, directamente, en guerra contra las clases subalternas vascas? La solución, como bien saben quienes leen Hordago, no está en las instituciones burguesas y mucho menos en la creación de una Gran Coalición que en una década pueda culminar finalmente la renovación socialdemócrata de una institucionalidad, como la vasca, que es corrupta y se encuentra anquilosada.Política
Entente abertzale Los acuerdos entre PNV y EH Bildu: universidad, radiotelevisión pública y perfiles lingüísticos
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Sería conveniente que no se dejara a las lectoras la interpretación de lo que se quiere decir en un titular. Así, por ejemplo, cuando se dice que "la izquierda abertzale ha virado desde un proyecto populista similar al que hizo medrar a Podemos hacia un proyecto institucional..." habría que aclarar qué entiende la editorialista por populismo, sobre todo, para no caer en el uso y abuso de términos que en absoluto tienen un único significado. También se debería aclarar qué entiende por medrar y por qué Podemos "medró". Y, por último, que no significa que el editorial entero no merezca una buena revisión, se deberían explicar un par de conceptos que me han dejado estupefacto: el de "vía social" y el de "clases subalternas". Que Podemos y Sumar representen algo así como la "vía social", según el editorial, equivale a no decir nada, y hablar de "clases subalternas" sin explicar cuál es su significado gramsciano, lo mismo. Una pena, porque el editorial contiene muchos elementos que responden a la realidad y que definen con acierto el mapa político actual y hacia dónde pretenden dirigirlo quienes representan el mundo nacionalista.