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El politólogo uruguayo-israelí Alberto Spektorowski (Montevideo, 1952) ha conocido numerosos procesos de paz, participando entre otros, como asesor, durante los acuerdos de Camp David. En 2011 se incorporó al Grupo Internacional de Contacto (GIC) liderado por Brian Currin con el fin de “agilizar” la normalización política en el Euskal Herria. Ahora, diez años más tarde, reflexiona sobre el camino recorrido en el fin de ETA y la resolución del conflicto vasco.
¿Cómo llegaste a trabajar en el proceso de disolución de ETA?
Había trabajado seis meses en la Universidad del País Vasco y tenía relación con mucha gente implicada. De todos los participantes del grupo era el que más de cerca conocía la situación de Euskadi. Mientras otros eran expertos en política penitenciaria o derechos humanos, yo era el que podía estar más metido en el asunto. Se pusieron en contacto conmigo y acepté.
¿En qué consistía vuestra tarea?
Al principio intentamos ver si podíamos tratar con el Gobierno español. Les intentamos convencer de que era el intento definitivo: si esta vez ETA rompía el acuerdo, quedaría completamente desacreditada. Intentamos buscar por todos lados al Gobierno de España, les aseguramos que solo estábamos dispuestos a entrar en el proceso porque teníamos la completa seguridad de que estábamos ante el final de ETA. Pero tampoco fue posible. No funcionó ni con el Partido Socialista en el poder. Sin embargo, aunque el PSOE viera el proceso con mala cara, dejó hacer. No se metieron ni ayudaron, pero tampoco molestaron. Después, con la llegada del PP al gobierno, cambió todo.
¿Y el papel de los gobiernos vasco y francés?
El Gobierno Vasco colaboró. Especialmente Iñigo Urkullu fue muy colaborativo. El PNV compite con la izquierda abertzale y era un logro llevarse el mérito de la desarticulación de ETA. En cuanto al gobierno francés, desde el punto de vista teórico es maravilloso: no podíamos tratar cuestiones que tuvieran que ver con Euskal Herria o la autodeterminación, pero sí estaban abiertos a hablar de derechos humanos.
“Había que buscar una forma de “pedir perdón por los daños causados” sin mencionar que se arrepintieran”
A diferencia del Gobierno español, en Francia había con quién hablar sobre el fin de la violencia, el acercamiento de presos o el achicarles las condenas a cambio de la paz. Tampoco digo que lo dejaran en bandeja, pero se podía hablar. En cuanto a la cuestión territorial, toda la república era una y no existía el País Vasco ni su autonomía, eso que lo arreglaran los españoles.
¿Cómo eran los diálogos con ETA?
ETA quería negociación, un “yo te doy y tú me das”. Esa demanda iba dirigida al Gobierno español, pero ni socialistas ni populares estaban dispuestos. El PSOE estaba más abierto a hablar con gente de la izquierda abertzale, pero no con ETA. No hay que olvidar que es un partido muy golpeado por el terrorismo. Creía que le había dado a ETA todo lo que había pedido antes de Barajas y se sentía traicionado. Creo que, con el cambio de gobierno, ETA se dio cuenta de que era completamente imposible cualquier negociación. Es ahí donde empieza a trabajarse la vía unilateral.
Y es en el marco de la unilateralidad cuando ocurre la entrega de armas.
La unilateralidad es un concepto que habría que empezar a investigar. Empezó con el Foro Social, cuando en un bar de Baiona empezamos a barajar ideas y se nos ocurrió la posibilidad de la entrega unilateral. A mí se me ocurrió que se las podríamos entregar al Gobierno Vasco, haciendo partícipe a ETA y su base social, a la comunidad internacional y al mismo gobierno. La involucración del Gobierno Vasco era un acto ilegal, pero para obtener la paz, por lo que sería bien aceptado por la comunidad internacional y el Gobierno español se encontraría en una situación problemática. Al final, el Gobierno Vasco no se atrevió, y ETA quería que quien tuviera el protagonismo fuera el Foro Social.
Imagino que la relación entre sociedad civil, gobiernos, partidos políticos y ETA fue una constante durante todo el proceso.
Sí. El Foro Social era lo más neutral que se podía encontrar. Nosotros también estábamos fuera de la competencia política; aunque nos asociaran con Bildu, yo era el más cercano al Gobierno Vasco. Del Foro Social sí se podía decir que era cercano a la izquierda abertzale, pero también que era un foro neutral que aspiraba a representar a la sociedad vasca y ganar la confianza de las partes.
¿Y cómo se gesta el momento en el que se pide perdón únicamente a las víctimas que no habían tenido una participación directa en el conflicto?
Tuvimos grandes debates acerca de esta cuestión. Para la gente de ETA, que había dedicado toda su vida a la lucha armada, negar su pasado y reconocer que se equivocaron toda la vida era inasumible. Había que buscar una forma en la que se pudiera decir “pido perdón por los daños causados” sin mencionar que se arrepintieran por toda su trayectoria.
“En España, el poder judicial es un partido político”
Con esto quedaba cerrada la parte más importante, la del final de la violencia, aunque después quedara la cuestión de las cárceles o el reconocimiento del daño causado. En ese momento acabó nuestra acción, no podíamos entrar más en un debate como el de la reconciliación que correspondía a los vascos por si solos.
Tuvimos conversaciones muy interesante con la gente de Podemos en el País Vasco, de un poder ético muy fuerte. Eran los más exigentes en cuanto al valor ético de pedir perdón. La izquierda abertzale estaba muy a favor del acercamiento y del abrazarse nuevamente, pero querían ese abrazo sin decir que 30 años de su vida no habían tenido sentido.
¿Hubo algún compromiso con el acercamiento de presos por parte del PSOE?
No hubo ningún compromiso explícito. Cuando el PSOE estaba en el gobierno colaboró en el marco de la legalidad; a diferencia del PP, que dentro del marco de la legalidad no colaboraba. Recuerdo que Baltasar Garzón, que es odiado por ETA, me dijo que cualquier movimiento que hiciera el PSOE a favor de alivianar los procesos lo iba a vetar el poder judicial. En España, el poder judicial es un partido político.
Y, al fin, llegamos a la disolución definitiva. ¿Cuáles fueron los pasos determinantes?
Nosotros tuvimos encuentros constantes con grupos de apoyo a prisioneros, con Bildu y con ETA. Resaltaban que ellos estaban haciendo cesiones y España nada. Había un momento en el que les tuvimos que decir “muchachos, España no va a conceder nada”. Creo que en el último momento se dieron cuenta de que a la izquierda abertzale le interesaba políticamente que ETA diera un paso al lado. Nadie les va a conceder la autonomía ni la autodeterminación, pero con el tiempo y por debajo de la mesa conseguirán el retorno de prisioneros. Francia estaba muy de acuerdo con ese planteamiento y miraba con ojos raros el aferramiento de España.
¿Qué queda por hacer?
Más allá de la política, a nivel personal, puede haber acercamientos constantes. El Foro Social hizo mucho y creo que está bien el camino de hablar y sentarse, con lo demás ayudará el tiempo. Imagino que los jóvenes de hoy en día están en otra cosa, no deben ni creer que hubo una época en la que se pegaban tiros por la calle.
“Nadie les va a conceder la autodeterminación, pero con el tiempo conseguirán el retorno de prisioneros”
Creo que los nuevos desarrollos políticos y económicos van a ser muy favorables a los nacionalismos regionales en Europa. La unidad económica, social y cultural de estos regionalismos, tanto en España como el Reino Unido o Bélgica, a mí me suena a futuro y no a pasado.
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La entrevista de un periodista habitual en El Correo, a un personaje poco neutral que trasmite información sesgada. Iñaki Egaña ha entrevistado a varios miembros de aquel grupo mediador, que dan una versión diametralmente opuesta.
Estaría bien que se entrevistara a algún otro componente de aquel grupo, que no se manifieste tan de parte ( del Gobierno Vasco), el cual tuvo un papel bastante mediocre. Hoy en día se puede calibrar por diferentes fuentes, la nula aportación del GV y sus numerosos palos en la rueda, durante el proceso. Como siempre el relato oficial pretende ser el único. Este Sr, es parte del mismo.