Opinión
La ideología solucionista de la transformación digital vasca

El plan presentado por Arantxa Tapia, lleno de anglicismos y de un lenguaje ostentoso, no afronta los principales problemas de la industria vasca
Portavoz y Ministras del Gobierno Vasco
Bingen Zupiria, Gotzone Sagardui y Arantxa Tapia presentando la "Estrategia para la Transformación Digital de Euskadi 2025" del Gobierno Vasco (Fuente: Irekia)

La transformación digital no es un proceso histórico natural cuyo resultado esté prefijado, sino que se encuentra sometido a las luchas políticas en donde distintas ideologías están en disputa. Esta semana ha tomado posición una postura neoliberal, solucionista y capitalista que defiende la transmisión directa de dinero desde el Estado hacia el sector privado y la acumulación de capital. Así lo indica la presentación de la Estrategia para la transformación digital de Euskadi 2025 (ETDE2025) que ha realizado la Consejería Económica de Arantxa Tapia. No existe nada nuevo en este plan, pues continúa con la senda habitual del Gobierno Vasco: la defensa impertérrita de la patronal. Y es precisamente ese mismo hecho el que da cuenta del agotamiento institucional del modelo económico imperante, incapaz de entender las tecnologías como algo distinto a meras herramientas funcionales para llevar a cabo arreglos puntuales en el sistema capitalista. '¡Negozioa ohi bezala 2.0!' larga vida.

Esta estrategia hace uso de una narrativa sobredimensionada en torno a anglicismos como Silver Economy o Smart City para ocultar las causas conflictivas y los orígenes antagónicos del desarrollo tecnológico, así como los efectos de la digitalización a la hora de perpetuar las jerarquías sociales existentes. Además, un análisis de los supuestos que sustenta este documento muestra que, en lugar de transformar, la estrategia naturaliza y consolida el status quo existente, el que ha perpetuado los problemas de desigualdad en el acceso a las infraestructuras digitales e impedido repartir los beneficios de las tecnologías entre las creativas pequeñas y medianas empresas. Las páginas terminan siendo un compendio de exageraciones sin ninguna base empírica sobre las potencialidades y capacidades tecnológicas internas, cuyo cometido es evitar debates más amplios sobre la enorme dependencia tecnológica vasca sobre proveedores extranjeros.

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La declaración de intenciones del Gobierno Vasco en relación a este plan pudo verse cuando la Agencia Vasca de Desarrollo Empresarial (SPRI) adjudicó su elaboración a Idom por un valor de 254.100 euro. Esta cifra supone casi la mitad de lo que tendrá que pagar tras haber sido empresa multada por el organismo de competencia español debido a su participación en el llamado “cártel norte”. Claro que la delegación de toda función pública a los testaferros del capitalismo vasco es una práctica corriente de la SPRI: hace un par de años entregó otro contrato de apoyo para las labores de seguimiento de la Agenda Digital de Euskadi 2020 por un valor de 242.000, que terminó prorrogándose en otros 200.000 el año siguiente e incluyendo más partidas anuales. En total, casi un millón de euros invertidos en pocos años para definir la posición vasca en la transformación digital a través de documentos extremadamente superficiales. Por ejemplo, el que nos atañe sólo tiene 16 referencias en un texto de 94 páginas, en su mayoría a la Comisión Europea, aunque también se toma como interlocutores válidos para hablar sobre la digitalización al Foro de Davos o a PwC.

Este es el monopolio intelectual de Silicon Valley: conseguir que uno de los pocos lugares en el Sur de Europa con músculo suficiente como para hacer tensionar los tejidos del capitalismo digital, al menos sus imaginarios, termine externalizando la redacción de un plan que no deja de ser una adaptación á la basque de la ideología californiana. Por ello, esta es una forma de prometer a las firmas de consultoría multadas que seguirá fluyendo el dinero público para contratar más planes, eventos y asistencias técnicas. Al mismo tiempo, también es una forma de comprometerse con las empresas que suelen contratar a estas mismas firmas de consultoría de que la administración está lista para asumir desde lo público los riesgos empresariales.

“El plan digital de Tapia busca colocarse el sello de región 'Silicon Valley-friendly' y obvia cualquier apuesta por el tejido local como motor del desarrollo tecnológico”

En primer lugar, si profundizamos en el documento, podemos ver que la estrategia describe la necesidad de implementar una serie de palancas tecnológicas “en las que Euskadi debe ir ganando un conocimiento avanzado para su aplicación en todo el panorama de la actividad pública, productiva y social”. Para ello describe una serie de tecnologías digitales innovadoras que bien podría recordar a un vendedor de McKinsey que busca adjudicar un proyecto a un cliente sin muchos conocimientos sobre la materia: 5G, inteligencia artificial, ciberseguridad, computación cuántica, servicios cloud, servicios de interoperabilidad (por supuesto, público-privado), IoT e incluso blockchain. Fuera de la retórica, lo paradigmático es que todas estas son tecnologías que casi siempre se encuentran disponibles como un servicio privado provisto por parte de los gigantes tecnológicos estadounidenses o chinos, no como un derecho que tratan de garantizar desde el ejecutivo.

En segundo lugar, el plan de Tapia busca colocarse el sello de región 'Silicon Valley-friendly' y obvia cualquier apuesta por el tejido local como motor del desarrollo tecnológico. La única voluntad política que tiene este ejercicio de relaciones públicas es bloquear las estrategias relacionadas con el refuerzo de la soberanía tecnológica. Para ello, el marco general que se invoca todo momento para la aplicación de la estrategia es la colaboración público-privada, es decir, crear acuerdos con las empresas extranjeras para alquilar las infraestructuras tecnológicas en lugar de desarrollar las suyas propias. Así lo indica el plan en el apartado de los habilitadores para esta transformación: la Compra Pública de Innovación es “un mecanismo de fomento traccionado desde la demanda”. También así se entiende la noticia reciente de que Europa escoja al Basque Cybersecurity Centre para diseñar un fondo público-privado de inversión en empresas de ciberseguridad.

Además de postrarse ante el rentismo californiano, el documento trata de inventarse nombres para algo que ya está escrito: el desarrollo tecnológico de los países del centro de la economía capitalista es el subdesarrollo de los de la periferia. El Gobierno Vasco acepta este hecho haciendo uso de una retórica tecnoutopista en grado máximo. Además, esto ocurre mientras se consuma la venta del único proveedor de telecomunicaciones vasco, Euskaltel, y en el mismo instante en que Google, Telefónica, Microsoft y Facebook introducen su fibra óptica por la costa bizkaína. De nuevo, algo que el plan camufla bajo la retórica de “impulsar la conectividad de banda ancha ultrarrápida” como habilitador en esta nueva era digital.

“No existe ninguna reflexión en los planes vascos sobre cómo podrían desarrollarse tecnologías digitales fuera de los límites del mercado de capitales”

Por otra parte, la propia naturaleza del documento apuesta por proyectos digitales que siempre adquieren la forma corporativa, a saber, start-ups cada vez más especializados en sectores sin ninguna aplicación mayor al capitalista. Por ejemplo, el impulso al foodtech o a las start-ups de apuestas que copan las oficinas de la Torre Bizkaia, convertida en centro de emprendimiento. Además de la propuesta de una fiscalidad baja o inexistente que apoye la atracción de capital extranjero, este plan aboga por la puesta en marcha de nuevos instrumentos de financiación privada, como el venture capital, únicamente guiados hacia la especulación con el futuro digital. En la ideología vasca impera un pensamiento de que la única forma de desarrollar soluciones a los problemas colectivos es montar una start-up, pedir dinero a grandes fotos de capital de riesgo o al ineficiente fondo vasco y después comercializar dichos servicios. No existe ninguna reflexión en los planes vascos sobre cómo podrían desarrollarse tecnologías digitales fuera de los límites del mercado de capitales.

El informe propone crear “un ecosistema de proveedores de servicios tecnológicos [privados]” y apoyarse para ello en infraestructuras como GAIA-X, una plataforma paneuropea, en donde también están empresas como Palantir, Google, Amazon o Microsoft, que ha sido denominada el “caballo de troya de Silicon Valley”. Como todas aquellas cuestiones que ejemplifican la posición subalterna vasca en el proceso de digitalización, la resignación institucional trata de legitimarse en este plan mediante referencias a otro lugar que tiene contextos socioeconómicos e incluso políticos muy distintos. Nos referimos a Singapur (uno de los modelos especulativos y autoritarios más conocidos por su tracción hacia el capital financiero global), Estonia (administración digitalizada para crear mercados para el sector privado y hacer competitiva a la periferia europea), o Alemania (Industry 4.0 como intento por extender hacia la economía digital la hegemonía industrial y el superávit comercial del centro europeo capitalista).

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“Las tecnologías digitales posibilitan la puesta en valor de los datos, desde su captura, transmisión, almacenamiento y análisis”, nos dice el documento. Al parecer, tras unas cuantas docenas de páginas de mensajes vacíos, el innovador plan vasco llega al culmen de su propuesta: utilizar tecnología (por ejemplo, alemana) para seguir produciendo máquina-herramienta y tratar así de introducir un poco de viagra a la cada vez más mermada productividad de la industria vasca en el terreno digital. Aunque la asunción de estas reglas no llega a coste cero. En este sentido, las alusiones del plan a que las tecnologías deben facilitar los procesos de “extracción de datos” nos dicen que a cambio de un poco de capacidad tecnológica, el País Vasco pierde ventaja competitiva sobre los datos, los cuales se quedan en los servidores del país que impuso la austeridad al resto de pueblos europeos. De este modo, más que para desarrollar plataformas digitales soberanas capaces de institucionalizar la creatividad y el talento que existe en su terreno geográfico, los 1.425 millones previstos por el Gobierno Vasco en este plan supondrán un trasvase económico directo hacia las grandes multinacionales tecnológicas europeos o estadounidenses.

Al fin y al cabo, las menciones al desarrollo de infraestructuras propias de software y hardware son residuales, salvo en el caso de apostar por un data center. Debemos colocar esta propuesta en el contexto de una noticia reciente que apunta a la socimi Merlin Properties, que cuenta con el apoyo de fondos de inversión internacionales como BlackRock y cotiza en el IBEX-35 desde 2015, como la encargada de inaugurar un centro de datos en Bilbao. Esta es la expresión más clara de la ideología de financiarización digital que profesa el plan en el apartado de habilitadores.

Por último, la SPRI suele presumir en sus ejercicios de propaganda sobre su rol de intermediario (“¡Somos muy de pymes!”), pero lo cierto es que ninguno de los ámbitos de aplicación del plan hace referencia desarrollada a éstas, más allá de un par de páginas y un pequeño apartado. Al igual que otras ramas, como la “e-salud y Bienestar”, la “e-Administración”, o la “e-Justicia”, las pymes parecen presentarse como un problema a lo largo y ancho del plan. Para solucionarlo, el objetivo pasaría por encaminar toda una serie de recursos públicos hacia estructuras aglutinadoras que llevan décadas fallando, como los clústers. También, y como ocurre en la praxis, pareciera que la mejor forma de subirse al carro de la digitalización es aumentar las licitaciones a grandes empresas de consultoría para diseñar los planes digitales de la administración pública y hacer las labores del Gobierno en esta época digital, así como seguir invirtiendo grandes sumas anuales en servicios y licencias privadas.

Recientemente se conocía también que Bilbao Ekintza va a adjudicar otro contrato de 164.000 euros a la multada Deloitte a través de su filial para el mantenimiento de Microsoft Dynamics NAV. Una vez desnudo de retóricas solucionistas, el plan se muestra como lo que verdaderamente es: otra vuelta de tuerca a una estrategia asentada en pagar por asesoría a firmas de un cártel para introducir los servicios de Microsoft en la administración

“El Gobierno se imagina a sí mismo como una App Store, un sistema institucional predefinido, cerrado y solo disponible como un catálogo comercial para los ciudadanos”
En definitiva, en este documento impera la idea de que lo público es un coste, en lugar de una fuente innovación, creatividad, talento y valor. Por ello, en el plan hay una marcada ausencia de reflexiones sobre el software libre, gracias al cual existe la mayoría de empresas tecnológicas en Euskadi, o a cualquier forma de coordinación distinta a la forma corporativa de la start-up. Lo mismo ocurre con la investigación, pues los centros universitarios aparecen sin ningún comentario sobre su función pública y sólo se destacan las soluciones cerradas o las innovaciones de las grandes empresas privadas. ¿Y si la ciudadanía vasca quisiera apoyarse en las administraciones públicas, crear soluciones ingeniosas e innovadoras a los problemas colectivos con fondos públicos y no comerciales? La respuesta es que no existen mecanismos institucionales capaces de hacer frente a esta necesidad que cada vez es más imperante.

La realidad es que sin software libre, careciendo casi de propiedad intelectual propia, no habría apenas capacidad de desarrollo tecnológico territorial. No puede ser tan difícil imaginar un futuro digital donde estructuras como ESLE (asociación de empresas de tecnologías libres y conocimiento abierto de Euskadi) o redes como Teks sarea (red de empresas y cooperativas que trabajan sobre tecnologías libres en el marco de una Economía Social Transformadora)  puedan valorizarse, formalizar políticamente el acceso a los desarrollos tecnológicos y permitir a las cooperativas locales medrar y en algún momento ofrecer una gama de servicios públicos adaptados a la nueva era. Un ecosistema cooperativo digital territorializado es lo más lejano a este plan. El Gobierno Vasco se imagina a sí mismo como una App Store y entiende la gobernanza estratégica como si se tratara de un sistema predefinido, cerrado y solamente disponible como un catálogo comercial para los ciudadanos. Las posibilidades de desplegar una alternativa y un futuro digital rico y colaborativo están por imaginar.

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