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Opinión
Contra el aumento en la inversión militar que proponen el Gobierno Vasco y Zedarriak

A primeros de año, integrados en el foro Zedarriak, los empresarios vascos presentaron públicamente un informe que contaba con una amplia representación institucional, empresarial y social. Bajo el título Euskadi y la Unión Europea: Un destino compartido de prosperidad y competitividad, el lobby de la guerra apostaba públicamente por “abrir el debate” sobre la industria de “defensa” (y, no lo olvidemos, también de la industria nuclear). Habían visto una oportunidad de negocio para Euskadi en la nueva estrategia europea y estimaron en 5.000 millones la inversión para aplicar los informes de Mario Draghi y Enrico Letta.
El guante lo recogieron rápidamente desde el Gobierno Vasco. Primero a través de su vicelehendakari y consejero de Economía, Mikel Torres, sumándose en trompa al apoyo e impulso de la industria de la guerra, cuya producción se asienta sobre la militarización de nuestras sociedades. Por si quedaban dudas sobre la postura del ejecutivo vasco, semanas después se sumó su portavoz, María Ubarretxena, fijando así su postura en el debate: “Una mayor inversión en defensa abriría nuevas oportunidades para la industria vasca”. Posteriormente el consejero de Industria Mikel Jauregi profundizó en la misma línea, señalando que Euskadi puede aportar “capacidad industrial y tecnológica” al plan para rearmar Europa
Desde Gasteizkoak, como parte del movimiento antimilitarista, queremos sumarnos a ese debate, con algunas cuestiones iniciales que consideramos básicas para entablar un debate sin trampas, ni propias ni ajenas. Consideramos que el marco del debate no puede ser parcial, y que se debe abrir en toda su extensión. Esto es, no sólo para determinar si, como hasta ahora, se sigue apoyando a ese sector para incrementar su presencia, sus negocios y sus beneficios, sino que también hay que poner sobre la mesa la posibilidad de plantear la urgente necesidad de acabar con este sector, convirtiéndolo a producción civil de utilidad social, y con ello acabar también con la participación de Euskal Herria en la fabricación de guerras.
Quienes han propuesto el debate sobre incrementar o acabar con la industria militar tienen las ventajas de acceder a foros públicos y privados, apoyo institucional, respaldo de lobbies y posibilidades de participación en medios de comunicación
Somos conscientes de que el pretendido debate público va a ser (está siendo ya) cualquier cosa menos equilibrado. Quienes lo han propuesto saben que juegan con mucha ventaja: acceso a foros públicos y privados, apoyo institucional, respaldo de lobbies, y posibilidades y condiciones de participación en medios de comunicación generalistas. Un ejemplo clarificador es que de dos programas de debate de la televisión pública vasca a la que a este colectivo se le invitaba a participar en ambas se pedía alguna declaración para que a continuación un grupo de personas tertulianas debatieran sobre la cuestión. En los dos casos dijimos que solo acudiríamos si se nos invitaba a debatir, pero no en ese formato tramposo. Se negaron.
En uno de esos debates, ocurrido en la radio pública, incluso se permitió a un tertuliano afirmar (lo traducimos del euskera): “el movimiento ese cuándo se creó, antimilitarista sí, pero también proterrorista, por lo tanto, ninguna legitimidad para hablar sobre esto”. Ninguna voz del movimiento del antimilitarismo tuvo la opción de desmontar su mentira. En esas condiciones del pretendido debate no queremos participar porque se fomentan las técnicas marrulleras que queremos evitar a la hora de argumentar sobre un tema tan importante para la sociedad vasca.
Antimilitarismo
Industria armamentística Satlantis y la nueva industria militar vasca que fabrica las guerras
Convendría también dejarnos de eufemismos y llamar a las cosas por su nombre. En ese sentido, no cabe denominar a ese sector como “industria de defensa”. Cuando cerca del 80% de la producción se destina a la exportación, lo cierto es que en realidad la inversión no está destinada a la defensa militar propia; es más, se está vendiendo a las fuerzas armadas de otros países, que, en la lógica militarista, no dejan de ser hipotéticos enemigos. En la actual organización social capitalista, la llamada industria militar se puede considerar como una de las principales actividades improductivas, ya que, en términos economicistas, no genera valor, pero lo consume. Además, no se realiza formalmente en el mercado, sino que depende directamente de los presupuestos públicos, esto es, de los impuestos recaudados de nuestros bolsillos.
Si, además, tenemos en cuenta que esa producción está destinada, en el mejor de los casos, a pudrirse en los arsenales o los cuarteles y, en el peor, a la guerra, proponemos denominarla como lo que es: Producción de Euskal Herria para el Desperdicio y la Guerra (PEHDG). Eso sin olvidar que “guerra” es también un eufemismo para designar lo que no es sino un ejercicio de la violencia masivo y legalizado.
El contexto bélico del Gobierno Vasco
Ya hemos analizado detenidamente en otro texto que, más allá de la proximidad geográfica y cultural de algunas guerras, son principalmente los intereses de los mercaderes de la muerte europeos quienes, de forma planificada, están atizando una creciente angustia social sobre la posibilidad de una guerra europea. Lo hacen con el objetivo de impulsar una nueva carrera de armamentos que multiplique sus beneficios, aún a costa de propiciar con ello la guerra que dicen pretender prevenir.
El hecho de que ante esa dinámica alguien como Zedarriak, el acuñado como el lobby vasco de la PEHDG, califique el momento como “una fantástica oportunidad para la industria de defensa”, es fácil de entender: responde a sus funciones de lobby, que ejerce su poder corporativo mediante la presión política a las instituciones públicas.
La total falta de ética del Gobierno Vasco supone contemplar la actual carrera de armamentos como “oportunidad importante” para hacer negocio, y el negocio parece ser lo primero
Pero cuestión muy distinta es que sea el Gobierno Vasco quien por boca de su vicelehendakari segundo y consejero de Economía, Trabajo y Empleo, Mikel Torres declare que “yo creo que es una oportunidad importante, la industria armamentística es una industria potente en Euskadi, que no podemos mirar hacia otro lado, y que va a tener un desarrollo en un futuro importante, y en ese sentido por supuesto que el Gobierno Vasco, en todo aquello que pueda apoyar, para poder de alguna forma desarrollar y abrir a esas empresas nuevos mercados y productos”. La gravedad de estas declaraciones radica fundamentalmente en tres aspectos.
En primer lugar, por la total falta de ética que supone contemplar la actual carrera de armamentos como “oportunidad importante” para hacer negocio, y el negocio parece ser lo primero, porque para el vicelehendakari “otra cosa diferente es las posturas ideológicas que podamos tener cada uno de nosotros en este ámbito”. El mensaje ético a la población es espeluznante: el negocio es lo primero, y los ideales son una cuestión secundaria. ¿Qué tipo de sociedad se puede esperar basándose en esos principios éticos?
En segundo lugar, porque casi rozan la prevaricación, pues ellos implica sortear sin ningún pudor la Ley 3/2024 de Cooperación y Solidaridad del Parlamento Vasco, que en su artículo 10, punto 4, afirma que “El sector público de la Comunidad Autónoma de Euskadi, en sus políticas de promoción económica, no colaborará con aquellas personas físicas o jurídicas dedicadas a la producción, comercialización y financiación de armamento o tecnología de uso militar”.
Bien es verdad que, desgraciadamente, no nos sorprende, porque el propio ejecutivo vasco, más allá de las ayudas y subvenciones que otorga a la PEHDG, mantiene un 6% de las acciones de la que se considera la principal empresa vasca del sector, ITP Aero, empresa que acaba de inaugurar una nueva fábrica, con la presencia del lehendakari y del presidente español. Lo a través del fondo Finkatuz.
Opinión
Opinión Los lobbies armamentistas, también el vasco, nos quieren llevar a la guerra
En tercer lugar, y el más importante de todos, las declaraciones de Torres son muy graves por el actual contexto de las múltiples crisis a las que nos está abocando lo que Amaia Pérez Orozco define como “esa Cosa escandalosa”, o, como prefiere denominarlo Nancy Fraser, “el capitalismo caníbal”.
Fijadas así las bases y el contexto iniciales para establecer el debate, antes de bajar al barro de los manipulados o falsos argumentos que en torno a él se están utilizando, se hace preciso en la actualidad detenernos a analizar la psicosis de guerra que se ha implantado. A eso dedicaremos la segunda parte de esta serie de textos dedicados al debate de la producción vasca para el desperdicio y la guerra.