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Extremadura es tierra de contrastes. Hace unos días, en un extremo de la geografía, alejado de la realidad de la gente, un nutrido hato de machos de la especie humana, entre boato y rebaños de escolares traídos exprofeso para agitar banderas de España y de la Unión Europea, concedían en el Monasterio de San Jerónimo de Yuste (Cáceres) el Premio Europeo Carlos V a António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas.
El acto, rebosante de prebostes con trajes de miles de euros, estuvo presidido por el monarca español, el borbón heredero, actuando como edecanes del asunto grandes asalariados de la política estatal y autonómica. Todos ellos —y alguna ella, de las pocas que había— loaron la figura del emperador, el césar de los Austria, signo de la unión europea del XVI a golpe de quijada, espada y crucifijo. El galardonado, por su parte, tuvo a bien repetir el discurso del buen pastor, el triunfalismo de unas Naciones Unidas que siguen dominadas por los mismos intereses, estados y lobbies que auparon su nacimiento tras la Segunda Guerra Mundial, que no ha sido capaz a lo largo de su historia de solucionar el asunto de los refugiados, en la que es cicatera, restrictiva, y que anima al mercadeo multimillonario de armas que alimentan las guerras, tan necesarias para ese poder que se autoconvence como rector del mundo y siempre estuvo tan alejado del que es el mundo verdadero.
Fronteras
Migraciones 2022, cuando la política migratoria perdió todo el pudor en Melilla
Para rematar la faena, entre tanta hombrada en el palco de honor, sin distinción de género, don António finalizó su discurso con un axioma: “Sólo habrá paz duradera si hay más mujeres en los centros de decisión”, declaración de principios del rector macho de un organismo que acoge a unas naciones donde la pobreza, la violencia y el olvido tienen cara de mujer.
Dejaremos para otro día el gasto que supone año tras año este acto que recuerda a la vieja aristocracia y sus devaneos nobiliarios, concediéndose prebendas entre fanfarrias, el sueño hecho realidad de aquel virrey extremeño con nombre de mayonesa, pero con I latina, sangrante en una comunidad como la de Extremadura, donde escasean las camas de los hospitales públicos pero sobran para acoger a tan excelsa comitiva.
En el otro extremo, no sólo geográfico, en Montijo (Badajoz), en un lugar conocido como centro comunitario El Lokalino, una organización que no saldrá en los grandes medios que cubrieron el acto de Yuste, Solidary Wheels, presentaba el pasado 10 de mayo su informe “Marhaba. Violencia policial como producto de la violencia sistémica en Melilla. 2020-2022”, de la mano de Sara Landa y Ana Gragera. Para ser un día de entre semana, un miércoles a las ocho de la tarde, la sala de El Lokalino estaba a rebosar, con gente sentada, en sillas o en el suelo, y gente de pie, sin protocolo que guardar, atenta a palabras de denuncia y a la vez de esperanza, el grito en el silencio de los olvidados, de las olvidadas, con el ruido de fondo de las aguas del Mediterráneo en la costa melillense, el último estertor de quienes no pudieron alcanzar la costa a nado.
La sala de El Lokalino estaba a rebosar [...] atenta a palabras de denuncia y a la vez de esperanza, el grito en el silencio de los olvidados, de las olvidadas, con el ruido de fondo de las aguas del Mediterráneo en la costa melillense
Marhaba, dice Ana, significa bienvenidos, bienvenidas, en árabe. Es más que una palabra. Transmite la calidez con la que se recibe a una persona en un espacio nuevo, ya sea una casa, ya sea una ciudad. Marhaba es lo primero que se escucha al pisar tierra firme si se da con Solidary Wheels. Es la consigna contra las identificaciones, las detenciones, los confinamientos, los zarandeos, los golpes, los insultos de la policía, las devoluciones en caliente. Marhaba, dice Sara, es la denuncia de la violencia directa, visible, evidencia de la violencia estructural, invisible, con la que se ha ido construyendo la Unión Europea, el paraíso de los Derechos Humanos y económicos que no es tal, un proyecto de fortaleza que ahora refuerza sus fronteras con el mundo empobrecido externalizando el control sobre las mismas, a costa de grandes sumas de dinero invertidas desde los fondos públicos en policías africanas, que pagamos entre todos y todas, para retener, represaliar y rechazar a la población migrante, en un ejercicio de militarización de la geografía ideado y practicado desde los despachos de los gobiernos europeos.
Solidary Wheels desarrolla su acción desde el año 2020. Ana nos cuenta que, aparte de acompañar, genera informes y denuncias locales y nacionales que visibilizan la vulneración de derechos. Hoy día podemos asistir a esa vulneración de derechos en tiempo real, sentados, sentadas, desde el cómodo sillón de casa, como sucedió el 6 de febrero de 2014, cuando cerca de 200 personas migrantes intentaron llegar a la costa de Ceuta a nado. Unas 90 alcanzaron la playa de Tarajal. Vimos, oímos los disparos de los guardias civiles desde su posición firme en la costa, un ejercicio del tiro al plato retransmitido entre anuncios de coches y alarmas de seguridad. 14 murieron ahogadas, una desapareció y 23 fueron devueltas en caliente a la policía marroquí, sin ningún procedimiento legal. A día de hoy, casi una década después, el caso se ha archivado y reabierto tres veces, con la impunidad de autores de mando y ejecutores como único resultado. Europa sabe proteger a sus cancerberos.
Después vino el salto a la valla de Melilla del 24 de junio de 2022, también visto por todos y todas en directo. No sabemos aún cuántas personas murieron. Los medios sujetos a la propaganda del Estado hablan de 23; la Asociación Marroquí de Derechos Humanos eleva la cifra a 70. Nunca lo sabremos. No importan. Sólo son cifras.
No es la valla, dice Sara, son varias vallas, tanto de lado español como de lado marroquí, ahora empeñado en cavar un extenso foso al que ya no se le ve fondo.
Coronavirus
1.700 personas se hacinan en el centro temporal de extranjeros de Melilla
La ciudad fronteriza alberga a más de 1.700 solicitantes de asilo que permanecen encerrados en el centro de estancia temporal y en un centro de menores que triplica su capacidad. Las carpas que acogían en una explanada a más de 300 personas en situación de calle se inundan durante el confinamiento.
Plaza de Toros, Ceti, Centro de Menores La Purísima…, son nombres de asentamientos de las personas migrantes en situación de sinhogarismo en la ciudad de Melilla, nombres que se repiten a lo largo de la historia de España como Argelès-Sur-Mer, Saint Cyprien, Barcarès… En ellos esperan, esperan, esperan, apiñados durante temporadas, un permiso para pasar a la península, un documento, un papel. Otros nombres, como Puerto de Beni Ensar, Oficina de Frontera, Puerto de Melilla, llevan la impronta de la violencia, con chapas a nombre de Guardia Civil, policía nacional, policía portuaria, policía local, ejército español, FRONTEX, policía fronteriza marroquí, Gendarmería Real Marroquí, Marina Real Marroquí…, demasiada policía para una ciudad de apenas 80.000 habitantes y 12 kilómetros de frontera, el limbo de los derechos fundamentales europeos en medio de tanto militarismo uniformado, donde la impunidad es norma. Pobre Melilla, tan lejos de Europa y tan cerca de la nada.
Solidary Wheels es una red de voluntarias con un código ético bien claro. No reciben subvenciones y cada cual aporta según su saber, según su capacidad, conforme al respeto a cualquier otra vida, venga de donde venga o vaya a donde vaya. Mayoritariamente son mujeres y trabajan desde una visión feminista, “con el firme principio de promover el empoderamiento de todas y cada una de nosotras a través del trabajo en equipo y la creación de vínculos”.
Solidary Wheels es una red de voluntarias con un código ético bien claro. No reciben subvenciones y cada cual aporta según su saber, según su capacidad, conforme al respeto a cualquier otra vida, venga de donde venga o vaya a donde vaya
La odisea no finaliza en Melilla: allí es donde comienza. El paso a la península de quien al final obtiene permiso se acompaña con la recepción de otras organizaciones amigas, circunstancia favorecida por el hecho de que muchas de las voluntarias trabajan en varias de esas organizaciones, tejiendo una red de solidaridad. Es un trabajo anónimo, apenas reconocido, esforzado. En Extremadura la red cuenta con gente como Ana Gragera o Lourdes Pinilla. La primera, periodista en su vida profesional, ha desarrollado bastante trabajo en comunicación, dando a conocer situaciones de vulnerabilidad y abonando espacios de difusión; la segunda, educadora y trabajadora social, con formación específica de calle, participa en los grupos de intervención, de terreno, con los chicos, con las chicas, elaborando en colectivo estrategias de escucha, acompañamiento durante su tránsito hasta que pasan a la península, detectando necesidades y vulneraciones, que ellos y ellas mismas manifiestan, recogiendo información que se pasa al grupo de documentación y comunicación, donde es recogido por compañeras como Ana Gragera. Todas trabajan para la organización en su tiempo libre.
Solidary Wheels no es noticia en los grandes medios, los que dependen de la agenda del IBEX 35, entregados a la publicación de eventos como la concesión del Premio Carlos V a quien fuera alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados entre 2005 y 2015, anterior presidente del consejo de la UE durante el año 2000. Refugio y Asilo constituyen un privilegio en Europa y en los países enriquecidos. Según CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), que utiliza datos del Ministerio del Interior, en 2022, de los 28 países de la Unión Europea, España fue el tercer país con más solicitudes de asilo, pero también fue el tercero por la cola en reconocer tales solicitudes. El tortuoso procedimiento en la solicitud y la convicción de que será denegada, obliga a quienes quieren entrar en Europa a seguir otras vías en las que se juegan la vida. El mismo informe de CEAR, según fuentes ministeriales, señala que 2.900 personas perdieron la vida en el mar durante 2022 tratando de alcanzar las costas europeas, al menos 1.170 tratando de llegar a España. El cementerio marino de los olvidados, de las olvidadas.
Ana Gragera y Lourdes Pinilla cuentan que ya están preparándose para bajar de nuevo a Melilla, en el tiempo de sus vacaciones y con ocasión del 24 de junio, aniversario de la masacre. Cuando le preguntamos a Sara cuál es el objetivo final de Solidary Wheels, nos responde sin titubear: que desaparezca. Su voz suena a esperanza.
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Gracias Txema por señalar las vergüenzas de esta tierra (no es la menor que se rinda tanto homenaje al sátrapa alemán que aplastó a sangre y fuego las comunidades), por recordarnos en estos días de interesadas amnesias electorales que en el haber del "gobierno más progresista de la historia" está el progrom racista de Melilla y la externalización del control manu militari de la frontera Sur a un demócrata de toda la vida como Mohamed 6. Por contra abajo del todo se sigue apostando por la dignidad, por la solidaria ternura entre pueblos y por la justicia... Ahí nos encontraremos!