El asesinato de Javier Verdejo en Almería sigue impune casi cincuenta años después

En Andalucía al menos 18 personas fueron asesinadas durante la Transición.
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Marian León Una bandera andaluza recuerda a Javier Verdejo durante su homenaje en Almería

Javier Verdejo andaba con unos amigos por la playa del Zapillo la madrugada que lo asesinaron. Todos eran camaradas de la Joven Guardia Roja, donde llevaba un tiempo militando tanto en su ciudad, Almería, como en la que estudiaba biología, Granada. Era 1976, hacía un año que Franco había muerto; el aire nuevo en la política hacía que el contexto fuera de efervescencia de nuevos grupos políticos, que aunque aún ilegales, comenzaban a movilizar a la sociedad. En Andalucía, las movilizaciones obreras se sucedían en distintos sectores y provincias del territorio, algo que la dictadura había impedido durante décadas. Verdejo, soñaba como tantos jóvenes de esa época con la democracia, con el socialismo y con la victoria obrera; movido por ese impulso, durante la madrugada del 13 al 14 de agosto se disponía a pintar el lema: Pan, trabajo y libertad en una pared de la Calle de San Miguel. Sólo llegó hasta la t que iniciaba la palabra trabajo, cuando un disparo de la Guardia Civil acabó con su vida, volviendo eternos sus 19 años.

“En Almería impactó su muerte, incluso a gente de derechas; era joven y no había hecho nada, tenías que ser muy fascista o muy insensible para que no te afectara”, recuerda Mariano Junco, miembro de Nación andaluza

Tras el asesinato, no hubo denuncia alguna por parte de la familia. Verdejo procedía de una familia franquista; de hecho, su padre, Guillermo Verdejo Vivas, fue alcalde de Almería durante los años sesenta. La versión oficial expuesta por el gobernador civil de la localidad exponía a través de una nota que los agentes “tropezaron y se le disparó el arma, alcanzando el proyectil al que resultó ser el joven Francisco Javier Verdejo Lucas”. Una versión que no se creyeron las más de dos mil personas que asistieron al entierro de Javier y que llevaron su féretro a hombros hasta el cementerio al grito de «Javier, hermano, nosotros no olvidamos» y «vosotros, fascistas, sois los terroristas», como expusieron en sus crónicas al día siguiente periódicos como El País. No hubo más investigaciones y en el lugar donde ocurrieron los hechos ninguna placa conmemorativa hace memoria de lo sucedido.

“Al mes de que muriera Javier, me uní a la Joven Guardia Roja. A toda Almería le impactó su muerte, incluso a gente de derechas; era una persona joven que no había hecho nada, tenías que ser muy fascista o muy insensible para que no te afectara. Yo tenía dieciséis años y empecé a militar porque pensé que si lo han asesinado es porque estaba luchando por algo justo y teníamos que recoger ese guante”, recuerda sobre esa época 49 años después, Mariano Junco, miembro de Nación andaluza, agrupación que desde hace quince años realiza un homenaje anual a Verdejo donde fue asesinado. “Queremos que su muerte no caiga en el olvido, y que sea semilla de libertad”, expone Junco.

 “Estamos hartos de que nos digan que la Transición fue modélica”, se queja Olga Gutiérrez, parte del colectivo Olvidados de la Transición

El caso de Javier Verdejo es el símbolo de una época: “Andalucía fue una gran trinchera de lucha durante la Transición, tuvo una izquierda radical muy fuerte y hubo mucha represión”, explica el historiador, sociólogo y profesor de la Universidad Europea de Madrid, Javier García Fernández. Para Fernández, en Andalucía se dio esa eclosión de luchas debido a la idiosincrasia del territorio: “Los procesos de cambio revolucionarios se dan allí donde las circunstancias del capitalismo son más opresivas; los cambios revolucionarios no nacen del centro metropolitano, no nacen de la clase media urbana de la ciudad y, en el caso del Estado español, está claro que las luchas que se estaban dando eran en las periferias”.

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Un grupo de personas durante el homenaje a Javier Verdejo Marian León

Javier Verdejo no es un caso aislado. “Estamos hartos de que nos digan que la Transición fue modélica”, se queja Olga Gutiérrez, parte del colectivo por los Olvidados de la Transición, durante el homenaje al joven almeriense. Gutiérrez es cuñada de Arturo Ruíz Garcia, un joven granadino también miembro de la Joven Guardia Roja que fue asesinado en Madrid por un miembro del grupo ultraderechista Guerrilleros de Cristo Rey durante una manifestación pro-amnistía el 23 de enero de 1977. “La policía utilizaba a estos grupos para actuar en las manifestaciones”, explica Gutiérrez. El asesinato de Ruiz García también quedó sin que se señalara a ningún responsable. El periodista Mariano Sánchez Soler expone en su obra La Transición sangrienta (Península) que durante este período se produjeron en el Estado español 591 muertes por violencia política, de las cuales al menos 188 fueron asesinados por violencia institucional. En Andalucía se produjeron en la Transición al menos 17 asesinatos, que van desde la muerte de García Caparros en Málaga el 4 de diciembre de 1977 durante una manifestación por la autonomía andaluza, a María Asensio, fallecida tras un impacto de un bote de gas lacrimógeno lanzado por agentes policiales para dispersar una manifestación vecinal para conseguir agua en la localidad almeriense de Huércal-Overa.

“Hay un pasado que es importantísimo unirlo al presente”, expone Mariano Junco. “Fueron cientos las personas asesinadas, heridas y torturadas durante aquellos años; sus nombres no pueden quedar en vano, fueron gente que perdió la vida porque creían en una sociedad distinta”. Cientos de personas acompañan al homenaje a Verdejo en Almería, donde murió; en la plaza suena La Internacional y el Himno de Andalucía y, una vez se recogen las banderas, el silencio vuelve a reinar en un lugar donde una vez un joven soñó y su sangre se volvió símbolo. 


Transición
Imanol Satrustegi
“La Transición fue una reacción de la burguesía para evitar un derrocamiento revolucionario”
En ningún lugar de Europa la izquierda revolucionaria tuvo el protagonismo que alcanzó en Navarra en los 1970. ¿Por qué sucedió? ¿Quién lo protagonizó? Imanol Satrustegi lo analiza en su libro ‘Atreverse a luchar’.
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