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Partido Popular
Convención nacional de un partido con pronóstico reservado
Objetivo, llegar a 2019 en condiciones de mantener las constantes vitales ante una operación que está teniendo lugar en el centro derecha y que sitúa a Ciudadanos como firme candidato al relevo en ese espectro del voto.
Los golpes de la última semana han dejado al PP aún más debilitado, por más que el presidente del Gobierno —y del partido— mantiene un rumbo fijo: agotar la legislatura en base a un acuerdo con Ciudadanos con la esperanza de que dos partidos de su tradicional oposición —PNV y PSOE— den el suficiente aire para que eso suceda.
La convención, que estaba marcada en el calendario para reforzar la idea de un PP estable y unido tras el convulso periodo vivido desde el Congreso de 2016, comenzó ayer día 6 con un vídeo que señala el camino hasta mayo del año que viene.
Ideas fuerza del vídeo: bandera de España ("tenemos la libertad por bandera y una bandera en libertad", y una serie de mensajes: "líderes en innovación; líderes en crecimiento económico; líderes en creación de empleo en la UE; líderes en recepción de Erasmus; líderes en gastronomía; líderes en turismo; líderes en kilómetros de alta velocidad".
Unas horas después, los apagados aplausos a Cospedal cuando aseguró que su partido ganará las elecciones de 2019, ponían en evidencia que la apropiación de la paella, las encinas y el sol iba a servir de poco ante la tormenta que se ha formado en la semana previa a la convención de Sevilla.
Caso Cifuentes
Hace once meses, se publicaban las conversaciones particulares entre Mauricio Casals y el testaferro de Ignacio González —expresidente de la Comunidad de Madrid, hoy en prisión provisional—.“No te preocupes que esta señora las pasará putas”, le decía Casals, presidente de La Razón, alto directivo de Atresmedia, a Edmundo Rodríguez, hoy en libertad provisional. Promesa cumplida.La convención del PP arrancó en el AVE que trasladó a Cristina Cifuentes y su equipo a Sevilla ayer 5. Mientras el rector de la Universidad Rey Juan Carlos anunciaba que no hay acta de la entrega del trabajo de fin de máster de Cifuentes.
Una foto de sonrisas congeladas en la que la presidenta posaba junto Ángel Garrido, que suena como su sucesor si es obligada a dimitir por su partido para esquivar la moción de censura planteada —y aún no registrada— por PSOE y apoyada por Podemos. Ciudadanos admitía por primera vez desde el comienzo de la crisis que un candidato para sustituir a la presidenta es una opción abierta.
📸 Con una pequeña parte de la delegación del @ppmadrid, que ya está de camino a Sevilla para participar en la Convención Nacional del @ppopular este fin de semana.😊 #ContigoCreceEspaña. pic.twitter.com/ZKMGNHb3rw
— Cristina Cifuentes (@ccifuentes) April 6, 2018
Con el comienzo del fin de Cifuentes termina definitivamente la época dorada del PP de Madrid. La reconstrucción del partido en el territorio que cuestionó el liderazgo de Rajoy —el “Madrid del Ibex” siempre prefirió a Rodrigo Rato— será dirigida por Génova. Hay poco tiempo: un año para planificar cómo mantener la Comunidad de Madrid y recuperar el Ayuntamiento de Madrid.
Comunidad de Madrid
Cristina Cifuentes y el fin de fiesta del PP de Madrid
El auge de Ciudadanos en los círculos del poder —Albert Rivera se ha reunido con mandatarios internacionales y del Ibex 35 y, más importante que esas reuniones es que se haya publicado que tuvieron lugar— convierten la misión de recuperar Madrid en casi imposible.
Tan desesperada es la situación, que en los pasillos del pleno de la asamblea en los que tuvo lugar la huida hacia adelante de Cifuentes, sonó un viejo nombre tribal para recuperar la iniciativa en Madrid: Alberto Ruiz-Gallardón.
La corrupción
A la espera de que la investigación sobre el caso Canal de Isabel II profundice en la continuidad en el tiempo del uso de la institución para negocios y enriquecimiento personal, Ruiz Gallardón aparece como uno de los personajes sin mácula en la historia de un partido marcado por casos de corrupción.
El comienzo de 2018 iba a ser un calvario judicial para el Partido Popular. Las comparecencias de Ricardo Costa y Francisco Camps en los juzgados, el espectáculo parlamentario del hombre fuerte del PP de la época dorada valenciana en la comisión de investigación sobre la financiación ilegal del partido, o la fusión en una sola causa de los casos Púnica y Lezo, mantienen abierto un frente que sigue corroyendo la reputación y las expectativas del partido de sobrevivir a los papeles de Bárcenas.
La corrupción no ha supuesto la desaparición fulminante del PP, pero está terminando con sus posibilidades de reproducción.
Régimen del 78
Primarias subterráneas en la derecha española
La disputa, sin luces ni taquígrafos, en la “mayoría natural” en que se ha convertido desde los primeros meses de 2016 el centro-derecha y la derecha española, enfrenta a Rajoy con Rivera. El resto de aspirantes guardan sus opciones hasta después de 2020.
Por este motivo ha comenzado un éxodo de cargos electos y afiliados, especialmente acusado en Extremadura y Andalucía. La opción “regeneracionista” del PP la encabezó brevemente Cristina Cifuentes. Y lo demás es continuismo.
Catalunya y las esencias patrias
Anulada Cifuentes, el partido se debate entre la continuidad del tándem Mariano Rajoy-Cristóbal Montoro y la recuperación de una de las tres opciones de sustitución recurrentes: Alberto Núñez Feijóo, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría.Las apuestas se resumen así: la secretaria general del partido, Cospedal, se ha amarrado al mástil de las esencias patrias —legión, mantilla y formación del espíritu nacional—; Núñez Feijóo cuenta a su favor con la única mayoría absoluta en las Comunidades Autónomas. El presidente de la Xunta no tiene la espalda salpicada de la misma corrupción que ha contaminado a todo el PP de Aznar, pero sus apoyos en Madrid son escasos.
...Y luego está Sáenz de Santamaría. Hablar de ella es hablar del recurso con el que aún cuenta el PP, el control del Estado. Hablar de la vicepresidenta es hacerlo de la estrategia del Estado en el conflicto con Catalunya. Sáenz de Santamaría es la cara del artículo 155.
La Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein determinó, sin saberlo, el jueves 5 de abril que la convención del PP de Sevilla transcurriese en un clima de preocupación y no de triunfalismo. Al denegar la extradición de Puigdemont, y al rechazar que el expresident sea juzgado por un delito de rebelión, la Justicia alemana puso en cuarentena la lógica del “a por ellos” y dio aire a las reivindicaciones independentistas.
La Fiscalía y el Supremo deben anotar que la justicia europea estará pendiente de sus decisiones futuras pero el PP ha constatado ya que la estrategia de internacionalización del conflicto del independentismo catalán ha funcionado.
Además de dar una nueva oportunidad a Puigdemont, la decisión de la justicia alemana vuelve a poner en cuestión la decisión de mantener en prisión a Oriol Junqueras, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, junto a los otros consellers encarcelados. Poner en manos de la Justicia el conflicto de Catalunya tiene efectos secundarios, como que comience a tambalearse la estrategia dispuesta por Sáenz de Santamaría y su Brigada Aranzadi.
Esa perspectiva abre otra, cerrada bajo siete llaves desde septiembre de 2017: que la solución al conflicto sea política y que el PP —que ha sido apoyado sin fisuras en este sentido por Ciudadanos y, hasta ahora, el PSOE— sea un estorbo.
En las últimas horas, Pedro Sánchez ha vuelto a salir de su exilio interior para reanudar la conversación donde se quedó en 2016. Un acuerdo con Unidos Podemos para una moción de censura, para lo que sería imprescindible el apoyo parlamentario de los partidos independentistas en Madrid, además del PNV, retiraría la iniciativa al punitivismo del PP y la estrategia de Santamaría. Aunque no parece fácil que se produzca ese movimiento por parte del PSOE, el no de Alemania a esa estrategia sitúa en el campo de la sospecha las certezas de que la mano dura pueda ser una solución contra el independentismo.
Los presupuestos
El caso Cifuentes y la resolución por la vía rápida de la euroorden del juez Pablo Llarena han eclipsado la otra noticia de la semana. Ya hay un proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Apoyado por Ciudadanos, falta el voto del PNV, inclinado por pragmatismo a aceptarlos pese a que ideológica y políticamente eso tendrá un coste.
La aprobación de los presupuestos es el clavo al que se agarra Rajoy y el responsable de la Hacienda con más tiempo en el cargo, Cristóbal Montoro. Es también el único eslogan de un partido que en las elecciones de 2016 se aupó en el cumplimiento de los objetivos marcados por Alemania y el Banco Central Europeo para recuperar aire ante el ascenso de Ciudadanos y Podemos.
Ha llovido mucho desde ese verano del 96. Como era previsible, la legislatura se está haciendo larga y, ni siquiera la aprobación de los presupuestos conseguirá esconder el hecho de que el Gobierno no legisla, solo sobrevive. Tras la convención, incluso si Cifuentes mantiene su posición en el Gobierno de Madrid y se relaja la presión mediática, viene una rutina que seguirá castigando al PP: el martes 10 de abril desfilan por el Congreso los expresidentes de la Comunidad de Madrid, Ignacio González y Esperanza Aguirre.
Se terminó la política rutinaria. A golpe de redes sociales y en una precampaña que debe llegar hasta mayo de 2019, el Partido Popular basará en su control de las estructuras del Estado el contraataque ante el ascenso de Ciudadanos en las encuestas, que previsiblemente llegará al próximo barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas.
Débil el partido, queda el Estado, la palanca desde la que los populares quieren detener su larga caída en la intención de voto, que no es tan acusada como la sensación de que es un partido amortizado.
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No sería de extrañar que los poderes fácticos dejaran caer al PP y lo sustituyeran por Ciudadanos, tal y como pasó en su tiempo con la UCD y su recambio por Alianza Popular
Y con los comunes podemos en el banquillo para sustituir al PSOE.