A punto de concluir la primera fase del acuerdo de paz en Gaza, el enclave se enfrenta a un futuro incierto

Cuando se adelantaron los puntos principales del acuerdo, fueron muchos los expertos y expertas que advirtieron de una serie de flecos que no estaban contemplados; ahora, esas imprecisiones generan incertidumbre entre la población palestina.
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©Unicef Columna de miles de personas emprendiendo el regreso a sus devastados hogares en Gaza.

Están siendo días intensos para los y las palestinas. En Gaza, la alegría del alto el fuego y el inicio tímido de la entrada de ayuda humanitaria —varias organizaciones se han quejado que el procedimiento de entrada de camiones es tedioso por los controles exhaustivos— contrasta con la incertidumbre de lo que ocurrirá en las próximas semanas. 

Muchas familias gazatíes han iniciado el camino de “vuelta a casa”, desde el sur del enclave hacia el norte, a pesar de que allí no queda prácticamente nada, ya que todo ha sido arrasado durante estos dos años de genocidio por las fuerzas israelíes. Se calcula que más de medio millón de personas ya ha regresado a las ruinas de lo que un día fueron las ciudades de Javalia o Beit Lahiya. Bajo los escombros se intuye que hay decenas de miles de cadáveres; muchos de ellos, irrecuperables. 


Según datos de la Red de ONG Palestinas en Gaza, aproximadamente 1,5 millones de palestinos perdieron sus hogares en los 734 días de exterminio provocado por Israel. La red estima que hay unos 60 millones de toneladas de escombros y que el 80 % de la población ha visto sus viviendas destruidas.

El alivio del alto el fuego se suma a la alegría de miles de familias por la vuelta a casa o la liberación de los dos mil prisioneros que han sido intercambiados en la primera fase de alto el fuego. Más de 1.700 presos regresaron a Gaza y, de los 250 condenados a cadena perpetua, 88 fueron liberados en Cisjordania y el resto volvió a la Franja costera o a Egipto. Los datos de muertes y heridas han seguido aumentando: a fecha del 14 de septiembre asciende a 67.913 el número de palestinos asesinados por Israel en la Franja de Gaza, a lo que se suman 170.134 heridos.

El alto el fuego, sin embargo, no fue óbice para que soldados israelíes incendiaran viviendas, reservas de alimentos y la planta de tratamiento de aguas residuales Sheikh Ajlin de Gaza tras el alto el fuego. El martes 14 se produjo la, hasta ahora, mayor vulneración del alto el fuego, con el asesinato por parte de las Fuerzas Armadas de Israel (FDI) de cinco personas (otras cinco resultaron heridas) que estaban examinando el estado de sus casas en el barrio de Shujaiyya, al este de la ciudad de Gaza.

Hamás y otras facciones han insistido en que el establecimiento de un Estado palestino sería el mayor incentivo para deponer las armas

Dentro de la primera fase hay más problemas. El 14 de octubre, los medios de comunicación israelíes informaban de que se postergaba la apertura del paso fronterizo de Rafah. En el límite entre Egipto y el territorio de Gaza esperan decenas de miles de toneladas de comida en centenares de camiones, pero Israel anunció que no los dejará pasar ante la supuesta falta de diligencia de Hamás para entregar los 24 cuerpos de prisioneros muertos que están pactados en el intercambio. Al Araby, medio de Qatar, ha constatado que equipos forenses egipcios están ayudando a las labores de búsqueda y rescate de los cuerpos de estos prisioneros fallecidos.


Precisamente, la difícil búsqueda de esos cadáveres es uno de los puntos más sensibles de cumplimiento en la primera fase del acuerdo. Qassam Muaddi escribía el 10 de octubre en Mondoweiss sobre cómo los medios israelíes han escrito sobre una “cláusula secreta” que permitiría a Israel reanudar la guerra si no se cumple con la entrega de todos los cautivos. Se trata de una cláusula no confirmada, pero que ha atizado las especulaciones de que Israel pretende volver a la situación previa en breve espacio de tiempo.

¿Y ahora qué?

Si bien todo parece indicar que la primera fase —alto el fuego e intercambio de cautivos por ambas partes— está a punto de finalizar, la incógnita de lo que sucederá después es grande. 

La preguntas alrededor del futuro del enclave no tapan el hecho de que el lunes, Donald Trump, el artífice del plan que ha puesto un hiato en la masacre llevada a cabo por Israel, se diera un baño de masas en la Knesset, en Tel Aviv, donde le esperaban decenas de diputados con gorras rojas con el lema “Trump, el presidente de la paz” y comparaciones con Ciro el Grande. Trump no fue menos ampuloso en su discurso, en el que prometió una “edad de oro de Israel y edad de oro de Oriente Medio”.

Posteriormente, el mandatario estadounidense viajó a El Cairo, donde tuvo lugar una “Cumbre de la Paz” con líderes mundiales en la ciudad de Sharm El Sheikh y bajo el anfitrionaje del dictador Abdel Fatah al-Sisi. El objetivo de la misma era, a partir del alto el fuego en Gaza, “lograr la paz y la estabilidad en Oriente Medio y marcar el comienzo de una nueva era de seguridad y estabilidad regional”, según la presidencia de al-Sisi.

Para muchos comentaristas, este acuerdo de paz devuelve a Palestina e Israel al punto de partida, solo que con miles de decenas de muertos más y un territorio, Gaza, totalmente aniquilado

Todo parece indicar que Trump mantendrá su hoja de ruta, que pasa por añadir más países a los llamados Acuerdos de Abraham, que ya han llevado a la firma de documentos de entendimiento entre Israel Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos, acuerdos auspiciados por Jared Kushner, yerno de Trump y figura clave tanto en el alto el fuego como en la reconstrucción de Gaza deseada por el promotor inmobiliario Donald Trump.


Sin embargo, una vez evaporadas las burbujas del brindis, aflora el hecho de que no está definido ni el proceso de retirada de las tropas israelíes del territorio ni el fin de los bombardeos. Se sabe aún menos del supuesto gobierno de tecnócratas que tiene que liderar el país; y no se conoce, o por lo menos no ha trascendido, cómo o cuándo está previsto el despliegue de la llamada fuerza internacional de estabilización, que debe ser compuesta por militares de distintos ejércitos, entre los cuales puede estar España, según declaró el presidente del Gobierno Pedro Sánchez el 13 de octubre. Sobre ésta, el propio Trump ha dicho que no cree “que vaya a tener un gran impacto, porque creo que prácticamente no tendremos que utilizarla”.

Tampoco hay fecha prevista para que empiece a trabajar el llamado “Consejo de la Paz”, presidido por Trump, dirigido por el ex primer ministro británico Tony Blair (que por cierto, ha recibido la autorización de la Autoridad Palestina para hacerse cargo de esta tarea) y que, supuestamente tendrá la misión de supervisar temporalmente la administración de Gaza. 

El desarme de Hamás

Una de las primeras incógnitas será aclarar cuál debe ser el papel de Hamás en Gaza. La hoja de ruta de Trump impone su desarme y conversión en un movimiento civil. El viernes, Benjamín Netanyahu, insistió en que el desarme de la organización y la desmilitarización de Gaza son puntos de la hoja de ruta aprobada: “Si esto no se logra por las buenas, se logrará por las malas”, declaró Netanyahu. 

El 12 de octubre, Hossam Badran, miembro del buró político de Hamás, explicó en declaraciones recogidas por AFP que la segunda fase del alto el fuego será mucho más compleja que la primera y que, en efecto, el desarme es uno de los puntos principales de disputa: “Esperamos no volver a la guerra, pero nuestro pueblo palestino y la fuerza de resistencia, sin duda, se enfrentarán y utilizarán todas sus capacidades para repeler esta agresión si se impone esta batalla“. 


La posición, en cualquier caso, no es unívoca y The New York Times
publicaba recientemente un artículo en el que reseñaba que sectores “pragmáticos” de Hamás están dispuestos a escenificar una entrega parcial de armamento para dar a Netanyahu una fotografía de victoria. Siempre a cambio de la garantía de Trump de que eso disuadirá a Israel de retomar los ataques.

En cualquier caso, Hamás y otras facciones han insistido en que el establecimiento de un Estado palestino sería el mayor incentivo para deponer las armas. Sin embargo, el plan de 20 puntos de Trump no incluye esa condición.

Mientras, los contratistas militares privados estadounidenses en Gaza siguen defendiendo su nicho de negocio. En un comunicado publicado el 13 de octubre, UG Solutions reafirmó su intención de seguir “proporcionando seguridad” en Gaza. Se trata de una de las compañías implicadas en la “distribución de ayuda” a través de la Fundación Humanitaria de Gaza, cuyos puntos de distribución de alimentos y ayuda humanitaria han pasado a la posteridad por ser lugares donde han sido tiroteados centenares de personas mientras esperan la ayuda. Se estima que 2.600 personas han muerto cuando buscaban alimento en estos puntos o en “trampas” dispuestas por las FDI alrededor de los convoyes de Naciones Unidas.

¿Vuelta al punto de partida?

Para muchos comentaristas, este acuerdo de paz, si bien necesario, devuelve a Palestina e Israel al punto de partida, solo que con miles de decenas de muertos más y un territorio, Gaza, totalmente aniquilado; con miles de desplazados y una población física y psicológicamente exhausta. El hecho es que el territorio costero vuelve a ser “la prisión al aire libre más grande del mundo”, como una vez la definió Ilan Pappé, pero la zona controlada por Israel constituye el 53% del territorio que ocupaba la Franja antes del 7 de octubre de 2023.

Quien pudiera liderar algún tipo de propuesta política, el palestino Marwan Bargouti, no ha sido liberado; y ya hay quien vaticina una guerra fraticida a medio plazo entre Hamás y Fatah. Como escribe el analista Jack Khoury en el medio israelí Haaretz: “Dos años de guerra devastadora han desmantelado casi todos los componentes del sistema político palestino. No existe una OLP funcional ni un liderazgo capaz de articular una visión unificadora”.

“Presentado como un plan de paz, la propuesta de Donald Trump para Gaza parece poco más que un ejercicio de poder disfrazado de diplomacia”, han escrito desde el Cidob

Desde algunas organizaciones de la sociedad civil, el acuerdo se mira con escepticismo: “A pesar de que los titulares de los últimos días pueden llevarnos a creer que el Plan de Trump para Gaza es un plan de paz, las entidades que trabajamos hace décadas en la transformación noviolenta de conflictos y la construcción de paz, con entidades de Israel y Palestina, no creemos que lo sea. El plan lleva a un alto el fuego imprescindible para detener el genocidio, pero no puede considerarse un plan de paz si lo que pretende es devolver al statu quo anterior al 7 de octubre de 2023, ya que no aborda las violencias estructurales ni los problemas políticos, económicos y sociales de fondo, como son el colonialismo, el empleo y el apartheid impuestos la paz no sea creíble ni realizable en estas condiciones”, aseguran desde Lafede.cat - Organizaciones para la Justicia Global.

En una reflexión publicada hace unos días por Samuele C. Abrami y Moussa Bourekba, investigadores de Barcelona Centre for International Affairs (Cidob), se recoge una idea similar: “Presentado como un plan de paz, la propuesta de Donald Trump para Gaza parece poco más que un ejercicio de poder disfrazado de diplomacia. A pesar del creciente apoyo que ha reunido entre la comunidad internacional, existe un riesgo de confundir las negociaciones a corto plazo sobre un alto el fuego con la necesidad más amplia de escenarios sostenibles tras la guerra. Atrapadas entre los intereses y la retórica de las partes involucradas, las preguntas sobre el futuro de Palestina siguen abiertas”. Lo que sí parece evidente es que no hay una hoja de ruta ni clara ni concreta a partir de ahora, y lo que también quedó claro desde el principio es que este acuerdo no ha contado con la opinión de los y las palestinas; lo que complica una implementación efectiva y duradera.

Violencia en Cisjordania y otro periodista asesinado

Por otra parte, y mientras los medios y la ciudadanía global mira hacia la llamada Plaza de los Rehenes en busca de imágenes de reencuentros emotivos; mientras Donald Trump se da un baño de masas en Tel Aviv y mientras los líderes mundiales se dan la mano en Egipto y se felicitan por las negociaciones que han llevado a el alto el fuego en Cisjordania, los ataques de colonos israelíes a población palestina se han incrementado estos últimos días, en pleno inicio de la campaña de la cosecha de la aceituna, una actividad muy importante (no solo por lo económico, sino por lo simbólico) para el pueblo palestino. 

El pasado fin de semana, en Beita, en el norte de Cisjordania, decenas de palestinos y algunos activistas internacionales que les acompañaban en la recolección de la aceituna fueron atacados por colonos y militares del ejército de Israel. Al menos seis personas necesitaron asistencia médica y tres periodistas fueron asaltados. También en Idna, en el sur, hubo incidentes: 200 personas tuvieron que interrumpir la cosecha de las aceitunas tras presentarse en el lugar colonos y soldados israelíes que los hostigaron durante horas.


Los ataques por parte de Israel no quedan aquí: el pasado domingo 12 de octubre, una milicia respaldada por los israelíes asesinaban a tiros al periodista o Saleh Al-Jaafarawi, sumándose así a los más de 240 comunicadores muertos en Gaza desde octubre de 2023. La Oficina de Medios de Gaza calificó esta acción como una “consecuencia directa de la política de Israel de atacar a periodistas palestinos tanto mediante bombardeos aéreos como a través de milicias proxy”.

En Jerusalén se produjo ayer, 14 de octubre, otra provocación. El ministro Itamar Ben-Gvir, y el activista de extrema derecha Bentzi Gopstein, volvían a irrumpir en la mezquita de Al Aqsa, de jurisdicción jordana. Era la segunda vez en una semana que Ben-Gvir, uno de los representantes de la extrema derecha fundamentalista en el Gobierno, se presentaba en ese recinto sagrado-

Esto entronca directamente con lo mencionado anteriormente: además de a una reconstrucción que conllevará muchísimo años, a todos los niveles; en Gaza ahora se abre una nueva etapa, caracterizada por la inestabilidad y el vacío político; algo que sin duda, intentarán aprovechar diferentes actores —como las bandas armadas que se oponen a Hamás, los israelíes o los poderes internacionales— para sacar el máximo provecho.

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