Opinión
De “extender la mediocridad” a “no saber contar”: ¿por qué el PP odia Andalucía?
El cotilleo político de la semana ha sido el comentario que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, profirió el pasado martes en la cena de Navidad del PP madrileño, en el que refería que “los andaluces no están de acuerdo, pero no saben contar”. Un comentario, que pretendía ser un guiño gracioso, que sin embargo le ha devuelto la indignación de todo el territorio. La justificación que ha tenido tras la avalancha de críticas ha sido exponer que “la forma en la que lo habéis recibido demuestra el arte que tenéis” una réplica que sigue ahondando en tópicos.
Hasta el propio presidente actual de la Junta de Andalucía ha caído en ese tipo de comentarios, en 2018 dijo en una entrevista que “los niños andaluces no saben dónde está el Ebro”.
No es la primera vez que un líder del PP ofende a Andalucía; en 2018, el portavoz del PP en la Asamblea de Madrid, Enrique Ossorio, exponía que los andaluces “son una máquina de extender la mediocridad”. Ese mismo año, la exministra de Agricultura y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, exponía que “un niño andaluz de diez años sabe lo que uno de ocho en Castilla y León”. Hasta el propio presidente actual de la Junta de Andalucía caía en ese tipo de comentarios en aquella época cuando dijo en una entrevista que “los niños andaluces no saben dónde está el Ebro”. A pesar de que gran parte de estos comentarios tenían como objetivo señalar al Gobierno autonómico del PSOE, salvo el de Feijoo, señalan a las personas que componen la sociedad andaluza, vertiendo sobre ellas prejuicios que son una lacra histórica para el territorio.
Desde 2019, Moreno Bonilla se ha autoproclamado como el defensor de Andalucía y de su identidad. Por ello respondió a las palabras de Jordi Turull, secretario general del Junts, cuando dijo que Andalucía se subvenciona gracias a Cataluña, y a las declaraciones de la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, que exponía que “de Madrid para abajo no es Europa” (sentencia que daría para un gran debate que abordaremos en otro momento). Sorprende que, ante las palabras de Feijoo, el presidente no haya hecho declaración alguna ni pedido respeto, dejando claro que antes que andaluz, Moreno Bonilla es pepero. De hecho, el presidente andaluz se deshace en elogios al líder nacional del PP en su libro; lo define como “uno de los mejores presidentes autonómicos que ha tenido España en democracia”. Una admiración que, tras las palabras de Feijoo, no parece ser correspondida, y no parece ser una gran estrategia la del líder popular, ya que no solo es una falta de respeto hacia los 8,6 millones de personas que habitan Andalucía, sino especialmente para las 1.467.501 personas que le votaron en las elecciones generales de 2023.
Más que palabras
Las palabras podrían quedar en mera anécdota si no fueran acompañadas a lo largo de los años con el desarrollo de políticas en diversas instituciones: nacional, regional y local, que han impactado de forma muy negativa en el territorio.
Empecemos por las políticas emprendidas por el Gobierno andaluz desde 2019, cuando comenzó el Ejecutivo del Partido Popular. Por resumir, ya que en este medio hablamos continuamente de esto: privatización de la salud que pone en peligro la vida de las andaluzas y andaluces, como ha demostrado la crisis de los cribados de cáncer de mama; un aumento de los proyectos energéticos, especialmente de la minería, que pone en peligro el medio ambiente andaluz; y una inversión en seguir fomentando el turismo en un territorio ya masificado por el mismo y en el que las vecinas tienen que irse de sus casas por este “impulso económico”.
Ahora vamos a echar la vista atrás y pensar en las políticas que los Gobiernos del PP del Estado emprendieron en su momento e impactaron de una forma especial en Andalucía. El Gobierno de Aznar fue la gran revolución neoliberal que asentó muchas de las estructuras privatizadoras que hoy nos afectan. Una política que se basó en el recorte social y el apoyo al sector privado que afectó de forma más hiriente a los territorios empobrecidos como Andalucía. Además, la Ley de suelo de 1998, que facilitó la construcción y fue el origen de la burbuja inmobiliaria que convirtió en ladrillo gran parte del litoral andaluz, especialmente la Costa del Sol y la costa gaditana, afectando a espacios naturales del territorio. Además, Aznar impulsó el Plan Hidrológico Nacional de 2001 que permite la sobreexplotación de acuíferos, incluidos los del Parque Natural de Doñana. El Gobierno de Mariano Rajoy profundizó en estas políticas neoliberales y reformó la Ley de Costas de 2013 para seguir construyendo en el litoral andaluz.
Mi análisis no es el más profundo, pero no por ser obvio es menos importante señalarlo: el desprecio a Andalucía es una cuestión de clase.
Los gobiernos locales de los populares también han tenido gran impacto en los territorios que gobiernan. Esto daría para un monográfico; solo si abordamos el tema de la corrupción, solo hay que recordar el paradigmático Caso Malaya, el Caso Poniente (El Ejido) o el reciente caso de las mascarillas en Almería. Podríamos hacer una retrospectiva y ver la gestión medioambiental del Polo Químico y la balsa de fosfoyesos de los Gobiernos del PP en Huelva, o la gestión de Málaga que lleva años emprendiendo Francisco de la Torre, basada en la turistificación y la especulación. O la aprobación de la construcción del hotel en el Algarrobico en Carboneras, Almería. Además de las políticas en recorte social que han emprendido todos. Actualmente, siete de las ocho capitales de Andalucía están dirigidas por el PP, en algunos casos como en el de Sevilla, apoyados por la extrema derecha.
Pero, ¿Por qué el PP desprecia Andalucía?
Mira, mi análisis no es el más profundo, pero no por ser obvio es menos importante señalarlo: es una cuestión de clase. El perfil de dirigente del PP, salvo excepciones, es el de hombre de clase más alta que media, con profunda fe en el neoliberalismo y con gran amor hacia las tradiciones impuestas por la moral cristiana. Desde ahí, lo más fácil como ostentadores del lenguaje dominante es reírse y atentar contra la integridad de “los pobres”; es la base del clasismo que demoniza a las clases populares.
Andalucía, aunque le duela a Moreno Bonilla, está compuesta por obreras y obreros de múltiples sectores, por personas de barrios y pueblos que generan beneficio con su sudor para otras personas. Además de por maricas, bollerones, bisexuales, intersexuales y trans, así como por personas racializadas o con orígenes diversos, una cosa que por lo que sea tampoco les agrada. Y no lo digo yo por woke o por querer defender a mi clase, lo dicen los datos: Según el INE, el 82 % de las localidades andaluzas tienen el nivel más bajo de renta por habitante estipulado. Además la mayor parte de los barrios y pueblos empobrecidos del Estado se encuentran en Andalucía.
Y no es que aquí no haya ricos; los hay, los vemos a lo lejos, pero no compartimos motivación, deseo o sensación alguna. No están en nuestro día a día, ni en los vecindarios donde día a día sacamos la dignidad a flote con nuestras manos, aunque tengamos al poderoso en contra.
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