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Literatura
Anti-Lovecraft o cuando las escritoras dan miedo
La emoción más antigua y más fuerte de la humanidad es el miedo.
H.P. Lovecraft
La historia del capitalismo, que duda cabe, es un relato de horror.
Nick Land
Ser mujer es estar en una película de terror sin salir de tu casa.
María Fernanda Ampuero.
Aquellos aficionados al género del terror que crecimos estremecidos al leer clandestinamente a H. P. Lovecraft (1890-1937), el paradigma del horror cósmico de Los mitos de Cthulhu, hemos percibido una perturbación en la fuerza oscura. Y no es la llegada de un nuevo dios preternatural desde otra dimensión, sino de una nueva generación de escritoras del género, con una nutrida presencia latinoamericana.
Las hijas de Mary Shelley, obviamente, nunca han sido ajenas al género, sino quizá sus secretas fundadoras, pero ya no se trata de aquellas poéticas 'damas del terror' anglosajonas, de aroma victoriano, ni siquiera de las innovadoras Shirley Jackson o Angela Carter, sino de terror puro y duro, o más bien horror hard, hibridado con ciencia ficción e infestado de nuevos contenidos como el cuerpo o la política.
Hemeroteca Diagonal
H.P. Lovecraft el ‘nini’ de Providence
Lo más significativo es que ahora, en el imaginario de esta nueva narrativa femenina e implícitamente feminista, la encarnación del mal sea, paradójicamente, el propio Lovecraft: el escritor blanco y anglosajón, patriarcalista y racista que vistió sus miedos y frustraciones de engendros cósmicos -Azathoth, Yog-Sothoth, Nyarlathotep- que tiranizaban a la raza humana. Lovecraft, escritor genial y emblema weird es el no tan ignoto no-dios tentacular que hay que combatir y, en última instancia, sacrificar...
Quizá el proceso edípico de cuestionar el paradigma Lovecraft sea necesario para alumbrar una alternativa imaginaria, menos cósmica y más cercana, con vocación política de transformación social
No obstante, hay que constatar que esta revuelta surge en plena revalorización de Lovecraft. Es cierto que el solitario de Providence nunca se ha ido del todo y que, convertido en un icono pop contracultural, ha fascinado, más allá del género, a escritores, artistas e intelectuales de todas las latitudes y disciplinas. Mientras que la producción de homenajes y pastiches en literatura, cómics, películas y videojuegos sigue a pleno rendimiento, hay que situar su reciente popularización en la publicación de una novela de explícito título: Territorio Lovecraft (Lovecraft Country, 2016) de Matt Ruff, una suerte de homenaje postlovecraftiano al afrofuturismo. Pero ha sido su versión en la serie homónima de HBO -con algunas llamativas licencias- lo que ha convocado una audiencia más amplia y ha situado ese ambiguo 'territorio lovecraftiano', con/contra/desde Lovecraft, en el centro de potentes corrientes creativas de lo fantástico.
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Lo más curioso es que, justo cuando Lovecraft ha sido entronizado en el Olimpo de la alta cultura, también haya sido cuestionado por las nuevas escritoras del género. Mientras que escritores como Michel Houellebecq, Stephen King o Thomas Ligotti y filósofos del realismo especulativo como Nick Land, Reza Negarestani, Eugene Thacker o Graham Harman, teorizan su impacto hasta convertido en el heraldo oscuro de un nihilismo extincionista, que defiende que este colapso del capitaloceno es el apocalipsis definitivo... las escritoras (anti) lovecraftianas están empeñadas en darle la vuelta al mito, como en la antología Dreams from the Witch House: Female Voices of Lovecraftian Horror, e, incluso, en ir más allá de la herejía: a problematizar el horror para trasmutarlo en motor de vida.
La punta de lanza de la revuelta (anti) lovecraftiana es la literatura del género (latino) americana, que ha sido capaz de superar la injusta marginación de sus maestras olvidadas
La punta de lanza de la revuelta (anti) lovecraftiana es la literatura del género (latino) americana, que ha sido capaz de superar la injusta marginación de sus maestras olvidadas, como María Luisa Bombal (“la madre de todos nosotros”, según Carlos Fuentes), para convertirse en toda una potencia cultural. Desde el sur, la argentina Mariana Enríquez, pese a su poco creíble negación de la influencia de “los grandes señores del género” como Poe y Lovecraft es, precisamente, gracias a su revisión radical que Nuestra parte de noche (2019), donde una secta maléfica está vinculada a la dictadura argentina, que ha escrito la gran novela de terror de comienzos del s. XXI. Desde el norte, la novela La ciudad que nos unió (2020), de la afroamericana N. K. Jemisin, en la que un grupo de héroes y heroínas no normativas luchan contra una monstruosidad tentacular supremacista blanca para salvar el Nueva York multicultural, se ha convertido en el reconocible emblema del Horror-Sci Fi de la corriente.
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¿De qué hablamos cuando hablamos de ciencia ficción feminista?
Entre ambas extremos, toda una generación de amazonas del gótico andino, entre las que, entre una constelación de jóvenes talentosas, quizá destacan las últimas novedades de la argentina Agustina Bazterrica, la colombiana Michelle Roche Rodríguez y, especialmente, las ecuatorianas María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda. En la reciente Tercera edición del Festival Letraheridas. Mujeres que agitan el panorama editorial, celebrado en el centro social Katakrak de Iruñea, ambas escritoras demostraron en perfecta complicidad que terror y crítica social no están reñidas. Ampuero, una de las mejores cuentistas de su generación, defensora del loser y enemiga del represivo catolicismo, apostó por una narrativa “brutal”, que evocara el “alarido” de las mujeres. Por su parte, Ojeda, partidaria de un género “impuro” lleno de poesía, cuya novela Mandíbula presenta una sugerente mitología lovecraftiana en torno al horror de un dios blanco, señaló a la familia y lo conocido como la verdadera fuente del miedo contemporáneo.
En la reciente Tercera edición del Festival Letraheridas, celebrado en el centro social Katakrak de Iruñea, María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda demostraron que terror y crítica social no están reñidas
Esta corriente literaria tiene su correlato en un cine cuyo género de terror se revela como el canal político privilegiado de las minorías marginadas, como la afroamericana, en la estela del Black Lives Matter, en torno a figuras como el director Jordan Peele, y, especialmente, de una generación de cineastas rompedoras como Jennifer Kent, Ana Lily Amirpour, Rose Glass, Natalie Erika Jones o Julia Ducournau. El mejor terror contemporáneo ya se filma también en femenino.
Literatura
‘Parentesco’: la mirada al pasado de la gran dama de la ciencia ficción
Hemos tenido que esperar casi cuarenta años para ver publicada en castellano la obra que consolidó la carrera de Octavia E. Butler, Parentesco, en la que la escritora explora la historia de la esclavitud.
Esta tendencia tampoco es ajena a la transgresora relectura ecofeminista de Donna Haraway en ese extraño manifiesto que constituye su ensayo Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno (2016, publicado por la editorial vasca Consonni en 2019). Nuevamente una negación explícita de Lovecraft se convierte en un détournement de su paradigma: el Chthuluceno, la nueva era tentacular y relacional multiespecies tiene a la araña Pimoa Cthulhu -su nombre, un homenaje a Lovecraft- como su icono, pero se escribe con una traviesa “h” extra. El predicamento de Haraway en el arte contemporáneo de sensibilidad feminista -paralelo al caso de Silvia Federici-, se ha convertido en una poderosa corriente subterránea, como demuestra la artista bilbotarra María Ptqk, quien recoge en Especies del Chthuluceno. Panorama de prácticas para un planeta herido (Sycorax, 2019) diferentes proyectos artísticos colectivos desarrollados entre el Jeu de Paume y BilbaoArte, o el proyecto 'Habitación: Compost-ables', de Adriana Tamargo y Guillermo Escribano, actualmente expuesto en el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte.
Pensamiento
Donna Haraway, la científica contra el Antropoceno cuyo laboratorio es el lenguaje
Dado que la destrucción del planeta no se va a frenar negándola ni minimizando el impacto evidente de sus efectos, la bióloga Donna Haraway sugiere como salida una alianza multiespecies. Lo hace en Seguir con el problema, una suerte de manifiesto fundacional para una nueva civilización en el que hibrida la utopía con el hecho científico y el relato de pequeñas experiencias que apuntan en esa misma dirección.
¿Estamos ante un nuevo boom latinoamericano, fundado no en el ciertamente patriarcal realismo mágico sino en en el realismo terrorífico feminista, vinculado al cine de minorías y femenino del género y al arte y la filosofía ecofeminista? ¿Un boom feminista como 'venganza' creativa de aquel boom patriarcalista, como señaló Elena Garro y ha recogido Luna Miguel en El coloquio de las perras? Quizá el proceso edípico de cuestionar el paradigma Lovecraft sea necesario para alumbrar una alternativa imaginaria, menos cósmica y más cercana, con vocación política de transformación social. O acaso solo sea la primera escaramuza de una gigantomaquia o amazanomaquia, lucha mítica entre los viejos y caducos dioses y las amazonas rebeldes: Cthulhu vs Chthulhu, el Apocalipsis vs Gaia, la muerte cósmica vs la continuidad de la vida terrestre... “La ira ha sido el incentivo para que muchas mujeres escriban bien”, afirmó Rosario Ferré; así es, la ira, la rabia, el dolor o el eterno ninguneo, poderosos estímulos para que una generación de mujeres sometida por el capitalismo colonialista, religioso y patriarcalista se rebelen provocando mucho miedo...
Literatura
Literatura Raíces y desinencias del nuevo gótico latinoamericano
El tiempo nos dirá si esta corriente se consolida, desbordando los límites del género hacia una audiencia global relacionada con la visión ecofeminista del futuro colapsista. De momento lo que sí podemos afirmar es que su irrupción como elefante o Chthulhu en cacharrería en el panorama literario es lo más interesante que le ha ocurrido a la narrativa del género en los últimos tiempos. En ese sentido, el miedo ya ha cambiado de bando.
En el relato La antigua gente (The Very Old Folk, escrito en 1927 y publicado en 1940) Lovecraft refiere un vívido sueño en el que se ha imaginado como un cuestor romano en Pompaelo (Pamplona), enfrentado a las “aterradoras ceremonias de una antigua raza que habitaba en lo alto de las colinas”, las cuales incluso estremecen a los aguerridos vascones del lugar. Cuando una cohorte es enviada para detener el orgiástico sabbath, son asaltados por “formas imposibles y colosales de bestias”, que provocan su despertar. Desde los cantos paganoides de Jon Mirande acerca de un no-Dios (“ez-Jainko”) no habíamos leído nada semejante por estos pagos. La cultura vasca en la que empieza a emerger tímidamente un arte y un cine fantástico y de terror, todavía ha de (re)descubrir a Lovecraft. Y quizá solo espera a que una escritora se atreva a contarnos su ascenso y su caída.
*Este texto deriva parcialmente de la ponencia Antilovecraft o la revolución quimérica, presentada en julio de 2021 en BilbaoArte, dentro del seminario Pandemonio. Retóricas iconográficas en tiempos convulsos, dirigido por Leticia Gaspar García.
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De lo indicado en el artículo conozco "Territorio lovecraft" y "Nuestra parte de la noche". Territorio lovecraft es una estafa. Enganchan a los seguidores de lovecraft para presentar una serie de denuncia del racismo. Nuestra parte de la noche es una buena novela que, para mi, falla al final. Después de cientos de páginas parece que la autora corre para darle un final a la novela.