Al igual que Ursula K. Le Guin retrató una sociedad nueva en Los desposeídos, una creciente corriente reclama un nuevo mundo literario libre del sesgo machista que se arrastra desde hace siglos. Si en Anarres —la luna a la que se exilia parte de la población después de una revolución anarquista— viven de manera contraria al planeta capitalista del que huyeron (Urras), las autoras, editoras, traductoras, ilustradoras, comunicadoras y demás agentes de este siglo luchan por cambiar el principal objetivo del mercado y recordarnos que la literatura sirve para transformar una sociedad.

Como si de un arma de protones se tratara, la ciencia ficción feminista dispara a las dianas más vergonzosas de nuestro universo literario: invisibilidad de las autoras, escasa promoción de sus obras, simplificación de los personajes femeninos, estereotipos, infravaloración del género, mirada heteronormativa de las relaciones y un largo etcétera. El objetivo: ayudarse de esta potente herramienta para poder vislumbrar de forma colectiva sociedades más justas, más igualitarias y más políticas. Pero antes de empezar un viaje por esos mundos utópicos, distópicos y más cercanos de lo que podemos imaginar, hay que poner nombres. Porque ya sabemos que lo que no se nombra no existe.

¿De qué hablamos cuando hablamos de ciencia ficción feminista? “Se trata de mostrar abiertamente los problemas de la sociedad y evidenciar que esta es patriarcal, que hay una estructura de poder de los varones sobre las mujeres, una estructura social, cultural, económica, ideológica y política que siempre se menciona como contraargumento. También tiene la función de subvertir los estereotipos sobre mujeres y varones”, explica Lola Robles, activista y escritora de, entre otras obras, el reeditado El Informe Monteverde.

Para Robles, esta corriente llegó a España en los 80, una década después de que lo hiciera en los países anglosajones, donde la tradición y el peso de la ciencia ficción siempre fue mayor. “La irrupción en los últimos años y a nivel internacional de miembros de colectivos infrarrepresentados (mujeres, LGTB+, personas racializadas, con discapacidades, etc.) muestra que es un género que hoy en día da cabida a todo el mundo, porque cualquiera puede imaginar la influencia que la ciencia y la tecnología tienen sobre su vida”, comenta Cristina Jurado, escritora, traductora y editora de la revista especializada Supersonic.

Por su parte, Teresa López-Pellisa, doctora, profesora e investigadora de la ciencia ficción y sus relaciones con otras disciplinas, entre ellas los estudios de género, no duda al responder si otras personas no mujeres pueden escribir novelas feministas. “Por supuesto, cualquier persona con inquietudes feministas, ya sea hombre o una persona no binaria. Igual que los hombres han usado desde siempre narradoras o personajes femeninos en primera persona en sus obras de ficción”.

Empezando mal la historia de la sci-fi

Sin contar con la llamada protociencia en el siglo XVIII, Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, de 1818, se considera la primera obra de ciencia ficción de la historia. Pese a ser un clásico de impacto innegable en el imaginario colectivo, la afirmación de si esta obra inaugura el género sigue levantando debate, ya que muchos se niegan a admitir su título de primera obra. “Me da la impresión de que son más los ‘opinadores’ varones los que creen que no, algo ya de por sí muy significativo”, dice Robles, veterana en esto de la ciencia ficción y que ha visto cómo la presencia de roles diferentes para la mujer (tanto en el contenido como en su faceta editorial) siempre levantan las mismas ampollas.

Otra veterana, Elia Barceló, tuvo que ver cómo su obra Consecuencias naturales —que daba la vuelta a los roles de la maternidad y el comportamiento sexual—, publicada hace 25 años, obtenía reconocimiento internacional mientras que en España era criticada e ignorada. De hecho, hasta que hace unos meses la joven editorial Crononauta la reeditó, era muy difícil encontrarla. Lo mismo ocurrió con El cuento de la criada antes de que la serie televisiva batiera récords de audiencia, y ocurre hoy día con numerosas obras clásicas o actuales. ¿A qué se debe esto?

Como explica Joanna Russ en su libro Cómo acabar con la escritura de las mujeres (Barret y Dos Bigotes, 2018), son muchas las técnicas que se han empleado a lo largo de la historia de la literatura para menospreciar, invisibilizar o condenar a las mujeres que escriben. “Hay estudios que confirman que en España existe un sesgo dependiendo del género ante obras de igual calidad. A las autoras se las traduce menos, se las reedita menos y se las publicita menos, salvo que se ciñan a los temas estereotipados que tiene el mercado con las mujeres”, comenta Elena Lozano, fundadora de Crononauta. Si a esto le sumamos que la ciencia ficción como género también ha sido infravalorada como algo lúdico y no serio, nos encontramos en una encrucijada para las autoras de ciencia ficción.

“Hay personas que piensan que entre una novela feminista y una de ciencia ficción feminista, la de sci-fi será de menor calidad”, dice Carla Bataller, traductora y parte de Crononauta, quien explica que “es normal, ya que en España la ciencia ficción comenzó en novelas de quiosco, compitiendo con las del Oeste y en un sector mayoritariamente masculino y excluyente, por no decir denigrante para las mujeres”. Desde esta pequeña y pionera editorial especializada en ciencia ficción feminista no solo han editado obras como las de Barceló, sino que apuestan por traer autoras nunca traducidas —como Nnedi Okorafor con su trilogía afrofuturista Binti— o publicar textos inéditos. De hecho, actualmente tienen una convocatoria de envío de manuscritos que se transformarán en un nuevo libro. Pese a que las condiciones son claras —que sea ciencia ficción y feminista—, son muchas las anécdotas que Elena Lozano tiene de lo que les hacen llegar a la editorial.

Sci-fi feminista

“A veces nos llegan cosas que no creerías: ciencia ficción rancia, en la que las mujeres tienen papeles florero y la descripción de sus senos es más detallada que la de su carácter, personajes LGTBI+ con estereotipos manidos, etc.”, comenta entre la risa y la rabia Lozano. Por su parte, su compañera de editorial menciona el ‘síndrome del impostor’, que es aquel que impide a muchas mujeres considerar que su trabajo es válido, optar a un puesto de trabajo en el que no cumplan el 100% de los criterios o enviar manuscritos a un concurso. Por eso, desde hace pocos años se ha hecho un esfuerzo por crear antologías que ayuden a visibilizar estas obras. Desde Distópicas y Poshumanas (Libros de la Ballena), coordinados por Lola Robles, hasta Insólitas (Páginas de Espuma). López-Pellisa, coeditora de esta última, cree que, entre otros, “el problema que hemos tenido en España en la academia es que nos han formado en un canon realista, dejando al margen todas las obras que se han hecho de ciencia ficción”. Eso, junto al hecho de que es difícil encontrar ejemplos de autoras en prácticamente todos los géneros de la literatura, hace especialmente importante la labor que se hace desde editoriales como Cerbero, Amor de Madre, Triskel o Palabaristas para reeditar, lanzar nuevas obras y publicar antologías exclusivas de autoras.

“Tradicionalmente, la ciencia ficción era terreno del hombre cisheterosexual y blanco”, comenta Jurado, por eso es importante el ejercicio de visibilizar y dotar de espacios propios a las mujeres. “La desigualdad se combate creando”, afirma la directora de Supersonic, que defiende que “escribir es un acto político, lo mismo que publicar”. “Si quieres reflejar mejor la sociedad en la que vives —precisa Jurado—, debes ser sensible a sus cambios y entender que, si no haces un esfuerzo por descubrir y apoyar a miembros de colectivos infrarrepresentados, entonces es que prefieres seguirle el juego al statu quo”.

Un mundo editorial cerrado y asfixiante

Si mezclar un género infravalorado con unas creadoras ignoradas no fuera suficiente, se añade la dificultad para los pequeños proyectos de hacerse hueco en el mercado y ser viables. “Se nos decía que era una locura y que no había personas que buscaran ese tipo de libros, pero estábamos decididas a hacerlo”, comenta Lozano en referencia al momento en que anunciaron su intención de montar una editorial específica de sci-fi feminista. Antes, recuerda, para satisfacer su apetito de lectura, recorrían librerías y tiendas de libros de segunda mano de manera incansable. “Ni siquiera buscábamos que fuesen feministas: nos valía con encontrar alguna de estas mujeres, y ya era casi imposible”, detalla. Por eso, no solo en España, sino también en América Latina han sido tan importantes portales digitales para hacer comunidad, intercambiar impresiones y manuscritos y “acercar a las personas algo inaccesible y necesario”, como reza el objetivo de Crononauta.

Iniciativas como La Nave Invisible, La Ventana del Sur o #LeoAutorasFantásticas; revistas como Origen Cuántico o SuperSonic e incluso congresos —“Las creadoras y lo fantástico”, en junio en la Universidad Autónoma de Barcelona—, concursos solo para escritoras (como los Premios Ripley) y festivales como el Ansible Fest. Se trata de un hecho sin precedentes en el mundo hispanohablante: un festival feminista con la ciencia ficción en el centro, que celebrará en Bilbao su segunda edición el 6 y 7 de septiembre. Todo ello hace que haya una sensación optimista en el sector.

“He notado un cambio muy importante —explica López-Pellisa— tanto a nivel feminista como en el cómo se recibe la ciencia ficción fuera de los géneros. La gente se está enterando de que tiene un discurso político muy potente y hay muchos autores que están empezando a publicar, como Rosa Montero con sus últimas tres novelas”. Por su parte, Robles cree que “hay que seguir en este camino, aunque evitando caer en zonas de confort, como pueden ser en un momento dado las convocatorias de antologías solo para escritoras, que han tenido una función pero no creo que sea bueno que perduren en el tiempo, pues pueden ser sustituidas por otras iniciativas”.

Como traductora, Bataller pone el acento en que ni siquiera dentro de la ciencia ficción feminista existe la diversidad real de la sociedad. “Creo que no hay ninguna obra de corte fantástico escrita por una autora de ascendencia asiática y directamente en español”, pone como ejemplo. En lo que sí coinciden todas ellas es en que este cambio de abajo arriba debe partir desde las comunidades de lectores, desde las pequeñas editoriales y desde las iniciativas que apoyan a estas. “En general, las grandes editoriales, donde muchas veces el 80% de su catálogo está compuesto por hombres, se mueven por otros intereses más comerciales”, concluye Robles. 

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