Barcelona
Ciudades contra el calor extremo: un balance del modelo de refugios climáticos de Barcelona

“En casa no se puede estar”. Esta frase, pronunciada por una vecina al entrar en una biblioteca pública de Barcelona debidamente climatizada, habla de muchas cosas: de temperaturas récord, de pobreza energética, de desigualdad para hacer frente a episodios de temperaturas extremas… y de las únicas salidas disponibles para muchas personas durante los cada vez más largos veranos en las ciudades: los refugios climáticos.
El pronóstico es claro y gravemente preocupante. Se estima que en las próximas dos décadas la temperatura media peninsular aumentará 2º C y que pueda superar los 4ºC a finales de siglo. Un estudio de la Misión Biológica de Galicia, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, prevé que aumente la intensidad de las olas de calor un 144% con respecto al intervalo 1971-2000, así como su extensión espacial. El calor intenso y sostenido que no permite al cuerpo humano regular la temperatura ha provocado la muerte de 1474 personas en lo que llevamos de verano. La Agencia Estatal de Meteorología advierte de una ola de calor que afectará a gran parte del territorio peninsular de una semana completa de duración: desde el pasado domingo hasta el de esta semana.
Frente a esta situación, algunos ayuntamientos están empezando a implementar medidas para proteger a la población. Una de ellas es la habilitación de refugios climáticos: espacios donde se puede garantizar un confort térmico a la ciudadanía, en especial a la más vulnerable al calor, como son personas mayores, bebés o personas con enfermedades crónicas.
Barcelona es pionera en implementar una red de refugios climáticos en el Estado, pero su malla tiene algunas sombras: espacios de pago o que no garantizan el confort térmico.
La capital catalana ha sido pionera en implementar una extensa red de refugios climáticos, una iniciativa que se activó en 2020, durante la alcaldía de Ada Colau. La ciudad condal cuenta en la actualidad con 400 espacios señalizados como refugios climáticos, muy por delante de la segunda ciudad del Estado con más refugios, Bilbao, con 131 espacios. Sin embargo, dos especialistas consultados por El Salto señalan algunas de las sombras de la mayor malla de espacios contra el calor: la red barcelonesa incluye espacios de pago o que no garantizan un confort térmico adecuado. Todo ello en una ciudad que no termina de hacer sus deberes contra el calor.
Una ciudad pionera en la lucha contra la adaptación climática, pero con deberes pendientes
La red barcelonesa de refugios climáticos contaba con 200 equipamientos de este tipo en 2022; actualmente llegan a los 400. Los encontramos en cada barrio de la ciudad, señalizados con un gran cartel en la entrada del equipamiento. La información del Ajuntament desglosa los tipos de espacio: 128 son “equipamientos de proximidad” —centros cívicos, casales de barrio, por ejemplo—, hay 55 piscinas, 50 bibliotecas, 47 parques, 19 mercados o tres centros comerciales. También se contabilizan iglesias, museos o centros de mayores. Espacios públicos, mayoritariamente, y algunos privados, gratuitos o de pago, donde las personas pueden refugiarse del calor y, declara el ayuntamiento, se pueden encontrar a 10 minutos de casa de cualquier vecino o vecina de la ciudad. Podemos contar 41 en Ciutat Vella, el distrito con la renta per cápita más baja de la ciudad, y 28 en Sarrià-Sant Gervasi, el distrito con más nivel de ingresos por habitante.
En 2023, Ada Colau anunciaba que iba ampliar hasta 400 la red de refugios climáticos de la ciudad: “Tenemos un plan para acelerar la adaptación de Barcelona, que se dirige a toda la población, pero especialmente a quien sufre más el calor”. La exalcaldesa se refería a estas instalaciones como “equipamientos que tienen punto de agua, sombra, servicios y que están disponibles en horarios clave”. Veamos el balance que hacen de ellos los expertos en la actualidad.
Adrià Rodríguez: “Creer que solo con hacer un mapa con lugares con más confort térmico hará que la gente vaya a pasar la tarde es tener una visión naif”.
Adrià Rodríguez, investigador en el Institut de Recerca Urbana de Barcelona (IDRA), valora positivamente la habilitación de refugios climáticos, pero considera que “creer que solo con hacer un mapa con lugares con más confort térmico hará que la gente vaya a pasar la tarde es tener una visión naif”. Y propone: “Tiene que haber una actitud proactiva para diseñar actividades, espacios de ocio gratuito donde la gente se sienta dotada de libertad. El caso más positivo son las bibliotecas, donde la gente no va solo a sentarse en un banco, es un espacio de socialización y de encuentro donde se puede pasar la tarde”.
En este sentido, Rodríguez hace referencia al informe Ciudades al rojo vivo, una investigación sobre las redes municipales de refugios climáticos en las 52 capitales de provincia publicado el pasado martes, que critica que algunos de los puntos considerados refugios climáticos por los ayuntamientos son mercados (incluidas en los listados de Barcelona, Murcia o Bilbao) o estaciones de transporte (incluidas en la red de refugios climáticos de Bilbao), sitios que no garantizan el descanso sin tener que consumir. Algunos ejemplos son las piscinas municipales, que requieren entrada, o el programa implementado en Madrid Refúgiate en la Cultura, donde se invita a protegerse del calor en museos o recintos culturales, previo pago.
El debate entorno a la idoneidad de los refugios climáticos llega en el contexto de una ciudad, bajo la actual alcaldía de Jaume Collboni, que ha sido escenario de grandes polémicas en materia medioambiental: la celebración de la Copa América de Vela, la exhibición de Fórmula 1 en pleno Passeig de Gàcia o la ampliación del aeropuerto. Por ello, desde Ecologistas en Acción, aunque valoran positivamente la implementación de estos refugios climáticos, consideran que es “incoherente” y que distraen la atención de las políticas negacionistas climáticas que lleva a cabo el Ajuntament y la Generalitat.
Miquel Vallmitjana, coordinador del área de Clima de Ecologistas en Acción en Catalunya, critica que muchos de los refugios son solo espacios con sombra, sin aires acondicionados, y que cierran los mediodías, por las tardes y los fines de semana: “Nos estamos encaminando a superar temperaturas máximas durante todo el dia y eso puede ser mortal, no es suficiente con un lugar con sombra”. Con esta problemática cuentan muchos de los refugios climáticos de la red barcelonesa, desde bibliotecas, centros cívicos o museos, que no cuentan con horarios adaptados. A la vez enfatiza: “Es importante que las políticas de adaptación sean también de mitigación, como por ejemplo aumentar la cobertura de árboles es una medida que disminuye el CO2. En el caso de los refugios climáticos, que funcionen con energías renovables.”
Adrià Rodríguez: “Barcelona no está preparada para el calor. Tenemos una ciudad completamente entregada al transporte privado y con una gran cobertura de asfalto que absorbe calor”.
Con todo, preguntamos a Rodríguez si Barcelona, municipio que ha hecho bandera de la adaptación climática durante los mandatos de Colau, está preparada para el calor. El investigador se muestra contundente: “Claramente no. Tenemos una ciudad completamente entregada al transporte privado, donde los coches ocupan el 60% del espacio público y con una gran cobertura de asfalto que absorbe el calor”.

Rodríguez explica que la ciudad moderna está menos preparada para afrontar el calor: “en las calles estrechas no entra el sol, antes las calles se cubrían de adoquines, que absorbían menos calor, filtraban el agua y permitían que creciera hierba en los márgenes”. Añade: “El Plà Cerdà —el plan urbanístico que estructuró el Eixample de Barcelona con la característica estructura cuadriculada— no estaba pensado para que lo atravesasen medio millón de coches al día, estaba diseñado para contar con mucho más verde en las islas interiores. Esto se ha revertido completamente y se ha convertido en un horno”. En este sentido, considera que “las ‘superilles’ son una recuperación y actualización del Plà Cerdà en el siglo XXI”.
Las ciudades, sartenes al fuego de la crisis climática
El informe Ciudades al rojo vivo publicado el pasado 29 de julio hace una radiografía de las redes de refugios climáticos en las 52 capitales de provincia. De todas las ciudades analizadas, solo 16 —tres de cada diez— cuentan con una malla de espacios contra el estrés térmico. En número de refugios habilitados, encabezan la lista Barcelona (401), Bilbao (131), Murcia (94) y Málaga (93). La cierran Madrid y Tarragona (31), Valencia (20), Córdoba (14) y Sevilla (5). Aunque es una medida en aumento, el balance todavía es negativo: “Durante la ola de calor del pasado mes de junio de 2025, diez ciudades han estado en alerta roja sanitaria por altas temperaturas uno o más días de la ola de calor: Cáceres, Huesca, Lleida, Logroño, Oviedo, Pamplona, Santiago de Compostela, Sevilla, Zamora y Zaragoza. De ellas tan solo tres (Lleida, Sevilla y Zaragoza) cuentan con una red de refugios climáticos, aunque en el caso de Logroño se han habilitado después de la ola de calor”, indica el informe del colectivo ecologista.
Para ser refugio climático, un espacio debe mantenerse entre los 26 y los 27ºC, ser gratuito, accesible para personas con movilidad reducida y contar con horarios amplios, entre otras características.
El estudio señala las características que debe tener un espacio para considerarse refugio: mantenerse entre 26 y 27ºC, ser gratuitos, accesibles para personas con movilidad reducida, tienen que poder proporcionar zonas de descanso y agua y contar con horarios amplios durante toda la semana, entre otras.
El aumento generalizado de las temperaturas se nota más y es más letal en las ciudades. En parte, debido al efecto isla de calor, que consiste en que los materiales con los que está construida la urbe, como el asfalto y el hormigón, además de la contaminación y la escasez de espacios verdes, hacen que la temperatura se eleve y que no pueda descender durante la noche. Hablamos de una diferencia de 3ºC de media anual de diferencia, que puede llegar a los 7 o 8ºC respecto a zonas periféricas. Según un estudio liderado por el Institut de Salut Global de Barcelona, más del 4% de la mortalidad estival de las ciudades europeas se puede atribuir a las islas de calor urbanas. El mismo informe explica que, de las 6.700 muertes prematuras atribuibles al efecto isla de calor en las 93 ciudades europeas estudiadas, un tercio se podría haberse evitado cubriendo un 30% del espacio urbano con árboles.
Ante esta realidad, no todo el mundo tiene las mismas posibilidades. Las altas temperaturas y el efecto isla de calor afectan más a los barrios con rentas per cápita más bajas, con menos zonas verdes, edificios más deficientes y mal aislados, o a las personas que trabajan al aire libre, muchas de ellas migrantes. La instalación y uso de aires acondicionados, o la mejora del aislamiento térmico, son medidas que se vuelven cada vez más necesarias a la vez que no son asequibles para todos los bolsillos. El informe Somos más pobres en verano: análisis sobre la pobreza energética en las viviendas en los meses de calor indica que, en el Estado español, una de cada tres familias no puede mantener una temperatura adecuada en su vivienda en los meses de calor. Mientras que el 52,8% de la población tiene aire acondicionado en casa, esta cifra baja al 19,8% en situación de pobreza energética. Además, muestra el estudio, “el 51% de las familias vulnerables que disponen de aire acondicionado afirma pasar calor en su casa durante el verano, debido a que no pueden utilizarlo todo el tiempo que sería conveniente al no poder afrontar las facturas eléctricas”.
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