Música
Simon Reynolds: “Culturalmente no tenemos ninguna imagen del futuro que no sea catastrófica”

Es muy probable que al crítico musical británico Simon Reynolds (Londres, 1963) se le acabe recordando únicamente por dos palabras. Qué manifiesta paradoja: pasarte la vida escribiendo en revistas culturales de las que marcan el paso y ser el autor de varios ensayos donde tomas el pulso a las creaciones artísticas que explican el presente para que, al final, tu fama quede encerrada en nueve caracteres.
Entre 1993 y 1994, Reynolds dio forma al concepto “post rock” en las páginas de las revistas Melody Maker —el semanal donde trabajaba desde 1986—, la clásica Mojo y The Wire, la biblia de la música experimental. Se refería con él a bandas como Bark Psychosis o Disco Inferno, que utilizaban los instrumentos habituales del rock, pero con objetivos diferentes a los de este. El término cuajó, dio lugar a encendidas discusiones —por supuesto que se baila de arquitectura, señor Zappa— y pasados los años, como suele ocurrir, acabó nombrando una fórmula estereotipada de hacer música que poco tiene que ver con las propuestas estéticas y éticas de aquellos grupos a los que Reynolds bautizó de esa manera. La creación de ese concepto implicó dos de los temas que este periodista ha analizado durante su carrera: qué ocurre una vez que un fenómeno cultural se ha consumado y cuáles son las herramientas con las que se materializó el suceso.
Reduccionista como cualquier etiqueta, la tentación de valorar el corpus teórico de Reynolds solo por esa invención ocultaría a un autor que ha diseccionado con precisión amplios campos de la cultura popular contemporánea, desde las fiestas de música electrónica al margen de la ley hasta cómo hacer punk después del punk. Fruto de sus investigaciones son los libros Después del rock. Psicodelia, postpunk, electrónica y otras revoluciones inconclusas (Caja Negra, 2010), Postpunk. Romper todo y empezar de nuevo (Caja Negra, 2013), Energy Flash: un viaje a través de la música rave y la cultura de baile (Contra, 2014) o Como un golpe de rayo. El glam y su legado, de los setenta al siglo XXI (Caja Negra, 2017).
En Retromanía, la adicción del pop a su propio pasado (Caja Negra, 2012), Reynolds fabricó otra noción que ha trascendido, en torno al reciclaje como dinámica creativa. También amplió su objeto de estudio hacia el rastreo de las raíces de la cultura popular para saber si esta se fija en lo ya ocurrido o anticipa el futuro. Una preocupación que permea todas las páginas de Futuromanía (Caja Negra, 2024), su último lanzamiento, compuesto por una veintena de textos publicados entre 1988 y 2023. Tras analizar en ellos a artistas como Giorgio Moroder, Daft Punk, Kraftwerk o Burial y situar la música electrónica como avanzadilla cultural en un sentido similar al de las novelas de ciencia ficción en los años 60 y 70, Reynolds, hoy profesor del afamado Instituto de las Artes de California, entiende que la música pop ha dejado de soñar con el futuro y no parece preocupada por ello. En su lugar, precisa, lo que hace es reflejar y ser parte de un glamur digital tan actual como perecedero.
En 1992, Francis Fukuyama proclamó el fin de la historia al haber sido desplazada la lucha de clases como motor de la historia y haberse constituido la socialdemocracia como el único horizonte posible e imaginable. Es una idea conservadora que puede recordar al “no future” de Sex Pistols. ¿Se puede establecer una comparación con el mundo de la música en la actualidad, hemos llegado a ese final al no poder imaginar nuevas formas musicales?
Creo que se ha demostrado que Fukuyama estaba completamente equivocado. Leí su primer ensayo, un artículo que publicó antes de El fin de la historia y el último hombre, donde ya hablaba de un tiempo futuro sin ideologías cuando quizá las cosas serían tan aburridas que tendríamos que inventar nuevos conflictos. Y creo que, de un modo divertido, es lo que ha pasado. Mucho del apoyo a figuras como Trump es por parte de gente que está aburrida y quieren drama y conflicto. Pelean por cosas muy estúpidas, también por otras serias, pero pienso, por ejemplo, en lo que pasó con la cadena de restaurantes sureños de comida tradicional Cracker Barrel cuando cambió su logo, donde aparecía un granjero blanco. Lo quitaron y hubo una reacción muy furibunda en contra, “cómo se atreven”, “se han vuelto wokes”, cuando solo lo habían actualizado para que fuese más inclusivo.
Lo que decía Fukuyama sonaba convincente en ese momento porque parecía que algo había terminado, el comunismo, que había sido esa gran cosa estructurante. Crecí pensando que iba a haber una guerra nuclear: por una parte estaba el gran capital, el capitalismo occidental, y luego había algo enorme, el comunismo. Había países en África que estaban alineados con los soviéticos y Cuba y había revoluciones por todos lados. También estaba la influencia soviética en Afganistán. Y de repente todo se fue, se derrumbó y fue como si hubiera una especie de vacío y parecía que esto era todo, que solo iba a haber capitalismo y democracia liberal para siempre. Pero, claro, surgieron nuevos conflictos y nuevas divisiones. Aunque no sé cómo se relaciona eso con la música, la verdad.
Cuando Fukuyama escribió ese ensayo, en la música estaban pasando muchas cosas nuevas: la música electrónica, la música dance, el hip hop, que seguía evolucionando, e incluso cosas como el grunge, aunque era música tradicional de guitarras, era una gran subcultura social que se popularizó. Tiendo a pensar que la música tiene su propia lógica o su propia economía de influencias, y no sé hasta qué punto están tan estrechamente vinculadas con la economía o la política. Creo que tienden a estar muy influenciadas por los cambios tecnológicos, lo cual probablemente sea el factor más determinante de lo que sucede en la música. Entonces, ¿piensas que actualmente hay una falta similar de sonidos del futuro?
De alguna manera sí.
Creo que en el nivel mainstream parece que todo es rap, pero el rap evoluciona, no es lo mismo que cuando empezó, aunque sigue siendo rap, hip hop. Hay música de club, hay R&B, hay algunas cosas nuevas con artistas latinoamericanos que están abriendo camino.
¿No te parece que se ha llegado a una especie de callejón sin salida?
No lo sé. Es decir, creo que hay gente intentando hacer cosas raras y nuevas, y están sucediendo cosas interesantes, pero no son muy del gusto mayoritario occidental. Hay tipos de música dance raros que salen de África y que pinchan dj modernos del Reino Unido o Europa. Aún no son convencionales y quién sabe si alguna vez lo serán. Pero si nos fijamos en la música pop mainstream, básicamente se trata de lo mismo de siempre —amor, baile, sexo, dinero, canciones de tres minutos, melodía— porque cumple las mismas funciones, ya que estas no desaparecen. Es como lo que pasó con la música indie. Cuando aparecen grupos como The Smiths en los años 80, ese movimiento no se agotó sino que continuó porque, al igual que el pop, cumple un propósito, es esencialmente para chicos de clase media que son estudiantes universitarios o van a serlo. Es una clase demográfica que se reconstruye, es sensible y, a menudo, solitaria, preocupada y triste por el mundo. Esto se expresa más en este tipo de música, triste y sensible, con letras inteligentes, con un gran énfasis en las letras. Y así, el indie sigue y sigue porque siempre hay esa necesidad. A mi hijo pequeño le encanta la música indie y le encantan las novedades, pero también le gusta lo que a mi esposa y a mí nos gustaba cuando teníamos su edad, como en los años 80. Por el streaming, él escucha lo viejo y lo nuevo, un montón de cantautores de ahora como Alex G pero también a Nick Drake porque le sale en el algoritmo…
Quizás la inmutabilidad de las funciones sociales sea la razón por la que la música sigue siendo tan familiar. La tecnología ha cambiado un poco, los ritmos son un poco diferentes, pero básicamente es música para la fiesta, canciones de amor o canciones de tristeza y sensibilidad si es música indie
Si hay cierto éxtasis en la música es, en parte, porque cumple estas funciones. La gente quiere ir a bailar, quiere canciones de amor… Tener esa liberación de energía el fin de semana y vestirse elegantemente, gastar un montón de dinero, sentir que eres libre por un día o algo así y luego volver al trabajo. Así que quizás la inmutabilidad de las funciones sociales sea la razón por la que la música sigue siendo tan familiar. La tecnología ha cambiado un poco, los ritmos son un poco diferentes, pero básicamente es música para la fiesta, canciones de amor o canciones de tristeza y sensibilidad si es música indie.
¿Qué visiones del futuro transmite la música pop actual?
No creo que haya visiones del futuro en la música pop actual. Hay mucha música que es muy brillante, con una producción limpia, y que de alguna manera sugiere o suena a algo sintético, la forma en que las telas sintéticas parecen prendas de vestir hechas por el hombre. Si miras a las estrellas de hip hop y R&B, tienden a llevar ropa muy brillante que parece hecha de plástico y, si son artistas femeninas, tienen un maquillaje increíble y no es un look muy limpio y brillante, sino más bien una especie de look moderno, casi más como... No es realmente el futuro, sino el aspecto y el sonido de un mundo digital. Creo que el autotune también es parte de eso. Vivimos en este mundo digital, así que las voces se procesan y mejoran, como si se perfeccionaran, son voces perfeccionadas de la misma manera que alteramos nuestras fotografías y les ponemos filtros y esas cosas. Lo llamo Instaglam, por esa cosa del glamur digital. Mucha música suena como ese tipo de apariencia y como los vídeos de eso, que son increíblemente brillantes y la iluminación es increíble. En cierto modo es simplemente el glamur que siempre ha existido, pero de alguna manera se le ha otorgado esta intensidad adicional a través de todos los procesos digitales que la gente realiza ahora sobre imágenes en movimiento. Puedes hacer que la gente se vea increíble. Los cambias, los coloreas y les cambias la piel, puedes eliminar todas las imperfecciones. Y creo que la música pop actual suena a ese tipo de glamur digital.
Pero no apunta realmente a un futuro, porque ya estamos viviendo esa vida digital. Creo que, en general, culturalmente no tenemos ninguna imagen del futuro que no sea catastrófica. Si piensas en 2050, no tienes una imagen mental de cómo serán las cosas, solo la catástrofe climática, lo de ahora pero mucho peor. También puedes pensar en la Inteligencia Artificial y sus efectos negativos y puedes imaginar que reemplazará completamente a gente como nosotros.
De joven, me encantaba la ciencia ficción y tenía una idea romántica y emocionante del siglo XXI, y ya solo con el número, el año 2000 o el 2001, tenía esa sensación de que todo iba a ser muy diferente. Pero no creo que tengamos eso ya. No creo que los adolescentes de hoy tengan una imagen del año 2100, del siglo XXII. En realidad, las únicas personas que tienen una idea al respecto son estos a quienes llaman tech bros, gente como Peter Thiel y Elon Musk. Leí algo hace poco donde Peter Thiel decía que pensaba que en 500 años o algo así podría haber tres billones de seres humanos porque nos habríamos expandido a otras galaxias. Y decía que en esos tres billones de personas, eso sería asombroso, tendríamos 12 Einsteins y 15 Miguel Ángel. Y no dijo 10 Hitlers, ¿sabes? Imagínate, simplemente expandiéndonos y estos grandes tech bros son los que están realmente interesados en las ideas de ir a la Luna y a Marte y tener una colonia en Marte. Y Elon Musk tiene estos coches ridículos que parecen una idea muy anticuada del futuro.
Sí, esas utopías para multimillonarios.
Creo que ahora, para la mayoría de nosotros, el énfasis se centra más en preservar las cosas o evitar que sean destruidas. Me considero deceleracionista más que aceleracionista. Las personas que considero heroicas ahora son aquellas que restauran hábitats naturales o reintroducen especies, como hicieron con el castor en el Reino Unido. Solía ser una especie que vivía allí y, de hecho, la trajeron de vuelta y tiene todos estos efectos beneficiosos para el medio ambiente. Hacen una presa y el agua cae, forma un lago y todo tipo de otras criaturas, insectos, ranas, flores, crecen en estos lagos. Esta gente o las personas que investigan formas de ahorrar energía o utilizar fuentes de energía naturales son, en mi opinión, los héroes de nuestro tiempo.
Y la fantasía de ir a Marte, que es carísimo, y tener una colonia de gente allí, que también sería carísima, ahora parece una fantasía muy infantil de estos tech bros millonarios, mientras que de niño, de adolescente, lo leía en novelas. Leía muchísima ciencia ficción, unas cuatro o cinco novelas de ciencia ficción a la semana y veía programas y películas, como Doctor Who y cosas así. Antes de dedicarme a la música, la ciencia ficción era mi pasión.
¿Qué dice del presente que Rosalía sea una de las figuras más relevantes de la música pop de los últimos años?
Creo que es alentador que estrellas de otras partes del mundo, cantando en otros idiomas, puedan tener éxito. Es el comienzo del colapso de la hegemonía angloamericana en la música, que hoy en día es mucho más estadounidense. Gran Bretaña solía ser muy similar a Estados Unidos en los años 70, pero creo que se fue desvaneciendo gradualmente.
Parece que la música es más internacional ahora gracias a YouTube, el streaming y todas las demás formas de difusión. Y así la gente se interesa por lo que es cool, sin importar de dónde venga. Ahora están Rosalía y Bad Bunny, pero antes fue el k-pop, que es un fenómeno genuinamente popular entre los jóvenes, particularmente las chicas jóvenes, pero también entre un cierto tipo de crítico o hipster realmente interesado en el k-pop porque magnifica todo el poder pop de los grupos de chicas y chicos estadounidenses pero como si fuera aún más increíblemente pop y brillante y reluciente y algo irreal, creo que realmente no tiene mucho que ver con Corea del Sur, no hay muchos elementos tradicionales surcoreanos allí. De hecho, creo que ninguno. Es, de alguna manera extraña, como una especie de imagen especular de Occidente, pero un poco exagerada y distorsionada.
Es algo que está pasando en el pop mainstream, como dices, pero también en mucha música underground moderna. Lo que le gusta a mi otro hijo, que es crítico musical y escribe sobre un productor ruso que hace música con un ritmo techno peculiar, o sobre alguien de Italia, o... bueno, en los últimos años ha habido un gran revuelo con raperos suecos, raperos tristes, raperos emo. El lugar de donde vienen ya no parece importar tanto porque todo es a través de YouTube y Tik Tok y cosas así.
Es posible que lo más criticable de Rosalía sea lo que hace fuera de la música, como hace unos años prestarse a ser la imagen del lanzamiento del iPhone XR en Madrid junto a Tim Cook o su posicionamiento público sobre el genocidio en Gaza, muy criticado este verano. ¿Son peajes que en 2025 siguen siendo necesarios para alcanzar ese estatus de estrella global?
No he seguido su carrera tan de cerca, así que no sabía que lo hubiera hecho. Me fijé en su trabajo principalmente porque algunos de mis alumnos estaban escribiendo ensayos sobre ella. Doy clases a estudiantes de música, y ellos escribían ensayos sobre Rosalía. Y yo pensaba “¡guau, esto es buenísimo!”. Pero sí, no sé mucho de lo que dices, esto de los anuncios o el patrocinio. Supongo que muchos músicos lo hacen, pero no lo sé. Es una forma de dar a conocer su trabajo.
Rosalía ha colaborado con Arca, que es otra artista que está definiendo la estética musical del presente. ¿Cómo valoras lo que hace?
Ella es realmente interesante, aunque algunas de sus canciones son casi demasiado extremas para mí, como su material antiguo, tan abstracto y retorcido y mutado que es bastante difícil escucharlo más de una vez. Una de sus canciones en particular tiene un vídeo extraordinario en el que había una especie de cirugía y modificación corporal y era como religioso pero científico y también muy glamuroso. Pienso que era una pieza bastante increíble, una especie de manifiesto trans.
¿Cuál es el secreto del éxito de Bad Bunny?
La verdad es que no lo sé. O sea, supongo que se parece bastante a cosas que ya tienen éxito, pero es lo suficientemente diferente como para resultar emocionante y exótico. Pero no he seguido su carrera muy de cerca, solo he oído cosas aquí y allá. ¿Qué opinas tú?
Mi opinión ha cambiado. Hace unos años me parecía gracioso, no me gustaba, pero era divertido. Pero ahora creo que es más serio.
Más político también, ¿no?
Sí, y más rico musicalmente, tiene algo de esos viejos discos de salsa.
Hay un ensayo en el libro donde hablo sobre algo que llamo xenomanía, que es como el amor por lo extranjero. De alguna manera, una parte de la historia de la música pop ha sido una historia musical donde la gente hace cosas con tecnología o en el estudio, o crea algo muy complejo casi pintando con sonido, como lo hicieron los Beatles. Pero hay otra estrategia que la gente usa: tomar elementos de otras culturas e incorporarlos a la música pop. Los Beatles lo hacen con la música india, y George Harrison se adentró profundamente en ella. Y hay una canción en uno de los álbumes de los Beatles, “Within you, without you” que, bueno, básicamente no es de los Beatles, es más George Harrison y un grupo de músicos indios.
Este tipo de cosas donde los artistas reactivan estilos tradicionales dentro de la música pop, como el flamenco o la música folk inglesa, es algo que ha sucedido varias veces. Por ejemplo, en los años 70. Ocurrió más tarde también, en la década del 2000. Esto de ahora tiene casi lo mismo: no es futurista, pero es bastante innovador en su contexto. Es refrescante para la gente porque no lo han escuchado. No me gustaban los Pogues, pero entiendo que en los años 80, de repente, hicieran una especie de versión punk de la música folk irlandesa, que mucha gente no conocía ni había escuchado antes.
¿No te gustaban los Pogues?
No me gustaban mucho, no era lo que quería escuchar, pero sí me interesan otros tipos de folk rock o música con influencia folk, donde una tradición más antigua y distinta se incorpora a la música pop. Los Beatles también lo hicieron con “Eleanor Rigby”, donde incorporaron elementos de música clásica, cuerdas y demás. Así que hay muchas maneras de crear ese efecto de novedad. A veces es siendo muy futurista, pero a veces es hibridando diferentes culturas.

Beyoncé, otro de los nombres relevantes en el pop contemporáneo, ha mirado atrás y ha sampleado “I feel love” de Donna Summer, que en Futuromania calificas como la canción del futuro. ¿Existe un equivalente a esa canción en la música actual que genere esa idea de vanguardia musical?
Escribí esa pieza unos años antes de que ella lo hiciera. Siento que debería haberla añadido en el libro, pero no le encontré un lugar. Pero sí, es un ejemplo muy llamativo de lo retro que evoca al futuro, y eso es lo que ella intenta hacer en esa canción.
La última vez que me sentí así sobre algo que parecía conocido fue con todos esos raperos que usaban el autotune de forma muy extrema. Eso fue en torno a los años 2016, 2017 y 2018. La gente todavía lo usa, pero ahora ha llegado a un punto muerto y no está del todo bien. Es un poco exagerado, como sobresaturado. Y sí, todavía hay muchos raperos que intentan que su voz sea lo más extraña y sintética posible, usando autotune y otros efectos, pero creo que ha llegado a un punto en el que no puedes llevarlo más lejos realmente.
Pero probablemente algo surgirá. He escuchado cosas que, bueno, creo que nunca antes había oído algo así, pero suele ser música de baile bastante desconocida. Como un sonido de Brasil llamado bruxaria, que creo que significa algo así como brujería o hechicería. Es como una evolución del funk carioca, que lleva 20 o 30 años en activo, pero que últimamente se ha vuelto más extremo, y hacen todo tipo de cosas. Es un poco discordante para el oído. Es casi doloroso. Y usan una técnica, creo que se llama sidechaining, que hace que la música sea muy directa, realmente ataca los oídos. Y también usan muchos loops vocales, y tienen varios loops a la vez. Así que suena como si estuvieras discutiendo o algo así. Y, en mi opinión, han aprovechado o convertido la irritación en una estética o algo así. Es muy irritante, pero a la vez es bastante intenso y vanguardista. Y es muy popular en las favelas de Brasil. Hay algunos dj en el Reino Unido que lo han pinchado. Así que sí hay cosas así que surgen y pienso “oh, nunca lo había escuchado antes”, pero no es como si no hubiera escuchado nada que tuviera el efecto de “I feel love’. Con esta canción, lo extraño era que parecía que las máquinas tocaban la música. Era como si las máquinas hubieran tomado el control estuvieran al mando.
¿Por qué se ha asociado esa idea de música que suena a futuro con la música electrónica y no con otros géneros?
Creo que hubo una época en la que la guitarra eléctrica era algo futurista, o así se percibía. Por ejemplo, últimamente me interesan los primeros libros sobre la música rock. Son realmente interesantes, intentan capturar algo que evolucionaba muy rápido. Tengo muchos libros que se publicaron alrededor de 1968 o 1969, porque un poco antes las editoriales empezaron a decir “esta música no va a desaparecer, no es solo música juvenil, se está volviendo artística, así que más vale que publiquemos libros sobre ella”. Los escribía gente muy joven. He empezado a coleccionarlos y es interesante lo que hacen bien y lo que hacen mal, y porque a menudo les gusta hablar sobre hacia dónde creen que irá la música a continuación. La gente solía hablar de rock electrónico y no se referían a usar sintetizadores, sino al tipo de cosas que los Beatles hacían en el estudio, como el disco Sgt. Pepper’s, y canciones como “Tomorrow never knows”, porque a veces se parecía a lo que hacía gente como Stockhausen. Así que ese era en realidad el término para hablar de esa música o de las cosas que Jimi Hendrix hizo con el feedback y los efectos. Creo que hubo un tiempo en el que la guitarra eléctrica en el rock era considerada como algo alucinante y futurista, como lo era un sintetizador.
Y luego, después de cierto momento, a menos que la gente esté haciendo cosas realmente nuevas con la guitarra, se convierte en algo tradicional, como una corriente, y tienes gente haciendo cosas bastante nuevas con ella, ciertos guitarristas como Eddie Van Halen inventaron eso del finger tapping o, más interesante, My Bloody Valentine hizo todas estas cosas con efectos y se les ocurrió un sonido nuevo. No parece futurista de la misma manera, pero definitivamente fue como algo nuevo.
Los sintetizadores suenan un poco fríos y un poco limpios, y había esa asociación, así es como pensabas que sería el futuro, como lo ves en algunas películas, quizá la primera fue Solaris de Tarkovsky. Sin embargo, en Alien es un futuro sucio, como si fuera muy oscuro y hubiera agua goteando por todas partes.
Creo que el sintetizador surgió al mismo tiempo que la carrera espacial y creo que estaban vinculados en el imaginario colectivo porque hay ordenadores y un sintetizador primitivo parecía muy electrónico, con cables colgando, y recordaba un poco a las estaciones espaciales, como cuando la NASA estaba haciendo el alunizaje, veías todas esas computadoras con luces parpadeando y cosas así. La gente asociaba los sintetizadores con el espacio por alguna razón, creo que porque es un sonido menos orgánico.
En Futuromanía hablas positivamente de la utilización del autotune, ¿hay algún desarrollo contemporáneo en la música que te parezca estimulante?
No que yo me haya dado cuenta, o sea, creo que todos lo son... Supongo que la Inteligencia Artificial va a tener algún efecto, y he oído a algunos músicos usarla de forma muy interesante, pero en general no se usa de esa manera en la música, se usa para imitar cosas y replicar lo que ya existe.
Yo creo que será el fin de todo: probablemente el fin de la música, de lo que es verdad o mentira, también el fin del periodismo. Me aterra.
Ha mejorado mucho en los últimos años. Hace tres años una revista me pidió que escribiera un artículo sobre si la IA reemplazaría a los críticos y lo que hice fue tratar de conseguir que una IA escribiera el artículo. Le dije: “Escribe un artículo sobre si la IA reemplazará a los críticos, hazlo al estilo de Simon Reynolds”. Y produjo una cosa completamente sin carácter, no sonaba como yo, tenía algunas ideas, pero no tenía mi estilo para nada. Lo intenté con otros escritores que tenían un estilo propio y tampoco salió bien, pero recientemente lo he hecho de nuevo y ha mejorado mucho. Hizo una versión de mí que todavía no estaba del todo bien, pero usaba muchas de mis palabras y frases favoritas. Y era bastante inteligente, tenía algunas cosas interesantes que decir.
También intenté que escribiera sobre algo concreto, le pedí que hiciera poesía al estilo de varios poetas famosos yendo a una rave. Y lo hizo [risas]. Hay un poeta inglés de finales del siglo XIX llamado Gerard Manley Hopkins, que inventó un estilo de ritmo poético realmente único, lo llamó sprung rhythm [ritmo saltado]. Escribió estos poemas extáticos sobre aves y la naturaleza. Era muy religioso y en su poesía estaba la idea de que dios hablaba a través de este pájaro en particular o que este pájaro manifestaba la gloria de la creación. Y la IA hizo un poema realmente bueno de Gerard Manley Hopkins sobre ir a una rave. Tenía los ritmos, tenía esa especie de sentimiento religioso. Fue bastante apropiado porque las raves son extáticas, pero también lo probé con otros poetas y acabé pensando que es realmente espeluznante, realmente extraño, raro y aterrador.

¿En qué medida la manera en que las personas encuentran y consumen música ha afectado a la propia forma musical, a lo que suena?
Hay gente que ha investigado sobre eso. Han demostrado que ahora el estribillo va lo primero en muchas canciones para tener ese gancho principal que atraiga la atención del algoritmo. No es algo desconocido, hay canciones de los Beatles que hacen eso como “She loves you” en la que empieza el estribillo y empieza la canción. Pero sí, es como intensificar las propiedades existentes del pop, eso de ser muy pegadizo e instantáneo. Quiero decir, siempre ha habido compositores intentando hacer esto, pero supongo que Spotify da más incentivos para hacerlo. También depende de cómo uses estas cosas. Quiero decir, yo nunca dejo que el algoritmo me guíe. Siempre busco reproducir un artista o disco en particular y hago listas de reproducción, pero nunca lo pongo y dejo que me lleve a otras cosas. Te mostrará cosas como lo que te podría gustar, lo que cree que te podría gustar, pero yo muy ocasionalmente hago clic en un álbum, y nunca dejo que elija la siguiente canción por mí. Tampoco lo hago cuando preparo una playlist de música de unos años determinados, por ejemplo.
¿El streaming ha matado al mainstream o ya todo es mainstream?
Claramente todavía hay una corriente dominante, todavía hay una especie de monocultura y tienes estas figuras como Taylor Swift que es capaz de dominar la atención, pero parece que cuando vas más allá de esas figuras realmente grandes como ella, Ariana Grande, Beyoncé, Rihanna y ahora Bad Bunny, hay tantos tipos diferentes de música…
Es lo mismo con la televisión, hay tantas cosas para ver y no se trata solo de series nuevas, sino que también está todo ese material antiguo, todo el material de hace cinco años que nunca llegaste a ver, pero también el material realmente antiguo que recuerdas de niño y que te apetece ver, y material en YouTube que salió cuando eras niño pero que nunca viste por alguna razón o ni siquiera sabías que existía. Y entonces es muy fácil desaparecer entre todas estas opciones y no participar en ellas. Es como cuando conoces a un amigo, puede que te lleve mucho tiempo encontrar algo que hayáis escuchado y que tengáis en común porque hay tantas cosas para escuchar, lo mismo que lo que ves en la televisión.
Probablemente el 90% de las cosas que escucho en streaming no es de ahora, es de hace dos o tres años, y también mucho material de los años 70, 80, 90, algo de los 2000. Es muy fácil no dedicar tanto tiempo a lo nuevo, lo que todo el mundo escucha, el mainstream, de lo que todo el mundo habla. Pero todavía hay grandes películas que parecen sobrevivir a la monocultura o a cosas como las ceremonias de entrega de premios, que son un ejemplo de lo que aún pervive del mainstream. Cuando tenía 18 años no me interesaban nada los Oscar, no prestaba atención a quién ganaba o quién no, ni los Globos de Oro, los Emmy, todos esos premios de la industria del cine o de la música. Pero ahora lo ves porque es algo que todos ven y los resultados saldrán en los periódicos mañana. Ahí es donde se concentran cosas como esa, también los grandes eventos deportivos y los eventos políticos, y ahí probablemente es donde está la cultura común. En cierto modo, como la política se fusiona con el entretenimiento, es casi como si fuera la nueva corriente dominante o monocultura. Y hay mucha más división y emociones intensas en torno a la política como entretenimiento, en cierto modo.
¿En 2025 hay lugar para el rock, la música de guitarras fuertes?
Creo que ahora hay música guitarrera interesante, y he escuchado más música de guitarras en los últimos años que en mucho tiempo. Hay mucha música con influencia del shoegaze, y este era un tipo de música sobre el que escribía cuando surgió, antes de que se llamara shoegaze. Algunos grupos son muy buenos y están creando algo nuevo con él.
También está la artista danesa ML Buch, que usa la guitarra de una manera muy limpia y onírica. Su música tiene un toque electrónico y ella también canta. Es muy difícil de explicar, te sientes como entumecido, como si hubieras tomado un montón de medicamentos o pastillas para la cabeza, antidepresivos o algo así, o ansiolíticos. Produce una sensación muy extraña... Es música hermosa y muy inteligente. Las guitarras están muy procesadas, creo que es lo que intenta conseguir, casi suenan como sintetizadores, muy limpias y brillantes. Creo que el sentido de su música remite a lidiar con muchas cosas que tienen que ver con la vida en internet y la sensación de ser un ser digital y ese tipo de sentimientos extraños cuando estás en tu teléfono todo el tiempo.
Hay otro músico que también tiene un nombre gracioso y me parece interesante, Mk.gee. Es un poco más un guitarrista tradicional, lo han comparado con Prince y gente así, pero igual que ML Buch también tiene algo especial. Canta de una manera bastante conmovedora y hace todo tipo de cosas muy extrañas con la guitarra, como alimentarla a través de efectos y de nuevo es un sonido bastante limpio...
Ambos artistas son un poco lo opuesto a, por ejemplo, Jack White de los White Stripes, él quiere un sonido de guitarra áspero y cálido. Suena como los Stones, Led Zeppelin… Y esta gente está haciendo todo lo contrario. Es casi estéril, pero de alguna manera es realmente interesante y como si estuvieran haciendo algo nuevo. Es difícil creer que estén haciendo algo diferente con la guitarra. A estas alturas, no pensarías que fuera posible, ¿verdad?, porque se ha hecho muchísima música con guitarras. Aunque lo que hacen no es exactamente rock, es más música de guitarra. Creo que Mk.gee se acerca más al rock porque a veces tiene un aire bluesero.
En el pasado has escrito mucho sobre el pospunk o las raves, movimientos musicales que se desarrollaron durante los mandatos de Margaret Thatcher en Reino Unido y supusieron de alguna manera ejercicios de resistencia creativa. Irónicamente, el thatcherismo fue un motor para la creación, como suele pasar con gobiernos conservadores. ¿Crees que esto está pasando también en la actualidad?
La música ahora no parece tener ese efecto. Creo que la gente piensa si tiene algún sentido escribir una canción sobre esto. Si quieres cambiar el mundo, lo que necesitas es involucrarte en política, con urgencia. Y creo que los artistas hacen actos benéficos, hacen declaraciones públicas y apoyan a ciertos candidatos políticos, y eso es valioso. Pero, en cierto modo, casi no importa el contenido de su música, es más relevante que sean figuras públicas. Aquí tienes un buen ejemplo. ¿Conoces a Cardi B? Cardi B estuvo muy involucrada en el apoyo a la candidata demócrata, Kamala Harris, y creo que es bastante progresista. Es del lado progresista del Partido Demócrata y hace de todo. Siempre que hay elecciones importantes es muy activa. Pero su música, el contenido de sus letras, es todo lo contrario. De hecho, hay una canción, una canción famosísima, que dice algo así como “yo soy la jefa, tú eres una trabajadora, perra”, o algo así. Así que, en las letras, los raperos se acercan mucho más a los valores que transmite, por ejemplo, Trump, quien es, en cierto modo, el jefe supremo.
En el cine, los actores interpretan todo tipo de papeles. A menudo interpretan a personas malvadas, pero la mayoría de los actores en Hollywood son muy liberales, extremadamente liberales, y a menudo apoyan muy públicamente cosas la causa palestina o, en el pasado, Jane Fonda que fue a Vietnam para visitar Vietnam del Norte y otros actores como Marlon Brando hicieron una declaración sobre los derechos de los nativos americanos en uno de los Premios Oscar. Los actores tienden a ser muy liberales y progresistas en general, pero no tiene nada que ver con su trabajo porque interpretan todo tipo de personajes, aunque no suelen interpretar a líderes sindicales o trabajadores sociales o lo que sea. Sí lo hizo Warren Beatty en Rojos, que era una expresión de su ideología. Pero normalmente no influye en el contenido de su trabajo, sino que usan su fama para apoyar algunas causas. Y creo que con muchos músicos pasa lo mismo. No está necesariamente relacionado con el contenido de sus canciones.

Has mencionado que tu hijo Kieran también se dedica a la crítica musical. ¿Cómo dialoga lo que tú haces con lo que hace él?
Existe una extraña relación, porque parece que se siente atraído por algunas de las mismas cosas que me atrajeron a mí de joven. Le interesa mucho buscar nuevos géneros. Lo llamo generólogo. Publica una columna semanal en Pitchfork y se fija en microgéneros online cada semana, lo cual supone un gran reto. Y le gusta inventar nombres para géneros, como yo solía hacer. También le gusta escribir de forma evocadora sobre el sonido, las texturas del sonido, algo que me gusta hacer. Así que, sin duda, hay similitudes. No creo que él escriba tanto como yo sobre política. En realidad, lo hace porque no está relacionado con la música, pero ha empezado a escribir sobre estas personas a las que les gustan los programas de comentarios políticos, personas que son muy influyentes en los jóvenes, particularmente en los hombres jóvenes en realidad, y muchos de ellos son de derechas, pero hay algunos tipos de izquierda que lo hacen, que tienen grandes podcasts o grandes programas en YouTube donde hablan de lo que está pasando en las noticias y se burlan de ello. Kieran ha escrito sobre estos tipos.
Sí, es extraño, porque no lo entrenamos para esto, no lo alentamos ni lo guiamos [risas]. Simplemente terminó haciéndolo por alguna razón. De joven, no le interesaba lo que yo hacía ni lo que hacía mi esposa, su madre, que es crítica de televisión.
¿Qué futuro tiene la crítica musical?
¿Tiene futuro? No parece muy prometedor porque cada vez hay menos gente leyendo. Por ejemplo, doy clases a estudiantes de música, apasionados por la música y que la crean. Pero cada año les pregunto qué leen, y no leen críticas ni revistas con regularidad. Y parece que ha empeorado en los años que llevo enseñando: hace cinco años, un par de estudiantes incluso compraban revistas, como las de papel, pero ahora ni siquiera las consultan online. Se informan en otros sitios. Parecen saber bastante, pero de una forma un tanto confusa: a veces, su interpretación de la cronología de la historia de la música es realmente extraña. Tengo un estudiante que afirmaba que Joni Mitchell había influido en Bob Dylan, lo cual creo que es, en todo caso, al revés, quizá no del todo, pero definitivamente no es así, no ocurrió así.
Me resulta difícil decirlo, porque al mismo tiempo mi hijo forma parte de un grupo de jóvenes muy interesados en la crítica y con una cultura muy arraigada en ella: escribir sobre música, reflexionar sobre ella y debatirla. Así que todavía hay gente interesada, pero creo que, en general, noto que la actitud de mis alumnos sobre la crítica es algo así como “quién es esta persona, por qué cuenta su opinión, qué saben ellos que yo no sé”.
Creo que me gustaría pensar que si existe una función es más bien que los críticos pueden detectar patrones, ver qué conecta a diferentes artistas, un poco como esa cuestión de detectar nuevos géneros o también tendencias generales...
Me interesé en esta artista, ML Bush, por una reseña que hizo Philip Sherman, que es un poco más joven que yo, pero ya bastante mayor, lleva años haciendo esto y escribió un artículo realmente interesante sobre su disco que me dio ganas de escucharlo. Así que me gusta pensar que los críticos pueden ayudarte a entender un disco. Soy de otra época, por lo que mi disfrute de ese tipo de cosas parece ser cada vez menos común.
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