Odesa Ucrania - 16
Hombres con trajes militares escuchan un discurso al finalizar la marcha nacionalista el mismo día de los homenajes a las víctimas de los enfrentamientos de Odesa de 2014 Pablo Miranzo

Conflictos bélicos
Nazis, gas y sanciones: EE UU estrecha el cerco sobre Rusia

El Gobierno de Putin acusa a EE UU de “provocar la histeria” en Ucrania y los dos partidos mayoritarios americanos se ponen de acuerdo para plantear sanciones masivas.
1 feb 2022 05:10

No iba a tardar en salir la carta de Hitler en la escalada retórica en torno al conflicto global en torno a la frontera de Rusia y Ucrania. El domingo, el senador estadounidense Bob Menendez se lió la manta a la cabeza para decir que los dos partidos mayoritarios estadounidense no permitirán otro “momento Munich”, en referencia a los Acuerdos de 1938 en los que las potencias occidentales permitieron a la Alemania de Adolf Hitler anexionarse los sudetes con el propósito de evitar una guerra que estalló solo un año más tarde. La ley de Godwin establece que a medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno. No ha hecho falta esperar al mes de febrero para que Putin sea comparado con el líder nazi. Ha sido en Estados Unidos, país donde la escalada retórica contra Rusia no ha aflojado desde que, en diciembre, el Pentágono alertase de una inminente invasión de Ucrania.

Pero la carta de los nazis también ha sido jugada por Rusia. Concretamente, ayer 31 de enero, en la reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad de la ONU. Rusia, a través de su embajador, Vasily Nebenzya, acusó a Estados Unidos de estar tratando de “convertir en héroes a gente que luchó del lado de Hitler”, en referencia a los presuntos entrenamientos de oficiales de la Inteligencia estadounidense a insurgentes como los miembros del Batallón Azov, formado por neonazis.

Ucrania
Estados Unidos podría estar entrenando a grupos neonazis en Ucrania
Cinco exfuncionarios de inteligencia estadounidenses señalan que Estados Unidos lleva organizando un programa de entrenamiento a fuerzas antirrusas en Ucrania desde 2015, año en que el Congreso de este país eliminó la prohibición de financiar y dar apoyo a grupos neonazis en el país que hace frontera con Rusia.


Nebenzya no escatimó en su denuncia de que EE UU está “provocando histeria”. La reunión concluyó con el embajador chino llamando a la calma y pidiendo que la diplomacia se produzca lejos de los micrófonos. El hecho es que Rusia ha anunciado que deslocaliza a nueve mil de los cien mil soldados apostados en la frontera ruso-ucraniana, y que 20 buques de guerra regresan desde el Mar Negro, después de que terminaran “sus ejercicios”. Y, aunque eso no significa gran cosa, Rusia cree que EE UU incita al pánico a sus protegidos ucranianos y que la prueba es que la invasión que Washington lleva anunciando desde diciembre de 2021, aun no se ha producido.

De hecho, el titular del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa de Ucrania, Oleksiy Danilov, explicaba la semana pasada a BBC News que la situación en la frontera es la misma que en 2014: “El número de tropas rusas no está aumentando en la forma en que la gente muestra hoy en día. ¿Realizan los movimientos allí? Sí, pero lo han estado haciendo todo el tiempo. Ese es su territorio y tienen derecho a moverse hacia la izquierda y hacia la derecha. ¿Es desagradable para nosotros? Sí, es desagradable, pero no es una novedad. Si esto es una novedad para alguien en Occidente, pido disculpas”, ha publicado el portal de la televisión inglesa. Volodymyr Zelensky, presidente del país, ha rebajado el nivel de las amenazas y teme que el incremento de la retórica belicista dañe a la economía ucraniana.

Fotogalería
Internacional Crónica desde Odesa, Ucrania
En un país en guerra el lenguaje es otro campo de batalla y el uso de una palabra u otra identifica la simpatía por uno u otro bando: nacionalistas, provincias sublevadas, liberadas, rebeldes, terroristas, pro-maidan, prorrusos, operación antiterrorista, guerra civil… Otra batalla.

La madre de las sanciones

Con Ucrania pidiendo a Estados Unidos cada vez más explícitamente que modere su entusiasmo ante una posible invasión por parte de Moscú, la narrativa de esta semana se centra en las sanciones contra Rusia y, más específicamente, contra Vladimir Putin, su jefe de Estado. El acuerdo entre las corrientes mayoritarias de los dos principales partidos estadounidenses es total. Preparan una batería de acciones con las que desmantelar la resistencia de Moscú. 

El lunes 31 de enero, tras varios días de indefinición y después de que la semana pasada se enfriase el conflicto, el propio Menendez anunció que Demócratas y Republicanos preparan “la madre de las sanciones” y detalló que afectará a “los bancos rusos más importantes”, así como a la deuda soberana de Rusia. El senador por el estado de Nueva Jersey celebró que la batería de sanciones, que podría ser aprobada esta misma semana, tendrá efecto sobre las pensiones y paralizará la economía del país europeo. 

A priori, parecen dos las medidas con las que Washington pretende disuadir o castigar a Rusia. La primera se dirigiría específicamente a determinadas personalidades del régimen, muy especialmente a Putin y a su entorno familiar y político. En unas palabras recogidas por la agencia Reuters, un funcionario de alto rango del Pentágono detallaba que, en caso de invasión, las sanciones se dirigirán a estas élites rusas a quienes se aislaría “del sistema financiero internacional y [las sanciones] garantizarían que ellos y sus familiares ya no puedan disfrutar de las ventajas de situar su dinero en el oeste y asistir a universidades occidentales de élite”. 

La segunda medida tiene mayor alcance sobre los 146 millones de habitantes de Rusia. Es la expulsión de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (SWIFT, por sus siglas en inglés), o, lo que es lo mismo, la principal red financiera del planeta, que permite el cobro y pago de transferencias, cambio de divisas o remesas entre once mil instituciones financieras y bancos de más de 200 países. Pese al alborozo con el que los líderes de exteriores de las bancadas republicana y demócrata han presentado esta medida, el bloqueo a Rusia dentro de Swift no sería tan completo como se ha dicho —hay posibilidades de puentear las comunicaciones interbancarias, como señalaba un artículo en Financial Times el 31 de enero— y, principalmente afectaría a la población rusa, no tanto a sus oligarcas. En el bosquejo anunciado por los dos partidos del establishment a la prensa han quedado fuera otras propuestas con las que se ha especulado en las últimas semanas, como la de prohibir el suministro de semiconductores con tecnología estadounidense.

Alejandro Pozo es experto y docente especializado en conflictos armados, paz y seguridad además de miembro del Centre Delàs. Como alguien que ha estudiado la imposición de sanciones, Pozo advierte de que estas se perciben “como una alternativa humana y amable a una guerra” pero no dejan de ser una demostración de “hard power” con consecuencias de riesgo y con, subraya, muy pocas posibilidades de éxito si se trata de sanciones unilaterales: “La conclusión a la que se ha llegado” desde ámbitos académicos, es que “casi todas las sanciones unilaterales fallan casi todo el tiempo”, resume Pozo.

En el pasado las sanciones han tenido un éxito relativo cuando el país objetivo es “pequeño, débil e inestable”, tres premisas que no se cumplen en el caso de Rusia

Es distinto con las sanciones multilaterales, que en esta caso involucrarían a Naciones Unidas. Pero no hay posibilidad alguna de que la ONU —de cuyo Consejo de Seguridad forman parte Rusia y China— acepten el marco que Estados Unidos quiere instalar. La Unión Europea ya ha anunciado a través de su Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, que se preparan sanciones suplementarias a añadir a las vigentes desde 2014. Sin embargo, hay una importante dislocación entre la capacidad de EE UU y su tejido empresarial de “sobrevivir” al castigo a Rusia y la de la UE, mucho más dependiente de, sobre todo, el gas ruso.

Este experto reconoce que las llamadas targeted sanctions —dirigidas a objetivos concretos— tienen mayor capacidad relativa para lograr sus objetivos. Los representantes de Exteriores de los partidos estadounidenses no han dado los nombres de quienes se verían afectados por esos objetivos, aunque un documento clasificado de 2018 ya tiene, en teoría, localizados a las personas a quienes se castigará en caso de invasión. Se trata de 114 líderes políticos de primer nivel y de 96 “oligarcas”. Reino Unido también ha avanzado la propuesta para que las sanciones se apliquen de manera inmediata, antes incluso de que se produzca la invasión, como medida para forzar el retroceso de las tropas desde la frontera ruso-ucraniana.

Desde el grupo de La Izquierda en el Parlamento Europeo, Sira Rego recuerda que las sanciones ya existen desde 2014 “y no han tenido en absoluto el efecto que pretendían”. Para Rego, aquéllas, “junto a las contrasanciones decretadas por Rusia, han tenido un efecto peor para algunos países de las UE que tenían mayor relación comercial con Rusia que para Moscú. El problema de las sanciones es que a quienes más han afectado es a la población general, con escasez y alza de precios de determinados productos, y a los pequeños productores”.

Pozo concuerda con la visión de que las sanciones “se suelen percibir como un castigo colectivo” por las poblaciones que las reciben que son las que, junto con las empresas del país, se ven más afectadas. Es decir, tienden a exacerbar el apoyo al líder atacado ante lo que se percibe como una afrenta del exterior “si desde fuera castigas a los rusos como colectivo, los rusos se adherirán más a Putin; esto siempre ha sido así, en cualquier tipo de sanción. No se genera un efecto que desincentive a los dirigentes, puede resultar lo contrario”, indica este experto.

Para Pozo, en el pasado las sanciones han tenido un éxito relativo cuando el país objetivo es “pequeño, débil e inestable”, tres premisas que no se cumplen en el caso de Rusia, “o cuando es altamente dependiente de los sancionadores”. Algo que en este caso sucede pero no como está previsto, ya que la UE es clienta en mayor medida que suministradora de Rusia, en una relación de interdependencia. No es comparable a la relación con países como Irán, Siria o Afganistán, con los que la imposición de castigos comerciales y financieros entraña menos riesgo para los mercados internos europeos.

La escalada de precios de la energía que está teniendo lugar en Europa y las tensiones que están azotando al continente están relacionados con que las reservas de gas están llegando a sus límites de extracción

Este experto apunta que otro factor de fracaso de las sanciones es la temporalidad. Si no se fija un plazo al levantamiento de las represalias o si las condiciones son de máximos o irrealizables —“hasta que Putin se vaya”, por ejemplo—, las sanciones tienden a ser cada peor percibidas por las poblaciones que las sufren, alejándose de su objetivo de desestabilizar al enemigo visible. “Lo que además hemos visto desde el 2014”, apunta Rego “es como estas sanciones han fracasado en su objetivo de debilitar al gobierno ruso, ha ocurrido más bien al contrario, por lo que es absurdo pensar que esto ahora va a ser diferente”.

Para Pozo, la capacidad de la UE para sancionar es escasa, debido a esa dependencia. Este experto vincula las amenazas de Borrell a la cara más visible del conflicto, la retórica, pero confía en que la guerra no se va a producir y que, de aplicarse, las sanciones tenderán a ser muy específicas, con capacidad de generar algo de “ruido” pero con poco impacto real en la economía rusa.

Suma Cero
La guerra de Ucrania no ha tenido lugar
La relegitimación de unos estados europeos en decadencia, incluida en menor medida, la propia Rusia, es la principal función narrativa de esta opereta del siglo XX tardío.

El problema del gas

Sin lugar a dudas es en el suministro de gas en el sector en el que Rusia tiene mayor ventaja respecto a la Unión Europea, especialmente entre los países de Europa del este y central. Josep Nualart, del Observatori del Deute en la Globalització (ODG) habla del relativo fracaso de los países europeos a la hora de cumplir su objetivo estratégico, marcado a partir de 2015, de reducir su dependencia del combustible ruso.

A partir de ese objetivo, se promovió el Corredor del sur de gas, que atraviesa el Cáucaso del sur y cruza Georgia y Turquía hasta llegar a Grecia. También se promovieron las plantas regasificadoras, que trabajan a partir de gas licuado, y que se han instalado en España con bastante éxito, y proyectado en Croacia o Polonia con el apoyo de Estados Unidos, cabeza visible de la exportación de gas natural licuado (GNL), obtenido mediante la peligrosa técnica de la fractura hidráulica (fracking) en el mundo. Sin embargo, el experto del ODG, se pregunta si Estados Unidos ha detectado que su capacidad de exportación de gas licuado no alcanza los objetivos de exportación previstos, unos objetivos que forman parte del “paquete” que Estados Unidos quiere incluir en sus negociaciones comerciales con la UE desde los tiempos del fallido TTIP.

Para Josep Nualart no hay que perder de vista que la escalada de precios de la energía que está teniendo lugar en Europa y las tensiones que están azotando al continente están relacionados con que las reservas de gas “están llegando a sus límites de extracción”. Así, aunque la UE haya tratado de depender menos de Rusia, en el último lustro se ha perdido capacidad de extracción en Noruega. En otoño, además, se cerró una de las dos tuberías que cruzan el Mediterráneo para abastecer a España desde Argelia. Para cerrar el círculo, la propia Rusia decidió, a raíz de las sanciones de 2014, mirar hacia su oriente. El gasoducto Power of Siberia conecta directamente a Rusia con China desde 2019 y ha abierto un mercado interesante para el país que dirige Vladimir Putin.

Desde ese punto de vista, el hecho de que EE UU incremente la presión respecto a Ucrania tiene como efecto colateral la preocupación de Alemania, que ya está conectada con Rusia a través del gaseoducto Nord Stream —el de mayor capacidad de toda Europa— y que a finales del año postergó una autorización administrativa para la apertura de la segunda tubería del mismo nombre.

En esa dependencia alemana del combustible ruso estriba la disociación entre la amenaza de sanciones ejemplares, “la madre de todas las sanciones”, y el interés porque el conflicto se resuelva sin una alteración de precios que pueda deslegitimar el recién formado Gobierno de Olaf Scholz. Para Alejandro Pozo eso es suficiente aliciente para poner “ciertos límites en la narrativa” y buscar soluciones decorosas que alejen el fantasma del conflicto y devuelvan a su cauce los “negocios como siempre” que vinculan, en mucha mayor medida que el antifascismo o el odio a los nazis, los intereses de las élites en todo el mundo.

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ERRE
1/2/2022 14:48

Partiendo de que EEUU está perdiendo la primacía económica del mundo con China y solo le queda jugar su carta de primera potencia militar para morir matando. Siguiendo que el petroleo y el gas están llegando a su pico de producción en todos los países. Y terminando en que Europa se ve impotente para evitar ser el clásico escenario de guerras. Se concluye que esta vuelta a la Guerra Fría tiene un piloto experto: el ex KGB, Putin, contra el impopular en su país, Biden que necesita azuzar otra guerra al otro lado del mundo para presentarse como general de todos los yankis. Respecto a la excusa en disputa, Ucrania no tiene ganas de ser el plato de carne que se disputan dos tigres, así que bien haría en declararse independiente de los dos, para negociar con ambos.

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Wtyd
1/2/2022 9:56

La UE como sierva de USA es la única que tiene que perder: encarecimiento del gas (ha aumentado la exportación de gas licuado de USA), encarecimiento del petróleo, etc). Mientras para USA, al otro lado del Atlántico es un win-win. A Rusia ni le va ni le viene, si la UE no quiere el gas ya lo comprará China.

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