Explotación laboral
La rabia contra el algoritmo se organiza en Bruselas

La Unión Europea calcula que en 2025 ya habrá más de 43 millones de empleados conectados a la economía de plataformas. El Consejo Europeo ha tumbado la primera directiva sobre sus condiciones de trabajo. Los trabajadores del sector siguen su progresivo proceso de organización por sus derechos.
Protesta contra Macron Lobby Uber
Protesta en el Parlamento Europeo contra Macron por su papel de bloqueador de la Directiva del trabajo en las plataformas. Foto de The Left.
24 feb 2024 05:19

Kauna Malgwi Ibrahim ha visto el infierno con sus propios ojos y un acuerdo de confidencialidad le impide expulsarlo de su pensamiento. Su historia debe ser muy parecida a la de las miles de personas —quizá decenas de miles, el número no se conoce— que moderan contenido para redes sociales. Solo que ella quiere salir de ese infierno de imágenes a través de las palabras, las pocas que por contrato puede tomar para definir lo que vio, suicidios, violaciones, asesinatos en directo. “Mi familia ha cambiado. El estrés que siento es enorme; cuando estoy rodeada de hombres me pongo nerviosa”, Malgwi Ibrahim define en cuatro frases el impacto que ha tenido sobre su salud trabajar para una subcontrata de Facebook.

Al principio parecía una gran oportunidad. No fue contratada por Facebook, pero el logo de la compañía de Mark Zuckerberg, hoy rebautizada como Meta, estaba presente en las oficinas en las que desempeñaba una labor que, a los millones de usuarios de estas plataformas, se nos presenta como invisible. Detrás del algoritmo no hay una fórmula mágica, hay personas. 

En el caso de esta keniata, alguien que admite que ya no puede “funcionar” con normalidad, que solo se puede relacionar con compañeros que han visto cosas similares a lo que ha visto ella. 55 segundos obligatorios antes de poner un ticket que establezca si un contenido es apto para las redes sociales. Ahora, ha llevado a Facebook a los tribunales. Sabe que será muy difícil que Meta se responsabilice por el impacto que ha tenido sobre su vida: el capital golondrina se marcha en cuanto se complican las cosas a nivel sindical, cuando se establece algún control sobre su ingeniería fiscal, o se endurecen las leyes laborales para proteger al ejército laboral del algoritmo.

En España, un reportaje de Gessamí Forner ya describió el profundo impacto sobre la salud laboral de la actividad de moderadores de contenido para una subcontrata de Facebook. Imágenes de violaciones, abusos a la infancia, decapitaciones o torturas forman parte del día de trabajadores que tienen dificultades para la organización sindical y viven pendientes de los designios de “The Client”, o Facebook, la empresa matriz, que elude cualquier responsabilidad sobre las condiciones de sus subcontratas.

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El testimonio de Kauna Malgwi Ibrahim se ha escuchado esta semana en una sala del Parlamento Europeo. En ella, más de un centenar de trabajadores del algoritmo han exigido una directiva que ponga límites al capitalismo de plataformas en la Unión Europea. Estaba previsto que el cuarto encuentro organizado por The Left sirviese para celebrar la aprobación de la primera directiva europea sobre Trabajadores de Plataformas, pero el Consejo Europeo tumbó la propuesta el pasado 16 de febrero. 

El irresistible ascenso de un sector

El veto de Francia y la abstención de Alemania, junto a la de Eslovenia, Estonia y Grecia, echaba por tierra una Directiva que, aunque no era la panacea para los trabajadores, introducía mejoras en el régimen laboral de la economía de las tecnologías extractivas. En las próximas semanas, concretamente el próximo 11 de marzo, hay una nueva oportunidad para que el trílogo formado por Parlamento, Comisión y Consejo europeos aprueben la primera normativa paneuropea para regular una situación que afecta ya a 28 millones de personas.

La eurodiputada Idoia Villanueva (Podemos), califica como una “vergüenza” el hecho de que las dos grandes potencias europeas, Francia por acción y Alemania por abstención, hayan cerrado el paso a una ley que, aunque descafeinada, limitaba la expansión de un modelo laboral basado en los falsos autónomos y en la elusión fiscal a través de los paraísos fiscales. “Lamentablemente vemos una vez más cómo los lobbies y las grandes multinacionales están presionando a gobiernos como el de Francia pero también como el de Alemania —de los socialista y los verdes— para que bloqueen una directiva que es de mínimos”, denuncia esta eurodiputada.

Los riders, conductores y trabajadores de plataformas franceses no tienen dudas “hay que buscar a Macron en el Eliseo”, estallan en el foro de Bruselas

Villanueva, junto a las parlamentarias francesas Leïla Chaibi y Manon Aubry (La Francia Insumisa) y la también española Maria Eugenia Rodríguez Palop (Unidas Podemos), participaron en el encuentro de alternativas a la uberización. El impulso por parte de la sección española de The Left se debe a la buena acogida de la Ley Rider, un hito del Ministerio de Trabajo en la anterior legislatura, que, no obstante, se ha quedado pequeña respecto a la expansión del algoritmo en otros sectores.

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El borrador de la directiva, que Francia ha derribado dos veces, incluía algunas exigencias de mejora sobre el modo de abordar una nueva forma de economía en el conjunto de los Estados miembro. Entre esas mejoras estaba la inversión de la carga de prueba —ya no era el trabajador el que tenía que justificar que es un falso autónomo, sino la empresa la que tiene que detallar que no lo es—, se introducía asimismo una demanda de transparencia del algoritmo y se desechaba la idea del “tercer estatus”, a medio camino entre el asalariado por cuenta propia y el autónomo. Además, la directiva había “aprendido” de las ausencias en la ley española e incluía aspectos como la protección de datos y la extensión del concepto de contratos plataformizados para llegar a otros sectores, ya que la española tan solo se aplicaba a las empresas de repartidores.

Pero la negativa de Francia ha marcado hasta ahora el devenir de la directiva. En el encuentro de Bruselas, una enorme tarjeta de color marrón —la que usan los lobbistas registrados en la Unión Europea— a nombre de Emmanuel Macron, señala al presidente francés como el principal enemigo de los trabajadores europeos. Su papel en el escándalo de los Uberfiles para favorecer a la aplicación de servicios de transporte, que quedó corroborado por una investigación de la Asamblea Nacional francesa, se ha reproducido en el contexto europeo. Los riders, conductores y trabajadores de plataformas franceses no tienen dudas “hay que buscar a Macron en el Eliseo”, estallan en el foro de Bruselas.

El “combate ideológico se ha amañado, debe convocarse una huelga de dos días”, reclaman porque, como explica Leïla Chaibi, con la expansión del modelo Uber se pone en riesgo todo un sistema sociolaboral basado en conquistas de derechos. Se trata de una disputa por el tiempo, la conciliación e incluso la propia retribución. Jonas Valente, investigador del Fairwork Project, ha detallado que una encuesta entre trabajadores de la economía uberizada han señalado que han tenido experiencias de impago en quince de las 25 aplicaciones más usadas, que solo seis de ellas pagan al menos el salario mínimo, solo cinco tienen medidas de salud y seguridad, y en 16 de las 25 no hay posibilidad de intermediación de los trabajadores con un humano.

Tecnología de la explotación laboral

El de Bruselas ha sido el cuarto encuentro de este tipo que se ha producido en el contexto de expansión de este modelo de economía de plataformas. Felipe Corredor es miembro fundador de la plataforma Riders X Derechos y uno de los dinamizadores de la mesa en la que el pasado miércoles, 22 de febrero, se puso en común el malestar de los trabajadores de las plataformas digitales respecto al rechazo de la directiva. Para Corredor es necesario ampliar el marco de lo que hasta ahora se ha entendido por trabajador de plataforma. Si en los primeros años el encuentro se centraba en los conductores de aplicaciones de transporte —como Uber, Cabify o Volt— y en los riders de reparto de alimentos —Glovo o Deliveroo—, progresivamente se abordan las problemáticas específicas y los puntos en común de otro tipo de trabajos mediados por grandes plataformas como Google o Amazon y en startups enfocadas en trabajos domésticos de limpieza, cuidados o mantenimiento como Cuideo y TaskRabitt. 

Las moderadoras de contenido en redes sociales como Kauna Malgwi Ibrahim han sido algunas de las últimas en incorporarse a la incipiente red europea de trabajadores de plataformas. Como señala Sakine, una filósofa de formación que trabaja en la moderación de contenidos de una red social en Berlín, el hecho es que, al contrario que los riders, que comparten horas esperando los pedidos, la mayoría de trabajadores de la moderación de contenidos trabajan desde sus casas y la compañía que las emplea evita incluso que puedan conocer el nombre de sus compañeros. 

La de uberización es una etiqueta que, como en el pasado el “fordismo”, define un modelo de producción y de relaciones entre el capital y los asalariados que sigue creciendo

La experiencia es distinta pero la constante es la misma. Falsos autónomos, que trabajan para subcontratas de grandes multinacionales, sin apenas derechos y dependientes de los criterios de productividad que marca el algoritmo o el big data, basándose en muchos casos en el rating ejercido por el cliente/usuario. 

En determinadas profesiones, esa valoración tiene consecuencias graves en términos de derechos e incluso de acoso. Es el caso de una profesión progresivamente uberizada como la de los servicios de limpieza y cuidados en el hogar, en los que las notas negativas pueden venir por malas caras ante agresiones verbales, lo que incide en la calificación en la plataforma.

Mar Jiménez, una de las kellys veteranas de los foros contra la uberización recuerda que rebelarse no es fácil para las trabajadoras “que tienen trabajo precario, que a menudo son madres solteras o divorciadas y necesitan comer, el sabotaje se tiene que hacer de diferentes maneras”, detalla. El algoritmo ha sido el último eslabón puesto en la llamada cadena global de cuidados: “Tenemos que aprender unas de otros, esto es muy interseccional: en nuestro caso apoyamos por redes a todos los colectivos que están feminizados, precarizados y está compuesto por trabajadoras migrantes”. 

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Como señalaron varios de los trabajadores reunidos en Bruselas, el acoso a través del algoritmo toma múltiples formas. Exigencias irracionales de productividad, castigos decididos aparentemente por la máquina, imposibilidad de hablar con los superiores —escondidos tras la cortina del Big Data—, incumplimiento por parte de las plataformas de las sentencias en su contra, imposibilidad de conciliar o de entrar en un periodo de baja. En su borrador de manifiesto, las organizaciones reunidas inciden en varios de esos factores: 

“Nos negamos a permitir que los trabajadores y trabajadoras sean tratados como mercancías. Rechazamos la proliferación de la vigilancia y el control, la violación de nuestro derecho a la privacidad, la erosión de las protecciones contra los riesgos laborales y la imposición de una toma de decisiones opaca y algorítmica que socava los ingresos y las perspectivas de futuro de los trabajadores y trabajadoras, lo que conduce a la inseguridad jurídica, social y administrativa. Rechazamos la constante reproducción de sesgos discriminatorios y la explotación de los trabajadores y trabajadoras en condiciones precarias, incluida la explotación de los trabajadores marginados e indocumentados”.

La empresa “uberizada” del siglo XXI establece un modelo de relaciones laborales que se ha extendido hasta el profesorado de autoescuelas, las trabajadoras de la limpieza en hoteles, los profesionales de la psicología o las personas que adiestran a ChatGPT el juguete de moda en la academia y las ciencias sociales para la elaboración de textos y fórmulas. La llamada “talent economy”, acosada por las aplicaciones de inteligencia artificial, es el siguiente escenario para el modelo de plataformas que comenzó con el transporte.

Aunque el campo de actuación de las plataformas se ha expandido, el caballo de batalla sigue llevando el nombre de Uber, que definió un modelo basado en la aparente libertad del “emprendedor” o empresario de sí mismo conectado a una aplicación que le pone en su contacto con sus clientes. Como en el caso del agua embotellada, en la que el negocio no es el agua sino el plástico, en el modelo de Uber el negocio no es el transporte sino la tecnología de intermediación. La de uberización es una etiqueta que, como en el pasado el “fordismo”, define un modelo de producción y de relaciones entre el capital y los asalariados que sigue creciendo. La tendencia la corroboran los propios datos de la Unión Europea, que calcula que en el próximo año serán hasta 43 millones de personas los que trabajen a través de estas aplicaciones. 

Uno de los sindicalistas presentes en Bruselas ahonda en la descripción: “No estamos lejos de la trata. Es un sistema casi mafioso, de personas que cometen fraude, y uno de los capos es Macron”

“Cada vez hay más gente bajo el control de la ultraproductividad del algoritmo”, explica Felipe Corredor, “no solo hablamos de trabajos precarios, muchos trabajos están en esta línea, que se basa en un control súper minucioso de la actividad y el establecimiento posterior de un sistema de premio y de castigo, con el que se juega es con el pan de los trabajadores; con lo que van a ganar a final de semana, a final de mes”. Otro de los sindicalistas presentes en Bruselas ahonda en la descripción: “No estamos lejos de la trata, se explota la pauperización. Es un sistema casi mafioso, de personas que cometen fraude, y uno de los capos es Macron”.

La convocatoria de elecciones europeas el próximo 9 de junio convierte al reloj en el peor enemigo para la aprobación de la Directiva. De aquí al 11 de marzo, las organizaciones de la economía de plataformas tratarán de doblar el brazo de Alemania para la aprobación de la directiva. Si no sale la ley, las siguientes movilizaciones serán el primero de mayo.

No se trata solo de empujar por una ley, sino de luchar contra la máquina por todos los medios, inciden. El pasado 14 de febrero, trabajadores de Irlanda y Reino Unido llevaron a cabo una huelga exitosa contra Deliveroo, Uber Eats, y el resto de plataformas. En Inglaterra y Gales el número de falsos autónomos en estas aplicaciones casi se ha triplicado en los últimos años. La palabra sabotaje suena varias veces entre los trabajadores del algoritmo. Mar Jiménez explica a micrófono cerrado las vías para escapar de la servidumbre digital, “hay que buscar mecanismos”, señala, antes de abrir la caja negra de esas formas de escapar de la esclavitud de las máquinas.

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