De la Caravana de la Respuesta a la COP: 3.000 kilómetros de río contra la agroindustria y el capital fósil

La Cumbre de los Pueblos acogió a miles de activistas en un encuentro que ha buscado unificar la respuesta contra la crisis climática y los excesos de la industrias agrícola y de los combustibles fósiles.
Brasil Carlos Shikama
Foto: Carlos Shikama
18 nov 2025 12:29

Cuando el presidente Luiz Inácio Lula da Silva encomendó a los ministros de su Gobierno organizar la Conferencia de las Partes (COP30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), les dio uno de sus mayores encargos: “Esta COP debe ser especial; el mundo debe sentir que la sociedad civil tiene espacio para participar y que los movimientos sociales tienen que tener influencia”, les decía entonces. Se trataba de una estrategia política pensada para presionar al lobby de los combustibles fósiles y a los mercados, que estos días se concentran en las negociaciones que se llevan a cabo en la zona azul de una Cumbre del Clima, una cita que esta semana enfila la recta final.

En paralelo a la encuentro oficial, entre los días 12 y 16 de noviembre se ha llevado a cabo la Cumbre de los Pueblos en la Universidad Federal de Pará (UFPA), un evento de cuatro días cuya organización comenzó en marzo de 2023 y que ha reunido a 1.109 organizaciones sociales, contando con el apoyo del Gobierno provincial de Pará, del nacional brasileño y de veinticuatro instituciones no gubernamentales.

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Las reivindicaciones indígenas han estado muy presentes en la Cumbre de los Pueblos. Foto: Amazon Watch

Desde que se anunció la elección de Belém para albergar la COP30, cayó una lluvia de críticas. Movimientos sociales y habitantes locales señalan la contradicción: la ciudad arrastra graves problemas de infraestructura. La red de alcantarillado es deficiente, el tratamiento de aguas negras es mínimo, el agua del grifo no es potable, en las periferias escasea el arbolado y el calor es sofocante, la gestión de residuos sigue siendo un punto crítico y las obras realizadas para este encuentro no resuelven los problemas de fondo. Aun así, esta primera semana la ciudad parece relucir al recibir a las en torno a 60.000 personas de perfiles muy diversos que han llegado para participar la COP, y sus habitantes —en su mayoría simpatizantes de Lula— han ofrecido una acogida cálida y entusiasta.

3.000 kilómetros de ruta por el Amazonas

La ministra de los Pueblos Indígenas de Brasil, Sonia Guajajara —activista emblemática y una de las voces más firmes del Gobierno en asuntos socioambientales— recorre cada rincón del encuentro. “La democracia debería ser así: con la participación de los pueblos, escuchando y reflexionando junto a quienes son guardianes de este planeta”, afirmaba, en alusión a las comunidades indígenas, agricultores, campesinos, pescadores y otros actores tradicionales del territorio que han estado presentes. Muchos llegaron por tierra, por aire y también navegando durante días —incluso semanas— por el río Amazonas, algunos en una larga caravana fluvial que partió desde la Amazonía ecuatoriana hasta la desembocadura del gran río, bajo un lema directo y contundente: “La respuesta somos nosotros”.

La propuesta de estás 200 embarcaciones, que con unas 5.000 personas de 60 países a bordo navegaron por la cuenca del Amazonas como parte de la llamada Caravana de la Respuesta, ha sido denunciar las “falsas soluciones climáticas” promovidas por los mercados del hemisferio norte. Aunque la marcha no se quedó ahí y señaló megaproyectos dañinos contra las poblaciones indígenas y el medio ambiente, como el ferrocarril de Ferrogrão, que según los activistas amenaza territorios indígenas y ecosistemas.

Feraracio Charbel “Nuestra lucha es contra estos puertos corporativos, contra las vías navegables y contra el ferrocarril de Ferrogrão. Pero también tenemos una solución: la agroecología”

El recorrido comenzó en Sinop (estado de Mato Grosso), cruzando más de 3.000 km por la llamada “ruta de la soja” hasta Belém. En la flotilla más grande, llamada 'La respuesta', participaron más de 300 líderes indígenas de pueblos como los kayapó, borari, tupinambá, xipaya, huni kuin y kayabi, entre otros. Entre ellos destacaron figuras como el cacique Raoni Metuktire, histórico defensor de la Amazonía, y la lideresa Alessandra Korap Munduruku, reconocida por su lucha contra la agroindustria. Los pueblos involucrados provienen de regiones como los ríos Xingu y Tapajós, zonas especialmente amenazadas por la expansión del agronegocio, donde la infraestructura para el cultivo de soja y su exportación ha provocado graves violaciones a derechos territoriales y daños ambientales.

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Asamblea en una de las barcazas de la Caravana. Foto: Amazon Watch

En la marcha también participaron comunidades ribereñas representadas por el Movimiento de Afectados por Represas (MAD), creado en 1988, además de quilombolas y campesinos rurales. La iniciativa fue organizada por la Alianza Chega de Soja, una articulación que reúne a unas cuarenta organizaciones brasileñas e internacionales.

Una cumbre marcada por la lucha contra la agroindustria

En esencia, la movilización denuncia el impacto de la agroindustria y de los grandes proyectos de infraestructuras —como el ferrocarril Ferrogrão y los canales del Arco Norte— sobre los territorios tradicionales y sus modos de vida. Ferrogrão, fue impulsado originalmente durante el Gobierno de Michel Temer, y prevé un trazado de 933 kilómetros para unir Mato Grosso con Miritituba, en Pará, con el objetivo de transportar granos —sobre todo soja y maíz— desde el centro-oeste hacia el Arco Norte del país. El proyecto amenaza unidades de conservación y tierras indígenas, y promete acelerar aún más la deforestación amazónica.

La Declaración de la Cumbre de los Pueblos hacia la COP30 reclamó la continuidad de la resistencia frente a la expansión fósil en la Amazonía

Pedro Ferraracio Charbel, sociólogo, militante del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) e integrante de la Alianza Basta de Soja, quien ha venido navegando en la flotilla, comenta: “Nuestra lucha es contra estos puertos corporativos, contra las vías navegables y contra el ferrocarril de Ferrogrão. Pero también tenemos una solución: la agroecología. Alimentos sanos y libres de tóxicos, solidaridad con el pueblo, comedores comunitarios, distribución gratuita de alimentos, porque alimentarse es un derecho, no una mercancía”, señala a El Salto al cierre de la caravana. Para este activista, la infraestructura debe surgir del pueblo, no servir a los multimillonarios de la agroindustria. “Nuestra propuesta es territorios vivos, tierras delimitadas, bosques en pie y ríos limpios con peces sanos, no ríos contaminados con mercurio y soja”, apuntaba en la antesala de la Cúpula de los Pueblos en la Universidad Federal de Pará.

Gracias a esa red agroecológica y comunitaria se alimentó, de forma gratuita y saludable, a unas 3.000 personas indígenas alojadas en escuelas, conventos y universidades, y a otras 10.000 participantes que participaron en la Cumbre: gratos, sanos y ricos alimentos en sabores y aromas.

Una contracumbre con seis ejes de lucha

Desde el arranque hasta el cierre, la Cumbre avanzó sobre una agenda articulada en seis ejes. El primero abordó territorios vivos, áreas marítimas, soberanía popular y acceso a una alimentación sana. El segundo se centró en la reparación histórica, el racismo ambiental, las falsas soluciones y el poder corporativo. El tercero puso el foco en una transición justa, popular e inclusiva. El cuarto trató sobre las luchas contra las opresiones y el internacionalismo de los pueblos. El quinto sobre el derecho a las ciudades justas y periferias vibrantes. Y el sexto estuvo dedicado a los feminismos populares.

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Una de las protestas na.durante la Carava. Foto: Amazon Watch

Tras la manifestación principal, que reunió a unas 70.000 personas en Belém, el acto de clausura de la contracumbre, en el que se realizó la simbólica entrega de la Declaración de la Cumbre de los Pueblos hacia la COP30 al presidente de la Conferencia de las Partes, el embajador brasileño André Corrêa do Lago, reclamó la continuidad de la resistencia frente a la expansión fósil en la Amazonía y llamó a una región unida, con derechos plenos para sus pueblos y territorios. El cacique Raoni, quien también estuvo en el acto de clausura, señaló en su lengua originaria: “Si no tomamos conciencia de defender lo que queda —refiriéndose al bosque y a la vida indígena—, podría desencadenarse un gran caos”.

El documento, respaldado por más de mil organizaciones, fue entregado por el Consejo Político de la Cumbre en una ceremonia que contó con la presencia de la directora ejecutiva de la COP30, Ana Toni; el secretario general de la Presidencia, Guilherme Boulos; la ministra de los Pueblos Indígenas, Sonia Guajajara; y la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva.

Aunque la Cumbre de los pueblos se ha dado por finalizada, varios dirigentes sociales se sumarán a las negociaciones. Como señalaba Boulos, un ministro que tiene una larga trayectoria en los movimientos sociales: “Todas las partes tiene que estar de acuerdo, no es nada sencillo, pero la respuesta de ustedes es fundamental”. Ahora, la COP30 tiene el desafío de escuchar todas las voces y las urgencias que señalan los movimientos sociales, que desde hace décadas vienen resistiendo a los mercados del hemisferio norte generando respuestas ante la destrucción que generan a nivel global.

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