Violencia policial
Golpeadas en las cargas policiales de La Vuelta: “Por supuesto que volvería”
Fotógrafo
Ha pasado casi un mes, pero todavía duelen los golpes. Rocío, Darko, Ana o Adrián fueron algunas de las personas que salieron con brazos y piernas magulladas de una jornada histórica en Madrid: el día en el que se logró parar la última etapa de La Vuelta, el día en el que se gritó que el espectáculo no podía continuar cuando, en la otra orilla del Mediterráneo, se está acabando con todo un pueblo.
La protesta contra la Vuelta a España que culminó en Madrid comenzó con apenas cuatro personas cortando una contrarreloj a la altura de Figueres (Girona), pero pronto se transformó en cortes de carreteras, bloqueos del recorrido y alteraciones de varias etapas. La 80ª edición de la Vuelta quedará marcada por las manifestaciones propalestinas que estallaron a lo largo del evento. Inicialmente motivadas por la participación del equipo Israel Premier Tech, las protestas se convirtieron rápidamente en una plataforma para visibilizar el genocidio en Gaza.
Entre las miles de personas que se concentraron en Madrid para la última etapa estaban estudiantes, profesoras, sanitarios, jubiladas y familias enteras. Reclamaban a las instituciones españolas una postura firme, capaz de impulsar soluciones políticas frente a un conflicto en el que la vida de civiles está en peligro permanente.
La represión policial fue inmediata y violenta: las cargas policiales se saldaron con decenas de personas heridas y el uso de gases lacrimógenos, en un despliegue que se presentó como más amplio que la celebración de la Cumbre de la OTAN en Madrid en 2022. La magnitud de la intervención tuvo eco en la comunidad internacional.
Tras la etapa, Defender a Quien Defiende denunció que al menos diez manifestantes resultaron heridos tras repetidas cargas policiales en los que se usó gas lacrimógeno y pelotas de goma.
La respuesta fue previsible. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, desacreditaron a los madrileños que salieron a las calles, desoyendo sus voces y tachando su protesta de radical o violenta. Olga, una de las mujeres que pudimos ver en televisión agredida, fue vilipendiada por el presidente del sindicato de policías, mientras que la narrativa oficial intentaba desacreditar a los manifestantes y criminalizar su solidaridad.
Ante esta doble represión —policial y mediática— surgió la necesidad de dar visibilidad y dignidad a quienes fueron agredidos. De esa indignación nace este trabajo fotográfico. Las imágenes son retratos de algunas de las personas agredidas aquel día, sobre los cuales se proyectan fotografías del genocidio en Gaza como homenaje a las miles de vidas perdidas en esta barbarie.
Cada retrato está acompañado de escritos de las protagonistas, donde cuentan sus motivaciones para salir a las calles: solidarizarse, indignarse frente a la injusticia y defender la vida. Este proyecto no solo busca visibilizar a los agredidos, sino confrontar la batalla del discurso político y mediático que intenta invisibilizar la violencia en Gaza y desacreditar la solidaridad ciudadana.
Las imágenes muestran rostros agredidos que reflejan la represión, proyecciones de Gaza que recuerdan la magnitud del genocidio y textos que devuelven humanidad a quienes fueron criminalizados. Cada elemento cuestiona la neutralidad cómplice de los discursos oficiales: mientras las instituciones hablan de “desorden” o “violencia”, la realidad muestra una ciudadanía diversa, pacífica y comprometida con la justicia.
Como repiten quienes participaron en la protesta: “La solidaridad no es terrorismo”. Y este proyecto fotográfico quiere ser su voz, su memoria y su lucha visible, contra quienes intentan silenciar la indignación y mantener la impunidad e indiferencia a la barbarie.

Rocío, 23 años. Estudia Bellas Artes. Vive en Vallecas.
“Creo que no tomar acción ante un genocidio que se está realizando hacia el pueblo palestino es también posicionarse y creo que como sociedad debemos posicionarnos en el lado bueno de la historia. Ese día estábamos fuera del recinto de La Vuelta y hubo un momento en el que los guardias se pusieron a cargar y en una de esas cargas a mí me aporrearon en varias ocasiones. En una terminé con dos dedos rotos y en otra con moratones en las piernas. El querer criminalizar esta marcha creo que es una forma para quitarnos peso, intentar quitarnos razón y criminalizar esta marcha, que realmente fue pacífica y creo que legítima y justa”.

Darko, 37 años. Es activista, trabaja en formación y en el audiovisual. Vive en Tetuán.
“Ese domingo salí a la protesta a favor de Palestina porque creo que desde las luchas y desde los distintos activismos hay que apoyarse de forma interseccional y más en un caso tan flagrante como es este genocidio. Mientras iba a la concentración hubo un momento que me marcó bastante y es que cuando la policía abrió el paso para llegar a Atocha, escuché a uno de los policías decir algo así como: ‘Ojalá se líe, tengo ganas de darles’. Cero que ya había algunos que tenían esa predisposición o ganas de pegar a manifestantes, a personas que íbamos ahí de forma pacífica a apoyar a un pueblo que está siendo masacrado. Más tarde en Atocha, que es donde estaba yo cuando se movieron las vallas y la ciudadanía accedió a la calzada, yo bajé como el resto de personas que estábamos allí y hubo un momento en el que empecé a ver gente que corría desde arriba, desde Neptuno. Yo intenté esquivar a estas personas y me dirigí hacia la acera. En ese momento noté un golpe muy fuerte en el brazo, que luego por un video que me pasó una persona en redes sociales, pude ver que venía de un policía que me había pegado por la espalda sin siquiera hablarme, avisarme. Algo que creo que es importante reseñar es que soy una persona con discapacidad, con movilidad reducida. Yo le diría a la gente que abriera los ojos, que nos demos cuenta de que por muy lejos que nos parezca, se está matando gente, se está asesinando a todo un pueblo.

Nur, 27 años. Estudiante de enfermería y fontanero. Villalba.
El sábado, en Becerril de la Sierra, concretamente, nos juntamos como unas 150 personas. Gente de la Sierra y también compañeros de Madrid. La idea era hacer una sentada pacífica para cortar la carrera. No queríamos poner en riesgo a los ciclistas. La violencia que recibimos no estuvo acorde con la acción que hicimos. Esto que están diciendo de kale borroka, pues no tiene ningún sentido porque no hemos hecho lucha callejera, no hemos tirado piedras ni nada: nos hemos sentado en mitad de la carretera para cortar el paso. No estábamos dispuestas a que pasase La Vuelta por nuestra casa y quedarnos callados. Creo que esto ha sido una cadena: desde las cinco compañeras que empezaron en Figueres, y después todo lo que pasó en Euskal Herria, en Asturias, en Galicia, en Valladolid... Eso nos ha dado mucho ánimo para querer saltar; de alguna forma se disipaba el miedo. Llevamos dos años desde la última escalada y creo que hay que replantearse las acciones que estamos llevando en solidaridad por Palestina, porque no estamos consiguiendo nada. Decidir poner tu cuerpo delante sabiendo que te van a pegar, que lo mismo te llevan detenido, que te van a meter un multazo o incluso penas de prisión, me parece como escalar nuestra solidaridad en un momento que es crítico. Están asesinando a niños, están bombardeando hospitales, colegios, están arrasando una nación entera: no necesitas más que un poco de humanidad para entenderlo”.

Alfredo, 58 años. Musicólogo. Lavapiés.
“Estuvimos al lado del McDonald's desde las 16h hasta las 18h protestando y a eso de las seis y algo alguien con un megáfono dijo que La Vuelta se había suspendido, así que empezamos a ocupar la Castellana, que ya estaba cortada de por sí por La Vuelta: o sea, no cortamos ninguna calle, de hecho. Mientras me encontraba tranquilamente mirando mi teléfono, recibí un golpe por detrás por parte de un antidisturbios y caí desmayado al suelo. Una vez que estaba en el suelo, desmayado, perdí el teléfono, recibí otro golpe en el estómago y podría haber recibido muchos más golpes si no hubiera tenido la suerte de que dos chavales me sacaron de ahí. Salí a mostrar mi repulsa con lo que el gobierno de Israel lleva cometiendo con el pueblo palestino desde hace ya más de 80 años: apartheid, juicios sumarísimos, detenciones, encarcelamientos sin cargos. El pueblo palestino lleva sufriendo muchos años la peor lacra del siglo XXI, que es el colonialismo salvaje por negocios, escudado en cuestiones religiosas. Ante las imágenes que vemos todos los días desde hace dos años, le diría a la gente que no pierda la humanidad. Tengo 58 años y estoy viendo cómo vamos a un mundo cada vez más deshumanizado donde no nos importa lo que ocurra al prójimo. Y yo creo que la gente debe de tener empatía con lo que está ocurriendo y debe luchar porque estas cosas no ocurran. No podemos mirar hacia otro lado”.

Juan Manuel. 70 años. Jubilado. Rivas Vaciamadrid.
“Yo estaba en la línea de meta, ahí había unas vallas que eran para la salida de los coches. Entonces, la policía empezó a recoger esas vallas para hacer una pared con las vallas de entrada a meta. Los de seguridad empezaron a embridar todo y quedamos la gente que nos manifestamos a un lado y la policía a otro, prácticamente codo con codo. Lógicamente, todo el mundo estaba gritando y en un momento determinado la policía supongo que se asustaron, no lo sé, sacaron las porras y me tocó a mí. No sé si hubo una rifa y me tocó a mí. Me abrieron la cabeza, caí para atrás, me levanté y estuve allí como diez minutos más, hasta que ya la gente empezó a gritar porque por los móviles habían visto que ya se había suspendido La Vuelta y, a partir de ahí, me fui al Samur que me atendió. El Samur me dijo que si quería que me llevaran al hospital y ya les dije que no, que mi mujer conducía y ella me llevaba al hospital. Nos fuimos a Arganda, al hospital donde me hicieron un TAC y no hubo consecuencias. Dos o tres días con dolores de cabeza, pero nada más. A día de hoy el mundo entero sabe por qué nos estamos manifestando contra asesinos genocidas. Lo que ocurre es que hay un sector de la población y un sector de dirigentes que no lo van a ver nunca porque no quieren verlo. Supongo que ellos tendrán hijos y nietos como los que están matando”.

Manuel, 52 años. Conductor profesional. Móstoles.
“Había un ambiente tenso con la policía y nosotros pacíficamente nos situamos en la misma glorieta en la misma esquina donde el Burger King; hay una curva muy cerrada para los ciclistas. La gente estaba tensa, estaba nerviosa, creo que la policía lo estaba muchísimo más. Cuando creíamos que ya no iba a pasar nada, empezaron a cargar. Realmente creo que fueron exagerados los golpes que dieron tanto a personas mayores como a las personas jóvenes. Yo me llevé también porrazos en una pierna cuando me estaba retirando. Y no solo eso, además, luego dispararon creo que fue gas pimienta para dispersar a toda la gente que estaba concentrada en la manifestación. Sabiendo toda la gente que se iba a manifestar, la policía, el delegado del gobierno, el Ayuntamiento, Comunidad de Madrid, podían haberlo evitado todo suspendiendo la última etapa de la Vuelta. Yo soy ciclista y soy amante del ciclismo, me motivó toda la gente que iba a salir por el genocidio que está cometiendo Israel sobre el pueblo palestino. Creo que ese era el momento de salir a la calle y demostrar que no estamos de paso. A las personas que no están concienciadas en esta causa les diría que las imágenes brillan por sí solas: creo que deberían de recapacitar y ponerse del lado bueno de la historia. Tampoco estoy a favor de lo que ha hecho Hamás en Israel. Creo que todo se podía haber evitado”.

Ana, 45 años. Administrativa. Alcalá de Henares.
“Se abrieron las vallas, salió todo el mundo para la calzada, y salí yo también. Cuando empezaron a cargar, que salió todo el mundo corriendo, yo como no corro mucho y tampoco estaba haciendo nada, pues me quedé a un lado con las manos subidas y pasaron varios agentes junto a mí y uno de los policías se quedó parado delante de mí, me dio un porrazo en el muslo y yo seguí con los brazos en alto, mirándole y no sé por qué me empujó y me tiró al suelo. Me caí. Me quedé en el suelo como un bicho bola, porque no sabía si me iba a seguir dando o iba a seguir pasando gente o lo que fuera, me quedé cubierta y ya pasó un chico y me levantó. Cuando vi que desde el principio de La Vuelta la gente estaba saliendo, que cada vez había más gente que se unía, pensé “ostras, van a acabar en Madrid”. Y cuando dijeron que había convocatoria en Madrid dije hay que salir para que se vea. Lo que no entiendo es que todavía haya personas que todavía sigan diciendo que esto no es un genocidio”.

Adrián, 33 años. Empleado de correos y diseñador gráfico. Vallecas.
“Después de que la gente invadiese la calzada para evitar la carrera, yo me disponía a salir de la zona, digamos, más tensa de la manifestación, cuando ya empezaron a cargar los policías y uno de ellos por la espalda, cuando estaba pasando a través de una barandilla que dividía las dos calzadas, me aporreó la pierna por detrás y me hizo una fractura en la tibia de grado seis. He tenido que ser atendido quirúrgicamente y tengo aproximadamente un año y medio hasta que todo vuelva a la normalidad. A la gente que no está concienciada con el tema de Palestina, el genocidio y el sionismo, le invitaría a hacer un ejercicio de empatía con su propia persona, su familia o su situación nacional a nivel de país, de vecindario, de lo que sea”.
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