Servicios públicos
“Hay que disolver la UME”
Iñigo Balbás Ruiz lleva 16 años como bombero. Es afiliado a LAB y miembro de la Comisión de Personal.
El Parque Central de Bomberos de Navarra está en la salida sur de Pamplona. Su fachada de cristaleras sobrias y ladrillo caravista destaca entre los concesionarios y oficinas de la Avenida de Zaragoza. El edificio es un ejemplo de lo inaccesible que puede llegar a resultar la combinación de funcionalidad y estética, incluso con una Facultad de Arquitectura a un par de kilómetros.
Su entorno, periferia de la ciudad compacta, tampoco ayuda. El paisaje deslavazado resulta una expresión bastante acabada del final de la onda larga del capitalismo hispano en el continuo urbano pamplonés, la habitual escena entre hortera y desvencijada. Crecimiento en mancha de aceite, vías de alta capacidad con carriles de incorporación encajonados, rotondas letales para peatones y ciclistas, polígonos de logística, economía terciarizada, pequeños talleres, vallas de publicidad en desuso... proyectan el típico skyline ininteligible alrededor de la ciudad-marca. Las grandes fábricas de los años setenta y ochenta, con Superser y Pamplonica en el mascarón de proa, y en las que la metamorfosis del obrero-masa al obrero social desencadenó la lucha de clases de aquella época, son historia.
Pared con pared, un gigantesco solar vacío, metáfora de los nuevos tiempos. El Gobierno del Cambio, el de la inquebrantable apuesta por el comercio local, ofreció a IKEA más de 30.000 metros cuadrados a precios por debajo de mercado. Se firmó el preacuerdo, se derribaron los pabellones de la que fuera tercera empresa más grande de Navarra, y se urbanizó todo aquello. En el último momento, la multinacional sueca se echó para atrás. Aquí no ha pasado nada. En la época anterior al coronavirus, las grandes corporaciones globales hacían sus negocios así: a la luz del día y sin rendir cuentas ante nadie. Y casi siempre tenían al otro lado del teléfono una contraparte diligente y servil.
El Parque Central se ha quedado pequeño y obsoleto una década después de su inauguración, a pesar del estudio sobre la proyección a largo plazo de la dotación que, con toda certeza, alguien firmaría. Algunas voces sugieren trasladarla a la Ciudad del Transporte, varios kilómetros más allá del corazón urbano de la comarca. Seguro que es por una buena razón. La media de edad del personal pasa largamente de los cuarenta. Todo está impoluto, con esa mezcla de frescor y orden que a veces se encuentra en las instalaciones oficiales. Ayudan los chubascos de hace un rato, nubes de evolución no muy densas en el cielo azul cobalto. Iñigo Balbás Ruiz lleva 16 años trabajando como bombero. Es afiliado a LAB y miembro de la Comisión de Personal.
¿Cómo han llegado los servicios públicos navarros a esta crisis?
No hay personal, ni equipos, ni estrategias, ni liderazgo político que hagan posible una respuesta eficaz.
¿Eficacia o excelencia?
En el caso de las emergencias son categorías sinónimas. Llevamos años con esta dinámica aunque, obviamente, el impacto era menor. Las nevadas o los grandes fuegos forestales pueden parecer muy diferentes, pero el único matiz es que las consecuencias están muy acotadas en el tiempo, mientras que ahora se van a extender durante meses. No es solo problema de los recortes: las administraciones públicas no han apostado por la protección civil. En la práctica, está privatizada vía ONGs o vía empresas particulares. En el caso de Navarra tendría que haber 400 bomberos y hay en torno a 340. Nos falta un 15% de plantilla. Una gran parte de la flota de vehículos tiene más de veinte años de servicio y está sin renovar. Nuestra estructura administrativa está infradimensionada. Carecemos de un planteamiento estratégico a medio y largo plazo que nos proyecte al siglo veintiuno como servicio integral, público y de calidad.
Nuestro sistema de emergencias debería estar preparado para soportar mayores niveles de estrés. En la época del cambio climático puede haber muchas sorpresas.
Se dice que es uno de los servicios mejor dotados del Estado español.
Es el tuerto en el país de los ciegos. Una de las virtudes de esta crisis es que está mostrando lo que permanecía oculto bajo la propaganda y el silencio administrativo.
¿Tan grave es?
La protección civil es una calamidad aquí y en todas las partes. Todo lo que no sea cambiar el modelo de arriba a abajo va a traernos muchos disgustos.
Nadie podía pronosticar algo así, ¿acaso son predecibles los cataclismos?
Sí. Nuestro sistema de emergencias debería estar preparado para soportar mayores niveles de estrés. En la época del cambio climático puede haber muchas sorpresas.
Hablamos de Navarra, eh...
Hay situaciones potencialmente catastróficas.
¿Un ejemplo?
Aguas arriba de Sangüesa, a ocho kilómetros, se está construyendo la nueva presa de Yesa. En el futuro, el agua almacenada va a pasar de 447 a 1.079 hectómetros cúbicos. Las obras empezaron en 2001 y es público que ha habido numerosos problemas geotécnicos. En 2013 se movió la ladera derecha y tuvieron que desalojarse permanentemente dos urbanizaciones enteras. Hay varios informes que alertan del peligro de un accidente muy grave. Es una situación conocida pero, a día de hoy, en el Parque de Sangüesa seguimos con los mismos tres bomberos por turno de siempre, no hay un sistema de alerta con sirenas, y no se han hecho simulacros. En casi veinte años no se ha invertido ni en personal, ni en infraestructuras, ni en prevención. Y eso teniendo en cuenta que el presupuesto ha pasado de los 113 millones iniciales a 470. Ahí es nada. Si un día pasa algo y se genera una avenida de gran caudal, hay en torno a veinticinco minutos para evacuar adecuadamente 4.900 habitantes, cosa que no va a poder hacerse. Y ojo, que en el resto de Euskal Herria hay media docena de infraestructuras o situaciones potencialmente catastróficas similares.
¿Cómo están allí?
Por distintas razones, en algunos aspectos peor que aquí. En Iparralde son funcionarios, pero está muy potenciada la figura del voluntario, que supone casi el 75% de la plantilla. Estos últimos no perciben “remuneración” mensual, sino una “indemnización” por hora trabajada, una compensación por horas de formación, ventajas fiscales y, si alcanzan los 20 años de servicio, aportaciones a la jubilación. El problema es que el voluntariado se ha desvirtuado, y se ha reconvertido en la cobertura legal para los bomberos profesionales a tiempo parcial. Francia exportó un modelo de servicio integral de emergencias a todo Europa, pero desde hace veinte años, con las política de austeridad, se ha degradado profundamente.
En la CAV hubo un proyecto para crear un Servicio de Emergencias único e integral pero no se ha hecho nada. Se aprobó la Ley de Emergencias, que básicamente se ha utilizado para privatizar algunas parcelas, y cuarenta años después, sigue habiendo seis servicios.
¿Y en la Comunidad Autónoma Vasca?
En la Transición hubo un proyecto para crear un Servicio de Emergencias único e integral pero no se ha hecho nada. Se aprobó la Ley de Emergencias, que básicamente se ha utilizado para privatizar algunas parcelas, y cuarenta años después, sigue habiendo seis servicios. Ni siquiera han dado el paso de unificar Bilbao con Vizcaya, Donostia con Guipúzcoa, o Gasteiz con Álava. Después de décadas de darse la espalda, Ayuntamiento de Donostia y Diputación Foral de Gipuzkoa han llegado recientemente a un acuerdo de colaboración básico con el proyecto Babestu 20-30, pero siguen siendo dos realidades diferenciadas en lo administrativo y en lo operativo aunque las centrales de comunicaciones se hayan centralizado físicamente en Garbera. Además, los ocho parques comarcales mantuvieron la figura del bombero voluntario muy integrada durante bastante tiempo y aquello generó bastantes disfunciones. En Álava más de lo mismo. Por un lado, el Cuerpo de Bomberos Municipal de Vitoria, y por otro, Bomberos forales de Álava. Este último organismo se creó en 2016 y, por lo menos, el personal ha pasado de contratado laboral fijo a funcionario o interino. En Vizcaya es algo diferente. Tras las inundaciones del 1983, el Ayuntamiento de Bilbao inyectó gran cantidad de recursos humanos y materiales en el servicio de emergencias municipal. Es potente pero también el que más ha notado su devaluación, sobre todo en personal. En el resto del Vizcaya hay ocho parques y otras pequeñas instalaciones más pequeñas con un voluntariado residual. Es la ausencia total de un proyecto estratégico que se suple con parcheos constantes.
Pues no parece que escaseen los recursos...
La falta de coordinación hace que no se aprovechen de forma adecuada. El uso de los equipos no se optimiza, se eliminan competencias, los servicios se debilitan y, finalmente, se trocean y se privatizan. Aquí se ha desmontado la Agencia Navarra de Emergencias. Y respecto al otro lado de la muga, LAB siempre ha denunciado la centralidad del bombero voluntario, y el tiempo nos ha dado la razón: es una lógica precarizadora que no da respuestas operativas eficientes.
¿Cómo sería un servicio de emergencias público y de calidad?
Un servicio integral, ordenado con criterios de operatividad y eficacia, con personal formado, empleo de calidad y derechos. Un modelo basado en el liderazgo colectivo, la horizontalidad, la profesionalidad y la transparencia. Un organismo alejado de los intereses partidistas y personales, y de la corrupción económica y política.
¿Los recortes matan?
Hace un tiempo, un amigo quería comprarse una furgoneta y fue a varios concesionarios. La que tenía los mecanismos de seguridad más completos, fundamentalmente los airbags y los anclajes para txikis, era una de las más caras. Me pidió consejo y recuerdo que le dije: “la seguridad y la prevención siempre son más baratas que las consecuencias de un desastre”. Meses después, mi amigo, que había comprado la furgoneta con sistemas de sujeción isofix, dio cuatro vueltas de campana en un accidente. Él, su compañera y sus dos hijas salieron ilesas. Con el coronavirus vemos que invertir en salud y en protección civil es infinitamente más rentable que ahorrarse ese dinero no haciéndolo. Por cierto, el otro día leí que un panel de expertos de la Academia Nacional de Medicina de EEUU cuantificó, en 2016, que el coste anual global de combatir preventivamente las pandemias sería de 4.500 millones de euros mientras estimaban que las perdidas iban a alcanzar los 60.000 millones anuales. Esta última estimación, dicho sea de paso, tiene pinta de que se va a quedar muy corta.
Con el coronavirus vemos que invertir en salud y en protección civil es infinitamente más rentable que ahorrarse ese dinero no haciéndolo.
Pero, además de ser más caros, ¿los recortes matan o no matan?
Lo hemos dicho siempre. Si quitas camas, si no compras respiradores, si despides personal sanitario, si no renuevas las plantillas de bomberos, si privatizas los servicios de ambulancias, todo es más caro y muere más gente. Que nadie se engañe, el momento no es ahora: es un trabajo que hay que hacer durante años. Sólo así se garantiza la capacidad del sistema en situaciones como esta. Así que sí, los recortes matan. Y quiero decirlo muy claro: los culpables de esta situación tienen nombres, apellidos y siglas. Las decenas de miles de muertes son consecuencia de años y años de debilitar los servicios públicos.

Sin embargo, las autoridades de Navarra, de la CAV y de Iparralde han venido sosteniendo que la situación estaba bajo control.
No han estado a la altura. Se han producido dos fenómenos en paralelo. Por un lado, un deterioro de las condiciones laborales, con jornadas de 10, 12 y 14 horas, multiplicación de horas extras, y sin un número suficiente de nuevas contrataciones temporales. Por otro lado, la disponibilidad total de los trabajadores y trabajadoras del sector público. Una vez más, se ha parcheado la falta de planificación, de recursos y de liderazgo con la generosidad absoluta del funcionariado e, incluso, hay que decirlo también, de algunos sectores privados.
¿Ha primado la generosidad?
Yo puedo hablar de Bomberos de Navarra. El 13 de marzo, y en vista de que las administraciones no tomaban cartas en el asunto, la inmensa mayoría de los bomberos, tengo que decir que muy mayoritariamente representados por LAB, nos pusimos a disposición del Servicio Navarro de Salud. La dirección reaccionó y, a día de hoy, 278 compañeros, sobre un total de 340, hemos venido realizando labores de desinfección de ambulancias en el complejo Hospitalario de Navarra, en el Hospital de Estella y en el Hospital de Tudela. Hemos incorporado dos vehículos más a nuestra flota de ambulancias, para el traslado exclusivo de pacientes por Covid-19. Hemos llevado a cabo labores de desinfección en centros sociosanitarios y hemos colaborado en el acondicionamiento de hoteles y residencias para alojar a paciente del virus. Y todo fuera de nuestros horarios de trabajo y de manera voluntaria. A cambio, los responsables políticos de la Protección Civil de Navarra han carecido de liderazgo y compromiso.
¿Dónde está la clave de la protección civil?
Yo lo suelo comparar con un operativo rutinario. Tomas la decisión para intervenir una vez que has recabado toda la información. Solo entonces. Y ese es el punto crítico en el que no puedes equivocarte.
El Ejército se ha movido con rapidez y sin quejarse.
Yo creo que hay que disolver la UME.
¿Por qué?
El año pasado tuvo sesenta intervenciones. Solo en Euskal Herria, entre los ocho cuerpos, se habrán rondado las 20.000. Trabajan demasiado poco como para que su personal, que tiene una formación muy básica, adquiera la experiencia que los profesionales civiles obtienen a lo largo de su carrera. Añádele disciplina castrense, sueldos escasos, mal horario, y que los derechos laborales no pueden defenderse sindicalmente, y comprobarás que ciertas competencias son inalcanzables para la UME.
También intervienen en el extranjero.
Yo no estoy en contra de una Unidad Civil de Emergencias. Algo que se coordinara con las emergencias locales, provinciales o autonómicas, que son las que conocen el terreno de actuación. Podría llegar a nutrirse de ellas en determinadas circunstancias, pero con personal bien formado, derechos laborales, sueldos dignos y estructuras civiles en la cadena de mando. Una coordinación eficiente entre las llamadas comunidades autónomas, o con el ojo puesto en las grandes catástrofes internacionales, no sería ni más costosa ni menos eficiente que la UME. De cara a intervenciones en el extranjero, podría haber, incluso, convenios concretos con el Ejército, que es quien dispone de flota aérea.
Queda claro que necesitamos al Ejército en momentos especiales.
Tampoco. Ni siquiera desde una perspectiva puramente militar. El Estado español debería desmantelar su ejército y apostar por la neutralidad estratégica.
¿Por qué?
Porque los únicos ejércitos con capacidad disuasoria y operativa eficaz son aquellos que tienen detrás una industria armamentística capaz de mantener silos con ojivas nucleares, flotas de drones, y redes de satélites propias. El Estado español no está ahí. Y soy de los que opinan que en el futuro van a triunfar las lógicas basadas en la cooperación, la solidaridad, y el diálogo.
Suena oportunista, con el viento de cola de la Covid-19...
Lo he pensado siempre. Hace 26 años me condenaron a dos años, cuatro meses y un día de cárcel por negarme a hacer el Servicio Militar Obligatorio, y estuve 18 meses encerrado en una celda. Por cierto, lo que está pasando me trae a la cabeza, muy desagradablemente, sensaciones de cuando estuve preso.
Yo no estoy en contra del confinamiento. Pero también estoy a favor de que haya test localizados, seguridad para los profesionales sanitarios, inversión económica pública...
El confinamiento es una medida adoptada por los profesionales de la epidemiología.
Yo no estoy en contra del confinamiento. Apoyo totalmente que las personas vulnerables estén confinadas y que se las proteja y ayude. Pero también estoy a favor de que haya test localizados, seguridad para los profesionales sanitarios, inversión económica pública... y de que el resto de la población, con las debidas medidas de distancia física, siga funcionando. Lo que no puede ser es que se sospeche de la ciudadanía como se está haciendo. La sociedad civil es cabal, se ha autoorganizado a muchos niveles, y más que lo habría hecho si le hubieran dejado.
Ya estamos en la desescalada.
Sí, y la única diferencia respecto a semanas anteriores es que los políticos consideran ahora que no existe riesgo de colapso del sistema sanitario, aunque el virus haya venido para quedarse. De todas maneras, no se puede hacer política desde lo emocional y desde el miedo. E incorporando un marco autoritario que es una bicoca para el discurso ultraderechista.
Eso es muy fácil de decir con 47 años y una salud robusta.
A finales del pasado diciembre, un martes, fuimos con mi ama a Urgencias por un proceso febril leve con el que llevaba un par de semanas. Tenía 73 años y estaba bien de salud. El miércoles le hicieron varias pruebas. El jueves le diagnosticaron una leucemia mieloblástica aguda. Perdió el sabor y el olfato. La ingresaron en la UCI el fin de semana. El lunes le hicieron unas placas antes de comenzar la quimioterapia y descubrieron una neumonía bilateral. Murió a las pocas horas. A día de hoy, no tengo claro de qué murió, pero entiendo perfectamente qué es perder a un ser querido en un visto y no visto.
Precisamente, no queremos que muera más gente mayor.
Primero, la red sanitaria de Nafarroa, incluidas las UCIs, no ha estado al borde del colapso en ningún momento. Insisto: gracias al esfuerzo de miles de funcionarios y funcionarias que, en un momento de extrema vulnerabilidad social, han sostenido el sistema público en medio de una precariedad generalizada y criminal. Segundo, la media de edad de las personas fallecidos en la Comunidad Foral está entre 75 y 80 años. Lo que hay es una injustificada falta de confianza en la ciudadanía y un amedrentamiento autoritario inadmisible por parte de los poderes públicos. ¿Quién dice que la inmensa mayoría de la gente no va a seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias? ¿A qué viene toda esta legislación punitiva y disciplinaria especial?
Otros países europeos han preferido diseñar el confinamiento sin los recortes de derechos de aquí. Creo firmemente que lo que hay que promocionar es la responsabilidad, y que cada quien asuma las consecuencias de sus actos.
No se puede permitir que cada quien haga lo que le parezca.
El Estado español ha optado por un modelo similar al de China. Otros países europeos han preferido diseñar el confinamiento sin los recortes de derechos de aquí. Creo firmemente que lo que hay que promocionar es la responsabilidad, y que cada quien asuma las consecuencias de sus actos. Yo he ido muchas veces a escalar a los Pirineos. Una vez entró una borrasca que no habíamos previsto, hubo un fortísimo aparato eléctrico, empezaron a caer rayos encima de nuestras cabezas, y cada descarga provocaba una onda expansiva que nos alejaba de la pared. Todavía recuerdo el miedo que pasamos. En otra ocasión, se desprendió una roca del tamaño de un frigorífico y uno de los pedazos le abrió el cráneo a mi compañero de cordada, que quedo muy malherido pero salvó la vida gracias al casco. Cuando pasan ese tipo de cosas nunca se me ocurre responsabilizarle al mal tiempo, a la fatalidad, al operativo de rescate, o al capitalismo.
Es un periodo muy excepcional en el que, inevitablemente hay eventualidades.
Yo diría que los de siempre están aprovechando para meter la cuchara. Y no deberíamos dejarles, porque luego va a costar lo que no está escrito volver a recuperar lo que ahora nos están quitando. Fíjate, si no, en la Ley Mordaza, esa que algunos iban a derogar en cuento entraran al Gobierno. Centenares de miles de procedimientos de sanción. Eso con un gobierno progresista. ¿Que diríamos si estuviera haciéndolo la derecha? Y ahí está Marlaska, defendiendo las multas. Un señor juez que viene de la Audiencia Nacional. Te pones a pensarlo y no hay por donde cogerlo. ¿Qué hace un juez de Ministro del Interior? ¿Por qué existe todavía la Audiencia Nacional?
¿Alguna mala experiencia con los tribunales de excepción?
Nada especial. Sólo conocí a Guillermo Ruiz Polanco cuando era Juez de Vigilancia Penitenciaria en Pamplona. Siempre rechazaba mis recursos contra los castigos de aislamiento. Llegado un momento empecé a rellenar los formularios con extensos fragmentos en euskera de la novela Obabakoak de Bernardo Atxaga. Se los traducían, y una vez, a cuenta de un recurso de alzada en una vista oral en la cárcel va y me dice, sin ninguna ironía: “Escribe usted muy bien, señor Balbás”. Y yo pensé para mis adentros: “pero, este hombre, ¿estará igual de desinformado con el resto de asuntos que se trae entre manos?”. Así que cada vez que veo en televisión jueces que andan pajareando entre la Audiencia Nacional y la política, me viene a la cabeza aquella sensación de insolvencia.
En cualquier caso, con el confinamiento va a morir menos gente.
Eso lo veremos cuando haya pasado el tiempo suficiente. Entonces compararemos las estadísticas. Lo que no existe es el riesgo cero y lo que tampoco deberíamos haber permitido es una restricción de libertades tan brutal. Porque todo esto tiene consecuencias muy peligrosas. Sin hablar del destrozo económico general, ¿dónde quedan las libertades civiles? ¿Cómo hemos podido aceptar que se estigmatice, se criminalice y se llame vectores de contagio a nuestros hijos e hijas, a nuestros mayores, y a la gente que queremos?
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Ese debate, si no te parece mal, lo abordamos en marzo de 2021.
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