Residencias de mayores
Sara Tajuelo: “Hoy en las residencias se está especulando con la vida humana”

A través de diez relatos que recogen la historia de diez personas que han atravesado parte de su vejez en una residencia, Sara Tajuelo, quien es familiar de residente, hace un canto de denuncia y compromiso para que los cuidados de la vejez sean un derecho inviolable.
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La autora del libro e integrante de la agrupación de familias Unión Residencias Leganés, Sara Tajuelo. David F. Sabadell

Sara Tajuelo (Madrid, 1966) ha rescatado la poesía que duerme en las residencias. Esta no está en las paredes, ni en los suelos desgastados, ni en las esponjas partidas por la mitad porque no hay suficientes, ni en las contenciones, ni en las sedaciones. La poesía está en las personas que habitan en ellas y eso es lo que esta activista, de profesión maestra, miembro de la agrupación de familias Unión Residencias Leganés, refleja en La voz de las almas silenciadas (Ediciones León Alado, 2021).

A través de diez historias Tajuelo homenajea a las personas mayores que pasan sus últimos días en un geriátrico. Son historias de personas que han convivido junto a su madre en una residencia de Leganés (Madrid). Este municipio, que alberga ocho residencias, fue uno de los lugares más afectados durante la primera ola de covid. Dentro de las paredes de estos centros de mayores se vivieron auténticas tragedias.  En algunos fallecieron más de la mitad de los residentes. Pero Tajuelo, que empezó este libro antes de la pandemia, prefiere no situar la historia en ningún lugar. Tampoco quiere dar el nombre de la residencia en concreto. Y no porque quiera ocultar esta información por miedo a represalias, sino porque afirma que la residencia de su madre podría ser cualquiera. Su libro es solo el espejo donde se podrían reflejar la mayoría de estos centros. Porque la escasez de personal y el deterioro de las condiciones de los mayores son problemas que se replican en casi todos los geriátricos. Porque el comercio con los cuidados, dejando estas dependencias en manos de empresas que buscan maximizar el beneficio en detrimento de la calidad de vida de los mayores, es un mal común.

También la historia de la madre de Tajuelo es solo una más. Una más de todas las personas que no fueron derivadas a hospitales tras contagiarse de covid en base a unos protocolos firmados por la Comunidad de Madrid. Instrucciones que establecían que en función de su grado de dependencia y de su deterioro cognitivo, no serían trasladados a centros sanitarios. Marea de Residencias ha ido presentando paquetes de demandas que incluyen a más de 300 querellantes. Querellas que se van archivando una a una, mientras la Asamblea de Madrid ha bloqueado una comisión de investigación. Que lo que sucedió no quede impune es uno de los objetivos de este libro. Y que se cambie el modelo de cuidados, el fin último incluido en su epílogo.

Tu libro tiene un tono especial. Utilizas el relato en primera persona para contar la vida de diez personas que viven o han vivido dentro de una residencia. ¿Por qué elegiste esa manera de narrar?
El libro tiene dos partes. Los relatos tienen un tono poético, y luego hay otra parte en la que claramente se exponen las denuncias o más bien se visibilizan las carencias que hay en las residencias, que evidentemente no pasa en todas, habrá excepciones, pero sí en una gran mayoría.

Me encontré estos grandes relatos de personas mayores en la primera residencia donde estuvo mi madre. Y bueno, lo cuento así porque yo lo he vivido en primera persona directamente con ellos. Luego otra parte, pues es una información que han ido dando los propios familiares.

“Cuando se institucionaliza a una persona mayor la sociedad tiene tendencia a olvidarse de ella”

Hasta la pandemia, sus vidas eran prácticamente invisibles. Poco se hablaba de las personas que viven en las residencias. ¿Pretendes saldar un poco esa deuda?
Es cierto que, normalmente, cuando se institucionaliza a una persona mayor la sociedad tiene tendencia a olvidarse de ella. Pero si encima se sufre un deterioro cognitivo, entonces se agrava mucho más la situación. Además, estamos hablando de personas que no pueden reclamar sus propios derechos. Por eso también, alegóricamente, la voz de las almas silenciadas —que es el título del libro— somos los familiares que estamos intentando mejorar la situación de estos residentes. 

Es un libro, evocador, lleno de imágenes, metáforas. ¿Hay poesía dentro de una residencia?
Hay poesía porque la poesía está en lo que transmiten estos mayores. Este libro está escrito desde una experiencia y es una experiencia muy concreta. Recorriendo los pasillos de las salas de convivencia de estos mayores yo recibí un impacto que fue que más allá de las no palabras, de los sonidos guturales que quedan, de esas mentes deterioradas, de esos cuerpos desgastados ya próximos a la recta final de sus días, hay una luz, hay una luz en su mirada, hay un alma y existe esa comunicación para todas aquellas personas que quieran establecer un mínimo contacto. El problema es que no hay personal suficiente ni tiempo para poder acceder a esa experiencia.

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Sara Tajuelo ha contado su experiencia paseando por dentro de las residencias a través de diez relatos sobre diez residentes. David F. Sabadell

¿Estamos en una sociedad que odia a la vejez?
Estamos en una sociedad que teme a la vejez y teme lo que viene después de la vejez, que es la irremisible muerte.

Tú eres familiar de una residente. ¿Cómo es meterse en la piel de diez más? ¿Es complicado? ¿Cómo has construido tus relatos?
Los relatos, en un principio, tenían una carga fundamentalmente reivindicativa. Me costó, pero finalmente pude equilibrarlos hacia un tono poético.

Yo empecé de esa manera, con las circunstancias que sabemos que había ya de antes de la pandemia, que eran multitud de reclamaciones que estaban llegando a la Comunidad de Madrid. Úlceras por presión por falta de cambios posturales, incapacidad de suministrar ingestas… había una incapacidad de poder suministrar todo debido a la falta o escasez de personal. Esto queda muy claro en el libro. De hecho, hay un canto, por así decirlo, a las auxiliares de geriatría o TCAE, porque evidentemente nos consta que ellas hacen hasta donde pueden.

Luego entramos en la pandemia. Ahí no hubo forma humana de seguir escribiendo porque desde la agrupación de familias Unión Residencias Leganés estábamos entregados a poder echar una mano a los familiares que no tenían información. Luego ya, tras la primera ola, retomo los esbozos de los primeros relatos y se empiezan a equilibrar hacia un tono poético, porque la forma que yo tuve de templar y de equilibrar fue cerrar los ojos y sentir.

En ese recuerdo evocaba la ternura que me llegaba de ellos. Entonces descubrí algo muy fuerte, muy potente, muy poderoso: esa ternura, ese amor que tenemos y que se traslada de ellos hacia fuera. Qué lástima que algunas personas no tengan tiempo material para poderlo captar, porque es una maravilla. Es lo que da la fuerza, entendida como permanencia en la acción. Yo, desde luego, siempre he visto esto como un tipo de lucha, desde esos sentimientos que despiertan estas personas mayores.

“La gente debe de conectar con la importancia de que esto no puede quedar impune. Tienen que depurarse responsabilidades para que no se vuelva a repetir”

Como has apuntado, en la segunda parte del libro, el epílogo, saltas a otro tono más reivindicativo. ¿Qué denuncias en concreto?
Se denuncian varias cosas; la denuncia más fuerte es la de la escasez de personal. Si no hay un aumento de personal, no hay una formación equiparada de las gerocultoras con las TCAE, si no se nivelan sus conocimientos y se empieza a valorar esa profesión, va a ser muy complicado que muchas de las injusticias que vienen pasando paren.  

Por otro lado, es evidente que tiene que haber una ley de protección a las personas mayores y dentro de esa ley que se contemple la protección de personas que están institucionalizadas en residencias. Los derechos de los mayores son sagrados. Es una vida humana que hay que cuidar. La reivindicación va hacia un nuevo modelo de cuidados para humanizar la atmósfera de esas unidades de convivencia. Eso es esencial. Este libro es un libro que se ha enviado a la Consejería de Políticas Sociales, se ha enviado a la Dirección General del Mayor, se ha enviado al Inserso y se ha enviado a la Dirección General de Coordinación Sociosanitaria. Se ha enviado a políticos que están en relación con todo el tema sociosanitario de residencias, porque ahí vienen propuestas muy concretas para que no se dé la espalda y todo esto, evidentemente, se pueda corregir.

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La Asamblea de Madrid ha bloqueado la comisión de investigación. Las querellas parece que no están prosperando. ¿Hay alguna esperanza?
Yo creo que la esperanza se mantiene en la medida en que las personas afectadas continúen en esta reivindicación y que la sociedad se haga eco. Posiblemente en este libro subyace la importancia de tomar conciencia de una situación a donde todos estamos abocados, que es a la recta final de nuestras vidas.

Respecto a lo de la cuestión de la reapertura de la comisión de investigación, creo que Marea de Residencias está haciendo un muy buen trabajo junto con el sindicato MATs, que han puesto en marcha una plataforma que se llama Verdad y Justicia, que por cierto se inaugura el 18 de mayo.

La gente debe de conectar con la importancia de que esto no puede quedar impune. Tienen que depurarse responsabilidades para que no se vuelva a repetir.

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Para Sara Tajuelo es primordial conseguir una ley estatal sobre residencias. David F. Sabadell

¿Cómo deberían ser los cuidados del futuro?
Los cuidados del futuro tienen que tener como piedra angular una premisa, y es el ser humano como valor y preocupación central de esta sociedad. Si el ser humano fuera el valor y la preocupación central, automáticamente toda esta injusticia desaparecía. Pero la realidad es que las personas no somos la prioridad.

En cualquier caso, para la cuestión de cómo hacer un modelo de residencias diferente, tienen que confluir, no solamente la administración con las patronales, que es lo que suele pasar cuando hay un acuerdo marco de por medio, tiene que haber comités de ética asistencial. Eso es fundamental para que no se desvíen los intereses y se mantenga como prioridad cuidar a los residentes y a las cuidadoras, que también hay que cuidarlas a ellas. Por regla general es una cuestión y un problema meramente económico.

Entonces, el estado debería hacerse cargo de la situación de los mayores, blindar los derechos con una ley estatal que las autonomías implementen. Y evidentemente, que haya órganos de participación de los familiares es esencial.

“No sabíamos que fuera a venir una pandemia, pero sí intuíamos que si pasaba alguna desgracia, pues iba a ser una cosa desproporcionada, como luego ha pasado”
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Casi seis mil personas han muerto desde el 5 de marzo en las residencias de la Comunidad de Madrid. La gestión de la crisis del coronavirus ha estado marcado por un protocolo que recomendaba que los pacientes de centros geriátricos no fueran trasladados a hospitales.

Y lo que sí debemos evitar es traspasar el límite del surrealismo en el que estamos. Hoy hay fondos buitre que gestionan la vida de nuestros mayores.
Claro, exactamente eso es. Pero sí se está consintiendo, es que esa es la cuestión. Esto viene de hace unos años, no es algo que de golpe y porrazo se haya deteriorado. Lo que pasa es que ahora si  la gestión de este tipo de empresas está en manos de fondos de inversión es evidente que las injusticias se van a multiplicar. Es que es imparable porque en el negocio geriátrico, el interés es la economía y nunca es suficiente para ellos.

Entonces, una forma de evitar eso es que los cuidados asistenciales, en este caso los de la vejez, estuvieran totalmente cubiertos y fueran un derecho, no se puede negociar con eso. Hay que crear residencias de gestión pública al 100%, para que no se pueda especular con la vida humana. Hoy en las residencias se está especulando con la vida humana.

Nosotros antes de la pandemia ya habíamos denunciado todo. No sabíamos que fuera a venir una pandemia, pero sí intuíamos que si pasaba alguna desgracia, pues iba a ser una cosa desproporcionada, como luego ha pasado. También por la cuestión de la no derivación de los mayores, que ha sido una discriminación.

Para poner al ser humano en el centro, necesitamos condiciones materiales. Lo sucedido dentro de las residencias nos vuelve a demostrar que la vida tiene que estar en el centro, pero necesitamos iniciativas que caminen hacia ello. ¿Crees que iniciativas como la renta básica universal ayudaría a que las familias no tuvieran que recurrir a este tipo de centros?
Podría ser que ayudara. Claro que sí. Gracias a estas medidas las personas podrían tener un respaldo y un apoyo económico.

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