Periodismo
“Tenemos 115.000 personas en las cunetas, hay mucho ruido, pero se habla poco de lo que importa”

La premiada podcaster basauritarra participó en la III edición del Congreso de Periodismo Feminista de Pikara Magazine.
Isabel Cadenas
Isabel Cadenas participó en el III Congreso de Periodismo Feminista organizado por Pikara Magazine. Victoria García

Isabel Cadenas Cañón (Basauri, 1982) es doctora en Estudios Culturales por la Universidad de Nueva York, donde, además, cursó un Máster en Escritura Creativa y otro en Performances Studies tras licenciarse en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto. En la actualidad, es reconocida por su aportación en el ámbito del periodismo narrativo en audio con el pódcast De eso no se habla, que acaba de estrenar su segunda temporada. 

La directora de este pódcast de no ficción narrativa, que se centra en temas que abordan los silencios personales y colectivos, es, según Forbes, una de las 50 podscasters más destacadas del momento. Ha recibido una Mención Especial del jurado en los Premios Ondas por el episodio “Preguntan por ti” y por “Una placa en mi pueblo” obtuvo el premio internacional de periodismo “Colombine”, así como el Premio de la Asociación de Periodistas de Investigación API. 

Con amplia experiencia en el formato –Radio Ambulante, Las Raras y Carne Cruda– y en los medios en general –Deutsche Welle, ElDiario.es y Mongolia,  y como productora ejecutiva de audio en El País–, espera, apasionada e impaciente, que De eso no se habla siga llegando a oídos de cientos de personas, para que le ayuden en su ardua y valiente tarea de romper silencios ante aquellos temas a los que durante décadas se les ha dado la espalda. De momento, aunque con dificultades, han logrado la financiación para esta temporada. “Para mí estrenar es ya una gran victoria”, reconoce Cadenas.

Esta conversación se produjo en el contexto del III Congreso de Periodismo Feminista organizado por Pikara Magazine donde se reivindica la figura de la maestra Lucía Martínez Odriozola, una excusa perfecta para “encontrarnos” anualmente.

De eso no se habla evoca a todos esos temas tabú o historias que se guardan en secreto, algo que no ayuda a cerrar heridas. ¿Por qué es tan importante para ti el concepto de silencio?
Concebí De eso no se habla como un pódcast narrado a medio camino entre la crónica y el ensayo. Los capítulos son diferentes y las historias personales tienen mucha presencia, pero siempre están contextualizadas en el marco sociopolítico del momento. Siempre he trabajado sobre la memoria histórica y lo que más me interesa son las pequeñas historias, esos silencios que una parte de la población tenemos en casa, por esas veces que nos han dicho “de eso no se habla”, “no te metas en política”, “no te sientes en primera fila”…, que parece que son historias individuales, pero que si tanto se repite, forman un silencio mucho más sistémico, que tiene que ver con la historia de nuestro país, sobre todo, con la dictadura y la transición. Para mí esos silencios siempre han estado muy presentes, siempre los he cuestionado y he estado interesada en ver cómo se construyen. Al final, para hablar de las cosas macropolíticas creo que es más útil empezar por lo micro y lo concreto. Y el pódcast trata de hacer eso; mostrar que los silencios individuales son también colectivos. 

“Impresiona que la Ley de Memoria Histórica no hable de las mujeres que estuvieron en el Patronato”

La historia de Consuelo en el capítulo Perdidas es demoledora, consigue transmitir el dolor, la impotencia y la rabia por lo que las hicieron pasar. ¿Cómo es que el Patronato de protección a la mujer es un tema que aún es desconocido por tantas personas?
Es increíble, porque es algo que ha ocurrido hasta hace nada en nuestro país, ya que se cerró en 1985, en plena democracia. Y no solo impresiona que haya pasado, sino que no se hable de ellas, que la Ley de Memoria Histórica no hable de estas mujeres, que no haya habido ninguna institución pública a nivel estatal que las haya reconocido. 

El Patronato tuvo muchos años de vida y pasó por diferentes etapas, ¿cuál es su historia?
Nació en 1902, porque en 1900 hubo una ola abolicionista de la prostitución en Europa. En España dicho patronato nació ligado a la aristocracia, la realeza, a la monarquía, como el Real Patronato de la Trata de Blancas, cuyo objetivo era coger a chicas que para ellos eran vulnerables de caer en la trata y llevarlas a instituciones religiosas para que llevaran una vida dedicada a Dios. Luego la República retomó el Patronato, pero lo hizo con figuras como Victoria Kent o Clara Campoamor, y busca desligar la eliminación de la trata de lo religioso y perseguir la prostitución de manera civil. Duró muy poco tiempo y el franquismo lo resucitó, de nuevo, para que las mujeres de moral dudosa fueran a instituciones religiosas. Estas mujeres podían entrar por muchos motivos: fumar, llegar tarde a casa... También es importante recordar que por entonces la prostitución era legal, solo se estaba en contra de las prostitutas que estaban en la calle, es decir, las mujeres más empobrecidas que no podían trabajar en los burdeles del franquismo.  

Es potente la frase de Consuelo: “Lo que tengo en mi cabeza es mío y usted aquí no entra”. ¿Qué sentiste ante los testimonios de estas mujeres?
Es algo brutal. A veces hay historias a las que tienes que eliminar cosas para que no parezcan ficción y aquí había tanto que contar… Además, lo que ocurre con el Patronato es que una vez eres consciente de su existencia, te es imposible apartar la mirada. Se conoce la historia del franquismo, la represión que hubo en tantos ámbitos, pero el Patronato ha estado ahí todo el tiempo y muchas personas no lo sabían y siguen sin saberlo. Yo no lo he descubierto, Consuelo García del Cid, una de las protagonistas, lleva toda su vida investigando este tema, Andrea Momoitio, María Zuli, Ana María Pascual, Violeta Assiego, María Rosón, María Palau, Marta García y Carmen Guillén han escrito libros, tesis y hecho investigaciones en diferentes puntos de España sobre el tema. Somos muchas las que estamos hablando del Patronato a la vez y eso es importante porque es una cuestión que ha llegado para quedarse. La diferencia de narrarlo desde un pódcast es que esas historias personales las oyes a través de las voces de las protagonistas que las vivieron y te hace vivirlo de manera diferente. 

“Somos un país que todavía tiene 115.000 personas en cunetas donde el perdón, o cualquier tipo de reparación, justicia o reconocimiento, es difícil que llegue”

¿Crees que ese perdón público que estas mujeres exigen será realidad algún día?
No lo sé, pero hay perdones que aún no han llegado. Somos un país que todavía tiene 115.000 personas en cunetas donde el perdón, o cualquier tipo de reparación, justicia o reconocimiento, es difícil que llegue, no tenemos una gran tradición de eso. Sin embargo, en nuestro primer directo, en la sala Mirador de Madrid, estuvieron las protagonistas del primer y segundo episodio del pódcast y se vivió algo parecido a una reparación. Sin embargo, esto no puede quedarse en un teatro, debe ser una reparación de un estado que ha dado la espalda a miles de mujeres que han sido retenidas por el Patronato de protección a la mujer.

Haréis otros capítulos en directo, ¿qué es lo que más te ilusiona de esta parte del proyecto?
Hacer un episodio en directo tiene una energía diferente porque tienes al público allí, ves cómo reacciona, lo que funciona de la historia, lo que más emociona y puedes hablar con la gente. Cuando lo escuchan en sus casas, no se ve esa reacción, escriben y dejan comentarios, pero no se siente igual. Tener a las protagonistas allí fue una especie de homenaje y creo que ellas también lo sintieron así y el público sintió como un privilegio poder escuchar en primera persona a estas mujeres compartir sus historias. 

“La mayoría de las historias de silencios son también historias de salud mental”

Mencionaste que los pilares de esta temporada son la memoria, la salud mental y las mujeres. Sobre la salud mental se habla cada vez más, pero aún quedan melones por abrir, ¿no?
En realidad, ¡¿qué episodio nuestro no tiene que ver con la salud mental?! Cuando has sufrido un silencio durante tanto tiempo y has vivido algo como estas mujeres es muy difícil que no afecte en sus vidas. En estos casos, la salud mental siempre está en riesgo y, por eso, la mayoría de las historias de silencios son también historias de salud mental. 

Tratas de innovar con cada historia, ¿no es algo que te dé miedo por si al público no le gusta? 
Sí, yo todo el rato tengo miedo por ese motivo. Me pasa en cada episodio, porque yo hago unas historias y quiero que gusten a la gente, pero también que a partir de estas se llegue a temas más complejos. Y es que el objetivo del pódcast es que una historia personal pueda provocar una inquietud política en los oyentes.

“El objetivo del pódcast es que una historia personal pueda provocar una inquietud política en los oyentes”

El pódcast está en auge, hay mucha producción y diversidad. ¿Consideras que esto es perjudicial o beneficioso? 
Creo que es beneficioso, porque cuantos más pódcast haya, más acostumbrada estará la gente a escucharlos. Lo que genera el pódcast es esa escucha y puede que alguien empiece escuchando un pódcast conversacional y después se anime a escuchar uno narrativo. Y al final lo importante es generar ese lugar de escucha.

La narrativa de tu pódcast es distinta a los demás. Bebe de la literatura y del cine.
Vengo de una tradición del periodismo narrativo muy estadounidense que se hace también en audio y de lo que más me alimento es del cine y de la literatura. También escucho muchos pódcast, pero cuando tengo que encontrar mi voz adonde más recurro es al cine y a la literatura, sobre todo, al ensayo fílmico y a la crónica, principalmente, latinoamericana. Lo bueno del pódcast es que no hay una manera correcta de hacerlo, es un medio que se está inventando y que no tiene una forma preestablecida, entonces una persona puede innovar en lo que quiera, como en el resto de las formas y artes artísticas. Eso es lo que me gusta del audio y llegué a él porque me gusta esa experimentación.

Das mucha importancia a la música dentro de los capítulos. 
Me gusta pensar en ella como puntuación. Intento que la música no diga al oyente lo que tiene que sentir, sino que sea una música que acompañe, que dé ritmo y sea coherente con la historia, pero que no le diga cuándo tiene que ponerse triste o contento. Creo en su inteligencia, no hay que tratarlo como si necesitara esas explicaciones. 

Esta temporada trabajas incluso con los propios músicos, que crean la banda sonora, en lugar de comprar los derechos de alguna canción. 
Trabajar de cerca con los músicos es algo maravilloso. En el directo del otro día, la conexión que se creó entre la música en vivo de Sara Muñiz y mi voz fue increíble. Ella tocaba la música para mí y yo narraba la historia para ella para poder acompasarnos. Fue precioso.

Además, haces conferencias, talleres y eres escritora. ¿Qué quieres aportar y qué te aportan a ti?
Como dice mi amigo Maximiliano Matayoshi, cada artista está atravesado por una sola cosa, que siempre repite en diferentes formatos y yo estoy bastante de acuerdo, porque yo siempre estoy tratando la ausencia y el silencio. Hice una tesis sobre ausencia, he escrito libros de poesía y un ensayo que también tratan la relación del pasado con el presente, el qué hacemos con lo que no está... Aunque en cada formato se hace diferente, el pódcast, por ejemplo, tiene una comunicación mucho más directa que la literatura. Es decir, yo con la literatura pienso menos en el receptor y haciendo el pódcast pienso todo el rato en él. Aparte, me gusta mucho hablar con estudiantes y dar talleres de audio, porque conmigo ha habido gente muy generosa con la que he aprendido mucho y quiero devolver eso. También disfruto con las charlas sobre memoria, porque ayudan a pensar en colectivo y a saber lo que una piensa sobre un tema, porque a veces no es tan evidente hasta que no se escribe o no se cuenta en público.

“En este país en realidad no se habla de nada, nos mueve el miedo”, dijiste. ¿Es algo que intentas cambiar con tu trabajo?
Sí, con mi trabajo y con mi vida. A pesar de trabajar con silencios, soy bastante poco silenciosa. Creo que somos un país en el que hay mucho ruido, pero que habla poco de lo que importa.

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