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Verano de 2023: sucesivas olas de calor, deshielo de los polos y subida del nivel del mar, incendios devastadores, refugiados climáticos y la pertinaz sequía que vuelve para arrasar cosechas enteras... Y Pamplona a 40 grados en agosto, pasada ya la canícula. La capital navarra, una de las ciudades de la península ibérica que más van a sufrir el estrés térmico, ya que se espera que la temperatura veraniega aumente progresivamente hasta casi 8 grados UTCI (Índice Universal de Clima Térmico) hacia 2090. Por lo que, debido a su clima continental, ¡tendremos más de 43 grados ya en julio!, lo que hará impracticable la vida cotidiana en sus calles, al menos en las horas centrales del día. Esta es la realidad de la mal llamada “crisis climática” global, la que algunos climatólogos y ecologistas ya constatan sin remedio, y el comienzo de un colapso ecosocial de inesperadas consecuencias.
Y en este grave contexto, el renovado Gobierno municipal de UPN decide seguir con uno de los predilectos planes estrellados del anterior alcalde, el Sr. Maya: iniciar las obras del parking en la calle Sangüesa, el cual, sacrificando 46 árboles, perjudicaría seriamente al comercio y hurtaría al vecindario la integridad de su zona verde. Un proyecto, en verdad, anacrónico, especulativo e irresponsable, repleto de lagunas e irregularidades (al que incluso se han buscado alternativas viables) y que la plataforma NOPARKINGEZ ha denunciado y, a rebufo, toda la oposición municipal. ¿Pero hay alguna razón de fondo para este despropósito? ¿Más allá de beneficiar a constructoras y vecinos pudientes? La hay, lamentablemente.
En este grave contexto de colapso ecosocial, el renovado Gobierno municipal de UPN decide seguir con uno de los predilectos planes estrellados del anterior alcalde, el Sr. Maya: iniciar las obras del parking en la calle Sangüesa
Este parking es una apuesta explícita por el negacionismo del cambio climático como parte de la guerra cultural que practica la derecha extrema y la extrema derecha, envalentonadas ambas en su unidad de destino en lo universal, la misma que en Madrid como burla propone colocar macetas en los balcones para combatirlo. Pamplona sigue así anclada en el espejismo del capitalismo desarrollista y se apunta aún al paradigma trumpista de la realidad alternativa, como si no pasara nada, ¡solo cosas de ecologistas agoreros! Y de esta manera, en vez de levantar el asfalto y el cemento para plantar más árboles, de limitar severamente el tráfico del coche para favorecer el transporte público o la bicicleta, de aplicar medidas urgentes, urbanísticas y arquitectónicas, para aliviar el efecto isla de calor, en Pamplona, cavamos una nueva tumba climática. ¿O ha de servir acaso finalmente este parking como improvisado refugio climático en un futuro próximo?
Navarra
Tala de árboles Un parking más y 46 árboles menos: vecinos y asociaciones se oponen en Iruñea al plan de UPN
Después de las luchas contra los parkings de la Plaza san Francisco y de la Plaza del Castillo –pasando por la toma de las plazas del 15M–, no habíamos asistido a una movilización tan modélica, tan transversal, tan intergeneracional y tan radicalmente política como apartidaria, ¡y tan creativa!, levantando su pacífica voz contra el disparate. ¿Será esta la chispa de un incendio social que mediante la desobediencia civil plante cara a las políticas del avestruz de la izquierda del greenwashing y la derecha negacionista? Ojalá, falta nos va a hacer en este terreno y en tantos otros (vivienda, energía, movilidad, cuidados, etc.) que bajo una perspectiva de justicia social han de estar estrechamente relacionados. Pues únicamente una vía hacia una Pamplona decrecentista, solidaria y resiliente puede convertir la defensa de un humilde parque urbano en la primera batalla de una guerra global que no podemos perder.
Este parking es una apuesta explícita por el negacionismo del cambio climático como parte de la guerra cultural que practica la derecha extrema y la extrema derecha, esa que en Madrid propone colocar macetas en los balcones para combatirlo
El tirano Macbeth, el usurpador Rey de Escocia de la tragedia de Shakespeare, confió en la profecía de las brujas y se dijo: “Hasta que el bosque de Birnam no se mueva hacia Dunsinane, no puedo experimentar temor”. Pero el bosque se movió: el ejército de Macduff y Malcolm, portando las ramas del bosque para camuflarse se acercó al castillo de Dunsinane y lo conquistó, cumpliendo de manera inopinada la profecía. Una perfecta metáfora sobre la arrogancia de cualquier personaje político que, confiando en su posición ventajosa, sus solas fuerzas o las encuestas, se cree a salvo de todas las eventualidades en su cómodo sillón. Obviamente, Cristina Ibarrola, nuestra reciente alcaldesa, no es una usurpadora Lady Macbeth pero su arrogancia antidemocrática es de la misma estirpe; quizá no espere que las ramas del bosquecillo de arces de la Plaza de la Cruz se muevan hacia su alcaldía, pero todo es posible, hasta que convoquen al conjunto del indignado vecindario pamplonés para reclamar no solo un cambio de políticas sino su cabeza política. Eso sí, siempre que la oposición se dignara a ponerse de acuerdo, tras una legislatura errática, en esa pertinente moción de censura para que estas alcaldadas de UPN, cada vez más frecuentes y delirantes, no vuelvan a producirse; pues, de no ser así, será finalmente cómplice de las políticas de Dunsinane pamplonica...
Pero, ¿y si la oposición no está a la altura de la coyuntura y las excavadoras finalmente aparecen? En ningún caso habrá sido una lucha inútil, sino el germen de una escuela ciudadana de toma de conciencia, de empoderamiento cívico que debe seguir adelante. Habrá más proyectos urbanísticos insensatos que van a necesitar una Pamplona alerta y en pie de guerra que pase de la protesta a la propuesta (y viceversa), que convierta su imaginación comunitaria en su mejor arma. Y más que nunca ahora que las obras se han paralizado –de momento, temporalmente– y que empieza la fase más peligrosa del proyecto: la de la manipulación informativa, la de la compra de voluntades, la de la relajación y desactivación, la del pasteleo y la politiquería... Frente a ello, un proceso de apropiación comunal y autogestionada de la plaza mediante actividades, eventos e iniciativas sería la mejor estrategia de defensa, capaz de alumbrar en esta tan querida plaza arbolada del Segundo Ensanche un parque modélico para todas las plazas de Pamplona.
¿Pero, y si la oposición no está a la altura de la coyuntura y las excavadoras finalmente aparecen? En ningún caso habrá sido una lucha inútil, sino el germen de una escuela ciudadana de toma de conciencia, de empoderamiento cívico que debe seguir adelante.
Parafraseando al bardo inglés: ahora que el invierno de nuestro descontento, se vuelve infierno con el sol de Pamplona... ¡No a la tala! ¡Ni un árbol menos, ni un parking más! ¡Una plaza viva y verde para siempre!
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¡Qué artículo tan bonito! No solo expone y analiza una situación alarmante, sino que propone medidas para atajarla y combatirla.
Ojalá que esos árboles puedan ser salvados. Toda mi admiración para el vecindario en lucha.