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Opinión
La ilógica militar
Si quieres la Paz no prepares la guerra. Este clásico lema pacifista sigue desmontando, por su sencillez y profundidad, todo lo que pueda expresarse estos días en favor de intervenir militarmente en Ucrania. Directamente con un ejército, o enviando armas. En ambos casos para que otros -no nosotros- se asesinen entre ellos. Y de paso reduzcan un país a escombros.
No va a pararse la invasión por la fuerza armada. Sea en formato de pequeño ejército o de guerrilla, ambos se encuadran en las misma ilógica militar. Además de no poder vencer, solo se conseguirá reforzar al invasor en su deseo de permanencia en el país ocupado, y el aumento de la destrucción y la muerte. Es la ilógica militar del “morir por la patria”. Todo por la patria. Aunque conlleve la pérdida de la vida entregada inútilmente. Únicamente la intervención de la OTAN podría igualar en fuerza y potencia al ocupante. Pero si eso se activara sería el fin para todos. Aunque la ilógica militar es lo que pide: guerrear hasta la extinción del oponente. Obligar a combatir a los padres, esposos, hermanos, separándoles de sus familias aunque no sea su voluntad hacerlo.
Opinión
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Resulta asombroso el alineamiento de los discursos y las informaciones con que se nos dispensa cada día, desde la ilógica militar de siempre. La que suscita, alienta conduce y justifica la guerra. La manipulación terminológica e informativa que refuerza el viejo y peligroso concepto mental del nosotros/ellos para enfrentar comunidades. De esto sabe mucho el ultranacionalismo etnicista excluyente que lleva muchos años envenenando a los pueblos actualmente enfrentados. Y este mismo ardid se practica aquí, cuando se contrasta y confronta nuestra supuesta y exclusiva pertenencia “europea” con la Rusia de Putin – a quien se ha demonizado convenientemente-. Como si Rusia no fuera también Europa. Como si lo que se nos hace sentir como Europa no estuviera definido por demarcaciones artificiales trazadas por alianzas militares. Como si el hecho de habitar a uno u otro lado nos convirtiera en mejores o peores en relación al otro.
“Los auténticos intereses que subyacen tras la guerra se enmascaran con ideologías, propaganda, información manipulada para el engaño colectivo y personas que entregan sus vidas por el bien de unos pocos”
Lo nuestro/Lo del otro. Otra celada de la ilógica militar para imponerse en nuestro pensamiento, hábilmente introducida por la propaganda de cualquier signo identitario. Como lo es también la que retuerce la verdad convirtiéndola en lo que no es. Guerra justa-legal/Guerra injusta-ilegal. Como si la guerra tuviera algo que ver con la justicia. Ejército legítimo/Ejército ilegítimo. Como si los ejércitos no tuvieran otro objeto que asesinar y destruir. ¿Es acaso legítimo asesinar y destruir? Como si los conflictos armados a lo largo de la historia y hasta el presente no tuvieran nada que ver con el expolio de los Pueblos, el control territorial, intereses políticos y, por tanto, económicos (geoestratégicos les llaman). Como si la guerra no fuera un negocio. Ucrania no es la única guerra. Hay muchas guerras en estos momentos. Pero mientras unas ocupan toda la atención, otras se cuentan como realitys, de otras se informa someramente, y otras -la mayoría- se silencian.
La guerra en Ucrania no empezó ayer. Llevan años con no poca gente odiándose, persiguiéndose, discriminándose, matándose entre ellos. Inspirados y enfrentados por ideologías excluyentes activadas y protagonizadas en algunos casos por grupos neonazis o ultraderechistas armados, tolerados por el gobierno, actuando en las provincias del este del país. Esta guerra ha sido hasta el presente una de las muchas silenciadas por ese ente al que cada día se nos refiere machaconamente como Europa. Que casualmente coincide territorialmente con los países en que se encuentra desplegada la OTAN (o sea, el imperial EEUU).
Los auténticos intereses político-económicos que subyacen tras la guerra no son visibles. Se enmascaran con ideologías, propaganda, información sesgada/manipulada para el engaño colectivo y personas (efectivos les llaman) que entregan sus vidas por un supuesto bien común que en realidad es el de unos pocos, que al igual que sus intereses, permanecen invisibles. La ilógica militar coloniza la mente individual y el pensamiento colectivo. Desde el televidente que es instruido a diario con una mezcla de compasión por las víctimas y conocimiento básico de armas y estrategias, hasta el combatiente de metralleta o de coctel molotov, pasando por el refugiado/a, periodistas y ciudadanía en general. Así lo que no es normal se normaliza y se asume como algo natural. La ilógica militar tiene la facultad de redefinir los significados normalizando su alteración.
La propia guerra en sí, pasa a denominarse operaciones especiales, la invasión en ocupación preventiva. Los ejércitos se convierten en ONGs, o en fuerzas libertadoras (del nazismo o de la democracia). Las expulsiones de población en “desplazamientos”. Se normalizan términos como “corredores humanitarios” refiriendo a su apertura con una condescendiente aureola de humanización de lo que no es sino una estampida deshumanizada de muchedumbres aterrorizadas, expulsadas de sus vidas. Se normaliza el comercio de armas presentándolo como “envío solidario”. Se considera a la industria armamentística de la muerte como parte “normal” de la economía de un país. A la que además se protege especialmente desde el Estado de forma secretista.
Desde la ilógica militar también se categorizan las acciones armadas: ofensivas/defensivas, ¿No es toda arma ofensiva? (y su mera existencia una ofensa). O en función del daño infligido, se divide a los contendientes como vencedores o vencidos. Cuando los perdedores son todos los implicados en las matanzas, y la destrucción, mientras los auténticos vencedores permanecen en la sombra, a distancia, acumulando beneficios. Acomodados en lujosos despachos en el Kremlin, en Washington, en Londres, en Pekin, en Riad…, en los lobbys empresariales que transaccionan con combustibles y armamento a través de la banca internacional.
Guerra en Ucrania
Crisis de refugiados El viaje de los ucranianos sin destino
Desde la ilógica militar el odio y la venganza se convierten en causa legítima por la que luchar. Matar se convierte en heroísmo. Destruir, en escarmiento legítimo. Convertir a la población en refugiada forzosa se presenta como desplazada, un “suceso inevitable”. Asesinar civiles, bombardear hospitales, como “daño colateral”. Y todos estos efectos producidos por la ilógica militar se convierten en arma de guerra y presión política comúnmente aceptada como normal, esperable, inherente al conflicto armado. Y así hasta llegar a la paranoia colectiva en que lo normal también es percibir la disidencia antibelicista como anacronía tolerable, siempre que sea debidamente silenciada. Es decir, no difundida por los medios de comunicación.
“Ninguna guerra es inocente, todas tienen en común que acaban con la inocencia humana, así qu si quieres la paz no prepares la guerra ni la secundes ni la justifiques”
Lo normal es presentar al pacifismo y el antimilitarismo prácticamente como traición, o, en el mejor de los casos, como delirios románticos de índole buenista. Reivindicar la defensa no armada, la desobediencia civil y la no cooperación despierta el estupor con que se mira a los locos. Y, sin embargo, precisamente porque toda resistencia armada contra una fuerza tan superior únicamente servirá para reforzar la ocupación y la destrucción, exhibir el No a la Guerra -a esta y todas las guerras-, supone un desafío. Implica un cambio del modelo de pensamiento impuesto.
Ninguna guerra es inocente. Pero todas tienen en común que acaban con la inocencia humana. Si quieres la paz no prepares la guerra. Ni la secundes. Ni la justifiques. Ni la categorices por matices de tolerabilidad. Nadie va a ser más feliz cuando esto termine. Ni con la OTAN ni sin ella. Ni en la UE ni fuera de ella. Ni con una bandera ni con otra. Ya se ha acumulado demasiada destrucción y odio perdurable. Necesitamos contemplar a nuestra especie humana, al resto de especies vivas y al planeta que nos acoge, desde un nuevo paradigma indisolublemente unitario de todo, con todo lo que existe, en que toda forma de vida es sagrada. La Humanidad como Patria Común. El Planeta como único País. La Declaración de Derechos Humanos como única constitución.
Este no es un marco genérico de simple “ciudadanía del mundo cosmopolita”, de pose progre y acomodaciones filosóficas a la carta, sino una posición activamente comprometida con el mundo. Tampoco refleja una vocación de ignorar la riqueza de la diversidad cultural de los Pueblos de la Tierra. Por el contrario apunta a la determinación de luchar contra toda forma de supremacismo patriótico o identitario, siempre nacido y desarrollado contra las minorías.
No es lícito violar la vida. No es lícito matar. Por muy bien que se presente o adorne. Sobran las patrias. Las banderas. Las causas por las que matar o morir. Si contempláramos la Tierra desde unos kilómetros más arriba, viendo la bola azul en su totalidad, percibiríamos bien distinto todo lo que nos ocupa. Pequeño e irrelevante frente a lo que realmente podría abarcar el Ser Humano si lo desplegáramos de otra forma. Queda mucho por recorrer para alcanzar otro estado de consciencia, y poco tiempo para hacerlo. Comencemos por desertar de la ilógica militar y adoptar la lógica civil, la del sentido común.
Solidaridad con los desertores y resistentes a la guerra. Solidaridad, Paz y Bien para el pueblo de Rusia y el pueblo de Ucrania.