Opinión
Gaza 2025: un plan de paz para seguir perpetrando un crimen colonial

Este supuesto acuerdo de paz constituye una maniobra de EEUU para salvar a su gran fámulo en Oriente Medio y con él el proyecto comercial, económico y político que habían diseñado para la zona.
Acción Denuncia Periodistas asesinados Gaza - 5
David F. Sabadell Acción frente al Congreso en Madrid para denunciar el asesinato de periodistas por parte de Israel.

Arabista en la Universidad Autónoma de Madrid.

15 oct 2025 06:00

Quizás sea la única imagen que expresa una verdad en los días que han seguido el llamado plan de paz estadounidense para Gaza: decenas de miles de personas, con hatillos, maletas desvencijadas o, simplemente, con lo puesto, regresando a las ruinas de la ciudad de Gaza. O, si les dejan, más allá, hacia el norte, Beit Hanun y Beit Lahiya, donde el grado de destrucción supera incluso al sufrido por la capital de la Franja.

Las primeras estimaciones hablan de que tres de cada cuatro casas son inhabitables; carreteras, plazas, avenidas, depósitos de agua, repetidores eléctricos… todo lo que pueda servir para cobijarse y sentir un mínimo de seguridad ha quedado destruido al paso de las hordas del régimen de Tel Aviv.

Durante las últimas semanas, además, tal y como demuestran los vídeos que graban los “festivos” de sus soldados —y que la prensa occidental, como tantas otras cosas, nunca muestra—, se han dedicado a volar edificios enteros con coches cargados de explosivos. Por supuesto, los automóviles son de residentes palestinos que todavía quedaban por ahí. La onda expansiva se lleva por edificios con sus cimientos, también aceras, calzadas y el cableado eléctrico.

Pero la gente de Gaza es así, resistente como el higo chumbo que decía el poeta, y ama a su tierra. Normal: ellos no son colonos ni advenedizos que llegan y pasan por la Palestina ocupada cuando se acuerdan de que forman parte del “pueblo elegido” y tienen derecho imperial a quedarse con una tierra que no es suya e inventarse una infinidad de patrañas estúpidas e insufribles sobre un mandato divino para arrebatársela a sus legítimos dueños. Muchos ciudadanos israelíes tienen otra nacionalidad, porque al fin y al cabo han nacido en otros sitios o mantienen relación con los países donde nacieron sus padres; los gazatíes, no. Les vienen expulsando de su tierra desde hace décadas y por eso han resistido estos dos años como ningún otro pueblo sería capaz de hacerlo. El sionismo no descansa, sobre todo cuando está inmerso en una etapa de colonización total. No sólo en Gaza, también en Cisjordania.

La expulsión, objetivo final de esta campaña de genocidio, se ha visto impedida también por la brutalidad misma de los dirigentes sionistas y su incapacidad para comprender los límites de su relación con Washington

Ver cómo toda esa gente, sin nada, lo tiene todo al aferrarse a la tierra que es suya da la imagen perfecta del horror que ha estado a punto de producirse de no haber mediado la tenacidad de los gazatíes. Ellos han echado por tierra el plan del régimen de Tel Aviv de forzar la salida de la mayor parte de la población y completar el vaciado de la Franja, a la espera de hacer lo propio, por otros medios, en Cisjordania.

La expulsión, objetivo final de esta campaña de genocidio, se ha visto impedida también por la brutalidad misma de los dirigentes sionistas y su incapacidad para comprender los límites de su relación con Washington. Los Estados Unidos son un imperio —Israel una prolongación del proyecto colonial europeo y occidental en Oriente Medio— y tienen sus prioridades. Por mucho que el cretino de su presidente hablara de los proyectos turísticos en una nueva Riviera mediterránea e insinuara llevar a los gazatíes a sitios tan insospechados como Indonesia, Sudán del Sur o Libia, la política de los imperios es tal porque debe atender a muchos intereses y aliados a la vez. Hallar un equilibrio entre las necesidades de todos ellos, sujeto siempre a lo que decida la capital imperial en última instancia.

El vaciado de Gaza, dejando a un lado las propuestas de distribuir a los palestinos por medio mundo, obligaba a llenar la península del Sinaí con decenas de campamentos de refugiados. El gobierno egipcio era consciente de que este aluvión de refugiados desembocaría en una crisis interna mayúscula y, quien sabe, la caída del régimen. Y los regímenes árabes de Washington, si hay algo a lo que temen más que a las amenazas de las administraciones estadounidenses, es a perder el monopolio del control doméstico.

El Cairo comprendió ya desde el 8 de octubre de 2023, como todo el mundo que sabe de qué va esto del sionismo, que el objetivo final era expulsar al mayor número posible de los habitantes de Gaza; y, aunque deseara con anhelo la destrucción de su “enemigo” Hamás y las milicias palestinas, se ha opuesto al gran objetivo de Mileikowsky alias Netanyahu. Este ha contribuido a fomentar el pavor entre los reyes y presidentes árabes subsidiarios de Washington, con sus discursos y mapas sobre el “Gran Israel”, que engloba porciones generosas de Siria, Líbano, Jordania, Iraq, Egipto por supuesto, en incluso Arabia Saudí y ¡Emiratos Árabes Unidos!, el país del globo que muy probablemente tras los Estados Unidos mismos, más haya ayudado al régimen de Tel Aviv en estos últimos dos años. Con un individuo como este, piensan los aliados árabes, no se va a ningún sitio. Cualquier día te dice que lo del Estado de Israel desde el Nilo hasta el Éufrates es verdad y entonces, ¿para qué estamos nosotros aquí?

Charlie Kirk había dicho, como otros tantos voceros conservadores, que ya estaba bien de plantear la política exterior del país en cuestiones como, por ejemplo, Irán, en función de las prioridades israelíes

Luego está el debate suscitado en el seno de la sociedad estadounidense sobre el grado de sujeción de su política exterior a los intereses sionistas. Lo de quién obedece a quién, si Israel a Estados Unidos o estos a aquélla, se ha convertido en un tópico discursivo como cualquier otro. En los treinta del siglo pasado el proyecto sionista importaba bastante poco en los círculos políticos de Washington; en los cincuenta, cuando la crisis del Canal de Suez, Israel no era una prioridad para su política exterior. El hecho de que hoy sí lo sea ilustra el desarrollo de la concepción imperial estadounidense y su proyección sobre Oriente Medio. Pero el asesinato de Charlie Kirk, el activista pro Trump, reavivó el debate al respecto, entre otras cosas, porque Kirk había dicho, como otros tantos voceros de las corrientes conservadoras, que ya estaba bien de plantear la política exterior del país en cuestiones como, por ejemplo, Irán, en función de las prioridades israelíes. Como sería la polémica sobre la supuesta implicación del Mosad en la muerte de Kirk que el propio Mileikowsky alias Netanyahu tuvo que desmentir cualquier protagonismo en el asunto. Sin embargo, la controversia estaba servida dentro de los sectores nacionalistas: ¿por qué hay que seguir apoyando sin reservas a un estado cuyas políticas no siempre sirven los intereses del imperio?

Por todo ello, porque este supuesto acuerdo de paz constituye una maniobra de EEUU para salvar a su gran fámulo en Oriente Medio y con él el proyecto comercial, económico y político que habían diseñado para la zona, estamos hoy ante un cúmulo de ficciones. Se trata de hacer que el régimen de Tel Aviv recupere la fortaleza y el prestigio que ha perdido durante estos dos años: los gobiernos occidentales no saben ya cómo contener la creciente indignación de un sector destacable de sus opiniones públicas y los aliados árabes temen la reacción de sus poblaciones a la pasividad por no decir connivencia que han mostrado frente al asedio brutal del sionismo sobre Gaza.

Los veinte puntos del conocido como “plan Trump” resultan ambiguos, inconcretos, salvo en lo concerniente a lo que de verdad le interesa, la liberación de los presos israelíes en manos de los grupos armados palestinos

Los propios Estados Unidos se ven cada vez más solos en su defensa cerril de Mileikowsky alias Netanyahu y, qué narices, el negocio, que es lo que importa, no va bien. Hace falta una pax americana para volver a ganar dinero y vender la tecnología y las armas estadounidenses a espuertas. Por eso los veinte puntos del conocido como “plan Trump” resultan ambiguos, inconcretos, salvo en lo concerniente a lo que de verdad le interesa, la liberación de los presos israelíes en manos de los grupos armados palestinos. Lo demás una incógnita.

Las tropas israelíes no se han retirado ni lo van a hacer de todo el interior de la Franja; el documento contiene suficientes asideros para hacer que el régimen de Tel Aviv repita su exitoso modelo de tregua en Líbano, vigente desde noviembre de 2024, esto es, arrogarse el derecho de decidir si la otra parte cumple con sus obligaciones y, de lo contrario, volver a bombardear “de forma selectiva”. En cualquier momento, por tanto, pueden detener las caravanas de camiones con ayuda humanitaria y cerrar a cal y canto el perímetro de Gaza. No sabemos todavía quién se encargar de la administración local; el régimen de Tel Aviv, por supuesto, se reserva el derecho de decidir quién habrá de hacerlo y cómo. El asunto más peliagudo y que a buen seguro generará presiones sin cuento por parte de estadounidenses, representando aquí a sus protegidos en Tel Aviv, será el desarme de Hamás y el resto de milicias.

En fin, la pregunta es cuándo intentará el gobierno israelí volver a las andadas en Gaza y hasta qué punto se lo impedirán los dirigentes estadounidenses. Los rostros sonrientes de los líderes sionistas el lunes 13 de octubre, tras la puesta en libertad de los soldados presos en Gaza, los aplausos de buró del PC búlgaro al presidente Trump en el parlamento israelí, las proclamas de victoria sobre Hamás, los discursos henchidos… Nada de eso puede esconder que, por ahora al menos, la gran apuesta del sionismo-solución final ha quedado neutralizada. Ya estamos volviendo a escuchar sobre la necesidad de bombardear, una vez más, Irán o hacer “algo de verdad” con Hezbolá en Líbano y sobre todo con los huzíes en Yemen.
El documento contiene suficientes asideros para arrogarse el derecho de decidir si la otra parte cumple con sus obligaciones y, de lo contrario, volver a bombardear “de forma selectiva”

El proyecto sionista hoy sintetiza lo que Gore Vidal definiera como basamento de la política exterior de EEUU en Oriente Medio: “Perpetual war for perpetual peace”. O hacer la paz para seguir robusteciendo las campañas bélicas, la expansión y la tensión permanente.  La imagen política estadounidense en la región ha estado siempre llena de falsas apariencias, ahora bien, Trump la ha degradado a un sainete de mensajes rimbombantes, mentiras y declaraciones que afirman lo contrario de lo que es. La tenaz resiliencia de los ciudadanos gazatíes atesora verdades. No cuentan mucho, ni importan, pero tienen el valor inconmensurable de la autenticidad.

Ocupación israelí
Colonos y soldados sionistas atacan la recolección de aceitunas al sur de Nablus
Decenas de palestinos y militantes internacionales, reunidos para la recolección de la cosecha de aceitunas en la localidad de Beita, al norte de Cisjordania, fueron atacados por colonos y militares del ejército de Israel.

Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.

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