Opinión
La no huelga de estudiantes en Extremadura

El 2 de octubre de 2025, el Sindicato de Estudiantes convocó una huelga en todo el Estado para “denunciar el genocidio contra el pueblo palestino y exigir el respeto de los derechos humanos y justicia social”. En la mayoría de centros de secundaria extremeños no ha sido permitida porque el motivo de la convocatoria no atiende a “discrepancias respecto a decisiones educativas que le afecten”.
Esta frase, en lenguaje no administrativo, viene a decir que la huelga no trata sobre algo que afecte a la vida académica del alumnado o a su centro, así que no se considera válida.
Hay un famoso cuento que narra la historia de un elefante atado desde pequeño a una cadena. Al principio luchaba con fuerza por desatarse, hasta que aprendió que nada podía hacer. Finalmente, ya adulto, dejó de intentarlo. No sabía que su cadena estaba suelta. No sabía que podía ser libre.
Parte de nuestro alumnado ya no lucha.
Se les ha acostumbrado a pensar que protestar no sirve y que ni siquiera seguir todo el proceso legal de solicitud de huelga cambia nada, porque, al final, el mundo adulto, quien manda, tiene la última palabra. Y, últimamente, esa última palabra casi siempre es no. Como la negativa recibida en muchos de nuestros centros, el pasado 2 de octubre ante la convocatoria estatal de huelga de estudiantes.
Un no que convierte todo lo que se sale del temario en algo “no educativo”.
Pensando en ello, vuelvo a releer el BOE. El primer objetivo que aparece en el Real Decreto sobre la enseñanza secundaria dice así:
“(Contribuir a que los alumnos y alumnas sean capaces de) asumir responsablemente sus deberes, conocer y ejercer sus derechos en el respeto a los demás, practicar la tolerancia, la cooperación y la solidaridad entre las personas y grupos, ejercitarse en el diálogo afianzando los derechos humanos como valores comunes de una sociedad plural y prepararse para el ejercicio de la ciudadanía democrática”.
En todas las etapas educativas se recoge un texto similar.
¿Cómo nos situamos ante la petición de huelga de unos adolescentes que, por una vez, no coincide con un periodo de exámenes ni con un puente, sino que nace de la inquietud de sentirse testigos invisibles de una masacre?
Cuando el alumnado solicita una huelga, ¿no está aprendiendo precisamente eso? ¿No es organizarse para ejercer el derecho a huelga una forma de prepararse para la ciudadanía democrática? ¿No es, además, la denuncia de un genocidio una manera de defender los derechos humanos?
Más allá de debatir sobre normas o directrices, mis reflexiones apuntan a nuestro papel como educadores y educadoras —profesorado y familias— ante una situación tan insólita como la que vivimos.
¿Cómo nos situamos ante la petición de huelga de unos adolescentes que, por una vez, no coincide con un periodo de exámenes ni con un puente, sino que nace de la inquietud de sentirse testigos invisibles de una masacre sobre la que tal vez quieran opinar?
Esta huelga podría ser una oportunidad educativa extraordinaria. En lugar de rechazarla, nuestro deber podría ser acompañar, estemos o no de acuerdo; podría ser reflexionar con ellos, escuchar sus inquietudes, generar debates, darles espacios de información y de formación ética.
Hablar de derechos humanos, de cultura de paz, de conciencia social.
De geografía, de historia, de economía.
De números también.
Esperar que chicos y chicas se organicen solos y nos presenten un plan sólido para su huelga es ingenuo, o quizá una excusa para justificar la negativa. Muchas veces, esa negativa se basa en juicios de valor sobre la supuesta falta de responsabilidad de la juventud, en una mirada condescendiente que los tacha de superficiales o poco preparados. Es también una falta de respeto hacia sus inquietudes y una exigencia de coherencia que no siempre tenemos con nosotras mismas.
Todas sabemos lo difícil que es cualquier movilización —incluso para decidir el restaurante de la cena de profes en Navidad—. De la misma manera, sabemos que nuestro alumnado no aprende solo formulación orgánica, sintaxis o logaritmos.
¿Por qué esperar que aprenda solo a organizarse, a defender los derechos humanos, la paz o la no violencia?
Cuando aceptamos la tarea de enseñar a los futuros adultos que vivirán en Extremadura, asumimos un deber que iba más allá de enseñar unos y ceros.
La sociedad no se construye con negativas tajantes ni con ironías, sino con acompañamiento, tiempo, reflexión, ensayo y error. Creando espacios donde quepan sus preguntas y preocupándonos por ellas.
La negativa absoluta no educa: solo genera indefensión aprendida.
Cuando aceptamos la tarea de enseñar a los futuros adultos que vivirán en Extremadura, asumimos un deber que iba más allá de enseñar unos y ceros
Pido que no olvidemos que hablamos de adolescentes de 15 años. Están asistiendo a un genocidio en directo. Y nos observan. Ven la indiferencia del mundo adulto ante esta atrocidad. Sienten impotencia. Dan sus primeros pasos éticos. Quizá no quieran un mundo como el que habitamos, como el que representa Israel vulnerando el derecho internacional.
Quizá no comprendan por qué ese gobierno sí puede saltarse normas básicas de la convivencia humana, compartidas por todas las civilizaciones: piedad, respeto a la vida, ayuda al prójimo, honestidad, compromiso.
Quizá se sientan más cerca de quienes, con valentía y dignidad, muestran esperanza en la flotilla.
¿Se lo hemos preguntado?
Les estamos enseñando, sin quererlo, que trabajar por la paz y la solidaridad se limita a lanzar globos, dibujar manos de colores o escribir frases bonitas los días habilitados para ello. El día de la Paz, sí. Pero cuando quieren organizarse y ejercer sus derechos, cuando intentan soltarse un poco de la cadena, entonces, nada de eso parece importar.
A veces, las grandes oportunidades de aprendizaje aparecen precisamente en estos momentos funestos que nos regala la historia.
Yo recuerdo lo que supuso para mí aquel cormorán, petrificado por el petróleo, durante la Guerra del Golfo. Cuánto aprendí sobre cómo funcionaba el mundo en mi primera huelga y manifestación.
El pasado 2 de octubre esta oportunidad se nos escapó.
Pero vendrán muchas más. Ojalá no fuera así, pero vendrán.
Ojalá entonces sepamos reconocerlas y hacernos cargo. Porque, si no —me temo—, lo harán otros por nosotras.
Palestina
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