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Okupación
“La okupación en muchos casos ha sido pionera en procesos de regeneración y gentrificación”
Alexander Vasudevan, profesor asociado de geografía humana en la Universidad de Oxford, lleva 15 años estudiando cómo la okupación de edificios vacíos ha influido en la forma en la que se configuran las ciudades. Desde Nueva York hasta Berlín, pasando por Copenhague o Ámsterdam, Vasudevan retrata en su libro La ciudad autónoma, editado en 2017 y recientemente traducido al castellano por Alianza Editorial, cómo la okupación ha hecho posible que estas ciudades sean como las conocemos ahora.
No es habitual ver estudios académicos sobre cómo la okupación influye en el urbanismo de las ciudades. ¿Por qué te decidiste a hacer este estudio?
Empecé a trabajar en el proyecto antes de ir a Oxford en 2017. Llevo estudiando las crisis de vivienda desde hace 15 años. De hecho, empecé estudiando el caso de Berlín, que es de donde viene parte de mi familia. Había un interés biográfico, un impulso por aprender lo que había pasado en esta ciudad. Había estado en Berlín desde los años 80 y había visto muchas dificultades a nivel de crisis de vivienda. Pero hay más estudios académicos sobre movimientos de okupación en relación con el activismo de vivienda. Hay una nueva generación de académicos que viene de un entorno en el que han tenido problemas para tener vivienda en su infancia, y por eso, les interesa investigar en estos aspectos.
En los últimos diez años han surgido muchos trabajos tanto en Europa como en América del Norte analizando las historias y, en concreto, la historia de la okupación en distintas ciudades. Yo pienso mucho en el espacio urbano como espacio de posibilidades políticas.
Lo que vemos en Nueva York es a mujeres puertorriqueñas de clase trabajadora que defienden su derecho a la vivienda, que okupan pisos en la zona que van a derribar en este barrio
Casi todas las experiencias que retratas en tu libro surgen en un contexto de expulsión de población de sus barrios como consecuencia de un rediseño de la ciudad. Son casos en los que la okupación nace como respuesta social a quedarse sin casa, pero también como herramienta para poder influir en la conformación del espacio. Podemos empezar con el caso del Upper West Side, en Nueva York, que es el que da inicio a tu libro, y con la Operación Mudanza que se da allí en los años 70, que fue seguida por cientos de familias y contó con un gran apoyo popular en la ciudad.
El ejemplo de Nueva York es apasionante. Lo que vemos en Nueva York es a mujeres puertorriqueñas de clase trabajadora que defienden su derecho a la vivienda, que okupan pisos en la zona que van a derribar en este barrio neoyorquino. Es una parte de la historia de la ciudad que hasta hace poco estaba olvidada. Hubo grandes grupos ciudadanos que apoyaron a estas mujeres para que okuparan edificios abandonados en Upper West Side. Creo que es un ejemplo muy importante precisamente porque muestra cómo la gente responde ante un problema de vivienda y cómo cuenta con apoyo de sus conciudadanos. Y este apoyo, cada vez mayor, impide que los políticos puedan ignorar la situación. Todo el mundo piensa en el Lower East Side, porque es la historia que ha quedado romantizada, pero la Operación Mudanza, más allá de la okupación, es un capítulo fundamental en la crisis de vivienda en Nueva York.
No es algo exclusivo de este caso, pero explicas muy bien cómo en Upper West Side son los propietarios los que destrozan sus propios edificios para que no fueran habitables y evitar que fuesen okupados, y cómo fueron las familias okupas las que trabajaron para recuperar estas viviendas y hacerlas habitables.
Sin duda. La capacidad de abandonar edificios en una ciudad es espectacular. No solamente se abandonan los edificios, sino que los destrozan para que nadie los pueda okupar. Los destrozaron literalmente, incluso hubo incendios en zonas de Nueva York por ese motivo. Lo que intento recuperar en mi historia es cómo hubo gente que se las ingenió para hacer reparaciones en plan do it yourself. Esos activistas, los que okuparon esos espacios que estaban abandonados, tuvieron que aprender a reconstruir techos, poner electricidad, restaurar tuberías... En resumen, hacer que estos espacios fueran de nuevo habitables. Para muchos de los okupas, este acto de reconstruir, de recuperar, fue un acto de empoderamiento, Fue un acto de reparación, muy distinto a lo que se suele denominar “destrucción creativa”, que es más destrucción que creatividad en realidad y es la lógica del capital. Esta política de reparación es una de las lecciones más importantes que he aprendido a la hora de analizar la historia de la okupación.
En el caso de Nueva York, ya sea en Upper West Side, o en el Lower East Side, donde también hubo un gran movimiento okupa en esa misma década de los 70, ¿hasta qué punto la okupación de edificios vacíos ha influido en cómo se conforman esos barrios actualmente?
Pues en muy buena parte. El éxito de las campañas de okupación en la recuperación de estos edificios, pero no solo la recuperación de edificios, sino de los barrios enteros, ha supuesto en muchos casos haber sido pioneros en los procesos posteriores de regeneración y gentrificación. Ellos han sido, sin querer, los que han facilitado las actividades posteriores de gentrificación de los mismos barrios. Pero, aparte de eso, en muchos casos también crearon infraestructuras alternativas: bibliotecas comunitarias, cafeterías comunitarios, talleres para reparación de bicicletas, hostales, guarderías, talleres de formación. Había esta sensación de cultura alternativa, un ecosistema diferente que se basaba en el cuidado y en el refugio. Al fin y al cabo, se basaba en una comunidad que seguía existiendo a pesar de la gentrificación que iba invadiendo el espacio. Pero, sin duda, con frecuencia la paradoja es que ellos mismos han facilitado lo que luego se ha convertido en el elemento clave de la gentrificación de esos mismos espacios.
También estoy pensando en Kreuzberg o Friedrichshain, por ejemplo, que son las zonas más ‘alternativas’, y, por lo tanto, turísticas, de Berlín y que seguramente lo son, en parte, a raíz de las campañas de okupaciones de los años 90, que surgieron también como respuesta a varios programas de renovación urbana.
Hasta hay tours turísticos para ver las antiguas ubicaciones de las casas okupas. Cuando he llevado a estudiantes a estos espacios, ellos iban con la idea de que se iban a encontrar sitios muy radicales, y lo que encuentran es un centro social, con un cine, un taller de bicis, con el taller de carpintería comunitario. Un espacio que está en un barrio y encaja en ese barrio de una manera que ni se imaginaban, se imaginaban algo punkarra total. Estos espacios siguen existiendo, han sobrevivido a pesar de la lógica de la regeneración urbana. Es quizá la parte más importante.
Podemos viajar ahora a Hackney, en Londres, donde llegó a haber más de un centenar de okupas que entraron a vivir en casas victorianas que llevaban años abandonadas y estaban en pésimas condiciones. Respecto a Londres hablas de los ‘okupas con licencia’, y también de que en 2012 se criminalizó la okupación.
2012 es un año muy interesante. Se habla de la criminalización de la okupación de propiedad residencial. Antes, eso no se consideraba un delito mayor, sino menor. Es decir, si alguien entraba en una casa que tenía un dueño y que estaba siendo habitada, claro que se consideraba un delito, pero de otro tipo, y por supuesto que le desalojaban.
La criminalización formal de la okupación de espacios que no estaban abandonados fue una manera simbólica de decirle a los propietarios “oye, estamos de vuestro lado, os protegemos a vosotros”. Y, desde el punto de vista práctico, hizo más difícil okupar espacios, ya que te enfrentabas a penas de cárcel. Obviamente había habido un cambio de gobierno en 2010 y una de las cosas que querían hacer desde el punto de vista mediático era atacar a ciertas comunidades, y la comunidad de los okupas, obviamente, era una de esas comunidades. Y eso también llegó porque hubo una serie de protestas estudiantiles que consistieron en la okupación de espacios públicos. La criminalización de la okupación de viviendas formaba parte de la criminalización de una okupación mayor.
En cuanto a las licencias para okupar, es una parte muy importante de la historia. En los años 60 y 70 en Londres había muchísimos espacios que básicamente le pertenecían al municipio o al Estado. Estaban en un estado lamentable, abandonados, así que la Administración, al ver la situación, se dijo “bueno, en parte resolvemos la crisis de vivienda que tenemos y damos una serie de licencias temporales para que okupen estos espacios que, por otra parte, no estamos cuidando”. Dieron una cierta estabilidad jurídica, pero esas licencias se han perdido y ahora esa gente ya no tiene ese derecho adquirido sobre esos espacios.
Entonces, digamos que esta criminalización nace un poco de que había un parque público de vivienda en Inglaterra que era enorme, pero estaba abandonado, pero ahora, este mismo parque, aunque seguía abandonado, había dejado de ser de propiedad pública.
Después de Thatcher, la vivienda pública se vendió en gran medida. Así que sí, sigue habiendo muchos edificios vacíos, pero no son de propiedad pública. El problema ahora es el mismo que entonces, el propietario es el que ha cambiado. La aplicación práctica de la ley existe, pero simbólicamente era más importante porque le recordaba a la gente que el gobierno estaba del lado de los propietarios.
Gran parte del centro de Ámsterdam se ha salvado gracias a la acción de los okupas. Muchos de los edificios okupados se renovaron, se mantuvieron y se conservaron por eso, porque habían sido okupados
Vamos ahora a Ámsterdam, cuyo movimiento okupa es paradigmático, pero que también cambió en 2010 la ley. Antes, la regulación de la vivienda, que castigaba el tener una casa vacía durante más de un año, en cierta manera facilitaba okupar espacios.
El cambio reciente responde básicamente al mismo motivo que en Reino Unido. Estaba leyendo las noticias hace poco y hay una crisis de vivienda cada vez mayor en los Países Bajos, debido a la financiarización, a la especulación sobre los precios de vivienda. El hecho de que ahora hay una mayor criminalización se debe a lo mismo que estamos viendo en muchos otros países en Europa y en Norteamérica. Pero esto también viene de que gran parte del centro de Ámsterdam se ha salvado gracias a la acción de los okupas. Muchos de los edificios okupados se renovaron, se mantuvieron y se conservaron por eso, porque habían sido okupados. Y ahora están dentro del mercado privado en muchos casos. Pero la ciudad de Ámsterdam no tendría el aspecto que tiene hoy si no hubiera sido por los okupas y por la lucha por el derecho a la vivienda. Hay muchos grupos activos en el ámbito de la lucha por la vivienda, como los migrantes que no tienen acceso a la vivienda en los Países Bajos. Esos grupos siguen estando muy activos en Ámsterdam.
De hecho, recalcas varias veces la importancia del movimiento okupa en relación con las personas migrantes, actualmente también, con los edificios que se han okupado por toda Europa para dar un sitio a las personas refugiadas que huyen de la guerra y que, al llegar a Europa, se encuentran prácticamente sin apoyo desde las administraciones. Me vienen a la cabeza los edificios okupados en Atenas para acoger a refugiados ya en 2015, o la Red Artea, en Euskal Herria, que va más allá de la okupación pero también la contempla.
Es muy interesante porque en Grecia nos encontramos dos crisis que se solapan. Una crisis económica internacional que ha generado una nueva manera de abandono, incluso en el centro de Atenas, donde hay edificios abandonados que han sido okupados por activistas de la vivienda, por okupas de distintos tipos, por migrantes, gente que busca un refugio. Estos espacios se han convertido en refugios de migrantes que han hecho el terrible cruce del Mediterráneo y que se encuentran en Europa con una hostilidad por parte de la administración, que, o no sabe gestionar esta llegada, o no quiere gestionarla. Los espacios okupados se convierten en santuarios para estos migrantes. Algunos se quedan un tiempo en Grecia, luego siguen viajando a Europa, otros se quedan ahí. Estos refugios son un apoyo, sin ellos vivirían una situación más precaria todavía.
Volviendo al tema de la regulación. Cuando terminaste de escribir el libro, en 2017, en Nápoles acababan de aprobar una nueva figura legal para los centros sociales okupados: bienes comunes. ¿Qué opinas de esto?
Lamentablemente, la alcaldía en Nápoles ha cambiado y ha habido una marcha atrás en los compromisos originales. La idea de lo que se quería hacer es importante, porque esos espacios sociales, en una ciudad tan compleja como Nápoles, son importantes. Son fuentes de organización de la comunidad, un punto de comunicación, un punto de ayuda a los migrantes. Sitios donde la gente común también puede reunirse y conocer otras realidades, ofrecen una infraestructura urbana alternativa. El compromiso para mantenerlos, salvarlos, normalizarlos, incluso legalizarlos es importante. En el otro extremo, hablaba antes de cómo, en Madrid, lo primero que hizo el alcalde actual fue desalojar La Ingobernable porque lo veía como una amenaza, como una manera de pensar qué es la ciudad.
Sí, en Madrid el desalojo de La Ingobernable se convirtió en un tema importante en la campaña del Partido Popular. Pero no incluyes experiencias del Estado español en tu libro. ¿Hay alguna que te gustaría haber incluido?
No he tenido suficiente espacio para poder incluir todos los ejemplos que quería, pero pasando tiempo aquí en España, la historia reciente de los centros sociales, tanto de Madrid como de Barcelona, son fundamentales por varios motivos. Por un lado, por cómo enlazan con los problemas y con el activismo social en Latinoamérica. Hay una conexión que tiene un alcance global. Las iniciativas de solidaridad con los migrantes dentro de Europa y en España en concreto, se tienen que contar en detalle, en este caso también en España. Y hay formas de okupación que se salen de las propias ciudades, que van a espacios rurales, a veces con éxito y a veces sin éxito. La gente se está planteando preguntas sobre edificios abandonados que van más allá de los límites de la ciudad, y sobre cómo podemos vivir también de una forma más ecológica. Así que creo que hay mucho más que me hubiera gustado investigar y contar.
Creo que en tu próxima visita a España te encantaría hacer una gira viajecito, una gira por pueblos y barrios okupados, como Errekaleor, Navalquejigo o Lakabe. Fraguas ya no te da tiempo a conocerlo.
No estaría mal.
En Estados Unidos hay sindicatos de inquilinos, control del precio del alquiler en muchos estados y ciudades, algo que hace cinco o diez años habría sido impensable. Creo que uno de los catalizadores fue precisamente el movimiento Black Lives Matter
Ya para terminar, volvemos al principio, a la Operación Mudanza en el Upper West Side, y a otros tantos episodios de okupación que tuvieron tanto apoyo popular. Hoy en día estamos en el punto contrario, hay una campaña visceral contra la okupación, y los okupas parece que se han convertido en el enemigo público número uno. ¿Por qué crees que ha pasado esto?
Creo que se debe a la relación de lo que pensamos que es la propiedad privada y también la idea que tenemos de cómo debemos proteger esa propiedad. La propiedad privada está santificada en los medios, es lo más importante. Pero también es por el modo en el que se relaciona al movimiento okupa con la marginalidad, con el miedo al migrante y, en general, el miedo al diferente. Es una campaña de miedo que está siendo muy potente en este momento. Obviamente, después de los Indignados del 15M ha habido un cambio político en muchas ciudades, en una dirección o en otra. Y lo curioso es que, después del movimiento a favor, vemos ahora un movimiento muy fuerte de represión y de marcha atrás.
La propuesta básica es que el acceso a la vivienda es un derecho fundamental básico que tenemos que tener todos cubierto. Vamos a ver cada vez más luchas, más dificultades y más iniciativas en ese sentido. Y eso, a pesar de operar en un contexto de represión intensa y criminalización. Uno de los sitios donde hay mucho activismo social en relación con la vivienda ahora mismo es Estados Unidos: hay sindicatos de inquilinos, hay control del precio del alquiler en muchos estados y ciudades. Algo que hace cinco o diez años habría sido impensable en Estados Unidos. Creo que uno de los catalizadores fue precisamente el movimiento Black Lives Matter porque lo que hizo fue llevar a la gente a la calle a hablar de sus dificultades. Y esto ha sido un punto de partida para que la gente se organice en activismo social de una manera diferente. Yo tiendo a ser optimista, con cierta precaución. Creo que volveremos a un momento favorable, porque este es un movimiento de un paso adelante, un paso atrás.
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Muy bueno, solo un apunte / recomendación a la traducción, shelter se traduce, al menos en cooperación / emergencia humanitaria, como alojamiento o alojamiento de emergencia. ¿lo de refugio no os suena más a r. antiaereo o r. nuclear?... Bélico más que social / humanitario... Gracias en todo caso, muy interesante la entrevista y, supongo, el libro. Saludos.