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Música
Macrofestival BBK Live en Bilbao: beneficio para Last Tour y miseria para los trabajadores

Del 10 al 12 de julio, Bilbao volverá a convertirse en el escenario de uno de los mayores despliegues de consumo musical del verano: el macrofestival Bilbao BBK Live. Una nueva edición que reunirá a miles de personas atraídas por grandes nombres como Kylie Minogue, Pulp, Raye o Bad Gyal. Las instituciones ya se frotan las manos, los medios calientan motores y Last Tour —empresa organizadora— afila la maquinaria de facturación. Nos dirán que es bueno para Bilbao, que dinamiza la hostelería, que nos pone “en el mapa”. Pero bajo el neón de la propaganda institucional y mediática se oculta un evento que alimenta el beneficio capitalista a costa del empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Lo que se presenta como un evento cultural es, en realidad, uno de los grandes negocios privados vascos sostenido con dinero público. El BBK Live no es una excepción: es la expresión más visible del modelo económico que las instituciones vascas han elegido. Y la empresa que se beneficia de todo ello es Last Tour, una promotora que no sólo organiza este festival, sino también otros macroeventos como Kolorama, BIME o Azkena Rock. También está detrás de conciertos internacionales como los de Taylor Swift, Coldplay o los Rolling Stones.
Last Tour no es solo una promotora: es parte orgánica del bloque económico e institucional vasco
Además, controla una extensa red de negocios vinculados al ocio y la cultura: WiZink Center, Goxo Club, el restaurante Lasai, la sala Crystal, el bar La Ribera, la editorial Liburuak, el sello Oso Polita, entre otros. Su facturación supera los 100 millones de euros anuales. Desde 2024 forma parte de la CEOE. En definitiva, Last Tour no es solo una promotora musical: es una gran empresa integrada en la red de poder económico e institucional.
La clave está en eso: el apoyo institucional. A pesar de sus cifras multimillonarias, Last Tour sigue recibiendo subvenciones públicas. Solo para el BBK Live, el Ayuntamiento de Bilbao y la Diputación de Bizkaia destinan más de 1,5 millones de euros, sin contar todo el dispositivo público que se moviliza: transporte, limpieza, emergencias, seguridad... Mientras tanto, trabajadores municipales subcontratados —como los de Bilbobus, Bilbao Kirolak o BilbaoBizi— llevan años enfrentándose a condiciones laborales cada vez más precarias.
Culturas
Macrofestivales Dopaje de ayudas públicas, elusión de impuestos y precariedad laboral en Last Tour
Y no son los únicos. En cada edición del BBK Live, las condiciones laborales que se imponen a quienes trabajan en el festival —ya sean contrataciones directas o subcontratas— son extremas: jornadas de hasta 15 horas, sin contrato, sin formación, sin protección ni descansos. Salarios por debajo del convenio. Comidas y alojamiento en condiciones inaceptables. Amenazas de despido si se protesta. Y en caso de inspección laboral, obligación expresa de mentir. Todo esto ha sido denunciado reiteradamente, pero forma parte del funcionamiento habitual: no es la excepción, es la norma.
La misma lógica se reproduce en otros macroeventos como The Champions Burger, señalado en navidades por sus condiciones laborales deplorables y por problemas sanitarios y de seguridad. Y la lista es interminable. No hay errores: hay una intencionalidad clara de sobreexplotar a los trabajadores para maximizar beneficios capitalistas.
Esa misma lógica atraviesa sectores enteros vinculados a estos eventos: hostelería, turismo y el conjunto del sector servicios, donde miles de trabajadores son arrastrados a la temporalidad, la rotación constante y el paro estructural. Lo que traen estos festivales no es empleo, sino un modelo laboral en el que la precariedad y la inestabilidad se normalizan y se extienden.
Jornadas de 15 horas, sin contrato ni descansos: la explotación laboral es la norma en el BBK Live
Last Tour no es solo una empresa con éxito. Es uno de los principales exponentes de un proceso mucho más amplio: la mercantilización total de la industria musical y, con ella, la destrucción de cualquier modelo o circuito musical alternativo. Esa es la función de los macrofestivales: aplastar los proyectos independientes, imponer una lógica empresarial en todo el circuito musical y colocar la música —y a los músicos— al servicio del dinero. Mientras tanto, las instituciones jalean estos proyectos como si fueran dinamizadores sociales, cuando en realidad son instrumentos de poder económico que refuerzan la hegemonía cultural del capital.
Todo esto no sería posible sin el apoyo político del PNV. No hablamos de apoyos indirectos, sino de un entramado donde se diluyen las fronteras entre partido, administración y tejido empresarial. El director de Last Tour, Alfonso Santiago, pidió abiertamente el voto para el jeltzale Juan Mari Aburto en campaña electoral. Pero no se trata de afinidades personales: su empresa forma parte del ecosistema económico-político que el PNV gestiona como si fuera su propiedad. La eurodiputada del partido promociona sus locales de moda en Instagram; las instituciones financian sus festivales; los medios siguen hablando de los beneficios que traen estos actos para Bilbao.
Euskal Herria
Jon Urzelai Urbieta “El monopolio de Last Tour en Bilbao es inmenso y tiene mucho que ver con el modelo de ciudad”
No hay “colaboración” entre lo público y lo privado: hay una continuidad de clase. El PNV no representa al conjunto de la sociedad, sino a una fracción burguesa que se enriquece con lo público, impone su hegemonía a través del sector del ocio y consolida su poder mediante concesiones, subvenciones y control institucional. A través de amiguismos, enchufismos y puertas giratorias. Last Tour no opera al margen del poder político: es parte orgánica de su bloque económico. Y cuando ese bloque necesita blanquearse, no duda en instrumentalizar cualquier causa.
Lo hemos visto con claridad en esta edición. Mientras el PNV mantiene vínculos comerciales con empresas israelíes implicadas en la ocupación y el genocidio del pueblo palestino —como demuestra el contrato con una empresa de seguridad israelí para el Metro de Bilbao—, el BBK Live intenta cubrirse de progresismo incluyendo en su cartel al grupo Kneecap. No es solidaridad: es marketing. Es un intento de lavar la cara del festival mientras su aparato institucional sigue siendo cómplice del exterminio del pueblo palestino. Usar la causa palestina mientras se financia al sionismo es el máximo nivel de hipocresía empresarial y política.
Todo encaja: el BBK Live no es simplemente un evento cultural. Es un instrumento político y económico de la burguesía vasca. Sirve para enriquecer a los empresarios, reforzar el poder institucional del PNV, imponer un modelo cultural funcional al mercado, expulsar a la clase trabajadora de los barrios y normalizar unas condiciones laborales de miseria. También para reforzar la presencia policial, la represión y los ataques a los derechos políticos. Nos dicen que es bueno para Bilbao, pero la verdad es que solo es bueno para ellos: los políticos profesionales y los empresarios.
El PNV no apoya estos eventos: los gestiona como parte de su poder económico y cultural
Estos macroeventos no traen nada bueno para la clase trabajadora. El único beneficio es para los empresarios, y el único interés al que responden es el suyo propio y el de las instituciones que los sostienen. A nosotros se nos impone un modelo de vida precario, enmarcado en una ciudad diseñada según las necesidades del capital. Por eso, nos corresponde desenmascarar el papel real de estos macrofestivales y plantar cara a cada ataque contra nuestras condiciones de vida y trabajo.
Es hora de organizarse de forma independiente, fuera de las garras de la burguesía y sus colaboradores: las instituciones y los políticos profesionales. Es hora de hacer frente a cada uno de los ataques a nuestros salarios, a cada empresario que impunemente se enriquece a costa de nuestras vidas. Contra Last Tour y contra los macroeventos que normalizan el modelo de vida proletario: pobreza y falta de libertad.