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Memoria histórica
¿Se retirará la simbología franquista de las calles de Lebrija?
Los lugares que habitamos son un reflejo de quiénes somos; los espacios públicos, un retrato de la sociedad. Ningún gobierno descuida la memorabilia arquitectónica: en cada ciudad existen estatuas que honran a sus referentes, nombres de calles y plazas que rememoran acontecimientos y personajes históricos, escudos grabados en las esquinas... De esta manera, los gobiernos educan y/o adoctrinan a su población en la cultura hegemónica.
Muchos ayuntamientos siguen reticentes a aplicar la legislación sobre memoria
También la dictadura franquista se encargó de llenar las ciudades y pueblos con su simbología, recordatorio constante de la victoria fascista y la cruel represión a sus víctimas. Durante la Transición, se eliminaron los casos más flagrantes, pero quedaron muchos más. Tanto la Ley estatal de 2007, como la proposición de ley de 2020 promovida por el gobierno central o la Ley de 2017 y el Plan de 2018 de la Junta de Andalucía, sobre memoria histórica y democrática, establecen la retirada inmediata de los símbolos que hagan apología del franquismo en espacios públicos. Sin embargo, los distintos ayuntamientos se muestran reticentes a hacer efectiva la legislación vigente, como revela el caso de Lebrija.
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La represión militar en Lebrija y alrededores
Es difícil calcular con exactitud el número de personas represaliadas que la dictadura dejó en la localidad sevillana de Lebrija. En primer lugar, porque depende de a quién contemos entre “represaliados”, categoría que debe incluir no sólo a aquellos que sufrieron violencia física directa (algo que, por ejemplo, excluiría en ocasiones a los huérfanos y familiares de los propios fusilados). En segundo lugar, por la carencia (intencionada) de registros sobre detenciones y ejecuciones en los meses posteriores al golpe de estado, a lo que hay que sumar la destrucción sistemática de toda documentación que pudiera inculpar al “nuevo régimen”. De tal forma que, en los archivos municipales de Lebrija, no queda un solo escrito de Falange sobre el periodo 1936-1940. Todo fue eliminado.
En Lebrija, se han podido identificar a unas 500 personas represaliadas
Aun así, se ha podido identificar (gracias, en buena medida, a la tradición oral) a unos 500 represaliados procedentes de Lebrija. Uno de ellos fue José López Cordero (Pepe), que había abandonado un puesto de escribiente en el Ayuntamiento de Lebrija para embarcarse en distintos proyectos empresariales, como la apertura de una tienda de comestibles o el alquiler de maquinaria agrícola. Estaba casado con Benita Sánchez Cordero, vivían en El Cuervo (localidad vecina) y juntos tenían cuatro hijos adolescentes cuando José, con 46 años, fue detenido por las fuerzas golpistas, el 26 de julio de 1936.
José López Cordero fue trasladado a la prisión de Jerez de la Frontera. Aunque en Lebrija había una cárcel, que fue usada desde el comienzo por la sublevación militar, el traslado de los presos a otros municipios formaba parte de la estrategia represiva que aplicó la dictadura. De esta manera, se los alejaba de sus hogares y, cuando eran ejecutados, se propiciaba la desaparición de sus cuerpos, castigando a las familias con la incertidumbre permanente. Mientras estuvo prisionero, y hasta su desaparición, el 23 de agosto de 1936, José López Cordero mantuvo correspondencia constante con su esposa. Sus parientes piensan que fue trasladado a Sevilla, donde debió de ser fusilado bajo “bando de guerra”. Ningún registro esclarece las circunstancias de su muerte, aunque quizás guarde relación con la visita que recibió en prisión, tres días antes de su desaparición, de José Bellido Ahumada, a la sazón secretario de la Comisión Gestora de Lebrija y colaboracionista con el golpe de estado.
La batalla por la recuperación de la memoria histórica en Lebrija
En el cementerio de Lebrija se han localizado dos posibles fosas comunes del franquismo, que podrían contener los restos de unas 200 víctimas, entre ellas, probablemente, represaliados de localidades vecinas, como Trebujena, El Cuervo, Las Cabezas de San Juan o Sanlúcar de Barrameda. La Asociación Cultural por la Recuperación de la Memoria Histórica de Lebrija, constituida en 2006, ha sido la impulsora del proyecto de cata (delimitación) y exhumación de las fosas comunes. Para esto, ha contado con el respaldo del Ayuntamiento (encabezado por Pepe Barroso, del PSOE), que tramitó una subvención de 3.000 euros, concedidos por la Junta de Andalucía, para la contratación (por concurso) del equipo arqueológico, y ha aprobado una ayuda de 7.000 euros de sus Presupuestos para 2021 destinados a comenzar la exhumación de una de las fosas.
La asociación memorialista ha solicitado reiteradamente la retirada de la simbología franquista de las calles de Lebrija
Sin embargo, en otros aspectos concernientes a la recuperación de la memoria histórica, como la retirada de nombres franquistas de las calles lebrijanas, el Ayuntamiento no se ha mostrado tan participativo. Los primeros gobiernos locales tras la muerte del dictador eliminaron buena parte de la simbología fascista pero, como decíamos, aún se mantienen los rescoldos. Como botones de muestra, podemos mencionar las calles Antonio Álvarez Aguilar (primer alcalde de la dictadura) y Manuel Halcón (escritor y político falangista), el colegio Cristo Rey o los homenajes a José Bellido Ahumada, aquel que fuera secretario de la Comisión gestora en el verano de 1936. Este último es un ejemplo particularmente significativo, dado que Bellido Ahumada (que ostentó cargos en el Ayuntamiento lebrijano hasta 1971) no fue homenajeado por la dictadura franquista, sino por la democracia. En la actualidad, existe en Lebrija una calle con su nombre (inaugurada en 2008) y una sala de la biblioteca pública en su honor (desde 2010).
La asociación memorialista había solicitado al Ayuntamiento, reiteradamente y por escrito, la retirada de la simbología franquista de las calles de Lebrija, sin obtener respuesta. En sus reuniones con el ejecutivo local, los representantes activistas también habían puesto este tema sobre la mesa, pero sin conseguir nunca el compromiso efectivo de las autoridades. Por esta razón, en julio de 2019, el concejal de Ganemos Lebrija Podemos, Benito Cordero, realizó una moción por la que se instaba al Gobierno local a que procediese “a la retirada, en el plazo más breve posible a lo largo de la presente legislatura, de los símbolos procedentes de la dictadura franquista de los edificios públicos”.
El Pleno en el que se presentó esta moción tuvo lugar en octubre de 2020 y, entonces, los tres partidos restantes que componen el ejecutivo local (PSOE, PP y C’s) presentaron una enmienda a la moción del grupo Ganemos. En dicha enmienda, el Ayuntamiento se comprometía a constituir en un plazo de tres meses una Comisión Técnica Municipal de Expertos en Investigación de la Memoria Histórica, con un presupuesto de 18.150 euros, para “elaborar un informe detallado y justificado de las acciones y medidas a tomar por el Ayuntamiento de Lebrija para dar cumplimiento” a la Ley autonómica de 2017. Cada profesional presente en este comité debía contar “con el apoyo de, al menos, tres de los cuatro grupos representados en el Pleno”.
Los nombres de conocidos franquistas siguen poblando el callejero lebrijano
Ante este giro, que garantizaba una Comisión elegida por su afinidad a los partidos PSOE, PP y C’s, más que por su dedicación a la recuperación de la memoria histórica, lo que no garantizaba en absoluto la eliminación de la simbología franquista, el concejal de Ganemos decidió retirar su moción. Así es que, a día de hoy, los nombres antes mencionados siguen vigentes en el callejero lebrijano, sin fecha concreta para su desaparición.
La necesaria participación ciudadana
La recuperación de la memoria histórica de las víctimas del franquismo, el reconocimiento de los crímenes contra la humanidad de la dictadura y su reparación, en la medida de lo posible, no podrán convertirse en realidad a no ser que los principales actores del memorialismo (estos son: las asociaciones, las instituciones públicas y la sociedad en su conjunto) colaboren entre sí. Para que esta cooperación cristalice, los medios de comunicación cuentan con la responsabilidad de informar, crear conciencia y denunciar los abusos e incumplimientos de la ley vigente.
La memoria histórica ha sido preservada con cuidado por parte de los familiares de los represaliados. A pesar de las consecuencias que esto le podía acarrear, Benita Sánchez Cordero nunca silenció la historia de su marido. Habló con sus hijos, y después con sus nietos, sobre la desaparición de José López Cordero, de manera que, aunque el franquismo trató de borrarlo, su recuerdo permanece. La convivencia de este recuerdo con el homenaje institucional a Bellido Ahumada no puede sino mantener abierta la herida. El memorialismo no pretende fomentar la confrontación sobre el pasado, sino promover el reconocimiento de las víctimas y darle a cada cual el lugar que la historia ha mostrado que merece. Ha llegado el momento de que la ciudadanía, en general, recoja el testigo que le corresponde y participe en la construcción de nuestra memoria.
Un buen comienzo podría ser la asistencia a las actividades organizadas por las asociaciones memorialistas, como las que llevará a cabo la ARMH de Lebrija del 25 de junio al 4 de julio, que incluirán la proyección de un documental sobre la represión franquista al colectivo LGTBI (junto a la asociación Lebrija Diversidad); una exposición fotográfica sobre la fosa común de Pico Reja, en la que se estima que pueden encontrarse unos 60 lebrijanos, y una recogida de muestras de ADN de aquellas personas que busquen a familiares desaparecidos y piensen que sus restos puedan encontrarse en las fosas de Pico Reja, Monumento o Lebrija.
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Supongo que esta tarea sobre la simbología puede ser más que simbólica… Pero yo me asombro del valor que se da a cuestiones muy simples en la vida normal, pues un vegetariano sensato puede vivir en la c/ del Matadero, y no nota nada. La gente normal usa el nombre de las calles como los nombres de las marcas.
No digo que la intención, lo que se pretende, no sea bueno. Es bueno. Es bonito. Es barato. (Una urgencia estética con poca sustancia para mejorar la vida de la gente).