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Memoria histórica
Dignidad y reparación para las víctimas del Barranco De Víznar, Granada, y sus familias
El pueblo de Víznar en Granada es un lugar de memoria, hay muchos otros lugares relevantes en la geografía granadina que también fueron escenario de ejecuciones en la contienda que siguió al golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la dictadura franquista; pero Víznar fue y es un lugar especialmente significativo. Sus carreteras y barrancos, y muchos de sus edificios, formaron parte de un protocolo asesino que terminó con la vida de muchas personas de forma muy violenta y cruel durante ese periodo. El trabajo realizado en Víznar por especialistas y sociedad civil desde hace años trata de reparar las infamias en forma de exhumaciones, información, relatos, visibilidad, homenaje, para devolver a este mundo lo que había sido negado, perseguido, reprimido, matado, enterrado.
Este mes de junio, se celebran las primeras Jornadas de Memoria Histórica, 'Víznar lugar de memoria'. Una programación que comienza hoy viernes, 14 de junio, el Día de la Memoria Histórica y Democrática de Andalucía, para compartir toda esa información recogida en forma de exposiciones fotográficas, películas, conferencias, teatro, charlas, homenajes, mesa redonda. El domingo 16 de junio, el “Espacio Mujer y Memoria Histórica”, organizado por la asociación feminista Víznar, contará con un emotivo homenaje a las mujeres asesinadas acompañado por la voz de la artista granadina Carmencita Calavera; charlas de Silvia González, documentalista especializada en mujeres represaliadas por el franquismo y Antonina Rodrigo, escritora biógrafa especializada en historia de la República, la Guerra Civil y el Exilio; mujeres que saben desenterrar el pasado para construir futuro.
El “Espacio Mujer y Memoria Histórica” homenajeará a las mujeres asesinadas con la voz de la artista granadina Carmencita Calavera, y charlas de Silvia González y Antonina Rodrigo
Las Jornadas, con la colaboración del Ayuntamiento de la localidad, la Junta de Andalucía, la Universidad de Granada y el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, incluyen para la mañana del domingo 16 de junio una sesión de puertas abiertas a las excavaciones de las fosas y el laboratorio donde se examinan los restos de las personas ejecutadas. El sábado 22 de junio se realizará un acto de homenaje a las víctimas y la entrega de los restos de las víctimas identificadas a sus familiares en un acto de dignificación, según el equipo que lleva trabajando en la exhumación, “un acto donde, con alegría, los familiares reciban a sus seres queridos y les den el entierro que deben tener, y no que estén tirados en una cuneta, en una fosa, en un barranco o en la fosa común de un cementerio. Ese es el objetivo de nuestro trabajo, nos debemos a los familiares. Llevan 87 años esperando todo esto. Ha llegado la hora”, declara a El Salto Andalucía el arqueólogo Paco Carrión.
Una puerta abierta al trabajo del equipo multidisciplinar de la Universidad de Granada liderado por Paco que ha trabajado en 17 fosas, exhumando los restos de 124 personas, 34 de ellas mujeres, en un barranco donde creen que pueden encontrar más restos y llegar por lo menos hasta 200 víctimas de las cuales, hasta ahora, sólo se han identificado a dos, “estamos hablando de personas identificadas con un 100% de seguridad” comenta el especialista, “tenemos otro número importante que se está cotejando en este momento y es que aquí no se pueden cometer errores de ninguna naturaleza. El proceso es complicado, hay que hacer muchos cotejos y hay que tener en cuenta que no tenemos tantos familiares de línea directa de primera generación para comparar ADN” explica Paco.
La cuarta campaña de este equipo, y la más reciente, acaba de devolver a la superficie a 31 personas más encontradas en las tres fosas excavadas que escondían un estremecedor hallazgo. En la fosa número 2 hallaron los restos de 15 personas entre las que se encontraba un niño, que tenía entre 11 y 14 años y según Carrión, contaba “como único armamento: un lápiz de colores y una goma de borrar y murió por el impacto de dos disparos en la nuca, con dos orificios de entrada y uno solo de salida, quedando una de las balas albergadas en el interior del cráneo”.
“En una de las últimas fosas exhumadas hallamos los restos de un niño de entre 11 y 14 años que murió por el impacto de dos disparos en la nuca”, lamenta Paco Carrión, arqueólogo del equipo de Víznar.
Paco confiesa que encontrar los restos del niño ejecutado ha supuesto un golpe muy duro para todo el equipo, profesionales que llevan muchos años trabajando en un tema muy sensible para el que utilizan herramientas de gestión emocional que se han visto desbordadas con las circunstancias de la muerte del menor, que además tenía los otros restos encima, lo que hace suponer que fue ejecutado en primer lugar, “nuestra hipótesis en el caso del niño es que probablemente pudiera estar con su padre y fue el primero en ser ejecutado y por eso ha sido el último en ser exhumado”, Paco comenta que el cotejo de ADN es el que puede confirmar esa teoría “estamos acostumbrados a ver adultos pero encontrar a un niño ha sido muy impactante, todavía estamos intentando procesar la información, el recuerdo es continuo; uno no puede imaginar la maldad que habría cometido ese niño para que lo asesinaran así”.
“Encontramos a 10 personas con las manos atadas a la espalda, estamos presenciando conductas asesinas que van más allá de lo puramente humano y racional”, Paco Carrión, arqueólogo del equipo de Víznar.
La sorpresa no residió únicamente en esa exhumación, en la última fosa número tres encontraron a 10 personas con las manos atadas a la espalda, “algo que nos hace suponer que cuando fueron o estaban detenidos opusieron resistencia y vinieron hasta Víznar atados; y así los mataron por la espalda, estamos presenciando conductas asesinas que van más allá de lo puramente humano y racional”, lamenta Paco. El historiador del equipo mantiene una hipótesis de este caso en el que después de un Consejo de Guerra, esas personas son condenadas, maniatadas y trasladadas al barranco para que los ejecutaran, “los asesinatos aquí se hacían por parte bien de la Guardia de Asalto, bien de la Guardia Civil y sobre todo de las Escuadras Negras. Se les dejaba tirados donde morían y a las horas o al día siguiente los masones que estaban en la Colonia de Víznar eran los encargados de enterrarles”, explica el arqueólogo.
Juzgar los crímenes de lesa humanidad, una asignatura democrática pendiente
Los hallazgos de las exhumaciones realizadas por el equipo de Víznar desde 2021 han ido engrosando un informe de la Fiscalía General de Derechos Humanos y Memoria Democrática en Madrid que se ha trasladado a la Fiscalía de la Audiencia General de Granada para incoar un decreto por el cual se reconoce que a partir de esa información científica del informe se inicia el proceso judicial para condenar los crímenes de lesa humanidad que se han cometido en Víznar, sobre todo en el año 1936, desde agosto a noviembre, “hemos sido la punta de lanza en todo el Estado. Es la primera vez que se acomete por parte de la justicia un decreto de esta naturaleza. Recordamos que cuando lo intentó el juez Baltasar Garzón, le costó su puesto como juez y ahora podemos decir que por fin la justicia española se va a hacer cargo de esos crímenes de lesa humanidad para su condena. Los criminales ya no viven pero lo que realmente nos importa es que una sociedad democrática como la nuestra sepa que esos crímenes de lesa humanidad se han juzgado y se han condenado”, afirma Paco Carrión.
“Por fin la justicia española se va a hacer cargo de esos crímenes de lesa humanidad para su condena. Los criminales ya no viven pero lo que realmente nos importa es que se juzgue”, Paco Carrión
Este procedimiento de judicialización de los crímenes de lesa humanidad tiene precedente en Chile y Argentina pero no en España. Ha sido la primera vez que el material científico recogido por el equipo multidisciplinar de 15 investigadores arqueólogos, antropólogos físicos y forenses, historiadores, sociólogos, que trabajan en Víznar, con los que además colaboran otros departamentos de la Universidad de Granada como el de Antropología Física y Forense, el de Genética y la Facultad de Medicina, “ha sido suficiente para constatar a nivel científico la base que le ha servido a la Fiscalía para iniciar este proyecto judicial y que creemos necesario, no podemos permitir que esas cosas pasen”, insiste Paco Carrión.
María José Gámez, arqueóloga en el equipo investigador de Víznar
“Cuando comienzas la carrera de arqueología no piensas precisamente que después vayas a desenterrar huesos, a desenterrar memoria, pero aquí estoy”, apunta Maria José Gámez. La arqueóloga llegó a la memoria histórica a través de un voluntariado que comenzó en Cádiz “sobre el tema de los bebés robados y después de cuatro o cinco meses me enganchó tanto esa vinculación emocional con los restos que desde 2017 que ando metida en este campo”.
Nos explica que utiliza la misma metodología que aprendió en sus estudios universitarios, quitando los estratos del más nuevo al más antiguo para encontrar objetos, con el objetivo de localizar fosas comunes, “vas aplicando esa metodología arqueológica de ir rebajando esas capas hasta llegar a los restos óseos y ahí vas excavando con metodología más antropológica”. En Víznar comenzó en enero de este año después de trabajar en otras experiencias en Cádiz, Sevilla y Huelva, “yo había excavado sobre todo en cementerio y la sensación de la tierra en Víznar es totalmente diferente, la tierra te va hablando, te va contando una historia, la historia que sucedió en ese terreno y es bastante impresionante”.
“La tierra te va hablando, contando una historia, la que sucedió en este terreno y es impresionante”, María José Gámez, arqueóloga en Víznar.
Maria José nos describe su trabajo de campo para localizar la fosa. Primero trabajan con la máquina en una fase relativamente rápida y metódica, “sacas mucha cantidad de tierra hasta que encuentras los primeros restos”. A partir de ese momento, trabajan con herramientas y material “más fino” y “vas diferenciando los cráneos, las partes anatómicas, viendo cómo están posicionados los objetos que te vas encontrando, te cambia el chip porque ya estás conectado con lo que sucedió”.
En el momento en que los restos de la exhumación individualizada ya están limpios y expuestos, nos explica, vuelven a aplicar el trabajo metódico compartimentando el material “Y una vez ves la fosa vacía y los restos clasificados y recogidos, te dices, ya hay seis menos o hay diez menos que no están perdidos, que no están enterrados”.
Maria José comparte con nosotros que el hallazgo de las personas con las manos atadas en la espalda, “sentimentalmente hablando es bastante duro tanto para mí como para el equipo en general, verlos con las manos atrás e imaginarte la historia que se esconde te impacta sobremanera, intentas ponerle una historia de cómo llegaron hasta ahí, de porqué están atados con respecto a otros que no lo están”.
Emocionalmente se plantea su trabajo como el de un cirujano “que tiene una operación y puede que se le muera el paciente”. Realiza un trabajo de disasociación, “Si nosotros conectáramos todo el rato con el hecho de que son víctimas estaríamos todo el rato llorando, aunque hay veces que es muy difícil como fue con el caso del niño, ahí conectamos, o con lo de las ataduras, o con un robo de un cráneo que sufrimos recientemente que sustrajeron por piezas dentales de oro”.
Maria José resalta el trabajo del equipo multidisciplinar de arqueólogos, antropólogos, historiadores y sociólogos, “nos vamos complementando porque cada uno sabe una cosa, el sociólogo es muy importante, porque conecta con las familias”. Contar con un sociólogo, para ella, ha ayudado en la difusión del trabajo que se está haciendo en Víznar donde muchos escolares de la ESO y el Bachillerato realizan visitas escolares, “cuando ves en las caras de los chavales el impacto de las fosas, porque no es lo mismo verlo por la tele o en foto que verlo en directo, y que muchos te preguntan, ¿Pero son huesos de verdad? ¿Fueron asesinados? ¿Pero por qué los mataron? y les vas explicando y esto es lo que va cambiando el paradigma en la sociedad que venga después, porque ellos y ellas son el futuro de la sociedad que vamos a tener.
Laura Gutiérrez se marca el CSI en Víznar
“Normalmente estoy trabajando en campo, en la fosas, las lesiones del momento de la muerte y el perfil biológico de cada individuo, tomando nota de cómo se encuentran colocados todos los cuerpos, la disposición que tienen, cómo han sido depositados, etc”, conocemos a Laura Gutiérrez, antropóloga forense, una especialidad vital en el equipo de investigación de la UGR en el Barranco de Víznar. Su trabajo se complementa con el de laboratorio en el que a veces se observan detalles que no se han percibido en la fosa.
Laura nos explica que en todos los casos se aprecia que las muertes han sido violentas, “incluso podemos decir que con ensañamiento porque presentan varios disparos y con un disparo en el cráneo, una persona se muere”, pero que, además, sólo se ve una parte de esa violencia, “porque muchos disparos pasan por tejido blando, y no los vamos a ver en el hueso, y también muchos golpes no rompían el hueso; entonces, todas esas lesiones violentas no las podemos ver ahora mismo, pero las sufrirían también, obviamente. Nos quedamos en un porcentaje, sólo una parte de la violencia ejercida contra ellos”.
“Poder dar voz a las víctimas, entregarles a los familiares, nos llena de satisfacción y alegría”, Laura Gutiérrez, antropóloga forense del equipo de Víznar.
Como antropóloga forense encuentra satisfacción “poder hablar en nombre de estas personas que fueron asesinadas y narrar un poco qué les pasó, cómo les asesinaron y por lo que vivieron en esos últimos momentos; y podernos acercar un poco a su identificación, dando un poquito de ese perfil biológico de la edad que tenían, el sexo, la estatura, las patologías que tenían en vida, contar quiénes eran o quiénes podían ser; el poder darles voz y entregarles a los familiares nos llena de satisfacción y alegría”.
Aila Piñón trabaja por restaurar la dignidad arrebatada a las víctimas y sus familiares
Aila Piñón une dos especialidades, es arqueóloga y antropóloga forense y lleva desde 2022 en el equipo de Víznar aunque comenzó, como sus compañeras, de voluntaria en proyectos de memoria histórica en 2020 y desde ese momento, ya no ha parado, “Nunca he sabido expresar del todo la razón de mi motivación por este trabajo, solo que no quería que la gente no supiese dónde estaban sus muertos”, para ella, éste restablece ese punto de dignidad que no está perdida pero sí “te la arrebatan un poco cuando te quitan un cachito de ti, que es al fin y al cabo lo que sucede con un asesinato, y una ocultación posterior del cadáver que no sabes dónde ir a llorar”.
Su trabajo está relacionado con la documentación una vez acabada la fase de exhumación, “Hacemos una primera limpieza para evitar que los restos se sigan degradando por los condicionantes de la tierra y del propio contexto. Volvemos a corroborar los datos que ya se han visto en el campo; sexo, edad, etc, y nos centramos un poco más en los caracteres anatómicos que no tienen por qué haber afectado a la persona, pero que pueden ayudarnos a identificarles: un detalle dental, alguna fractura o algo que haya quedado registrado en los huesos y que nos pueda ayudar, cotejándolo con las entrevistas, para aproximarnos a una identificación”.
Como el resto del equipo utiliza sus herramientas emocionales para seguir realizando su trabajo de forma profesional, “En nuestro trabajo intentamos separarnos lo máximo posible, intentamos que sean solo huesos porque si no, se nos haría el trabajo muchísimo más difícil o casi imposible”. Aunque reconoce que es más difícil con los casos más extremos de personas maniatadas “que ya sabes que no solo las mataron, sino que desde antes de llegar al barranco ya estaban sufriendo más violencia de la que deberían” o el hallazgo de el niño asesinado, “habíamos encontrado restos de adolescentes, el más joven hasta ahora tenía 17 años y esos casos ya son duros pero lo es más, “cuando ves un niño que en un momento inicial de la guerra es imposible que estuviese implicado en cualquier circunstancia que haya llevado a su muerte”.
“Aunque a menudo no podamos ponerles un nombre y unos apellidos, las familias tienen un lugar donde poder ir a llorar, a hablar, a expresarse un poco”, Aila Piñón, antropóloga forense y arqueóloga.
Le gusta decir que para el equipo todos los restos son iguales e insiste en que el objetivo principal de su trabajo es el de restaurar la dignidad que les arrebataron, “Aunque a menudo no podamos ponerles un nombre y unos apellidos, las familias tienen un lugar donde poder ir a llorar, a hablar, a expresarse un poco. No deseo a nadie que pase por lo que han pasado muchos de los familiares de aquí; porque no solo sufrieron los muertos, sobre todo sufrieron luego los vivos que fueron los que se quedaron muertos en vida”.
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Imprescindible el trabajo de este Equipo Memorialista. Su delicadeza, sensibilidad y rigor es una garantía para todos los familiares y para nuestra democracia.