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Medio ambiente
Sader, la última fábrica altamente contaminante de Bilbao se resiste a echar el cierre
Los habitantes de Burtzeña se han acostumbrado a soportar el tufo inaguantable que desprende cada noche el último bastión del capitalismo fósil en la metrópoli: la fábrica de la planta de Sader. Una vez caído el sol, sus turbinas siguen rotando a todo trapo y haciendo sentir su hedor entre los vecinos de la zona, desde Zorroza hasta la lindes de Barakaldo, pasando por Lutxana y Gurutzeta-Cruces. El nauseabundo olor, coinciden las vecinas, emula el de la comida podrida o en mal estado: “Esto es como la lotería, cada mañana salimos a la calle pensando en si nuestras narices olerán la mierda procedente del último vestigio industrial”. Y sobre todo, lo preocupante es el dolor de cabeza que despierta. “Si dejas las ventanas abiertas es fácil inhalarlo. Entonces se te mete en el cráneo y marea, impide concentrarse”. Los responsables de la planta niegan la mayor y declaran que las chimeneas expulsan un “vapor generado en el proceso de secado para la producción de fertilizantes”. Es inofensivo, dicen.
La empresa Sociedad Anónima de Descontaminación y Eliminación de Residuos, Sader, trata cada año unas 100.000 toneladas de residuos altamente contaminantes. Esto se traduce en entre 7.000 y 8.000 camiones atravesando Zorroza cargados con despojos y desechos de fertilizantes. Puesto que en la mayoría de ocasiones cortan el bidegorri para maniobrar, no es difícil sentir en las propias carnes el polvo de los tubos de escape cuando se pasea por la zona. En realidad, da igual la hora del día o la distancia a la que uno se encuentra, o la distancia respecto a las instalaciones: en algunas noches, y en función de la dirección a la que sople el viente, el aire cargado de residuos puede percibirse incluso desde el Teatro Arriaga.
Sader trata cada año unas 100.000 toneladas de residuos altamente contaminantes, lo que se traduce en 8.000 camiones atravesando Zorroza, Cruces y Burtzeña cargados con despojos y desechos de fertilizantes.
Una madre se queja de los efectos de esta fábrica sobre su hijo asmático, como les sucede a otros menores, pues Sader se ubica a escasos metros de dos colegios de educación primaria de la zona. También relata cómo en alguna ocasión policías municipales que recorrían la zona han terminado vomitando por el hedor que desprenden las chimeneas de Sader. “Somos un barrio que aportó la hostia al enriquecimiento de Bilbao y al que ahora se ha abandonado”. El capitalismo fósil vasco en estado puro: las consecuencias de las elevadas cotas de emisiones se incorporando a la vida urbana de las vecinas de la zona, quienes pueden observar también desde sus viviendas cómo avanza la construcción del mayor pelotazo urbanístico vizcaíno —la isla de Zorrozaurre, con sus decenas de pisos de lujo— mientras sufren la expresión más antigua del languideciente potencial industrial.
La fábrica de Sader es la última con un potencial altamente contaminante que queda dentro del casco urbano de Bilbao. A pesar de ello, las chimeneas de la planta de fertilizante y tratamiento de residuos de Zorroza, que requiere de una Autorización Ambiental Integrada, no están ni a cien metros de las viviendas. Sader, junto a Zabalgarbi, posee la exención ambiental. Y son las únicas dos plantas en toda la capital vizcaína.
Los partidos políticos han denunciado que proyectos como este son los que se podrán imponer gracias a la llamada Ley Tapia sin consultar a los municipios o crear comisiones para garantizar que su opinión se respete, como exigió EH Bildu en 2015 sobre la fábrica. Aprobada conjuntamente por el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y el PSE-EE, pero rechazada por toda la oposición, la portavoz de Elkarrekin Podemos en el Ayuntamiento de Bilbao, Ana Viñals, considera que esta medida permitirá al Gobierno Vasco “blindar Sader en Zorroza 100 años más o poner un crematorio en el Pagasarri".
Un cese que se ha demorado
Más de 20 años de protestas que no parecen llegar a su fin. Sader sigue gestionando los residuos y a su vez emite otros muchos. Así ha sido desde que entró en las listas del Plan de Acción de calidad del Aire de la comarca del Bajo Nervión en 2002. Pero el vecindario está harto. Reconocen vivir en un interregno desde hace años debido a que la fábrica no termina de irse. A pesar de las promesas políticas, Sader sigue ahogando el barrio y los colectivos vecinales no han parado de cargar contra las instituciones que lo toleran.
El 31 de enero, la Coordinadora de grupos de Zorrotza convocó la última de una larga ristra de movilizaciones junto a la fábrica. Hace tiempo incluso abrieron la puerta de salida a la empresa a cacerolazos, pero cuando parecían haberlos ahuyentado, la situación volvió a enquistarse. “En 2015, cuando el Ayuntamiento y la empresa llegaron al acuerdo, todas las partes nos trasladaron que esto se acabaría en 2018”, lamentaba en aquel año Ismael Redondo, presidente de la asociación El Canal, que agrupa a los residentes en la zona de San Ignacio. Camino de un lustro después, la pestilencia sigue aquí y las chimeneas continúan expulsando residuos.
Las vecinas llevan varios años esperando que Sader haga las maletas y se vaya de, casi literalmente, sus casas. El Ayuntamiento de Bilbao aprobó en septiembre de 2015 en Junta de Gobierno de forma definitiva el convenio urbanístico para adelantar su salida de Punta Zorroza, cesando la actividad de la factoría. Pese a la indemnización prevista de 2,7 millones de euros, parecía una victoria vecinal. De hecho, a partir de la entrada en vigor de la modificación del Plan General en esta zona, prevista para el segundo semestre de 2016, tendría dos años más para abandonar definitivamente el lugar, tras tres décadas de motores y humos, y cuatro para finalizar el Proyecto de Recuperación trazado conjuntamente con el Consistorio. EH Bildu reclamó entonces “acelerar el cese definitivo” de la empresa Sader en Bilbao ya que el plazo previsto para ello, el segundo semestre de 2018, supone que las actividades contaminantes de esta compañía “seguirán produciéndose al menos tres años más”.
Las vecinas llevan varios años esperando que Sader haga las maletas y se vaya de, casi literalmente, sus casas.
No obstante, a día de hoy, y tras una demora de cuatro años, no hay fechas en el horizonte para la bajada de la persiana de Sader. La razón es que, según la empresa, el Ayuntamiento ha incumplido el convenio al no haber sacado adelante el plan de regeneración de la zona. Entre las medidas del plan estaba el soterramiento de la vía férrea de Renfe a su paso por Zorroza, antiguo nido de abandono social y marginalidad, pero el coste de las obras es tan alto que su principal propietario —la Autoridad Portuaria de Bilbao, involucrada en una trama de manipulación de contratos— argumenta que es una carga económica a la que es imposible hacer frente.
Entre el vecindario existen trabajadores de esta institución pública que sienten estupor. “Cómo va a ser un problema de dinero, el Puerto tiene capacidad suficiente, pero quieren seguir ganando dinero a costa de nuestra salud”. Mientras que otros muchos se preguntan por qué una empresa cuya contaminación “se te mete hasta la tráquea” sigue recibiendo dinero público para sanear zonas cuando debería echar la persiana.
Ortuella, próxima parada
De un lado, el Ayuntamiento llevaba años diciendo que está buscando vías alternativas de financiación, pero su única esperanza era que el Gobierno central, gestor de la infraestructura ferroviaria, solucionara el embrollo y termine aportando los fondos para excavar el túnel. Una situación que beneficiaba tanto a Sader como al Consistorio bilbaíno. En un principio, la planta hizo amago con recalar en Legutio (Araba), concretamente en un espacio que, tras la movilización y protesta vecinal, terminó comprando una tercera empresa dedicada a la madera. “Instalar Sader en Legutio, junto a Goiain y Urrunaga, es una aberración”, indicaron desde Ezker Anitza IU Araba. “Esta empresa es altamente contaminante, por algo requiere autorización ambiental”, exponía el juntero José Damián García, ahora procurador de Elkarrekin Podemos Araba. Nadie quiere cerca a Sader.
La última promesa de la considerada como la única fábrica de potencial altamente contaminante del casco urbano de Bilbao es que dejará de tratar residuos peligrosos en 2024 y que serán enviados a una planta en Ortuella. El Correo lo ha denominado “economía circular” y ha informado a los vecinos del municipio que la factoría afrontará una renovación estratégica para modernizar sus sistemas energéticos, que la maquinaria será nueva y habrá una digitalización, así como un cambio profundo en los procesos para hacer la vida “mucho más respetuosa” y que contará con un acceso directo por autopista.
Esta planta, según Sader, la abrirá Agaelus, grupo empresarial al que pertenece la propia factoría de tratamiento de residuos. En el mejor de los casos, si se cumpliera esta promesa, el retraso sería de seis años. Por ese motivo, pese a la retórica tecno-utópico, la victoria de los movimientos sociales es parcial: Sader no cierra, desplaza su actividad a unos de los pueblos más periféricos de la margen izquierda. Concretamente, a un territorio que ya ha movilizado –junto con Trapagaran– a más de medio millar de participantes en los últimos años para denunciar los malos olores frente a la planta de la sebería García Mendoza.
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A pesar del gran alivio que supondrá su salida del núcleo urbano de Bilbao para los vecinos de Zorroza y Olabeaga —y los miles que se instalarán en la isla de Zorrotzaurre— lo cierto es que Sader no se irá a ninguna parte. La sociedad cuenta con un gran volumen de facturación en diversos rubros, algunos de los cuales la mantienen embridada a la administración vasca. Por ejemplo, Sader es una de las empresas que, mediante una Unión Temporal de Empresas (UTE), posee la responsabilidad del servicio de gestión de residuos producidos en diversos centros del Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia. Uno de ellos, a escasos kilómetros de la fábrica, se encuentra en lo alto de Basatxu (Barakaldo). Sader, irónicamente, también ha ganado un concurso del Consorcio para el saneamiento de suelos por el que se embolsó 305.000 euros.
Sin embargo, esta no es la principal relación que la empresa para el tratamiento y eliminación de residuos peligrosos tiene con la administración, ni la más nociva. Su relación con el Puerto de Bilbao va mucho más allá de acuerdos para ocupar el suelo y ha sido bien lubricada por la industria petrolífera. De acuerdo a cinco bases de datos que recaban información del registro mercantil que ha cruzado Hordago-El Salto, la empresa “DBA Bilbao Port S.L.” es el nuevo nombre bajo el que opera la antigua “Sader Servicios Medioambientales S.L”, y cuenta como administrador único al Grupo Hafesa, holding que se dedica al trading de petróleo, comercialización, almacenamiento y logística. La estructura de filiales y la denominación de los organismos corporativos entorpecen comprender cómo opera, pero este medio ha podido corroborar que la comercializadora de toda clase de carburantes está administrada por Hafesa, pese a tener distinta identificación fiscal.
Las alarmas saltaron cuando el medio especializado en transporte y logística, Transporte XXI, informaba en 2016 de la compra por parte de DBA Terminales y Logística de una terminal marítima de Sader. Se trataba de la antigua Biocombustibles de Zierbana. Poco después, El País se refería a esta adquisición señalando que el grupo de servicios petrolíferos Hafesa, a través de su filial DBA, pondría en marcha una terminal de almacenamiento y distribución de productos petrolíferos en el Puerto de Bilbao.
Ambos diarios se hacían eco de un proyecto de 40 millones de euros que pretendía construir, en una parcela de 46.000 metros cuadrados situada en Punta Sollana (Zierbena), un nuevo enclave portuaria para el almacenamiento de hidrocarburos ampliando así la capacidad de almacenamiento en el Puerto de Bilbao. Este acuerdo vio la luz verde cuando el gigante Hafesa adquirió la empresa de Agaleus Investment Logistic (AIL). El grupo energético invirtió 4,7 millones en la adquisición y más tarde desembolsaría 7 millones más para remodelar la terminal con el fin de convertirse “en un referente en el mercado nacional de hidrocarburos”.
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Recientemente, esta operación ha vuelto a ser noticia porque la Audiencia Nacional propuso investigar a Hafesa por integrar una “organización criminal” en junio de 2021. De acuerdo con el auto, el holding energético hizo uso de la ingeniería fiscal para llevar a cabo la operación en Zierbena y habría cometido un fraude fiscal en concepto de IVA de hidrocarburos superior a los 154 millones de euros entre 2016 y 2019.
Este mismo documento de la Audiencia Nacional apunta que la organización había “adquirido en propiedad” la sociedad DBA Bilbao Port “para propósitos delictivos”. Por último, el informe judicial señala que “en esta operativa” ha “cumplido un papel potenciador” la mercantil DBA Bilbao Port, que actuaba “como depósito fiscal” y “vendía a las operadoras instrumentales no solo con un plus de opacidad” sino que, además, “podía financiar los impuestos especiales que constituyen una importante parte del precio de adquisición del hidrocarburo”.
Esta presunta “organización criminal” acumula varios casos judiciales a sus espaldas. Unos años antes, una investigación sobre Hafesa relacionada con el Puerto de Motril desveló el papel en la trama de otra compañía vasca: Elcano Energía. Esta otra debe cerca de 15 millones de euros a la Hacienda española. La estructura organizativa de Hafesa no solo es compleja, sino que la propia Audiencia Nacional ha denunciado la opacidad de la misma a la hora de llevar a cabo sus operaciones comerciales.
¿Cuál es el hilo conductor que vincula un holding acusado de “organización criminal” a las nefastas consecuencias para la salud que han sufrido las vecinas de Burtzeña? La respuesta es la Autoridad Portuaria de Bilbao, propietaria de los terrenos para seguir comercializando toda suerte de carburantes. Existen demasiadas relaciones políticas e intereses privados de fondo que explican por qué Sader nunca se cerrará: las empresas que están detrás de la fábrica son una pieza importante para el despliegue logístico del capitalismo fósil en la ecúmene vizcaína. Desde luego, allí a nadie le importa la contaminación o el bienestar público mientras existan algunas posibilidades para mantener intactos los beneficios del capital.
Existen algunos grandes nombres para comprender mejor este asunto. Bajo la presidencia del exburukide Asier Atutxa en la Autoridad Portuaria de Bilbao, puesto que ocupó antes de cruzar la puerta giratoria que le llevó a Pricewaterhousecoopers, DBA Bilbao Port se comprometió a invertir varios millones de euros en una nueva planta que ampliará su capacidad de almacenamiento. Las promesas las hacía Enrique Guzmán, conocido jocosamente como el “Florentino Pérez vasco”.
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Dejan mucho que desear los articulistas con estas mentiras. Ya solo bajo el titular ya la intentan colar. No está junto a dos colegios de primaria ni por asomo. Esos colegios están en el mismo barrio pero están uno a tomar por saco (Fray Juan) y otro más a tomar por saco (Zazpilanda). Y si os referís a Salesianos y Nuestra señora del rosario, siguen estando a tomar por saco (a parte que el viento sopla hacia el lado contrario). No intentéis colársela a la gente con mentiras
No olvidéis que a 3 kms. escasos en linea recta de Bilbao se levanta desde hace más de una década la incineradora de residuos y productora masiva de dioxinas y furanos cancerigenos, con el engañoso nombre de Zabalgarbi. Los perjuicios en la salud de los bilbainos y la desincentivación del reciclaje en el territorio son efectos directos de quemar todo tipo de residuos.